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Hay días en los que un gato como
yo, trotero y curioso, decide dejar a un lado su gusto por el viaje y la
aventura y se tumba a descansar hasta que los párpados pesan tanto que, contra
su voluntad, el sueño le derrota y cae en un sereno sopor desde primeras horas
de la mañana. Son esos días en los que no te apetece salir de casa. Más bien,
todo lo contrario.
En esos días me gusta relajarme,
colocarme frente a la ventana en invierno o sobre el vuelo del balcón que da a
la calle desde el salón en verano, y dejar volar mi mente hacia lugares ya
descubiertos en anteriores correrías y troteos. Pues bien, hoy es uno de esos
días.
Recuerdo la primera vez que pisé
Olite. Se trata de una villa medieval enclavada en el corazón de Navarra, cuyos
muros cobijaron y ofrecieron descanso a los reyes del antiguo Reyno de Navarra.
Allí construyeron una residencia de verano, un castillo-palacio de corte
europeo que, según dicen, sirvió de inspiración para su reino de fantasía,
siglos después, al mago de la animación de Hollywood: Walt Disney. Olite… una
villa hermosa a cualquier hora del día y de la noche, tan mágica como un cuento
de hadas ¡qué digo, es el escenario perfecto para albergar el mejor de los
cuentos de hadas!
Pero no quería hablaros hoy de
Olite, ya tendré tiempo de mostraros lo fabulosa que es está coqueta villa que
se envuelve en viñas y sembrados de siega. Quería hablaros de que allí, en el
interior de un palacio de imponente fachada levantada con las mejores piedras
del lugar (hoy es Casa de Cultura) tuve la inabarcable fortuna de conocer a una
mujer íntegra y una escritora tocada por el éxito: Toti Martínez de Lezea.
Tras un gesto afable y sonrisa
perenne, descubrimos a una mujer tremendamente defensora de sus valores y sus
convicciones, de la cultura vasca –rica y cargada de matices como pocas–, de la
Historia y de la historia –la que narran gestas, victorias y logros de unos
pocos; y la que cuenta al calor el fuego el sudor, el padecimiento, las
lágrimas de todos los demás para dar lugar a la primera–, de la Mujer.
La encontré narrando a viva voz
varios pasajes de sus novelas a un auditorio lleno de personas que escuchaban
atentas, con emoción incluso alguno de ellos. Dominaba el tono con maestría, lo
que me hizo pensar –con cierta envidia– que su nieta tuvo que tener una
infancia privilegiada repleta de horas de cuentos. A su lado, una bella dama
nos sumergía en el medievo con hermosos cantos de la época, que servían para
ambientar lo que Toti relataba. Un precioso maridaje de música y literatura que
generó un aplauso unánime y rotundo del público. Al acabar, varias personas le
preguntaron a la autora sobre su obra, su método de trabajo… Fue entonces
cuando Toti se desnudó y se mostró tal cual es: una mujer práctica,
inteligente, con las ideas claras, sin miedo a pisar jardines espinosos, dotada
de una sinceridad rotunda y un contagioso sentido del humor, y por encima de
todo lo demás, un desmesurado amor hacia la historia de las gentes y una
imperiosa necesidad de transmitirla a los demás.
Hechizado por la música y sus
palabras, aguardé pacientemente a que las decenas de personas que quisieron
llevarse un recuerdo de Toti en forma de autógrafo se marchasen poco a poco
hasta quedarnos a solas. Fue entonces cuando pude hablar con ella.
Sumergirse en su obra es hacerlo en
un crisol de culturas, de tiempos y ambientes muy alejados entre sí. Posee
novelas cuyos personajes, por identificar algunos a modo de ejemplo, buscan a
su manera la supervivencia en el Madrid de los inicios de un vertiginoso siglo
XX, sufren la intolerancia religiosa que condenaba al fuego inquisitivo y
purificador a aquellas almas alejadas del dios verdadero, o que perdieron lo
poco que habían salvado tras la dominación napoleónica a manos de sus supuestos
libertadores. Su relación como escritora con la Historia… ¿Es algo madurado con
el tiempo, fruto de la necesidad de contar una determinada idea que surge en su
cabeza tratando de encajarlo en el trasfondo histórico que considera más
adecuado, o por el contrario, son determinados pasajes de la Historia los que
le inspiran sus novelas, algo así como un flechazo?
