Portada de la novela
A veces sueño que soy un valiente caballero medieval, que empuñando una espada hago frente a los enemigos de mi Rey y lucho con valor por conquistar para el monarca unas tierras lejanas y desconocidas. Otras, en cambio, me bato con gallardía por defender la tierra que labro, por impedir que unos extranjeros, que se lanzan contra nosotros gritando ¡Dios sabe qué!, arrasen el mundo que conocemos para matarnos a todos, violar a nuestras mujeres, asesinar a nuestros hijos y hacer de nuestro reino una nueva porción del suyo propio.
Y es que no lo puedo evitar: las lecturas dejan huellas tan profundas dentro de mí que un espléndido y refinado gato como yo acaba protagonizando sus propias historias, adaptaciones de las novelas que leo, y que adquieren una realidad palpable en mis sueños. Lo último que he leido ha sido una novela histórica y así me luce el lomo.
La Corona de Aragón conforma, junto a la Corona de Castilla, los dos grandes pilares sobre los que se asienta la Historia de lo que hoy es España. Pero hace ocho siglos, mucho antes del descubrimiento de América, antes incluso del nacimiento de los Estados Modernos y de las naciones, un audaz monarca, Pedro II de Aragón, se atrevió a desafiar al poder divino para hacer realidad una utopía mil veces soñada: materializar un gran reino, un imperio, cuyos dominios quedasen enmarcados entre las vegas del Ebro y las del Garona, junto a las tierras del Languedoc.
Sobre esta base, Luis Zueco, un escritor zaragozano apasionado por la historia, teje un gran lienzo ambientado en una época y unos territorios convulsos: la Edad Media a ambos lados de los Pirineos. La protección de la fe verdadera lleva a reyes y hombres a plantar batalla allí donde los infieles amenazen con derrotar la supremacía del cristianismo. Son tiempos de Santas Cruzadas; de unión de pueblos occidentales muy dispares para luchar contra los defensores del Islam, de guerreros santos, de monjes soldados; de la siembra de las tierras con cadáveres mutilados, de crucifijos ensangrentados. Pero es también un tiempo de amenaza en el corazón propio de la cristiandad: una comunidad de hombres ha decidido interpretar por ellos mismos las Sagradas Escrituras, dando lugar a un credo nuevo y atractivo que amaga con extenderse (a los ojos de Roma) como una mortal metástasis que devore desde dentro las entrañas del organismo cristiano. Y en mitad de todo ello, la búsqueda de un extraño libro, El libro de los dos principios, que será altamente codiciado por el poder y causa de asesinatos despiadados.
La novela, como una gran maroma, nos la presenta el autor a través de la visión de varios protagonistas, siendo cada una de ellas un cabo que va trenzándose según se van sucediendo las páginas con las demás para adentrar al lector en Carcasona, en la corte del reino de Aragón, en Muret, la ciudad de Barcelona o Béziers, entre otras. Así, el lector comprueba por sí mismo el horror de la guerra y la ausencia de honor a ras de suelo; descubre los valores que promulgan los cátaros, herejes a extirpar del mundo como miembro gangrenado de un cuerpo todavía sano; se adentra en las intrigas de poder, reales y divinas, que definen el destino de los hombres; explora tabernas y ambientes oscuros donde la información viaja sobre los costados de espías, mercenarios y personajes siniestros.
Los personajes, de distinta condición y procedencia, evolucionan a lo largo de la novela, dejando atrás la ingenuidad de la juventud, dudando de su propia fe, enfrentándose a un arrebatador sentimiento llamado amor... Contiene, además, muy diversas escenas de acción y guerra resueltas de manera cinematográfica: batallas campales, sitios de castillos y ciudades, escaramuzas, encuentros fortuitos, violentos saqueos...
Reune, por tanto, los requisitos indispensables para atraer a los amantes de la llamada novela histórica y de la Historia en general, pues los hechos en ella contenidos apenas han sido tratados. Luis Zueco entrega una novela muy bien documentada, concienzudamente estudiada para crear una trama atractiva para el gran público pero sin desdeñar el rigor histórico que debe imperar en este género. Su ambientación denota una extremada pasión del autor por la Historia, los castillos y su tierra, algo que beneficia sobremanera a quien se atreva a adentrarse en esta obra que sirve como emotivo homenaje a la figura del rey Pedro II, un hombre con sus luces y sus sombras (¿quién no las tiene?) del que nadie podrá dudar de su ambición y de su valentía para alcanzar sus sueños.
¿No consiste en esto acaso, en última instancia, la libertad?
TIERRA SIN REY
Luis Zueco
Novela Histórica
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Una reseña de Santiago Navascués
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No suelen gustarme las novelas históricas, son bastante tostones pero viniendo del Gato no puedo obviar la recomendación. Tomo nota y la incluyo en mis próximas compras.
ResponderEliminarUn saludo Gato y Gata.
Estupendas imágenes la del Gato en Facebook. Sois geniales.