Los simpares viajeros vuelven a estar en ruta. Ser un “
vagamundo” es lo que tiene, uno siempre quiere tomarse un buen descanso tras un
largo viaje, recuperar fuerzas, organizar material, ordenar ideas, disfrutar de
la tranquilidad de tu casa y de la compañía de tu familia ¡Si, es un buen plan!
Pero a los pocos días de tan firme propósito, unas etéreas
mariposas empiezan a batir sus alas en el estómago, produciendo un pícaro
cosquilleo que se propaga en cada gota de sangre que corre por las venas; y ya
no se puede parar. Es la emoción que produce la perspectiva de una nueva
aventura ¿Qué viaje no lo es? Y estos viajeros, además de simpares y troteros,
somos unos ansiosos aventureros; cada camino, un lugar, cada
lugar, una docena de personas, cada docena de personas, miles de historias, y
cada historia, una aventura para el corazón y un bálsamo para el alma.
Estos “vagamundos” necesitaban su bálsamo para aliviar su
trotera enfermedad. Esta vez, el virus, se llamaba: SAGUNTO.
Un viaje más corto de lo habitual, pero ya sabemos todos,
que lo bueno si breve, dos veces bueno.
Esta trotera solo pretendía pasar un día
como los de antaño, aquellos días de excursión de colegio y bocadillo en la
mochila, días de sol y canciones en grupo, días de cuadernos y lápices del
número dos. Días de excursión y buenos amigos.
Días de niñez y bellos sueños.
Quería compartir con mi simpar compañero de viaje un lugar
tan hermoso como este y unas experiencias tan inolvidables, si bien no los
fijaría en su memoria una trepidante imaginación infantil, si lo haría la
perspectiva de una ciudad histórica vista a través de un objetivo fotográfico
subidos a lo alto del Castillo. Que día más maravilloso nos esperaba. Y yo me
quedé sin palabras en cuanto cruzamos la ciudad y subimos hasta las ruinas del
castillo. Los recuerdos se me agolpaban en la memoria ocupándolo todo y no
dejando espacio para la crónica…¿Qué íbamos a hacer? bueno, pues en esta
ocasión, disfrutar del entorno en silencio y admirar a la vuelta las
fotografías de Santiago.
Un reportaje fotográfico sería estupendo por esta vez. Y nos
dedicamos a disfrutar del soleado día en Sagunto.
−¿Aquel gato blanquinegro que nos
mira desde lo alto de una parte de la muralla, no te resulta familiar? –dije sin estar segura de lo que
decía− ¿No es demasiado
parecido a Trotero?
−¿Qué posibilidades hay de que un
gato salga de casa, entre en el garaje, se suba al coche y no haga ruido en
todo el camino para no ser descubierto? –contestó
Santiago−se que crees que tu
gato es listísimo, pero no tanto. Además todos los gatos se parecen, y los
blanquinegros más todavía. Disfruta del panorama, anda. ¡Que el gato nos ha
seguido y está mirándonos desde la muralla! tu imaginación no tiene límites.
Venga y camina, Trotera.
Prima Saguntinas urbarunt classica portas
bellaque sumpta viro belli maioris amore.
“−Por
fin han dejado de mirarme esos dos controladores ¿No puede un gato libre y sin
ataduras familiares, trotar a sus anchas? hacía tiempo que necesitaba campar a
mis anchas y dejar mis huellas por
lugares tan mágicos y emblemáticos como este. Trotero es mi apellido, Gato mi
nombre, Aventurero mi condición.
Escapista, mi hobby.
No había hecho nada
más que llegar, cuando vi que no era el único” trotero” que iba dejando sus
huellas por el Castillo; a unos pasos de mí, disfrutando del sol sobre otra
parte de la muralla, se encontraba un gato viejo, atigrado y gris cano, que
parecía más dormido que despierto, casi
muerto, pues no movía ni el rabo a pesar de estar disfrutando de unos rayos de
sol la mar de cálidos. Me acerqué cautelosamente al viejo atigrado, husmeando
el inerte cuerpo gris, aunque no tenía ni la más remota idea de a qué huele un
gato muerto.
−¿Se puede saber que
bigotes estás haciendo, forastero? –maulló de repente el viejo
atigrado−no me gusta que me husmeen mientras compongo mis poemas.
