El candor del padre Brown, G.K Chesterton.

El candor del padre Brown

La Pelipequirroja.

   Conocí al padre Brown en clase de Confirmación, era un hombre regordete, con cara simpaticona, redonda, con no mucho pelo, pero blanco níveo y con una asombrosa capacidad para meter las narices donde no le llamaban,  y claro, Dios los crea y ellos se juntan; bueno, en realidad me lo presentaron una tarde en aquellas aburridas clases en la parroquia. Eran años en los que todas estábamos seducidas por las lecturas de Ágata Christie: asesinatos, misterios y detectives sagaces a la par que algo extraños (Como me gustaba la entrometida de Miss Marple, tan cotilla como yo) las clases de religión y servicios a la comunidad no eran lo más divertido para unas adolescentes inquietas y rebeldes, y las novelas de misterio generaban un soplo de aire fresco en nuestra abigarrada educación de postransición. Ante lo poco efectivas amenazas del sacerdote para que dejáramos de leer dichas novelas y prestáramos atención,  la señorita Nicomedes, nuestra "confirmacionista" sugirió que dado que prohibirnos dejar de leer esas historias era imposible, las cambió por otras más católicas a la par que entretenidas: El padre Brown y su afán de fisgar y resolver asesinatos, sin dejar de lado la Iglesia. 

   Así fue como llegó a mí este peculiar sacerdote, entrometido como muchos y listo como pocos. Dame un asesinato y si eso, ya me confieso después. 

Con esta novela tacho de mi lista la premisa "Clásico de misterio, suspense o policiaco" del reto "Todos los Clásicos grandes y pequeños 2020"

   El candor del padre Brown (1911)  narra las pesquisas de un sacerdote rechoncho, miope y muy observador, para resolver los más intrincados misterios policiacos que suelen traer de cabeza a detectives e investigadores, y que él, gracias a su perspicacia, lógica y cierta ingenuidad, logra resolver por difícil que parezca; la Fe también estará presente en cada una de sus aventuras, no olvidemos que es un sacerdote, y tras la resolución de cada caso, la moraleja estará al igual que su fe, presente.  Se trata de doce relatos, aunque independientes en cuanto a trama, guardan relación unos con otros pues se hace mención al anterior en cada nuevo que comienza, una concatenación que que crea estructura de novela, dando aspecto de capítulos a dichos relatos; esto es algo que hace muy bien Chesterton, dar agilidad y fluidez a su narrativa, para no crear en el lector vacíos o escalones entre narración y narración, aligerar el peso de descripciones y diálogos para darnos la sensación de liviandad lectora, ni demasiados rodeos ni escatimar en detalles que nos den una idea exacta de qué está pasando. A diferencia de otros autores del género, el regodeo en párrafos vacíos no va con él, nos da la dosis justa de retórica para pasar a la acción y dejarnos con las patas vueltas con su maestría para dar un giro inesperado a la historia y sorprendernos una y otra vez, relato tras relato. Como me gusta el Chesterton juguetón. 

    El  padre Brown no es un detective al uso, eso  está claro, a diferencia de otros grandes detectives literarios, él no busca nunca el misterio o el crimen, se lo encuentra, y una vez lo tiene delante no podrá evitar resolverlo, como si las pistas le fueran reveladas solo a él, donde otros no ven nada, él lo ve todo; una vez metido en faena, nada ni nadie le detendrá, algo dentro lo lleva a no cejar en el empeño. Si un sacerdote católico no fuera ya de por si un detective diferente, su némesis también  lo será, obviamente, y es que el Moriarty del cura inglés también es un  malvado diferente.

    Flambeau es un ladrón de guante blanco, un francés refinado y embaucador, con muy buena planta y gran oratoria, seduciendo de esta manera tanto a mujeres como a hombres, es un enfant terrible , alguien diametralmente opuesto al candoroso, ingenuo y despistado cura detective. Pero ambos tienen algo en común: son inteligentes y no subestiman al contrario. Os he dicho que Flambeau era un villano diferente al resto, y no os he mentido, en absoluto; él admira al sencillo cura, sabe que nada en él es lo que parece, que es capaz de desentrañar los casos más complicados, incluso los que protagoniza el propio Flambeau, y tampoco es moco de pavo su intelecto. Un rival a su altura. Y eso mismo ocurre con el padre Brown, siente esa misma admiración por su contrincante, aunque no apruebe sus métodos ni fines. 

   Como veis, nada en este personaje de Chesterton es habitual, pero aún hay más ¿Qué pasaría si dos mentes privilegiadas, una a favor del bien general y la otra, digamos, que al del bien propio, se unieran? El crimen y los misterios sufrirían un duro varapalo ¡Pues eso es lo que hace Chesterton con estos dos personajes tan carismáticos! en un momento dado, une ambas genialidades y han de trabajar juntos, no sin tener sus pequeñas confrontaciones. 

    Si disfrutamos del personaje y de los suculentos casos en los que se ve envuelto, la moralina final con la que el autor pone fin a cada relato se nos hará pecata minuta, os lo aseguro. Tan adictivas son sus aventuras, que nos olvidamos con demasiada frecuencia, que se trata de un cura católico, y ya sabéis: Con la iglesia hemos topado. 

           Podéis ir en paz.

EL CANDOR DEL PADRE BROWN.

G.K. Chesterton.

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