Si alguna vez fui una niña triste, duró poco, tanto que no
recuerdo haberlo sido ni un segundo de mi infancia. Y parte del mérito de mi
felicidad la tuvo mi abuelo Juan. Siempre fui una niña rara, muy rarita, una
niña que si no le gustaba lo que veía a su alrededor, se inventaba un mundo a
su medida; pero para vivir en mi Mundo Raro, necesitaba quienes me acompañasen
pues por mucha imaginación que tuviera, hasta los amigos imaginarios se
inspiran en personas o animales reales.
Si yo decía que un duende se había colado en mi cuarto y se había
llevado uno de mis calcetines, dejándolos desparejados, mi abuelo me contestaba:
− ¡Ese dichoso duende también se ha metido en la cocina y se
ha comido las galletas de chocolate! dichoso duende ladrón−y yo asentía
pues en el fondo la responsable de la falta de galletas a la hora de la
merienda, ambos sabíamos que era yo.
Si yo creía en dragones, mi abuelo me contaba una de sus
aventuras con uno de esos monstruos de fuego, que en el fondo no eran tan malos
como parecían. Si los gamusinos cantaban por la noche y no me dejaban dormir,
mi abuelo los espantaba para que yo conciliara el sueño ¡Ah del día en que un
monstruo terrible me persiguió por el camino, bajando de las Eras y me manché
el vestido de barro por su culpa! daba igual lo que mi madre y mi abuela
dijeran, mi abuelo, mi Gata Nikima y
yo, sabíamos la verdad ¡Era el monstruo del camino! Yo estaba convencida que
era una Carajaina, pero mi abuelo
pensaba que más bien sería una Zudamocha:
−¿Le has visto
los colmillos?¿Eran como los de un jabalí? –me preguntaba.
−¡No abuelo, eran más grandes, como los de un mamut! y casi
me atrapa agarrándome por las coletas.
−¡Entonces es un
Beltealto! –me decía−¡Que afortunada has sido! pocos son
los que lo han visto y han vivido para contarlo. Debes tener un poder especial,
tan grande, que te protege de todos los monstruos del mundo. Debe ser la
medalla que le cogimos a la abuela del joyero, seguro que es un talismán
protector…
Así era mi abuelo. Así era yo cuando estaba junto a él.
Todopoderosa.
Hasta que un día, muchos años después, mi abuelo dejó de
recordar aventuras, olvidó el nombre de los monstruos, de los lugares que
habíamos recorrido, de mi nombre y del suyo. Y fui yo entonces quien le contaba
a él las aventuras de la Carajaina, la Zudamocha, el Beltealto, los duendes
ladronzuelos, las fuentes de agua que le parecían amigos de la infancia y de
días de sol en los que pensaba que ya
eran noches oscuras.
Su memoria la guardé en mi medalla, aquella que un día le
quitamos a mi abuela sin decir nada y que ahora era lo único que guardaba su
pasado y el recuerdo de aquella abuela
que ya nos dejó.
La memoria no se
perdió, solo cambió de lugar.
EL MISTERIO DE MI ABUELO
Ana Belén
Rodríguez Ros nos trae un precioso cuento que es más que una bonita historia
entre una niña y su abuelo. Es una cajita en la que se guardan todas aquellas
cosas que una vez fueron parte de la
vida de un hombre y su nieta, y que con el paso del tiempo, por el temor de que
un golpe de viento se llevara todos aquellos recuerdos volando, se guardaron en
esta preciosa cajita con forma de cuento.
Mónica siente
devoción por su abuelo. Él lo es todo para ella, es su compañero de juegos, su
compinche de travesuras, su refugio y su seguridad; con él todo son emociones,
cosas por descubrir, por compartir, por aprender, es más que su abuelo, es su
mejor amigo. Pero un día sucede algo terrible, un misterio sin parangón se
cierne sobre ambos ¡Su abuelo ha perdido la memoria y no recuerda ya sus
aventuras ni sus travesuras juntos! ¿Quién se ha llevado sus recuerdos? ¿Dónde
han ido a parar estos? Mónica no se da por vencida y busca por doquier los
recuerdos perdidos, no hay rincón de casa en que no haya mirado, cajón que no
haya rebuscado, habitación que no haya puesto patas arriba…pero estos no
aparecen por ningún sitio y Mónica comienza a sentirse muy desdichada. Hasta
que un día ocurre algo excepcional, algo fuera de lo normal ¡Un curioso
personaje aparece para explicarle dónde están esos recuerdos y porqué se los ha
llevado!
Desde ese momento la tristeza de Mónica desaparece ¡Su
abuelo es más asombroso de lo que pensaba! ¡Era un héroe, más que un héroe, un
superhéroe! gracias a él y a muchos como él…los sueños no morirían nunca. Solo,
cambiaban de lugar…
Ana Belén Rodríguez no podía habernos hecho mejor regalo
que este cuento. Pues cuando la memoria de los mayores se pierde, alguien debe
encontrarla y preservarla. Por ellos, por todos.
Una delicia de cuento, tan emotivo como divertido, pues
hasta en la desdicha, hay lugar para la alegría.
Las ilustraciones que acompañan a la historia son también
obra de la escritora, haciendo del cuento si cabe, “una cajita” más especial
todavía; y algo que me ha gustado muchísimo y me ha hecho sentir niña de nuevo:
las palabras destacadas con colores alegres y divertidos. Una maravilla de
cuento, de principio a ¿Fin?...
Bueno, las personas, al igual que la memoria, no desaparecen del
todo.
EL MISTERIO DE MI
ABUELO
Ana Belén Rodríguez
Ros
Edición solidaria,
recaudación para AFAS de Salou,
Jardín botánico de
Salou y Aréa de Respiro enfermos de Alzheimer
Una reseña de Yolanda
T. Villar
©TODOS LOS DERECHOS
RESERVADOS
Maravillosa historia que nos traslada a nuestra niñez y, aunque tenga la enorme suerte de que mis abuelos nunca perdieron la memoria, sí que de vez en cuando la extraviaban un ratito, pero siempre había alguien que la traía de vuelta.
ResponderEliminarUno nunca se pierde del todo...
EliminarGracias, un comentario precioso de verdad