En realidad, no lo sé.
Empecé a leer desde joven, en especial novelas que ahora llaman de “género
histórico”, pero que antes era simplemente narrativa. La Literatura me llevó a
la Historia, o puede que fuera al revés, puesto que mi padre me contagió su
pasión por esta, y siempre he compaginado ambas aficiones. Lo que sí es cierto
es que empecé a escribir porque quería leer historias que nadie me contaba y
que sabía que estaban ahí, esperando a que alguien se animara, historias de
nosotros, la gente de a pie, no de reyes, reinas, conquistadores, megalómanos y
demás fauna que es la única que aparece en los manuales de Historia.
Antes de dedicarse a escribir, usted
trabajó como traductora técnica profesional, en la televisión pública vasca, e
incluso fundó una compañía de teatro junto a su marido… ¿Cómo llega Toti
Martínez de Lezea a la escritura? Cuenta su biografía que fue a través de
una apuesta con un amigo…
Pues sí, la primera
novela la escribí con casi 50 años, después de hacer una apuesta con un amigo a
que era capaz. Aunque aquello debió de ser solo una excusa, porque también fui
nadadora de competiciones y no se me ocurriría hacer una apuesta a que soy
capaz de nadar una travesía. Probablemente era algo que deseaba probar, y la
apuesta fue como una especie de detonante, un pistoletazo de salida para una
carrera de fondo como es esta de la Literatura, ¡aunque hay quien llega al
sprint!
Su primera novela publicada (fue
rechazada inicialmente por varias editoriales) La calle de la judería,
narra las vicisitudes de la sociedad y la vida en la Vitoria durante el siglo
XV, la convivencia entre distintos credos y finalmente, la expulsión de los
judíos en 1492. ¿Cómo vivió esa primera publicación tras experimentar ese
primer rechazo? ¿Sentir el NO de varias editoriales le hizo meditar que quizá
no valía para la literatura o tiró de coraje y amor propio para no cejar en su
empeño de publicar y seguir creando nuevas novelas?
En efecto,
pensé que no valía para la Literatura después de que el original de La calle
de la Judería fuera rechazado varias veces, pero tampoco me importó
demasiado porque disfrutaba enormemente creando mis historias, a mis
personajes, haciéndolos hablar, sentir, pensar y... ¡matándolos cuando quería!
Así que no esperé y empecé a escribir la siguiente.
En cuanto a
cómo viví aquella primera experiencia, fue genial. Una vez que tuve el libro ya
editado, no se me quitó la sonrisa de la cara en una semana.
A propósito de la anterior pregunta…
No todo el mundo sabe que La calle de la judería no fue su
primera novela escrita, ya que ese honor le corresponde a La abadesa
(novela que aborda la búsqueda de su pasado por parte de María Esperanza, hija
ilegítima de Fernando el Católico) y que vería la luz tiempo después, cuando
demostró que su éxito no era fruto de la casualidad. ¿Por qué decidió guardarla
en un cajón? ¿Consideraba que no era publicable? ¿La modificó tiempo después?
Digamos que
no se me ocurrió enviar a nadie La abadesa porque era la primera novela
que escribía y pensé que todavía tenía mucho que aprender. Lo más difícil,
empezar y acabar la historia, ya estaba hecho; me había demostrado a mí misma
que era capaz y que podía seguir. Aunque haya a quien no le guste la
definición, la Literatura es un oficio y a escribir se aprende a
escribiendo. Por otra parte, soy una
mujer práctica y no tenía intención alguna de perder el tiempo ilusionándome
con algo que probablemente no tendría salida. Y sí, la modifiqué antes de su
publicación. ¡Por lo menos le quité la mitad! Es que para entonces ya tenía
publicadas otras cuatro obras, y algo había aprendido.
