El saber siempre ha sido un arma valiosa, una joya que los hombres más poderosos de todas las épocas han querido atesorar y poseer porque, con el de su lado, los problemas se ven más pequeños. Durante siglos, las grandes fuentes de conocimiento estaba al alcance de unos pocos, que por supuesto se hacían dueños de él y lo aprovechaban en su propio beneficio.
En la Edad Media, época de gran esplendor religioso (y, en paralelo, de oscuridad cultural) esas fuentes del saber permanecieron custodiadas al servicio de los reyes en unos pocos monasterios repartidos por la geografía europea. Los moradores de esos centros del saber se convertían en verdaderos guardianes del conocimiento tolerado, pero también en custodios de lo prohibido.
No hay dos sin tres.
El nombre de la Rosa, desde su publicación en 1980, alcanzó unas cotas de éxito muy considerables. Un año después se alzó con el más prestigioso premio italiano, el Strega, y al siguiente hizo lo propio en Francia, consiguiendo el Médicis Extranjero.
En 1996, Jean Jacques Annaud dirigió a Sean Connery en la adaptación de la novela, convirtiéndose, sin remedio, en una de las películas que más público llevó a las salas de cine en aquel año.
Así las cosas, resultaba extraño que hasta la fecha nadie se hubiese atrevido a llevar sobre un escenario esta atrapadora historia de asesinatos, herejías y miedo.
Pues bien, tras varios intentos que no terminaron de cuajar en años anteriores, se han unido cuatro compañías (Ados Teatro, Tres Tristes Tigres, Al Revés Producciones y La Nave Producciones) para dar luz a este nuevo éxito que ha comenzado a dar sus primeros pasos (tras su excelente acogida en el Festival de Teatro Clásico de Cáceres) en el escenario de La Cava de Olite.
La mayoría del públicó que llenó el aforo de Olite, o había leído la novela o había tenido la oportunidad de ver la película. Algunos, incluso ambas cosas. Es por ello que el argumento, que narra los sangrientos sucesos que se desarrollan en una abadía benedictina enclavada en los apeninos italianos en el siglo XIV en medio de una disputa teológica de primer nivel, no iba a sorprender a nadie. Lo interesante para el espectador era, en este caso, apreciar los nuevos matices que el teatro podía redescubrirle en forma de gratas sorpresas.
El gran acierto de Garbi Losada, directora del montaje y encargada de su adaptación junto a José Antonio Vitoria, es convertir al libro que mata en el verdadero protagonista sobre el escenario. Es sabido que, en la historia original, todo aquel que se imbuye en la lectura de la Poética de Aristóteles, ejemplar que se creía perdido, muere irremediablemente por causas indescifrables. Dicho libro se presenta ante el espectador en un formato colosal y fraccionado de manera articulada en varias partes para dar vida a los diferentes escenarios en los que se desarrolla la historia: los exteriores de la abadía, la biblioteca, las cocinas, el scriptorium...
El segundo acierto ha sido condensar las más de setecientas páginas de la novela de una forma dinámica sin restarle profundidad a la historia que trata de representar. Así, las cuestiones sobre las que se cimenta la novela (la confrontación entre el pasado oscuro y el futuro lúcido que está por llegar, el cisma teológico abierto en el seno de la iglesia Roma-Avignon, la extrema pobreza del campesinado, la homosexualidad del clero, la accesibilidad del conocimiento, la herejía...) se mantienen inalterables.
Y el tercero ha sido reunir un elenco de actores que estuviesen a la altura de la novela. Encabezados por un gran y sobrado Karra Elejalde como Guillermo de Baskerville, y junto al reclamo de Juán José Ballesta como Adso de Melk, el joven novicio que acompaña a Guillermo, el resto de componentes componen unas interpretaciones tan soberbias que hacen olvidar por completo a los actores que interpretaron a los distintos personajes en las películas y que, de manera inconsciente, nuestro cerebro a menudo suele recurrir como método de comparación para determinar y categorizar la novedad. A destacar las interpretaciones de Cipri Lodosa (la iglesia ciega, torpe y sumida en el inmovilismo), Koldo Losada (el deforme aislado y sin sentido que todo lo ve), y sobre todo de Pedro Antonio Penco (memorable y sobrecogedor hereje autoinculpado).
Al final de la obra, los actores pidieron que cesasen los inagotables aplausos con los que el público quería premiar al equipo completo. Cuando se hizo el silencio, y al tiempo que se proyectaba sobre el libro una imagen de Javier Leoni, tomaron la palabra y dedicaron la función a su compañero, recientemente fallecido tras padecer una enfermedad que acabó con su vida días antes del estreno previsto en Olite. Éste se pospuso hasta el último día del Festival con la intención de que Javier se recuperase, pero finalmente empeoró y pasó a morar en la eternidad.
Javier Leoni tuvo la suerte de participar en un proyecto arriesgado y difícil, pero muy enriquecedor y atractivo. A buen seguro que allí donde esté acompañará a sus compañeros en cada ensayo, y unirá sus brazos a los del resto de artistas sobre el escenario al final de cada función. Los aplausos batirán muy alto, allí donde moran los grandes.
EL NOMBRE DE LA ROSA
AUTOR
Umberto Eco
Adaptación de José Vitoria y Garbi Losada
DIRECCIÓN
Garbi Losada
REPARTO
KARRA ELEJALDE (Guillermo de Baskerville)
JUAN JOSE BALLESTA (Adso de Melk)
PEDRO ANTONIO PENCO (Remigio da Varagine y otros)
DAVID GUTIERREZ (Abad Abbone)
CIPRI LODOSA (Jorge de Burgos)
JORGE MAZO (Malaquías de Hildesheim y otros)
KOLDO LOSADA (Salvatore)
JOSE MARIA ASIN (Ubertino da Casale y otros)
JAVIER MERINO (Berengario da Arundel y otros)
CESAR NOVALGOS (Severino da Sant´ernmerano y otros)
INMA PEDROSA (Joven Mendiga y otros)
COMPAÑÍA
ADOS TEATRO
TRES TRISTES TIGRES
LA NAVE PRODUCCIONES
AL REVES PRODUCCIONES
Más información
TEXTO E IMÁGENES: Santiago Navascués
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Una obra que siempre pierde cuando pasa del libro a la escena, sin embargo parece bien lograda.Tendría que haber más municipios que invirtieran en cultura.
ResponderEliminarSi antes de la crisis ya era difícil que los ayuntamientos invirtieran en ella, ahora tenemos suerte con que municipios como Olite siga manteniendo su Festival de Teatro.
EliminarEs una pena, pero no deja de verse todos los días.