El viejo se puso en
pie con una agilidad inusitada para un gato de su edad, que cualquiera que
fuera, debía ser mucha, pues sus bigotes eran larguísimos y blancos como luz de
luna. El poeta dijo llamarse Silio y venir de lejos, pero que llevaba tanto
tiempo aquí, que había olvidado el nombre de su lugar de origen. Era realmente
curioso este gato poeta, extraña manera la suya de hablar, refinada, culta y en
ocasiones demasiado rebuscada para mi gusto, claro que como yo no soy poeta,
sino prosista, no termino de dominar las figuras retóricas y los latinismos
¿latinajos tal vez? me costaba entender en ocasiones lo que el viejo me
contaba. Me preguntó si era admirador de Virgilio, el mejor de los poetas de
todos los tiempos, pues él no solo mostraba admiración sino que sentía
auténtica reverencia por el poeta latino. Temo que le desilusioné, o al menos
se sintió algo defraudado cuando le dije que apenas conocía el trabajo de
Virgilio, y que yo era más de los románticos decimonónicos como Espronceda o
Bécquer, incluso de Byron y Baudelaire.
Giró en redondo y
comenzó a andar sobre las murallas del Castillo, no sé si debería seguirle o
no, pues ni me dio señales de una cosa ni de la otra, pero dado que nuestra
conversación no se había dado por finalizada, me pareció de mala educación
marcharme en dirección contraria sin más. El viejo miró a sus espaldas y al
verme seguirle me dijo que la poesía era la voz del alma, la prosa tan solo es
un susurro. Callé, no quise decir nada inconveniente, bueno, ni siquiera sabía
que decir al respecto, la verdad. Y seguí a mi involuntario Cicerone por su
trotar sobre la muralla.
Tras un rato
deambulando sobre las ruinas del Castillo, bajamos hasta un cuadrángulo que
según me dijo el poeta, se trataba de la antigua Plaza de Almenara, hoy a penas
se podía ver más que unas piedras caídas pero antaño, se trató de una de las
plazas con más trasiego del castillo, sobre todo en época íbera. Era culto el
viejo, no cabía la menor duda. De ahí fuimos charlando animosamente por el
resto del recinto Este del Castillo, de plaza en plaza, de estancia en
estancia, mientras el atigrado poeta me contaba que la ciudad de Sagunto fue
conocida por los íberos como ARSE, ciudad de origen Zacynthio y Ardeatino.
¡Qué cosas! exclamé
yo. Pero la verdad es que no entendía nada de lo que mi interlocutor me
contaba, aunque parecía tan cargado de razón. En ocasiones, su felina mirada
parecía retroceder en el tiempo y evocar imágenes y palabras antes vistas y
dichas, como rememorando tiempos pasados ¿Cuántos años tendría este viejo
atigrado gris? su mirada era todo un enigma, pero su edad, un misterio…
Intarto sancit iaculo figitque
per arma
stantem por muro et minitatem
vana Caicum
Entrábamos en la plaza
de la Conejera, cuando otro gato, este más joven y de aspecto atlético, se
acercaba a nosotros mitad sorprendido mitad curioso, pues sin duda no esperaba
encontrar a Silio en compañía de blanquinegro desconocido; sin embargo saludó
amistosamente aunque con mucho respeto al viejo, bueno, y a este Trotero, pues
en ningún momento el joven gato rubio y blanco fue grosero y antipático
conmigo. Al contrario, a pesar de no conocerme, enseguida entabló conversación
conmigo y no tuvo ningún reparo en continuar con las explicaciones que Silio me
daba sobre la antigua ciudad de Arse.
El joven gato se
llamaba Caicus, dijo ser saguntino de nacimiento y por línea ancestral, pues
ningún antepasado ni descendiente suyo había sido de otro sitio; aunque su
familia había sido siempre gente de campo y pastoreo, él se había decidido por
el ejército, más por defender el sitio que por atacar lugares. ¡Un héroe
nuestro Caicus, un héroe! –decía Silio. El orgullo de Arse,
la herencia de Sagunto.
La conversación era
realmente interesante y entretenida, nunca hubiera imaginado este gato que una
ciudad valenciana, hubiera sido en la antigüedad centro y vaso sanguíneo del
comercio, punto estratégico político y baluarte de poder y gloria. Sagunto.
