Si algo le gusta a un Trotero es justamente eso, Trotar. Y
hoy lo he hecho a base de bien, trotes por doquier y charlas a tutiplén. Lo mejor de patear la ciudad, es que sin saber
dónde ni en qué momento, aparecerá una
persona que se cruzará en tu camino y cambiará tu día; vale que no siempre esto
es positivo, pues son tantas las gentes con las que encontrarse, como
reacciones tendrán cuando sus pasos y los tuyos, converjan.
Pero hoy he tenido mucha suerte,
por no decir que el Destino o los Hados
han sido favorables, que es en realidad lo que más me convence de todo esto, y
si no se trata de convencimiento, llamémosle creencia, pero es lo que me gusta
pensar. No sé si es innato o genético, o algo aprendido, pero siempre me gusta
acompañar un cruce de caminos o de miradas, con una sonrisa; no puedo evitarlo,
si alguien se aproxima a mí y su mirada se encuentra con la mía, Yo,
sonrío. Y hoy no iba a ser menos. El día
era algo frío pero soleado, festivo en mi ciudad, la calle llena de gente, de
música, de barullo, de niños riendo, de perros ladrándose los unos a los otros,
voces de diferentes tonos y volúmenes se mezclaban unas con otras…y a mí, la
sensación de Vida, me atrapa por completo, por encima del ruido, de las
molestias y otras incomodidades. Para mí la gente es vida, la Vida es la gente.
Y así me muevo por mi ciudad,
con una sonrisa, un paso no demasiado rápido para poder disfrutar de lo que me
rodea y no tan lento como para entorpecer el paso de los demás. Un paseo por la
ciudad. Pronto he encontrado a una de esas personas que el Destino tenía
preparada para mí en este día, y antes de que yo sonriera, Él ya lo había hecho por mí. Un hombre de preciosa sonrisa y
modales exquisitos se ha acercado a
nosotras –pues hoy no trotaba en soledad− tan solo nos ha
pedido un poco de nuestro tiempo, y bien podría haberme excusado y seguir mi
camino y no perder tiempo con todo lo que hoy queríamos hacer; pero algo ha
hecho que correspondiera a esa amabilidad y voz suave, y me he parado a
escuchar lo que el joven quería contarme. No sé cómo, pero ha bastado una
palabra, CUENCA, para que en cuestión de minutos nos hayamos puesto a charlar
como si fuéramos amigos desde hace tiempo, y es que ha sido sorprendente lo que
dos personas aparentemente tan distintas, tenían en común. Sorprendente y
gratificante.
No solo he conocido el magnífico
trabajo de Aldeas Infantiles en nuestro país, en concreto esa pequeña provincia
española que parece que tan solo existe cuando alguien quiere poner alguien
mirando hacia ella, o cuando se quiere tomar de ejemplo de comarca Rural con
rurales habitantes…yo hace mucho que se que eso no es así, pero saber la labor
que Aldeas Infantiles realiza en Cuenca, primera ciudad dónde pusieron un “cuartel
General” me enorgullece. Y sin darnos cuenta, ya estábamos haciendo planes y
hablando de nosotros.
Y así he conocido a Augusto Juan, Gus, hombre solidario
donde los haya y un escritor en ciernes que al igual que muchos de nosotros,
intentando abrirse paso en este difícil mundo literario. Y los hados han hecho el resto. Planes, un
proyecto en común y muchas ganas de sacarlo ya adelante.
Y en plena calle. Así es la gente.
Así es la buena gente.
(Augusto Juan, Aldeas Infantiles)
Nos despedimos y quedamos para
charlar con calma al día siguiente. El
Destino ha hecho que nos volviéramos a encontrar un poco después y
recordáramos que teníamos una cita y un proyecto. Y no había terminado de
despedirme de mi nuevo amigo, cuando un chico rubio, de ojos claros que
escribía palabras en un cartón, en un
idioma desconocido, y que jugaba con un cachorro de perro de raza tan
desconocida como su idioma, me mira y me sonríe. De nuevo, se me han
adelantado. No puedo evitar fijarme en sus ojos claros, en su juventud y en
esas palabras que escribía en aquel cartón viejo. Y por supuesto, en ese
precioso cachorro que parecía estar loco de remate, puro nervio, pura vida. Y
me he parado a preguntarle que escribía.
Se que se llama Peve , que es de Budapest y que escribe “Poemisas”,
y me gusta tanto la palabra, mitad poemas mitad poesías, que sonrío y me
parece absurdo corregirle. Me gustan las poemisas. Y tímido me sonríe mientras
baja la mirada al preguntarle si puedo hacerles una foto a él y a su perrita, Halalah, nombre que tiene que deletrearme
porque soy incapaz de escribir correctamente. Mi nombre le hace gracia, me dice
que suena a país sin ser el país. Me gusta este Peve.
−Claro, tus ojos pueden hacerme foto claro –me dice.
(Peve "Pepe" y Halalah)
Y le digo adiós mientras me mira
y sonríe y hace que su perra nos diga adiós con la patita. Me encanta la gente.
