Una Tumba en Jerusalen, de JOSE JAVIER ABASOLO

Una tumba en Jerusalen, de JOSE JAVIER ABASOLO

A veces, los escritores te descubren pequeños pasajes de la Historia que desconocías gracias a que forman parte de la ambientación de sus novelas o que son, directamente, el hilo conductor por el que transitan los protagonistas. Cuando esto sucede, sientes la necesidad de conocer más y más acerca de eso que te ha llamado la atención y que, cuando lo lees y relees, tú mismo te preguntas en tono de mártir "¿cómo no sabía yo nada de todo esto antes?" Así que, después de todo, no sólo las novelas sirven como un valioso elemento de entretenimiento, si no que además, abren puertas a nuevos mundos si eres de naturaleza curiosa y no te conformas únicamente con lo que te dan. Y luego dicen que la cultura no es útil...

 

El bilbaíno José Javier Abasolo (autor de la saga de novelas que giran en torno al personaje de Goiko, pero al que me resisto que se le conozca fundamentalmente por ellas, ya que tiene otras novelas muy atractivas, como las dos últimas publicadas, ambas bajo el sello de Erein, Asesinos inocentes o El juramento de Whitechapel) nos trae una nueva novela con la que vuelve a dar una nueva vuelta de tuerca a su carrera literaria, pues está claro que es y pretende ser un escritor sin límites, al que le gusta explorar y explorarse y ver hasta dónde es capaz de llegar.

Para esta ocasión, Abasolo nos plantea un texto de claro corte policiaco, ambientado en diferentes épocas, no muy distantes entre sí en el tiempo, pero lo suficientemente alejadas para que, a pesar de compartir a varios de los personajes que aparecen, conseguir trasladarnos a unos períodos históricos convulsos y oscuros en el que nos detalla y nos descubre la cara B del funcionamiento de los países a través de policías, gendarmes, espías, agentes dobles... y un sin fin de identidades del más alto nivel que urden planes y tramas entre sí para, cada cual a su manera, obtener el máximo beneficio posible en el tablero internacional. Un juego ajeno a los ciudadanos de a pie, de cuyo resultado final, las consecuencias para estos pueden ser insospechadas.

Así, el escritor bilbaíno crea varias tramas, fundamentalmente la que situa al protagonista principal de la novela, Claude Larrouy, recién nombrado comisario  de policía en Baiona durante la Segunda Guerra Mundial. En aquel momento, era una ciudad ocupada por la Alemania Nazi tras la derrota de Francia, cuyos jefes buscaban alimentar el sentimiento nacionalista de algunas regiones europeas mediante la identificación de esas razas con el ideal ario propagado por el Führer. La superioridad de las razas como argamasa sobre la que edificar una Europa Superior bajo el mando único del Tercer Reich; este era el mensaje que, además de los vascos, fue trasladado a otras regiones como Escocia o Eslovaquia. En la novela podemos contemplar cómo algunos hombres vinculados al Partido Nacionalista Vasco inician conversaciones con los alemanes, pero en una época tan agitada todos andaban con pies de plomo, más si cabe desde el PNV, ya que a pesar de que algunos intuían que los nazis podrian ganar la guerra tras haber aniquilado a la poderosa Francia en apenas un mes, otros consideraban que aliarse con aquellos que unos años antes habían destrozado el pueblo guipuzcoano de Guernica bajo el visto bueno de Franco era una traición a los que habían muerto por defender el fuero y la tradición vasca. En esta parte, además, ocurre un siniestro asesinato de dos mujeres, ambas prostitutas, cuyos cuerpos son encontrados terriblemente magullados. De su resolución y de moverse en las distintas aguas políticas entre nazis, colaboracionistas y contrarios, se encargará el comisario Larrouy, un tipo aguerrido, seguro de su situación comprometida y conocedor del riesgo que supone no medir varias veces cada paso a dar. El asesinato de las dos mujeres inocentes despierta en su interior un recuerdo que turbaba sus sueños desde hace años y que le hará meterse de lleno en una investigación para descubrir quienes son los asesinos y ejecutar él mismo la venganza correspondiente, aún a sabiendas del elevado riesgo que supone llegar hasta ellos pues, si le descubren, pondrá en riesgo su propia vida.