¿Probó en alguna ocasión, quizá en
sus inicios, los concursos literarios? ¿Qué opinión le merecen, tanto desde el
punto de vista del escritor con trayectoria como para aquellos escritores
noveles que se inician hoy en día?
No, nunca he probado a
presentarme en un concurso literario. ¡Y en buena hora! Porque ahora sé algo
más acerca de ellos. Los grandes, los que conllevan un buen premio en metálico
y dan fama, están pactados de antemano; son solo un medio más de marketing
utilizado por las grandes empresas editoriales. Los otros, los modestos,
raramente aportan algo más que la momentánea alegría de ver que tu obra ha sido
premiada. Y de los institucionales, ni hablemos. No hay más que preguntarse
cómo fue posible que Cela ganara el Nobel estando Delibes vivo.
Si tuviésemos que clasificar su obra,
un alto porcentaje quedaría sujeto en ese grupo que las editoriales llaman Novela
Histórica. Sin embargo, quienes hemos leído muchos de los libros que tiene
publicados entendemos que no es exactamente así, puesto que las tramas y los
protagonistas, variando determinados conceptos (vestimentas, costumbres, medios
de transporte,…) podrían aparecer perfectamente en una novela de la época
actual. Los grandes hechos históricos que aparecen en sus novelas no siempre
son lo esencial, sino que son parte del escenario. ¿Se siente a gusto cuando la
encasillan en ese género?
Bueno... no
me molesta que me encasillen, aunque, como bien dices, mis novelas tienen poco
qué ver con los grandes hechos y personajes históricos, aunque algunos
aparezcan en el escenario de fondo. Oigo y leo a menudo comentarios despectivos
hacia el género por parte de las elites literarias, si bien me da la impresión
de que no tienen repajolera idea de lo que hablan. Cierto que a partir del boom
de Umberto Eco con El hombre de la rosa, y las maravillosas novelas de
Graves sombre Augusto y sus sucesores, proliferó este tipo de narraciones, pero
para escribirlas hay que saber Historia, no solo coger un tema de templarios,
por mencionar alguno, y soltar lo que a uno se le ocurre. De todos modos, me
encanta hacer parte de un género que cuenta entre sus autores a Homero,
Shakespeare, Tolstoï, Dumas, Victor Hugo y tantos otros renombrados escritores.
También se comenta mucho al hablar de
la obra de Toti Martínez de Lezea del profundo valor que le confiere a
la Mujer. A juzgar por quien le habla, iba siendo hora de posicionar a muchas
mujeres en la posición de importancia histórica que realmente ocuparon,
sacándolas de ese lugar secundario que siempre han ocupado en las crónicas
oficiales. Llegados a este punto, me gustaría detenerme en una de sus últimos
libros publicados: Mareas, de la editorial Ttarttalo. Se
trata de un libro de relatos con la mujer como nexo de unión a lo largo de la
historia y la geografía vasca. ¿Cómo fue el proceso de creación de un libro
como éste?
No es que le confiera un
valor especial a la mujer, es que las mujeres hemos estado ahí desde siempre, a
pesar de haber sido ignoradas a lo largo de los siglos. Lógicamente tienen que
aparecer en mis narraciones, pero no en plan heroínas súper estupendas, guapas
y maravillosas como salen ahora en novelas y películas. Mareas se me
ocurrió a partir de la solicitud por parte de la editorial para que escribiera
un ensayo sobre la mujer vasca en la costa. Me entró la risa. ¿Cómo? ¡Si no
existimos! No hay apenas documentación sobre la mujer, ni en la costa ni en el
interior. Pero me dio la idea de escribir una serie de relatos que abarcara un
largo periodo de tiempo, aprovechando lo poco existente sobre mujeres con
nombre y apellidos, y, en el resto de los casos, utilizando la Historia como
base. Porque si ha habido galernas, guerras, persecuciones, pestes, también ha
habido mujeres que las han sufrido. Me llevó más tiempo y trabajo de lo que
pensaba porque cada relato es como una mini-novela.
