El mundo es un pañuelo. No
quiero decir con esto que ya haya trotado todo lo que había que trotar y el
mundo se me haya quedado pequeño, pues aunque hubiera recorrido todos y cada
uno de los rincones de este planeta, estoy convencido de que no por andar dos
veces por el mismo sitio, se hace el mismo camino. Y yo tengo siete vidas para
recorrer siete veces cada uno de esos caminos.
No, es mucho más que andar y
conocer mundo. Es conocer o tener la posibilidad de acabar conociendo a
cualquiera que habite sobre la faz de la tierra, el estar conectados entre
nosotros a través de personas, que sin saberlo, tenemos en común. Si, somos
nosotros quienes hacemos grande o pequeño este mundo, incluso sin necesidad de
tener que recorrerlo de punta a punta. Si supierais cuantas veces me he
encontrado con personas (o gatos, que la cabra tira al monte y yo, por
supuesto, al tejado) que tenían a otras en común, viviendo en distintos lugares
e incluso, en tiempos diferentes…pienso que al final Chesterton tenía razón y el mundo no es más que un pequeño e íntimo
universo, a pesar de la grandeza del
cosmos.
Muchos millones de personas como
para no tener nexos entre nosotros, imposible. Nada sucede al azar, nadie vive
su vida sin que esta se cruce con otras tantas vidas. Nadie vive solo en un
mundo tan pequeño como este nuestro, aunque nunca llegue a saber, lo mucho que
le une a otros que jamás conocerá.
“Pilar Aguarón Ezpeleta nos presenta un libro tan difícil de catalogar
en un género, como fácil resulta dejarse atrapar por él; una novela corta
compuesta por diez relatos que narran otras tantas historias, en un principio tan dispares unas de otras,
para acabar llevándonos a través de una
narración sencilla, elocuente y ausente de florituras, a una sucesión de vidas
y vivencias entretejidas con hilos tan finos como resistentes, tanto, que ni el
paso de los años puede acabar con esa unión invisible y desconocida por
aquellos que formaron y forman, parte de ella.
Escoger a un personaje como
protagonista único es imposible. La señorita Matilde Villarrubia, su sirvienta Lucía, el trabajador y paciente Isidro, el emigrante Saturnino,
el anticuario Zenón Tranzo o el
implacable y duro Hermelo Seoane, todos
y cada uno de ellos, junto al resto de personajes que componen la trama se
erigen en protagonistas de sus vidas y secundarios de lujo en las vidas de los
demás, creando esa Gran Historia compuesta de pequeñas historias que es La Casa de los arquillos; yo diría sin
duda a equivocarme que esta, la casa, es la que al final se lleva el gato al
agua y se convierte en la protagonista principal de la novela, casa que de una
manera u otra, a lo largo de la historia, es el auténtico nexo y punto de
convergencia para todos los personajes de la misma. La casa, testigo mudo del
tiempo y caja de caudales de secretos, tesoro de piedra de sueños y recuerdos,
de añoranzas, de tristezas y alegrías, de vidas y de muertes.
Pilar Aguarón, nos
narra una historia que parece pincelada sobre un lienzo, tan visual que los personajes parecen cuadros contándonos
su historia a golpe de claroscuros y difusos trazos impresionistas. Una novela
convertida en arte desde el momento en que su autora nos cuenta una historia
escrita con pincel y oleos, y pinta con
palabras la vida hecha retrato.
Sencillamente, hermosa.”
LA CASA DE LOS ARQUILLOS
Pilar Aguarón Ezpeleta
Editorial La Fragua del Trovador
Pedidos a: editorial@lafraguadeltrovador.com
ISBN: 978-84-15044-39-0
UNA RESEÑA DE Yolanda T. Villar
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