TRIUNFO DEL AMOR - FESTIVAL DE TEATRO CLÁSICO DE OLITE

El amor. Siempre el amor. Protagonista inefable del devenir de los hombres, causa y consecuencia de sus dichas y desdichas, motor de vida y origen de muchas muertes.

Cupido, como encarnación del deseo y chispa del amor,  e hijo de las romanas deidades Venus y Marte, comenzó pronto a hacer de las suyas en las artes, que es el modo en el que el hombre busca sublimar la belleza. Así, su aparición en la pintura o la escultura, entre pícara y deshinibida, siempre está ligada a la atracción existente entre aquellos que presiden la obra. En el teatro, como no podía ser de otro modo, su figura siempre era esperada con interés, pues su entrada en escena siempre era augurio de romances, encuentros sigilosos, pasiones, venganzas, duelos y tragedias. La grandeza y la miseria del hombre sobre un escenario, tan lejanas como la separación entre las parejas, tan cercanas en el espacio como escaso es el tiempo que tarda una de sus flechas en alcanzar su objetivo.

Sorprendieron los Nao d´amores, compañía segoviana con quince años en activo, a los espectadores que se dieron cita en Olite con una obra, Triunfo del amor, que resultó ser una muestra ejemplar de respeto hacia el teatro del siglo XV. Para ello, hicieron uso de un quintíptico con cinco hojas que eran puertas por las que los actores entraban y salían de la escena, y cuya disposición variaban en función de los sucesos narrados en las tres églogas en las que se repartía el espectáculo.

Las églogas son pequeñas composiciones de carácter lírico cuyos versos profundizan en el amor de un modo onírico y que suelen estar protagonizadas por pastores. Quizá las más famosas en castellano sean las de Garcilaso de la Vega. Sin embargo, Ana Zamora, la responsable del montaje que se representó en La Cava, se decantó por recuperar a uno de los más importantes precursores del género en España: Juan del Enzina, un humanista (además de autor de teatro, fue poeta y músico con formación académica en leyes) que adquirió experiencia y fama en Roma, y que fue protegido de varios papas antes de regresar a Castilla como arzobispo de León.

En esta ocasión representaron tres églogas con fidelidad en forma (versos en castellano antiguo y con intervenciones en un dialecto que hunde sus raíces en la frontera astur-leonesa) y fondo. Los actores (brillantes en sus actuaciones y diálogos desnudos de micros) representaron distintos papeles para relatar otras tantas situaciones que giran en torno a los efectos del amor y el deseo entre los hombres, y que causan enfrentamientos por el amor de una mujer, que originan duelos morales y tragedias mortales. No obstante, haciendo gala del nombre de la propuesta, el triunfo del amor acabó adueñándose de cada uno de los actos y puso el deseado broche final que esperaba el público de la época y tambien del que se congregó en la trasera del Palacio-Castillo de Olite.

Mención especial merecen los músicos que intervinieron durante cada una de las églogas, ya que lograron una conjunción armónica exquisita en cada una de las composiciones que interpretaron, todas ellas también obra del autor Juan del Enzina.

Triunfo del amor es, en definitiva, el (re)encuentro de los profesionales y del público con el teatro base español que servirá como lanzadera para los grandes maestros universales que surgieron años después, y que bebieron, con gusto y fruición, de una fuente lírica elegante, trabajada y bucólica que permite observar la evolución y el recorrido del arte de la escena sin perder, con el amor como protagonista que todo lo puede, toda su contemporaneidad.

COMPAÑÍA

Nao d´amores

DIRECCIÓN
Ana Zamora

REPARTO

Sergio Adillo
Javier Carramiñana
Eva Jornet
Rodrigo Muñoz
Irene Serrano
Isabel Zamora

EQUIPO ARTÍSTICO/ TÉCNICO
Dramaturgia y dirección: Ana Zamora 

Arreglos y dirección musical: Alicia Lázaro 

Asesor de Verso: Vicente Fuentes 

Coreografía: Javier García Ávila 

Vestuario: Deborah Macías 

Espacio Escénico: David Faraco 

Iluminación: Miguel Ángel Camacho / Pedro Yagüe 

Producción Ejecutiva: Germán H. Solís 

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Redacción y Fotografía:
Santiago Navascués

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