Mareas contiene relatos muy distintos entre sí, pero se aúnan también por
el amor a la tierra (fascinante y hermosa como pocas), el respeto al idioma, la
fidelidad a las costumbres vascas. Si alguien ajeno quisiese empaparse de la
cultura y el sentir de las gentes de su tierra, ¿éste libro bien podría
servirle de guía para iniciarse?
Podría, por
supuesto. Aunque la cultura y el sentir de las gentes de la tierra precisa
también del elemento masculino y, en este caso, aunque aparece, no está tan
bien definido como el femenino. Ya ha habido algunos amigos que me han
preguntado para cuándo un libro sobre hombres vascos, y puede que algún día me
anime... Pero ambos aparecen en mis otros libros y, de hecho, creo que hay más
personajes masculinos que femeninos.
El último relato de Mareas
se titula Prohibido prohibir, y es el más cercano en el tiempo a
la actualidad y protagonizado por una mujer liberada en el año 1969. Más de dos
mil años de Historia y de historias para ver la luz de la igualdad entre
hombres y mujeres. Si tuviese que añadir un último relato al libro ambientado
en el 2014 ¿Cómo lo titularía y qué nos contaría?
No lo sé.
Creo que me he decantado por situar mis tramas en tiempos pasados precisamente
porque el actual no me atrae tanto para escribir sobre él. Estamos muy bien
informados, sabemos lo que ocurre en la otra punta del mundo casi en el mismo
momento, conozco demasiado bien buenas y malas situaciones, dramas personales y
demás. Tal vez escribiría sobre una mujer que ha estudiado una carrera, algo
difícil hace años, ha retrasado su vida en pareja y su maternidad, ha dedicado
todas sus horas a su trabajo y, finalmente, se encuentra que sigue estando en
un segundo plano, que cobra menos que sus colegas masculinos y que raramente
alcanza un puesto de responsabilidad si no se comporta igual que un hombre.
Uno de los libros que más recuerdan
muchos de los lectores a los que hemos sondeado antes de hacerle esta
entrevista es La herbolera, que narra la persecución de brujas
por parte de la Inquisición en el País Vasco. Centenares de hombres y mujeres
murieron por pensar diferente al dogma establecido por la Iglesia (por pecar, a
sus ojos). ¿Qué es el pecado? ¿Cómo puede un ser humano llegar a quemar a otro?
¿Qué clase de personas invierten su tiempo en diseñar y construir herramientas
y máquinas para el tormento del hombre que puedan, incluso, provocarle la
muerte?
Son preguntas que
siempre me he hecho y continúo haciéndome. ¿Cómo pueden algunos exigir a otros
que piensen y crean y actúen en nombre de su Dios, el único y verdadero según
ellos? Y que conste que me estoy refiriendo a todo tipo de creencias. Aborrezco
el integrismo venga de donde venga. Es tal la soberbia de unos señores que
dicen hablar en nombre de la divinidad que me deja estupefacta.
De todos modos, la caza
de brujas no fue solo asunto de la Iglesia, también lo fue de los poderes
civiles. Fue una excusa como tantas otras para someter al pueblo en una época
en la que la demografía en toda Europa bajó alarmantemente debido a las pestes
del siglo XIV. Hacían falta vasallos para trabajar, para pagar impuestos, para
ir a las guerras. Las llamadas “brujas” no eran sino parteras y curanderas, con
conocimientos para provocar abortos o suministrar anticonceptivos, y era
necesario que la población volviera a crecer para mantener a nobles y
religiosos que ni trabajaban ni pagaban impuestos. El porcentaje de acusados
fue de un hombre por cada veinte mujeres, todos ellos campesinos analfabetos,
apegados a las tradiciones, e inocentes de los crímenes por los que fueron acusados
y ejecutados en gran número.
