Maribel y la extraña familia, de Miguel Mihura.

Maribel y la extraña familia

La Pelipequirroja.

   Estoy disfrutando muchísimo con la lectura y relectura de Clásicos, hacía mucho que no me ponía frente al ordenador para hacer una reseña y no regruñir por el tiempo que me quita de hacer otras cosas, por la falta de ganas, discutir con mi compañero de blog y vida por lo mucho que hago yo por el Gato Trotero y lo poco que hace él, que un día me harto, cojo la puerta y no me ven más (o en este caso, bajo la tapa del portátil y adiós muy buenas) ¡Hombre ya! Sin embargo, con los Clásicos, disfruto tanto que me cuesta controlar mi verborrea y escribir la biblia en verso en cada reseña ¡Vaya que sí!

   Y cuando digo que disfruto mucho, es tanto que me he propuesto no recurrir a mis imprescindibles para poder aventurarme  en tantas lecturas como pueda: No a Cuentos de Canterbury (otra vez), no a La Divina Comedia (vuelta la borrica al trigo) No a mi adorada Austen (¡Ay que duro es esto!) Hermanas Brönte perdonadme porque yo no puedo (Voy a llorar) y aquí es donde entra en escena esta obra de Miguel Mihura, escrita en 1959 para ser representada en Teatro;  se trata de una lectura tan fluida que no notamos los cortes entre acto y acto (tres en total) a pesar de que el autor es muy detallista y nos da todos los datos pormenorizados de la escena, los movimientos de los personajes, sus expresiones, es realmente muy visual, y es que ha sido representada en incontables ocasiones en Teatro y se han hecho dos versiones cinematográficas. Y así es como yo la descubrí hace décadas, en la televisión, de la mano de Jose María Forqué, y quedé prendada de esta muchacha llamada Maribel, y esa extraña familia...

Nivel 4, Reto Todos los Clásicos Grandes y Pequeños, premisa: No ficción/ poesía/teatro.

   La década de los cincuenta llega a su fin, los sesenta se adivinan frescos y llenos de cambios en todos los ámbitos, se comienzan a ver muchachos con pelo más largo, chicas con vestidos más cortos, las rancias costumbres del régimen Franquista comienzan a perder tufo ante los aromas de los nuevos tiempos, Madrid bulle y los cambios, todavía sutiles, ya se dejan ver en la capital española. Maribel es uno de esos aromas a libertad y modernidad que impregnan la ciudad; al menos así la ve Marcelino, un hombre aún joven, heredero de una pequeña fortuna familiar, apocado y algo antiguo en su vestir pero con buena fachada, educado y cortés, como ya van quedando pocos.  

          Cuando conoce a Maribel en un club de moda, queda prendado por su belleza, su don de gentes, lo cariñosa y abierta que es, como le habla con dulzura, cariño, la ropa tan moderna y algo descocada que lleva, ve en ella a la futura madre de sus hijos; modernidad y vida, eso es lo que le atrae de ella, y esa es la razón principal que hace que él se halle en Madrid junto a su madre y su tía: buscar esposa. Pero la joven no es lo que él piensa, pues en realidad se trata de una prostituta que se mueve por los mejores clubs de Madrid, a pesar de andar siempre con las facturas impagadas al cuello; rápidamente le solicita una nueva cita porque quiere presentársela a su madre y su tía, dos ancianas en apariencia anticuadas pero que se desviven por vivir en los tiempos que corren, sobre todo para que Marcelino, su adorado hijo y sobrino, consiga una esposa joven y moderna.  Doña Matilde, la madre, y Doña Paula, la tía, acogen a Maribel en casa como si ya se tratara de la prometida del muchacho, y esa primera visita a la gran y anticuada casa de las ancianas en Madrid, deja perpleja y confundida a la joven, que no está acostumbrada a que la reciban tan nobles señoras con los brazos abiertos, obviando su falta de decoro, sus palabras altisonantes y barriobajeras y su aspecto tan poco convencional. Se siente incómoda y pequeña en un lugar tan grande y ostentoso, a pesar de que las ancianas y Marcelino se muestran cariñosos, de mente abierta e incluso con  Elvis Presley  sonando  en el tocadiscos; todo es poco para que el muchacho encuentra una esposa como se merece, moderna y sin prejuicios, alguien que traiga una bocanada de aire fresco a sus vidas. Las ancianas dan vida a la casa, a los días, a la propia existencia de Marcelino que anda siempre cabizbajo y triste, como pidiendo perdón por existir, un rico heredero de una fábrica de chocolates siempre compungido y tristón; para mí, dos de los mejores personajes de toda la obra, divertidas a más no poder, con ocurrencias y costumbres que hacen al lector partirse de la risa, un toque de humor en la tibia vida del protagonista. 

