Tengo la fortuna de vivir en la tierra con nombre de vino, y eso, más pronto que tarde, te hace descubrir un mundo, el del vino, al que llegas a amar enteramente.
La experiencia de conocer el funcionamiento de una bodega es apasionante. Sobre todo cuando el verano llega a su fin, allá por el mes de septiembre, y el grano de las cepas anuncia que su maduración está plena. La mayor parte se recoge con cosechadoras mecanizadas, pero todavía hay algunas zonas en las que hombres y mujeres recorren las interminables filas que dibuja en el campo el propietario al plantar la viña. Cosechan el fruto arracimado con sus manos desnudas para llevarlo hasta hasta los remolques, y de allí serán transportadas hasta la bodega.
Recuerdo que, en casa de mi abuela, mi padre guardaba una barrica enorme de roble francés, en la que guardaba los mostos de cada año en una cuadra antigua, donde una vez pastaron los caballos que sacaron adelante a una familia de seis hijos. Íbamos allí casi a diario. Yo me quedaba jugando entre los aperos de labranza, y de vez en cuando me subía a a jugar en un tractor verde marchito enorme que dominaba, como un rey venido a menos, el bajo de la vivienda. Pero antes de marchar, siempre me gustaba abrir la doble puerta que conducía hasta la barrica, tirando de aquellos cerrojos ajados que chirriaban al desplazar el pasador de hierro.
El olor del vino, cuando está fermentándose, es inconfundible. Se trata de un aroma intenso que se adentra a través de tus fosas nasales pero que, muy pronto, inundan todo tu ser. A veces llega incluso a marear, como si portase en su olor los mismos efectos que produce cuando lo saboreas en abundancia. Por eso mi padre siempre lo guardaba allí, en la cuadra, porque tenía un pequeño ventanuco en lo más alto de la pared que daba a la calle, y que servía como vía de escape a esos gases que se originan como fruto de la fermentación.
Una vez mi padre me dijo que conoció a un hombre al que le gustaba mucho el vino. Tanto, que un día, yendo muy borracho una noche, entró en una pequeña bodega excavada en la tierra que tenía en su propia casa. Dicen que jamás se supo por qué no salió de allí a tiempo, pero lo encontraron muerto tendido en el suelo, como si estuviese durmiendo un bonito sueño, con el gesto sereno. Lo mató la fermentación, sus gases letales si se concentran en un sitio sin ventilación. Aquella historia se quedó grabada en mi memoria infantil y nunca, desde entonces, volví a entrar a una bodega sin buscar un punto de fuga al exterior que renovase el aire. Jamás se aclaró si fue un accidente, si un error fruto de su embriaguez, si fue premeditado... Su muerte aún se recuerda para enseñar a los niños las precauciones a tomar cuando el vino se encuentra aletargado; dos semanas cruciales que darán lugar a una bebida inigualable, pero que durante esos días, y manejado de manera inadecuada, puede ser letal.
Hasta el mundo de la viticultura se ha aproximado Carlos Ollo en su última novela: A la luz del vino. El autor pamplonés, al que conocimos con su anterior trabajo (¿Quién con fuego?), también publicada por Erein, se ha sumergido de lleno en el corazón de Otazu, una bodega real enclavada en Etxauri, un pequeño municipio de la Cuenca de Pamplona que posee la primera bodega construída fuera del casco urbano de toda Navarra.
Continuando con la senda que el escritor inició en la novela antes mencionada, los lectores podrán descubrir o reencontrarse con el inspector Fausto Villatuerta y su hija Nerea, agente foral, así como a Javier Erro, subinspector y ex-pareja de Nerea. Por suerte para los que no hayan leído la primera, Carlos Ollo realiza un trabajo independiente respecto a la trama original si nos atenemos a lo puramente investigativo, por lo que se puede leer con la tranquilidad plena de saber que no falta ningún elemento que se constituya como base argumental ausente que impida desentrañar la causa que les lleva a los protagonistas en esta ocasión.