A pesar de haber transcurrido varios
siglos desde entonces, si uno sigue la actualidad queda la sensación de que aún
se maniobra de manera oscura, tratando de controlar las vidas y los actos de
las personas. ¿De dónde viene esa obsesión? ¿La Inquisición no murió en 1834?
La
inquisición no ha muerto, está ahí, bien presente, cuando se demoniza a alguien
por opinar de manera dispar, defender determinadas causas que no agradan al
poder, ser sexualmente diferente, pertenecer
a otras razas, o a una minoría; cuando los medios de comunicación juzgan y
condenan antes que los jueces o cuando se generaliza y se anatemiza a toda una
comunidad por los hechos de unos pocos. Cierto que ahora ya no queman a las
personas, al menos aquí, pero continuamente te están diciendo que cuidado, que
no te salgas de las normas establecidas por ellos si no quieres verte en apuros
o ser marginado socialmente.
Su última y novela publicada lleva
por título Itahisa, y Erein ha sido la encargada de editarlo.
Es, probablemente, el libro que más sorprenda a sus lectores habituales, pues
es, por encima de todo lo demás, una preciosa y magnética historia de amor.
¿Cómo se gestó Itahisa?
Bueno, un escritor/a que
conoce su oficio debe ser capaz de escribir sobre cualquier cosa. Otro asunto
es que le atraigan más unos temas que otros. Sé que, a estas alturas, puedo
escribir sobre lo que me apetezca, y eso hago. Quería contar la historia de un
“indiano”, ya sabes de uno de aquellos que se iban a las Américas y luego
volvían al pueblo, se hacían construir una casa preciosa y se casaban con una
jovencita para tener herederos. Lo que ocurrió es que, al situar la trama en
torno al año 1800, el viaje de la Península a Cuba, por ejemplo, llevaba más de
tres meses y, claro, ¡a ver qué hace mi personaje todo ese tiempo metido en un
barco! Así que decidí desembarcarlo en Tenerife, que está más cerca.
¿Qué la motivó a embarcarse en una
aventura novelística como Itahisa? ¿Dudó al decidir cambiar de
registro y crear algo diferente a lo que se supone que sus lectores esperaban
de usted, o es de las que piensan que, por encima de todo lo demás, el escritor
debe escribir aquello que mueve su mente, sin importar lo demás?
Te vas a reír. Lo que me
motivó fue el hecho de que hace un par de años salió una trilogía de tipo... no
sé cómo definirla... porno-sexual-bodrio, que ha vendido cientos de miles de
ejemplares. Lo que más llamó mi atención fue que habían sido mujeres entre 25 y
45 años quienes habían comprado el 90% de los ejemplares. Veinte siglos, por
decir unos pocos, de luchas y reivindicaciones femeninas para alcanzar una
cierta paridad en la sociedad, y cuando estamos cerca, va y lo que nos gusta
son las historias de sumisas y dominadores.
Leí el primer libro,
porque no se puede hablar mal de lo que se ignora, y me pareció literariamente
deleznable, pero es que la historia en sí es una basura desde mi punto de
vista. Así que pensé que quería escribir una novela de amor, no de sexo, sino
de pasión, de sentimientos. Y así salió Itahisa.
¿Cómo consiguió empaparse de la
cultura y el sentir de los guanches, el pueblo originario de las Islas
Canarias al que pertenece Itahisa, uno de los escenarios
fundamentales de la novela? ¿Acostumbra viajar a los lugares donde desarrolla
sus novelas para recorrer las calles y ambientes que recorren sus personajes?
Leyendo, majo, leyendo.
Hay magníficos libros sobre casi todo y, en concreto, me hice con unos cuantos
sobre la historia y cultura guanches absolutamente magníficos. Y sí, voy a los
lugares donde desarrollo mis tramas, por eso casi todas ocurren por aquí cerca.