Me encanta esta gente. Si.
Y topo contra una chica vestida
de blanco, inmóvil, cual estatua de mármol. Solo que al acercarnos descubro que
sus ojos claros y el brillo que sale de ellos, es muy humano, nada marmóreo, y
sonrío. Me gustaría saber si puedo fotografiarla, pero se que ella no puede
hablar, no debe hacerlo. La miro suplicante y ella desvía la mirada hacia un
cartón con monedas ¡Claro, que tonta! echo una moneda y la estatua se mueve y me
dice con la cabeza y un delicioso silbido que está lista para mi foto. Le doy las gracias, le digo adiós y le sonrío
y sin necesidad de moneda, me sonríe y me sigue con la mirada.
(Chica estuatua de la Calle Colón)
El paseo continua, mi hermana y yo seguimos trotando y
encontrándonos con gente que responde a nuestra sonrisa y se para a hablarnos
de mil cosas. Un refugio de animales, una dirección, un restaurante que parece
haberse esfumado de la calle Colón…y nos topamos con un nuevo personajillo la
mar de curioso. Max es su nombre.
Pelirrojo su pelo. Y no sé si es por afinidad o porque me confunde con uno de
su clan, el caso es que Max, hace
todo lo posible por llamar mi atención y conseguir que me pare junto a él; no
es difícil porque por el dichos Max,
americano de nacimiento y de origen escocés me ha enamorado desde que sus ojos
y los míos se han cruzado. Me besa, yo le acaricio y Max quiere venirse
conmigo. Vale, yo quiero que se venga, no hay problema. Pero otra pelirroja que
ve peligrar el amor de Max, sale
rauda y veloz de una cafetería y sin
dejar de sonreírme acaricia a su amorcito, dejando claro que el pelirrojo,
tiene dueña.
(Max, el pelirrojo de Oklahoma)
Vaya, no me extraña, es todo un
conquistador y bien guapo. Sé cuando me han ganado la batalla, así que me
despido de ambos y de un altísimo pelirrojo de gran bigote que ríe al ver que
su amigo ha conseguido que dos mujeres, y pelirrojas ambas, peleen por él.
−Yo me casaré contigo si quieres –me dice mientras se
ríe.
Casarme ya son palabras mayores, así que me voy sonriendo pero soltera
de nuevo. Me gusta dejarme llevar, pero nunca arrastrar. Ea.
El paseo ha sido fabuloso, la
comida estupenda, la compañía inmejorable y los regalos que los favorables
hados me han ido haciendo a lo largo del día, maravillosos. Llega la hora de ir
a casa. Pero entonces, una música que lo inunda toda y que te atrapa sin
remisión, se entromete en nuestro camino y hace que una vez más a lo largo del
día, nos paremos y disfrutemos de la compañía ajena. Un grupo de músicos de Jazz, tan callejeros como Gatroteros, y
tan geniales como el mejor de los artistas, toca una pieza musical que me
obliga a bailar y seguir el ritmo con palmadas. Esta vez la sonrisa se
transforma en risas. Risas de los músicos al vernos disfrutar tanto, risas
nuestras de tanto disfrutar sin vernos las pintas que tenemos al bailar al son
de la música, risas de la gente que pasa por allí y que no duda en pararse y
acompañarnos con las palmas. Una niña decida bailar también.
No podíamos acabar de mejor
manera el día. Música, baile y risas. Esto es Vida.
(Jazzmen, Plaza del Ayuntamiento)
Ya es de noche, hace frío de
veras. Volvemos a casa con una sensación maravillosa en el cuerpo. Es la gente.
Ha sido la buena gente. Ha sido la Vida.
Hoy he encontrado en el mundo por fin
Gente maravillosa,
Se que juntos podréis despertar
Mi sonrisa dormida,
Fantasía será para todos
Mi nombre de guerra,
Búscame donde sabes
Que estoy cada noche escondida…
Gente maravillosa,
Se que juntos podréis despertar
Mi sonrisa dormida,
Fantasía será para todos
Mi nombre de guerra,
Búscame donde sabes
Que estoy cada noche escondida…
Una “Trotehistoria” de Yolanda T. Villar
©TODOS LOS DERECHOS
RESERVADOS
Ha sido un dia fabuloso y a pesar de que a mi la gente no me gusta tanto como a ti, la que hemos conocido me ha encantado, sera porque eran tan estramboticos como nosotras.
ResponderEliminarAnna Toledo
Ha sido un día estupendo y no solo
Eliminarhemos conocido gente estupenda, es que ningún imbécil, nos lo ha fastidiado....
Que bonito lo cuentas, la verdad. A mi me cuesta fijarme en la gente con la que me cruzo, y mucho más el pararme a conocerles. Admiro lo que haces, yo no podría. Y me alegro de que tú si puedas, pues ver la ciudad y la gente desde tu perspectiva es maravilloso.
ResponderEliminarun abrazo
¡Cómo siempre, me encanta como nos cuentas las cosas! sería estupendo trotar por la ciudad contigo.
ResponderEliminarBesis