El olor del vino, cuando está fermentándose, es inconfundible. Se trata de un aroma intenso que se adentra a través de tus fosas nasales pero que, muy pronto, inundan todo tu ser. A veces llega incluso a marear, como si portase en su olor los mismos efectos que produce cuando lo saboreas en abundancia. Por eso mi padre siempre lo guardaba allí, en la cuadra, porque tenía un pequeño ventanuco en lo más alto de la pared que daba a la calle, y que servía como vía de escape a esos gases que se originan como fruto de la fermentación.
Una vez mi padre me dijo que conoció a un hombre al que le gustaba mucho el vino. Tanto, que un día, yendo muy borracho una noche, entró en una pequeña bodega excavada en la tierra que tenía en su propia casa. Dicen que jamás se supo por qué no salió de allí a tiempo, pero lo encontraron muerto tendido en el suelo, como si estuviese durmiendo un bonito sueño, con el gesto sereno. Lo mató la fermentación, sus gases letales si se concentran en un sitio sin ventilación. Aquella historia se quedó grabada en mi memoria infantil y nunca, desde entonces, volví a entrar a una bodega sin buscar un punto de fuga al exterior que renovase el aire. Jamás se aclaró si fue un accidente, si un error fruto de su embriaguez, si fue premeditado... Su muerte aún se recuerda para enseñar a los niños las precauciones a tomar cuando el vino se encuentra aletargado; dos semanas cruciales que darán lugar a una bebida inigualable, pero que durante esos días, y manejado de manera inadecuada, puede ser letal.
Hasta el mundo de la viticultura se ha aproximado Carlos Ollo en su última novela: A la luz del vino. El autor pamplonés, al que conocimos con su anterior trabajo (¿Quién con fuego?), también publicada por Erein, se ha sumergido de lleno en el corazón de Otazu, una bodega real enclavada en Etxauri, un pequeño municipio de la Cuenca de Pamplona que posee la primera bodega construída fuera del casco urbano de toda Navarra.
Continuando con la senda que el escritor inició en la novela antes mencionada, los lectores podrán descubrir o reencontrarse con el inspector Fausto Villatuerta y su hija Nerea, agente foral, así como a Javier Erro, subinspector y ex-pareja de Nerea. Por suerte para los que no hayan leído la primera, Carlos Ollo realiza un trabajo independiente respecto a la trama original si nos atenemos a lo puramente investigativo, por lo que se puede leer con la tranquilidad plena de saber que no falta ningún elemento que se constituya como base argumental ausente que impida desentrañar la causa que les lleva a los protagonistas en esta ocasión.
Así, la novela tiene un inicio excelente, vertiginoso, narrado a dos pistas, sucediéndose en pequeñas dosis medidas en apenas unos minutos el hallazgo del cadáver de un enólogo, Tomás Aguerri, en la bodega de la que es responsable de los caldos que en ella se elaboran, y la redada contra una banda de narcotráfico por la otra. El inspector Faus y el subinspector Erro se verán envueltos en una apasionante investigación de una muerte (a priori fruto de un accidente infausto) que les descubrirá un mundo desconocido, el del vino (la pasión que sienten sobre él quienes lo trabajan, el romanticismo de recuperar el legado de un oficio tan antiguo como la propia tierra sobre la que se asientan las cepas, los intereses creados respecto de su producción y su comercialización), pero que, debido a una imprudencia, pondrán en riesgo sus labores y su credibilidad. Por otro lado, Nerea trabajará de manera incansable siguiendo la pista de unos traficantes de drogas que, misteriosamente, pierden en el entorno de la bodega del Señorío de Otazu...
Más adelante, a medida que se va avanzando en la novela, las tramas siguen transcurriendo en paralelo, pero poco a poco el autor nos va dando las pistas necesarias para intuir por dónde van a ir los tiros, para terminar en un final que se resuelve en apenas un suspiro cargado de acción. Es quizá en la parte central de la novela donde se eche más en falta algún giro que descoloque al lector, pues si bien el autor nos ofrece pequeñas pinceladas de lo que vendrá, ninguna de ellas ejerce como trampantojo, esos que tanto nos gustan a los lectores de novela negra.