Con la edad, cada vez me da más pereza moverme lejos. He estado en Canarias
varias veces con motivo de las ferias de libros, la última hace un par de años,
y tuve tiempo de ver y sentir.
Para finalizar, y teniendo en cuenta
el vínculo que existe en este lugar con los viajes, queríamos proponerle que
recomiende a nuestros lectores esa ciudad, pueblo, edificio y enclave natural
que son imprescindibles para usted, y cuáles son los motivos por los que elige
cada uno de ellos y no otros.
Difícil elección, ¡voto
a bríos! Es que todos los lugares son hermosos, todos tienen algo especial...
He viajado mucho, conozco todos los continentes menos Australia; he visto
decenas de catedrales, bosques, palacios, murallas, ciudades, y no tengo ningún
lugar imprescindible, pero, ya que te empeñas, me quedo por aquí cerca.
-Ciudad: Vitoria-Gasteiz,
porque es mi lugar de nacimiento y ha crecido sin perder su identidad, en
especial su casco viejo, “la almendra”, que se conserva igual a como era en la
Edad Media, con sus calles y cantones, y ha inspirado dos de mis novelas.
-Pueblo: Larrabetzu,
pequeña localidad de Bizkaia donde vivimos y han crecido nuestros hijos. Es una
villa medieval que mantiene su encanto, rodeada de montañas y a corta distancia
del mar.
-Edificio: castillo de
Loarre, en Huesca, construido por orden de Sancho III Garces el Mayor de
Navarra en el siglo XI. Un castillo roquero excepcional, donde no hace falta
imaginar una escena de caballeros y armaduras porque salta a la vista.
-Enclave natural: nacedero
del Urederra, “agua hermosa” en euskera, que es increíblemente bello. Está en
Zudaire (Navarra), un lugar fácilmente asequible con una cascada que cae en una
poza de aguas turquesas y donde una imagina ver a las lamias peinando sus
largos cabellos de oro.
No quería despedirme sin contaros
qué he soñado para acabar pensando en ella. En mis sueños, yo era un precioso
gato que vivía junto a mi dueña, una mujer que vivía sola en un pequeño pueblo
llamado Arrazola, cercano a Durango, en el que las gentes llevan unas vidas
sesgadas, adaptadas a unas costumbres morales alejadas de las practicadas hace
decenas de años. En el pueblo la mujer es respetada porque es capaz de sanar a
los enfermos con ungüentos y preparaciones que dispone con hierbas, plantas y
raíces que encontramos en el bosque. Dicen que incluso ve la muerte en los ojos
vivos de los hombres. Acudimos de noche a una cueva, donde nos reunimos con
otras mujeres y hombres de todas las edades. Mi dueña lleva a cabo lo que
parece una ceremonia de iniciación con unas jóvenes, entre las cuales, se
encuentra su nieta. Allí todos cantan, bailan, cenan y beben… Son felices y yo
con ellos. Podría acabarse allí mismo el mundo entero, más No les importaría. Son
libres.
¿Qué rostro se esconde tras esa
mujer que proporciona libertad y perpetúa la esencia de esa tierra? Toti
Martínez de Lezea.
Una Entrevista de
Santiago Navascués
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Una gran entrevista a Toti, la mejor escritora vasca de hoy en día. Clara, sincera, directa e inteligente. Bravo al Gato y enhorabuena a la gran Toti.
ResponderEliminarEn efecto, es una de las grandes y su grandeza no solo reside en su talento escribiendo si no en su manera de tratar a los demás; amable, afable, respetuosa y ausente de prepotencia alguna..y eso que lo ha conseguido todo. Esta es la gran diferencia entre un gran escritor y otro que cree ser el mejor, la modestia.
EliminarSiento repetir lo mismo: es un gran entrevista. Una gran mujer y escritora.
ResponderEliminarGracias Gato por acercarnos más a personas como ella.
Es un placer leerte.
Es cierto, además, repetirse solo confirma esa grandeza tanto humana como profesional.
EliminarUn placer tenerte, siempre.