Con el fin de la contienda mundial y la derrota del nazismo, muchos de los responsables de las masacres y barbaries que tuvieron lugar en Alemania y en todo lugar conquistado por ellos fueron detenidos y posteriormente juzgados en un tribunal internacional. Sin embargo, un buen número de ellos consiguieron escapar y salir con vida, refugiándose en países amigos y simpatizantes, como fueron algunos del cono sudamericano (especialmente Argentina) o España, donde el general victorioso tras tres años de dura guerra fraticida puso mesa, empleo y cobijo a su disposición para que viviesen de manera tranquila el resto de sus días sin que tuviesen que sentir el peso de una mirada acusadora por los terrribles crímenes cometidos a sus espaldas. Para su intranquilidad, pronto comienzan a enterarse que, en extrañas circunstancias, de vez en cuando surge alguna noticia en la sección de sucesos en los que algún periódico anuncia la muerte de tal o cual persona, a la que ellos reconocen al ver la imagen de su rostro. Sólo ellos saben que no es una casualidad la concatenación de esas muertes, pues esas caras, aún con algunos años de más, no pueden dejar de recordarlas: son las de algunos de sus compañeros nazis que escaparon como ellos, lo que quiere decir que quizá, el retiro dorado en el que creían encontrarse, podría ser el lugar en el que sus vidas concluyan. Y es que tras la creación en 1956 del Estado de Israel, el Mossad,  los agentes del servicio secreto israelí, extendían sus tentáculos por todo el mundo en busca de los artífices de la masacre de su pueblo, e incluso llegó a haber personas actuando como células independientes y anónimas cuyo dolor les hizo entregar el resto de sus vidas a vengar el daño causado. Abasolo también nos lleva hasta esta época, en Sudamérica, para asistir al modo en el que esta persecución silenciosa se desarrolla en paralelo, como si en un mundo de sombras se moviesen, a la vida normal del resto de personas que caminan por las calles de las ciudades en las que trascurre la acción.

La otra gran trama sucede en el año 1973, en plena decadencia de la dictadura franquista. Con Franco aquejado ya por las enfermedades que comienzan a comprometer su hasta entonces razonable estado de salud, el dictador ha decidido entregar el mando del Gobierno de la Nación al más fanático y ultracatólico de sus hombres de confianza: Luis Carrero Blanco, nombre que quedará en la Historia vinculado al atentado mortal de ETA que sufrió cuando regresaba en su coche oficial de escuchar su ración de misa diaria. En esta etapa, con el deseo del pueblo español de conseguir su libertad y el anhelo de los seguidores de Franco de que todo permaneciese inalterado, el aún poderoso brazo del Movimiento Franquista sigue ejerciendo férreamente su control sobre el ejército, la policía y los jueces, haciendo que todos ellos bailen al son que deseen. Es aquí donde la búsqueda de Claude Larrouy, tras más de treinta años de búsqueda de aquellos asesinos en medio de la Segunda Guerra Mundial, consigue llegar hasta el último y más importante de todos ellos, un alto mando alemán de apellido Von Frisch que está protegido por las máximas instancias del sistema. Es aquí donde el lector terminará de unir todos los flecos que el escritor bilbaíno ha ido soltando poco a poco, capítulo a capítulo, para que al fin todo cobre sentido y consigamos ponerle cara a todos los personajes que deambulan por la novela.

Con esta novela, José Javier Abasolo nos acerca a unos tiempos no muy lejanos en los que la vida de las personas no valían nada, bien porque en mitad de un conflicto todas las partes interesadas hacen la vista gorda a lo que pueda pasar, bien porque cuando vives en una dictadura, la voluntad del que manda es acatada sin cuestionar por los brazos ejecutores, y el miedo es el artífice principal de mirar también para otro lado, del "oir, ver y callar" al que se referían nuestras abuelas, consejo universal que se da en todas las partes del mundo en las que la justicia ha sido desaparecida.

El autor ha realizado un esfuerzo técnico en sacar adelante la estructura complicada de su trabajo, pero aunque al principio puede que cueste familiarizarse con personajes, tiempos y lugares, poco a poco el lector se irá adaptando y conseguirá disfrutar de una novela agil en su planteamiento, amena en su estilo y a la que nadie debe temer por el contexto histórico, pues si bien hay algunas personas que pueden verla como una novela histórica, Abasolo ofrece exclusivamente todo aquello que es imprescindible para ubicar al lector pero sin abrumar con demasiados datos que lleguen a abrumar.

Cuando terminas de leer Una tumba en Jerusalen, te queda la satisfacción de saber que aquellos tiempos que refleja esta novela de marcado carácter policiaco afortunadamente son pasado, aquí y allí, de apreciar el esfuerzo que hicieron todos aquellos para caminar en el rumbo contrario al que se llevaba hasta entonces sin grandes alaracas pero con paso decidido; pero al mismo tiempo queda la pesadumbre de conocer lo fácil que lo tienen algunas personas sin escrúpulos para medrar en ambientes oscuros y sentirse impunes, protegidos por un poder corrupto.

¡Qué la disfrutéis!

 

Una Reseña de Santiago Navascués

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