La soledad derivada del desamor es quizá la más triste de las derrotas, la que más duele, la más sangrante, la que más perdura en el tiempo. Porque al peso de la pena, se une el dolor que causa el sentir que nadie está a tu lado para cargar con la cruz que te ha tocado vivir, y constatar que no hay nadie a tu lado que te entienda o que te brinde su mano, es uno de los episodios más trágicos a superar cuando te inicias en los juegos infortunados del amor.
Pisó por primera vez el escenario de La Cava de Olite José Andrés López, un joven creador que trajo hasta Olite su última propuesta titulada Oymyakon. Se trata de una obra nada convencional, atípica, con intención de transgredir y de generarle al espectador una controversia interior consigo mismo, entre si concluir que lo que está viendo es vanguardia escénica o fuegos de artificio.
En la obra, el director conduce al público hasta el punto más helado del planeta para introducir al público en el universo de Shakespeare, concretamente en su afamada tragedia: Romeo y Julieta. Allí, tiene lugar el grueso de la obra, que se fundamenta sobre la base de uno de los primeros pasajes de la obra del genio inglés en el que Romeo, enamorado de una joven llamada Rosalina, y resultando no correspondido, trata de encontrar una catarsis que le devuelva la alegría de vivir y que le libere del manto de tinieblas que envuelve su mundo y su mente. Para ello recurre a la ayuda de Mercurio, quien tratará, a su manera, de hacerle olvidar a la mujer por la que padece.
Durante toda la obra, el personaje principal, interpretado por el propio José Andrés López, se arrastra de manera poética y literal por el fondo de sus miedos, hasta que, a modo de ensoñación, casi si de una ilusión óptica se tratase, un ser mágico, puro y bello, de largos cabellos dorados y vestida de blanco luminoso, aparece la joven Julieta, que acabará siendo la antorcha que guíe los pasos del joven hacia las ganas de vivir y así, con pasión, alcance de nuevo la puerta que lo conduzca hasta las puertas del enamoramiento, esas tierras cálidas y coloridas que tanto anhela.
A nivel interpretativo, Mercurio y Romeo resultan excesivos, sobreactuados en algunas ocasiones, quizá resultado de la búsqueda del director de llevar al extremo las sensaciones del público y los sentimientos de los personajes. Lo más fascinante de la obra, por la poesía que contiene cada uno de los movimientos, llega con el inicio de la misma, cuando José Andrés López nos muestra el descenso a los infiernos de Romeo al son de una música que convulsiona su cuerpo de espasmos, como puñetazos de rechazo, flechazos dolor, balazos de olvido impactando sobre su cuerpo desnudo, frágil, desprotegido.
Oymyakon es una nueva vuelta de tuerca que se acerca a Shakespeare utilizando la historia de Romeo y Julieta para enfrentarse al lado oscuro del amor en los hombres; es una oda, quizá no siempre entendida, a la (in)capacidad del ser humano de sobreponerse al desamor; una muestra clara que indica que el único camino que conduce a la catarsis que libere a un enamorado de un rechazo, es un nuevo enamoramiento. Aquello de "un clavo saca otro clavo..."
COMPAÑÍA
REPARTO
Julieta: Sasha Slugina
Mercucio: Carlos Gorbe
Romeo: José Andrés López
Julieta: Sasha Slugina
Mercucio: Carlos Gorbe
Romeo: José Andrés López
EQUIPO ARTÍSTICO/ TÉCNICO
Dramaturgia: José Andrés López
Ayudante de dirección: Carlos Gorbe
Espacio escénico: Miguel Moreno
Vestuario: José Andrés López y Miguel Moreno
Iluminación, audiovisuales y fotografía: Virginia Rota
Música original: Diego T. Carmen
Coreografía: Noa Yanski, José Andrés López
Dramaturgia: José Andrés López
Ayudante de dirección: Carlos Gorbe
Espacio escénico: Miguel Moreno
Vestuario: José Andrés López y Miguel Moreno
Iluminación, audiovisuales y fotografía: Virginia Rota
Música original: Diego T. Carmen
Coreografía: Noa Yanski, José Andrés López
Redacción y Fotografía:
Santiago Navascués
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
Santiago Navascués
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