En lo que se refiere a los personajes protagonistas, volvemos a asistir como espectadores de excepción a sus problemas personales, si bien son una continuidad de los que traen de la novela anterior (es en esta parte en la que más echaremos en falta haber leído la primera entrega, aunque no es imprescindible). Los personajes secundarios seguirán ocupando esa parte importante que sirve como desengrasante para los agentes en su día a día. Además, los nuevos personajes que aparecen para esta novela, como los trabajadores de la bodega (un padre y un hijo colombianos de turbio pasado que buscan una nueva vida sirviendo en el Señorío de Otazu) ponen el foco en en la crítica hacia el modo en el que se desarrolla la inmigración en España, su integración, las oportunidades que se les presentan para emprender una nueva vida...
Con A la luz del vino, Carlos Ollo nos brinda la oportunidad de, además de leer una novela cómoda y sencilla de devorar, poder descubrir a los no iniciados las peculiaridades del mundo de la enología y la viticultura. Ha sabido transmitirlo de una manera muy directa, y con acierto refleja la pasión con la que se hace, de un trabajo, una forma de vida.
Más adelante, a medida que se va avanzando en la novela, las tramas siguen transcurriendo en paralelo, pero poco a poco el autor nos va dando las pistas necesarias para intuir por dónde van a ir los tiros, para terminar en un final que se resuelve en apenas un suspiro cargado de acción. Es quizá en la parte central de la novela donde se eche más en falta algún giro que descoloque al lector, pues si bien el autor nos ofrece pequeñas pinceladas de lo que vendrá, ninguna de ellas ejerce como trampantojo, esos que tanto nos gustan a los lectores de novela negra.
En lo que se refiere a los personajes protagonistas, volvemos a asistir como espectadores de excepción a sus problemas personales, si bien son una continuidad de los que traen de la novela anterior (es en esta parte en la que más echaremos en falta haber leído la primera entrega, aunque no es imprescindible). Los personajes secundarios seguirán ocupando esa parte importante que sirve como desengrasante para los agentes en su día a día. Además, los nuevos personajes que aparecen para esta novela, como los trabajadores de la bodega (un padre y un hijo colombianos de turbio pasado que buscan una nueva vida sirviendo en el Señorío de Otazu) ponen el foco en en la crítica hacia el modo en el que se desarrolla la inmigración en España, su integración, las oportunidades que se les presentan para emprender una nueva vida...
Con A la luz del vino, Carlos Ollo nos brinda la oportunidad de, además de leer una novela cómoda y sencilla de devorar, poder descubrir a los no iniciados las peculiaridades del mundo de la enología y la viticultura. Ha sabido transmitirlo de una manera muy directa, y con acierto refleja la pasión con la que se hace, de un trabajo, una forma de vida.
¿QUIÉN CON FUEGO?
de Carlos Ollo
ISBN 978-84-9109-273-5
ISBN digital (ePUB): 978-84-9109-275-9
ISBN digital (ePUB): 978-84-9109-275-9
Una reseña de Santiago Navascués
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
Pues es un tema que me interesa muchísimo así que tomo buena nota.
ResponderEliminarBesos.
Venga, voy preparando el queso 😋
EliminarBesitos carinyet 💋💋💋
Lo tengo encima de la mesa para devorarlo estas Navidades. ¡¡¡Gracias por la reseña!!!
ResponderEliminarDevóralo, pero marídalo con un buen vino 😅🍷💋
Eliminar¡Hola! No conocía el libro pero en este caso no me llama mucho la atención.
ResponderEliminarGracias por la reseña ^^
¡Un abrazo!
Pues a otra cosa mariposa ¿Será por libros? 😉
EliminarBesitos 💋💋💋
Hola!
ResponderEliminarEste libro no me lo llevo, no me llama demasiado.
Gracias por la reseña.
