Papá piernas largas, Jean Webster.

Papá piernas largas.

Por La Pelipequirroja.

   Mi abuelo tenía un enorme parecido con Fred Astaire. Era alto, delgado, peinaba con brillantina hacia atrás su cabello, tenía un porte especial al andar y moverse, si no hubiera sido un hombre de campo, estoy convencida que hubiera sido bailarín. Más que convencida, era como yo lo imaginaba, claro.  A mi madre y  a mí nos encantaba ver  la película de Astaire  junto a Leslie Caron, Papá piernas largas, ¡Es igual que mi padre, míralo, míralo, igualito! -decía mi madre- ¡Es igual a mi abuelo, tú lo conoces, míralo, míralo!,-le decía yo a mi mejor amiga. Y veíamos como "mi abuelo" subía por las paredes bailando claqué, desafiando la gravedad. La de veces que habré visto la película. 

Sin embargo, fue mucho después cuando por fin me animé a leer el libro, bueno, la verdad es que durante años ni siquiera supe que la película se basaba en un libro, alguien me lo dijo y  no paré hasta encontrarlo (una edición ilustrada juvenil, no hubo manera de encontrar por entonces otra edición mejor)  Mi primera sorpresa vino cuando lo abrí y descubrí que era género epistolar, cosa que me agradó incluso, pues manteníamos una correspondencia continua con mi abuelo, al que el teléfono no le gustaba mucho porque "la cotilla de la Carmen -la teleoperadora- lo escucha todo, menuda es de arpía -esto lo añadía yo-"   Mi abuelo era igual a Fred Astaire, y Papá piernas largas era un libro de cartas ¡Esto no era casualidad, esto seguro que era cosa de la Reencarnación! -pensaba yo  sin tener en cuenta que Astaire aún vivía por entonces...¿Cómo no iba a incluir este libro en el Reto de las Inquilinas de Netherfield, premisa: Clásico epistolar, si me moría de ganas de llegar a este punto?.

    Publicada en 1912, la novela nos cuenta las aventuras y desventuras de Judy Abbott, una huérfana que a pesar de su condición es la chica más alegre, divertida, amable y trabajadora que uno puede encontrar dentro y fuera de los muros de un orfanato; su vida es tranquila y sencilla hasta que un buen día, un hombre del cual solo alcanza a ver unas largas piernas, decide becarla para que asista a la universidad y se convierta en  una gran escritora. Un millonario que de repente se interesa por una pobre huérfana y decide darle una oportunidad en la vida ¿Quién es tan misterioso hombre de piernas largas? ¿Porqué decide ayudarla precisamente a ella? Judy realizará toda clase de pesquisas para descubrir la identidad de tan espléndido benefactor.

   A punto de cumplir los dieciocho años de edad, Judy cambia las paredes de piedra del orfanato, por las aulas de la universidad, y aunque arde en deseos de saber todo sobre su pigmalión, ha de conformarse con el supuesto nombre de John Smith, y un requisito que ha de cumplir mes a mes si quiere seguir becada: escribirle una carta a tan enigmático caballero contándole todo lo que hace en la Universidad, sus amigos, sus alegrías, sus pesares...Así lo hace, excepto lo de llamarle por ese anodino nombre, ella se referirá a él siempre como Papá piernas largas.

   Judy le relata concienzudamente todo lo que hace en su día a día en las clases, con sus amigas, incluso las cosas que compra de vez en cuando; sin embargo, en ocasiones la frustración de la muchacha es terrible porque él jamás contesta sus cartas, todo lo que ha de decirle a la joven lo hace a través de su abogado, todo, y ella tan solo tiene que obedecer y aceptar lo que este último le transmite. 

   Que no os haga pensar que al tratarse de un género epistolar, resultará aburrido, en absoluto, el ingenio narrativo de la muchacha (o la propia autora), siempre alegre y divertido, cargado de humor y mucha chispa, convierte unas simples cartas en una historia amena y ágil, vas leyendo y metiéndote cada vez más en la historia, y de que te das cuenta ¿Ya he acabado? ni te lo crees. De verdad, tiene una chispa esta chica...

   Creo que a estas alturas ya habréis adivinado la identidad del millonario de largas piernas, no os vengáis abajo pensando que esto restará interés al final de la novela, porque nada más lejos de la realidad ¡Es un final tan maravilloso, tan bonito, tan emotivo! se me saltan las lágrimas de recordarlo, y es que en el fondo, una, es una sensiblera, si, lo soy.  

   Una novela de las que se leen en la juventud y no olvidas el resto de tu vida, de esas historias que con el paso de los años embellece y emociona al lector sin importar la edad, cuanto mayor es uno, más emotiva resulta. La pluma de la autora (no en vano era sobrina de Mark Twain) es hermosa, fluida, natural, sencilla pero elegante, jovial y decidida, tanto como ella misma (hasta el trágico momento de su muerte) una historia que sigue enamorando a jóvenes y mayores sin perder un ápice de su frescura.    La recomiendo encarecidamente. Así de tajante. Ea. 

   PAPÁ PIERNAS LARGAS

Jean Webster

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