EL TEJIDO DE LOS DÍAS, de Carlos Aurensanz

EL TEJIDO DE LOS DIAS, de Carlos Aurensanz

 

Portada de El tejido de los Días

 

Tras una cruenta Guerra Civil Española que asoló todo un país, muchas de las personas que sobrevivieron tuvieron que rehacer sus vidas no sin poca dificultad.Salvo aquellos que supieron medrar en mitad del conflicto posicionándose en el bando ganador, y que fruto de su tarea fueron recompensados con todo tipo de prebendas y favores, el resto hubo de buscar entre las ruinas de su vida anterior los pedazos aún útiles para recrecer los muros de un futuro incierto.De todo esto y mucho más nos habla Carlos Aurensanz en su última novela que lleva por título El tejido de los días.

La narración da comienzo con la llegada de Julia, una mujer joven y embarazada procedente de la cercana Tarazona, a la ciudad de Zaragoza. Gracias a la herencia que le ha dejado su pareja poco antes de morir, se atreve a abrir un salón de costura en pleno centro de la capital aragonesa y para ello consigue hacerse con los servicios de una joven muy habilidosa, Rosita, a quien conoce al poco de llegar a la ciudad y hacia la que siente un cariño especial cuando la ve desamparada frente a su jefa, que la trata con muy malos modos a pesar de su potencial en la creación de todo tipo de trajes y vestidos. A pesar de que los comienzos no son fáciles, tienen la fortuna de contar entre sus clientas con la mujer de un reputado abogado de la ciudad, el señor Monforte. Gracias a ella y a su círculo de amistades que engloba a lo más granado de la alta sociedad zaragozana, conseguirá hacerse un nombre y el reconocimiento suficiente para poder sacar adelante al hijo que espera. Fruto de su amistad con la señora de Monforte, Julia y los lectores podrán conocer a esta familia, su hogar y a todos los miembros que la componen, incluidos a sus sirvientes, a los que el autor tudelano nos irá acercando poco a poco para conocer sus inquietudes, sus deseos y los misterios que encierran todos ellos. Detrás de esa familia ejemplar y luminosa a los ojos de todos los que les tratan existen muchas zonas sombrías que irán poco a poco descubriéndose, algunas de ellas tan siniestras que serán realmente difíciles de digerir.

Para la construcción de esta novela, da la sensación de que Carlos Aurensanz probablemente inició la novela con una idea, pero poco a poco, puede que por el desarrollo de los propios personajes a medida que iba dándoles forma, fueron adquiriendo más peso del que, previsiblemente, quizá les había otorgado desde un inicio. El caso es que en las primeras páginas Julia se erige como la protagonista indiscutible de la novela junto con Rosita, su ayudante y la piedra angular sobre la que gira sus anhelos laborales. Sin embargo, a medida que las paginas van avanzando y nos encontramos con las sirvientas de la casa de los Monforte, y con el chofer, los hijos o el señor de la casa, ese peso argumental se va trasladando a otros personajes, sobre todo a Antonia, una joven recién llegada a la casa para servir procedente de un pequeño pueblo que es enviada por sus padres para ganarse el sustento y aprender las tareas del hogar.  La intención última es la de, unos años después, regresar con su familia para cuidarla una vez que su hermano, que va para cura, tome los hábitos y ella pueda dedicarse a ellos plenamente, pues ese era el destino no escrito que les aguardaba por tradición a las mujeres con un hermano dentro de la Iglesia. Aunque Antonia, una chica ingenua y férreamente instruida en la moral católica, tiene asumida sin reparo su suerte, la vida pondrá en su camino diferentes retos que amenazan con derribar las rejas de esas convicciones que encarcelan su libertad individual.

Carlos Aurensanz nos acerca con acierto la forma de vida de la época, en esa dura postguerra que tanto complicó el desarrollo. La escasez de trabajo en los pueblos hizo que mucha población rural migrase a las ciudades en busca de una oportunidad. Fue ahí donde comenzó lo que hoy llamamos la España vaciada. Debido a la ausencia de muchos productos de consumo en la vida cotidiana, el mercado negro de todo tipo de mercancías era el único reducto en el que poder acceder a ellos, aun a costa de pagar una cantidad de dinero que, a todas luces, no valían. El culmen  vino com el estraperlo, que se elevaba sobre el resto para comercializar productos sometidos a impuestos del Estado. De todo aquello sacaron tajada centenares de personas sin escrúpulos, una minoría, que se enriquecieron con la carestía y la necesidad de la mayoría de ciudadanos. Entonces un lujo era disponer de calefacción en la vivienda o veranear en la playa, algo al alcance de muy pocos.Además, el autor tudelano hace hincapié en la diferencia de clases sociales y cómo eran asumidas en los distintos niveles. Los sirvientes de las grandes familias debían ser diligentes, silenciosos y no debían nunca someter a su propio juicio las decisiones de sus señores. Debían tapar sus excesos, callar sus desaciertos y satisfacer sus deseos, pues constituían la escala más alta de la sociedad y ganarse su rechazo llegaba a suponer quedarse sin trabajo de inmediato y que nadie en la ciudad quisiera contratarte. Algunos de ellos, sabedores de tal posición de poder, no dudaban en utilizarlo y así alcanzar sus propósitos por muy caprichosos que estos fuesen.

Otro de los focos que coloca Aurensanz, si acaso el más importante de todos, es el que nos muestra a la mujer de posguerra a través de las distintas personajes que aparecen en la novela, desde la más afecta al régimen político que se había impuesto tras la contienda, hasta la que rechaza plegarse a él. Como decía Ortega y Gasset, yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo. Es imposible no atender a esta frase del filósofo español leyendo la novela y atendiendo las diferentes vidas de las mujeres que la habitan, pues cada una de ellas, condicionadas por sus propias circunstancias, tienen su propio enfoque del mundo y difieren mucho unas de otras. De cómo una madre trata de dignificar la memoria del padre a través de su hijo y de las penitencias que está dispuesta a asumir, de cómo una joven indefensa se enfrenta a la amenaza diaria del abuso, de cómo la competencia por el reconocimiento y las migajas de los señores hacen que afloren los celos entre iguales... El escritor nos acerca múltiples miradas, y llegamos a entenderlas casi todas ellas. A pesar de sus diferencias, hay algo que las une a todas: la degradación de sus derechos, el sometimiento a la figura masculina o a la moral católica, la escasa oportunidad que tenían de ser ellas mismas, ya que incluso por no poder elegir, no podían ni decidir qué ropa vestir o hasta dónde podía subir el corte de una manga o de una falda.

Aunque no es su novela más dinámica, pues sus más de seiscientas cincuenta páginas en algunos pasajes se acusan un poco, Carlos Aurensanz tiene la virtud desde su primera novela de saber controlar muy bien los tiempos, es muy habilidoso manteniendo el interés de los lectores mezclando la trama principal con distintas subtramas.

Con El tejido de los días, compone su trabajo más coral y se sitúa entre esos escritores nacionales capaces de poder llegar a un amplísimo espectro de lectores, desde los que buscan sumergirse en una época histórica desde el rigor (su experiencia previa en su conocida saga de los Banu Qasi, así lo atestigua), hasta los lectores que buscan una lectura amena y bien escrita no exenta de un potente trasfondo social, ese tipo de libros que no sólo entretienen si no que te hacen reflexionar.

Una reseña de Santiago Navascués 
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