Besitos :)
Con una copa de vino seguro que te llama más 😂
EliminarBesukis 💋💋💋
Yo vivo en una zona vinícola con D.O. propia y todo lo referente al vino me interesa me lo llevo apuntado.
ResponderEliminarUn beso
Olé, DD.OO. no nos faltan en España, somos lo más 😊
EliminarBesitos 💋💋💋
La verdad es que el tema del vino me apasiona, pero no sé si la trama de la mafia y las drogas me llama tanto...
ResponderEliminarTendré que pensarlo.
Un besazo
Mi novela ideal sería si en lugar de vino fuera cava ¡qué digo cava, champagne que es lo que verdaderamente me gusta! bueno y sidra, sí "Asesinato en el lagar" y yo investigando a lo Candice Renoir, pero en pelirroja 👩 ¡me encanta! 😁
EliminarBesitos carinyet 💋💋💋
Te veo entrando en cada bodega pensando si habrá habido un cadáver en algún momento allí. El vino no es lo mío aunque visualmente me atraiga y todo el ritual que hay en torno a él. Me acabo de acordar de Entre copas! Que es una de mis pelis favoritas.
ResponderEliminarPero la novela negra no es lo mío y no me llama especialmente la atención la historia y menos si tengo que leer antes otra para conocer a los personajes. Esta vez solo me llevo el relato.
Besitos
PD muy rico el queso.
Entre copas también es una de mis pelis favoritas 😉 y lo del vino, bueno soy más de tenerlo a mi alrededor porque mi padre tiene una bodega bastante chula y es amante del buen vino, yo la verdad, excepto algún Lambrusco o Pinord muy de vez en cuando...🍷🍷🍷
EliminarBesukis 💋💋💋
Buen tema que da para mucho y para conocer un mundo fascinante. Lástima no tener tiempo.
ResponderEliminarBesos
Tranquila, ya estoy trabajando en una máquina del tiempo, que nos va a dar todo el que nos dé la gana y además de calidad 😁
EliminarBesos preciosa 💋💋💋
Hola, no conocía el libro pero creo que no lo leere, siento que no lo disfrutaria del todo.
ResponderEliminarGracias por la entrada
Nos leemos
Claro, es cuestión de gustos, el género me va bastante, el autor ya lo conocemos y seguimos, la editorial me chifla y bueno yo sí que lo he disfrutado 🤗
EliminarBesitos 💋💋💋
madre mia me la apunto sin duda para esas noches duras! besitos!
ResponderEliminarY mira que suele haber noches duras...uuf 😅
EliminarBesitos 💋💋💋
Yo, sin embargo, conocí la letalidad de los vapores del vino gracias a esta novela. Muy entretenida
ResponderEliminarBesos
Pues entonces no me va a quedar más remedio que contaros la ocasión en que me caí dentro de uno de los toneles de vino cuando era pequeña... No se me olvidará la cara de mis abuelos y de mis padres cuando les dijo el médico ¡esta niña está borracha! 😅😅😅
EliminarBesitos cielo 💋💋💋
hola,
ResponderEliminaryo vivo en la ribera del Duero, y este es el primer año que no voy a vendimiar. En mi vida las viñas, las uvas, el vino, las bodegas han estado siempre, corren por mis venas jjj mi abuelo fue un gran viticultor. Me apunto el libro porque me ha llamado mucho la atencion
Gracias por la reseña
Besotesssssssssssssss
Pues yo solamente he ido una vez en mi vida a vendimiar porque teníamos niñas propias, pero fue un desastre porque más torpe que yo y más quejicosa creo que no haya nadie; de principio a fin desde que llegué todo fue: caerme, quejarme, pincharme, caerme, quejarme, cortarme, caerme...😂
EliminarBesitos carinyet 💋💋💋
Viñas, no niñas 🙄
Eliminar¡Hola! Un libro muy interesante, la trama se ve genial y que el vino sea parte importante de la historia, me anima mucho a leerlo. Ya me imagino leyendo el libro, sentada en mi mecedora y tomando una copa de vino...mmm...Me lo apunto!...Gracias por tan buena reseña. ¡Un besito!
