“En el oscuro jardín del manicomio
los locos maldicen a los hombres
las ratas afloran a la Cloaca Superior
buscando el beso de los Dementes.
Un loco tocado de la maldición del cielo
canta humillado en una esquina
sus canciones hablan de ángeles y cosas
que cuestan la vida al ojo humano
la vida se pudre a sus pies como una rosa
y ya cerca de la tumba, pasa junto a él
una Princesa.
Los ángeles cabalgan a lomos de una tortuga
y el destino de los hombres es arrojar piedras a la rosa.
Mañana morirá otro loco:
de la sangre de sus ojos nadie sino la tumba
sabrá mañana nada.
El loquero sabe el sabor de mi orina
y yo el gusto de sus manos surcando mis mejillas
ello prueba que el destino de las ratas
es semejante al destino de los hombres”
los locos maldicen a los hombres
las ratas afloran a la Cloaca Superior
buscando el beso de los Dementes.
Un loco tocado de la maldición del cielo
canta humillado en una esquina
sus canciones hablan de ángeles y cosas
que cuestan la vida al ojo humano
la vida se pudre a sus pies como una rosa
y ya cerca de la tumba, pasa junto a él
una Princesa.
Los ángeles cabalgan a lomos de una tortuga
y el destino de los hombres es arrojar piedras a la rosa.
Mañana morirá otro loco:
de la sangre de sus ojos nadie sino la tumba
sabrá mañana nada.
El loquero sabe el sabor de mi orina
y yo el gusto de sus manos surcando mis mejillas
ello prueba que el destino de las ratas
es semejante al destino de los hombres”
(José María Panero. Poemas desde el manicomio de
Mondragón)
RELOJES MUERTOS
Son muchas las ideas e imágenes,
que la novela de Eva María Medina ha
traído a mi mente desde el primer momento que comencé a leerla; yo diría
incluso que las imágenes han superado con creces a las ideas, a los
pensamientos, a las conjeturas. Relojes
muertos es una historia visual, las palabras se tornan fotogramas para
desfilar ante nosotros como el metraje de una película antigua, en blanco y
negro, fotografías que se mueven por toda la gama de grises y blancos, algo
desenfocadas o incluso envejecidas por el paso del tiempo y el desgaste que da
la acumulación de visionados de la película. Un desenfoque premeditado y meditado, como un retablo
cincelado a mano y cuyo fin es el de hacer de cada muesca en la madera, un surco que junto al de al lado,
forme una imagen en relieve palpable bajo los dedos que la acaricia; y eso
es lo que Eva María Medina, con su premeditada alevosía, hace con su novela y
nosotros: a ella la cincela para que nuestros ojos la palpen, y la sintamos en
cada poro de nuestra piel.
No es fácil enfrentarse a esta
novela. Afino un poco más si digo que no es fácil enfrentarse a su
protagonista, Gonzalo Márquez, y no
lo es como tampoco lo es nunca enfrentarse a los miedos propios y al temor de
vernos desnudos frente al mundo y frente a nosotros mismos. Me dan miedo los locos −decimos muchas veces− nunca sabes por dónde van a salir ni cómo van a
reaccionar, y ese es un temor que
todos guardamos dentro nuestro. El miedo a la Locura. Decimos asustarnos por la enajenación ajena,
pero lo que en realidad nos asusta y mucho, es vernos reflejados en esas
reacciones desaforadas y fuera de Sí de los locos. Si todo no es como se supone
que debería ser, como los demás esperan que sea, incluso como nosotros queremos
que sea, es una locura, y como tal, debe cortarse de raíz antes de que nos haga
daño o dañemos a los demás, ¿pero qué es lo que realmente daña, esas supuestas
acciones “antisociales” o el negarnos a nosotros mismos la opción de dejarlas
salir y observarlas sin más, sin juzgar ni juzgarnos? Difícil juicio e injusto,
al que nos sometemos y sometemos a aquellos que caminando a nuestro lado, lo
hacen en paralelo, sin encontrar un punto de convergencia entre ambos caminos,
y de haberlo, nos asusta tanto ese encuentro como un choque frontal entre dos
trenes.
Relojes muertos es
una novela sin género definido, porque de hacerlo, o al menos intentarlo,
caeríamos en el error de querer poner puertas
al campo; catalogarla es como poner una sola etiqueta a todo un compendio de
sentimientos, acciones y reacciones, miedos y angustias, deseos y anhelos, virtudes
y pecados, todos tan distintos entre ellos que por separado forman un todo per se
y unidos, dan lugar a cientos de combinaciones, tantas como personas hay
en el mundo…como personalidades encierra una sola persona. A mí, particularmente, me gusta hablar de
ella como una Novela Psicológicamente Intensa,
porque encierra todo lo anterior y deja la puerta abierta a todo aquello que
emocionalmente, está por llegar y a lo que tarde o temprano, tendremos que
enfrentarnos.