   Cuánto más tiempo pasa Maribel en la casa, más desconfían sus amigas de las intenciones del joven, ninguna de ellas está acostumbrada a que alguien les de algo a cambio de nada, tanta simpatía y tanto derroche de amor, deben ocultar algo, y así se lo hacen saber a la muchacha, además, está muy cambiada, ya no "ejerce" pero tampoco quiere pedir dinero a su novio, lo que hace que la permanencia en la pensión en la que viven penda de un hilo. Pero Maribel está feliz, su nueva forma de vivir, de vestir, de comportarse, de hablarse, la convierten en la mujer que siempre ha querido ser, respetada y querida, y no está dispuesta a que sus amigas metan ideas descabelladas en su cabeza, así que las lleva un día a tomar el té a casa de las ancianas, y que vean por ellas mismas lo buenas personas que son y la vida tan tranquila pero moderna que llevan.  Nini, Rufi y Pili, las amigas, tres personajes divertidos, hilarantes, desconfiadas, conocen a la extraña familia de la que tanto habla Maribel, y parece ser que esta tiene razón, son maravillosos, amables, dicharacheros y de buen corazón. Hasta que una supuesta puerta cerrada con llave en la que no entra nadie desde hace años, y a la cual no se debe entrar bajo ningún concepto, se abre esta tarde ante la estupefacción de la muchachas,  un hombre llamado Don José, administrador de la familia, y que resulta conocer a una de ellas,   sale y cierra la puerta, aunque sin echar la llave después. Las jóvenes, llenas de curiosidad, y ante la oposición inicial de Maribel, deciden enviar a Nini,  la más ingenua y algo atolondrada del grupo, pero también la más pequeñita y delgada, a investigar al cuarto mientras el resto vigila.    Y lo que allí descubren las deja heladas, y a Maribel muy confundida. Un misterio se cierne sobre ellas, algo que Marcelino no le había contado y que las ancianas habían mantenido en secreto. La familia era ahora más extraña que nunca. Y a pesar de eso, Maribel se ha enamorado de Marcelino y se encuentra en una difícil tesitura. Pili a la cabeza, no parará hasta que su amiga abra los ojos, y vea quienes son esas personas en realidad y qué pretenden, y para ello se mete a detective aficionada; todo sea por salvar a su amiga de una desastre.   ¿Qué han descubierto? ¿Quienes son y qué pretenden las ancianas y el joven Marcelino? ¿De verdad están en peligro? ¿Hasta donde serán capaces de llegar para descubrirlo? ¿Permitirán las ancianas y Marcelino que descubran ese secreto?    Un misterio, muchos secretos, un viaje, una casona y un lago, unos guardeses enigmáticos, una puerta secreta, un nombre que tan solo un loro pronuncia, y dos enamorados que tienen mucho que contarse el uno al otro. O no...

   EN DEFINITIVA: Una obra teatral que se lee de manera tan fluida como una novela corta, divertida, llena de chispa, disparatada por momentos, una comedia que trata temas de fondo como la modernidad que se avecina, los prejuicios, las clases sociales, las segundas oportunidades y la culpa; y es que como diría la sabiduría popular: en todas partes, cuecen habas. Vamos, que los ricos también lloran.    Una obra fabulosa, os la recomiendo encarecidamente, que no os frene que sea teatro, lo olvidaréis en las primeras páginas. Y si no, siempre están las adaptaciones cinematográficas.  A falta de pan...buena son tortas. Populus dixit.

MARIBEL Y LA EXTRAÑA FAMILIA
Miguel Mihura


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