ResponderEliminarSi abres una botella avisa, yo llevo el quesete y el jamoncillo 🧀🍖🍷
ResponderEliminarBesitos 💋💋💋
Hola Yolanda!! Desconocía este título y me llama mucho la temática, no soy muy de vinos, pero quizá sería una buena iniciación. ¡Gran reseña! Besos!!
ResponderEliminarYo no soy muy de vino, pero el tema da para mucho ¡Anda que no hay pelis sobre ello! 🙂
EliminarBesitos 💋💋💋
xiqueta con estas introducciones es que a mi me ganas con el libro que traigas. Todos me apetecen leerlos.
ResponderEliminarEs que somos de la mejor terreta, queso y vino, y si hay matanza ya la leche.
B7s
Es muy buena sobre todo porque no la he hecho yo 😅😅😅 es de mi compi, riojano y escritor de elegante pluma, yo soy más vasta que un arao 😋😋😋
EliminarDame queso y un vasete vino (ni Estola ni Valdepeñas, aqui soy hereje y me gusta el txacolí), y tan feliz 😍
Besitos Rubia!
Amante del vino 100% así que este libro me resulta muy interesante. Me he quedado de piedra con lo que has contado sobre el hombre que murió por los gases de la fermentación. Vaya tela... Besos
ResponderEliminarHa habido varios casos, espeluznante 😖
EliminarBesitos carinyet 💋💋💋
Lo tengo en casa desde hace tiempo. A ver si le hago un hueco pronto pues me has hecho entrar ganas de leerlo :)
ResponderEliminarBesos!
Espero que te guste,autor y editorial son una baza segura.
EliminarBesitos 💋💋💋
Me lo anoto porque mi hermana es una fanática de este mundillo, disfruta mucho de la elaboración, historia y demás del vino y creo que le resultaría interesante.
ResponderEliminarBesos =)
Yo soy bastante ignorante por no decir palurda en el tema vinos, en líneas generales se unas poquitas cosas y la verdad es que como tema literario está muy bien 😊
EliminarBesukis 💋💋💋
Me intriga un poco pero no sé si lo acabaré leyendo, ya os contaré :-)
ResponderEliminarBesos.
Al final te decides, si, cuéntanos 😉
EliminarBesitos 💋💋💋
Chica, qué bonita historia la que has contado .. me has puesto los pelos de punta casi más que con la propia historia. Y me has hecho revivir... REcuerdo que a la primera bodega que acudí, fue con mi aita a Irache, a comprar un arsenal de cajas de navarro. Y de ahí ya he seguido yendo, de peque y de mayor.
ResponderEliminarTengo en cuenta el libro que traes hoy, aunque Erein no me entusiasma, el argumento resulta atractivo y la zona me chifla.
Besos.
Oooooooh, que bonito!!! Me alegra te traiga buenos recuerdos 😊
EliminarBesitos 💋💋💋
Pues me ha parecido muy interesante anotarlo no para mí,pero si para regalar a alguien 😉.Me ha encantado leer al principio lo que cuentas de tu infancia y como lo cuentas 😍,que entrañable.Un besito.Gracias por esta entrada.
ResponderEliminarEs que mi chico es muy sensible 😉😂
EliminarUn besito corazón 💋
Tiempo ha que no leo novela alguna de Erein. El tema de la enología en literatura me atrae. Si se puede leer de forma independiente al título anterior, me lo llevo apuntado. Besos.
ResponderEliminarHola Paco! Para mí a Erein es siempre sinónimo de calidad y Carlos ni te cuento, juntos son una mezcla maravillosa.
EliminarBesitos carinyet 💋💋💋
Hola!!! creía que el libro iba de catas de vinos sin más y pensaba dejarlo pasar pero va a ser que no, que tengo que leerlo y descubrir toda la historia que encierra. Besos!!
ResponderEliminar