Gonzalo Márquez,
recién salido de un hospital psiquiátrico, se ve de nuevo solo ante el mundo
real, una “realidad” que se le muestra desconocida y que le mira con ojos de
desconfianza mientras le muestra sus afilados colmillos; como recién nacido,
Gonzalo, ha sido parido y echado desnudo ante el mundo, un mundo que le resulta
abstracto, descolorido, incongruente, incluso cruel pues le incita a jugar sin
enseñarle primero las reglas del juego. Inmerso en una espiral de locura, en la
que solo se atisba ya al final una breve cordura, tan efímera como un suspiro, un parpadeo, una estrella
fugaz de la que solo nos da tiempo a ver
su estela impresa en el cielo, un despertar tan breve, que cabe preguntarse si en realidad
fue un destello de cordura o un ensayo de Iluminaria en la pesadilla de su
vida. El protagonista se mueve a lo largo de toda la novela entre delirios,
recuerdos, angustia, miedos, anhelos y deseo de conseguir una normalidad que ve
en los demás y que ansía para él, pero que a pesar de sus intentos, tan solo
consigue rozar, sin atraparla; se encuentra en un Universo paralelo del cual no
puede salir, pero desde el que se ve ese otro Universo, el de la normalidad, la
felicidad…tan solo tiene que saltar de uno a otro y sus deseos se harán
realidad. Imposible, Gonzalo, atrapado en su mundo de delirios y confusión, ni
tan siquiera lograr tomar impulso para dar el salto, y queda atrapado sin
remisión entre ambos, en una Tierra de Nadie que cada vez acrecenta más su
esquizofrenia y desestabiliza “el falso equilibrio” de su mundo irreal, en el
cual ni siquiera está ya seguro.
Encontramos en la novela de
Eva María Medina, unos personajes secundarios que se convierten
en “alternativos” al protagonista, con el único fin de dar sentido a su “sinsentido”,
una amalgama de estereotipos con pocas virtudes y bastantes defectos, un “elenco”
a la medida del protagonista, secundarios que tan solo se salen junto a
Gonzalo del guión para enfatizar esa “sinrazón” en la que están inmersos: Sara, la añorada. Ángela, su clavo ardiendo. Herminia,
la pena. Gregorio, la ansiedad. Gerardo, su anhelo. Manuel, la envidia. Mimo, un sueño. Todos y cada uno de
ellos, junto a Gonzalo, no son más
que pequeños monstruos vistos a través de un espejo, ese espejo de Feria que
tan solo muestra seres grotescos y deformes ante sus propios ojos, como la
anoréxica que incapaz de ver la realidad a pesar de tenerla ante sus ojos, solo
ve la imagen que refleja su mente trastornada.
Una novela tan intensa en
su lectura como intenso es el sabor que deja en tu paladar la propia historia
del protagonista, al cual llegas a sentir muy cerca, a veces por su propia
angustia y otras, por ser testigo en primera línea de una caída anunciada, pero
¿La suya, o la nuestra?
Ya he dicho al inicio que
la novela ha despertado imágenes en mi mente desde el primer momento, una de
ellas, la de ese “Bufalo Bill” del
Silencio de los Corderos, ese individuo que incapaz de vivir en su piel,
viste con la piel de víctimas indefensas, personas ajenas que colman sus
insatisfacciones aunque solo sea un espejismo; y salvando las distancias que
hay muchas, Gonzalo harto de su
propia piel, desearía mudarla como lo hace una serpiente. Y no he dejado
todavía de pensar en lo que Relojes
muertos ha movida en mi tras su lectura, y pienso en los poemas de José María Panero, casi todos escritos bajo la sombra de su
esquizofrenia, y en las notas del músico de Jazz Tom
Harrell, un esquizofrénico paranoide que sin embargo es capaz de hacernos
estremecer ante la genialidad de su música y su trompeta…
¿Qué es pues la locura? ¿Qué
significa vivir al otro lado? ¿Quién vive entonces a un lado y a otro de todo
espejo?
Relojes muertos de Eva María Medina, cuando la imagen que vemos en el espejo, más que una
distorsión de nosotros mismos, puede llegar a ser un destello de cordura que los
llamados locos, se niegan a aceptar, y un paso a la locura que los cuerdos,
temen ver en su reflejo.
Una locura de Novela,
bendita locura.
(Tom Harrell, Roman Nights)
Eva María Medina
Relojes muertos
Editorial Playa de Ákaba
ISBN: 978-84-16216-25-3
ISBN Epub: 978-84-16216-26-0
Magnífica reseña querida Yolanda, todavía estoy en estado de shock.
ResponderEliminarMi inmensa gratitud.
Eva.
Gracias Eva, muchas gracias!!
EliminarEl mérito es tuyo y de tu novela, con materia prima así es fácil hacer mi trabajo.
He disfrutado muchísimo!!
Un abrazo. Yolanda
Muy buena reseña. A mi también me impactó esta novela.
ResponderEliminarGracias Pedro!
EliminarEs una novela impactante no solo por el tema a tratar, sino, por la manera en la que Eva nos la hace llegar, con una prosa sencilla y un estilo tan natural que hace que te olvides de que estás leyendo una novela...es como verlo con tus propios ojos
Un abrazo