El Morvyter musulmán, Murviedro
valenciano. Siempre Arse, la grande y la gloriosa. En esta conversación
estábamos, cuando ya acercándonos a la Plaza de los Estudiantes, junto a la
sombra que da el edificio del
Antiquarium Epigráfico −en el que se conserva la colección
epigráfica más completa de la Península ibérica− se hallaban un
grupo de gatos que andaban en rencillas y trapicheos, y parecían capitaneados
por un gran gato negro tuerto, que miraba al mismo tiempo, con su único ojo, a
la banda descontrolada de gatos y a estos tres tertulianos.
Necnon totus adest vesper populique reposti.
Cantaber ante omnes, hiemisque aestusque famisque
Invisctus palmamque ex omni ferre labore.
−Ten cuidado con
estos –dijo Silio−no son más que alborotadores y
buscabullas. El negro tuerto, es el General Sidonio, el azote de la ciudad de
Arse; el ojo que le falta, es obra de Caicus…de ahí su animadversión por él y
todos los saguntinos. No tiene escrúpulo alguno, es un tirano y un asesino. Y
junto a él están sus secuaces, muchos de ellos son de la tierra, traidores y
sicarios, una pandilla de brutos asesinos.
−Ahí está el
feroz Bostar, blanco como la nieve por fuera y oscuro como boca de dragón por
dentro; uno de sus más fieros guerreros, e Hiberus, el pardo de orejas negras,
otro de sus más terribles soldados. Ten cuidado, pues aunque hace mucho ya de
esos hechos, bicho malo nunca muere, el cuerpo se va, pero el alma permanece.
Admovet abrupto flagrantia
foedere ductor
Sidonius castra et latos quatit
agmine campos.
Entramos a descansar
de nuestro paseo y a dialogar sobre nuestras cuestiones a la plaza de los
estudiantes, donde parecían esperarnos, bueno, en realidad esperaban ansiosos
al poeta Silio, un grupo de nutridos gatos, ávidos por saber y aprender del
maestro. Caicus dijo que eran sus más fieles amigos y soldados, saguntinos de
pro y Ársenos de honor: Hostus y Pholus, el gran Metiscus, Lygdus y Durius, el
rubio Galaesus , los gemelos Chromis y Gyas. Llega entonces Daunus, y todos
gritan ¡Cuéntalo de nuevo Daunus, vuelve a narrarnos palabra por palabra tú
gran discurso ante el furioso Sidonio!¡Que lo oigan de nuevo en todo Sagunto!
Y Daunus, situándose
sobre un saliente de la muralla junto a la plaza dijo:
No es esta ciudad tiria construída por manos femeninas y comprada con
dinero, no es este el litoral de gran extensión de arena concedido a los
exiliados: debes ver aquí unos cimientos construidos por los dioses y unos aliados de Roma.
Y no hubo gato que no aplaudiera y vitoreara a
Daunus y su discurso. Creo que empezaba a entenderlo todo, este Trotero llevaba
algún tiempo sospechándolo, pero ahora no tenía duda. Nada era lo que parecía,
y nadie quien aparentaba. A oídos de
Sidonio y sus secuaces llegaron sin duda estas palabras, cosa que no pareció
sentar muy bien, pues todos ellos se alteraron sobremanera y fue necesario que
el General Sidonio, momentáneamente, pusiera orden a tanta algarabía.
Trotando por el resto
del Castillo, subimos sin dejar de hablar y dialogar, ahora acompañados por
aquellos entusiastas estudiantes, hasta la parte más alta de la muralla, al
Oeste del castillo, desde dónde se veía toda la ciudad casi a vista de pájaro.
Cerca nos seguía una gata Carey, realmente hermosa, podría decir que de belleza
helenística, ya no era una gata joven, pero su belleza relucía más allá de sus
enigmáticos ojos verdes. Parecía seguirnos sin embargo no daba la sensación de
que reparase en nosotros, como si su mundo no fuera de este mundo, como si sus pensamientos
no fueran de este tiempo…que bella era. Que bella.
Sic ille, at Cirrhaei sanguis Imilce,/ Castalii cui materno de nomine
dicta/Castulo Phoebi servat cognomina vatis,/ atque ex sacrata repetebat stirpe
parentes;/tempore quo Bacchus populos domitabat Hiberos,/ concutiens thyrso
atque armata Maenade Calpen. /Lascivus genitus Satyro rymphaeque Myrice, /Milichus
indigenis late regnabat in oris/cornige ram attollens genitoris imagine frontem/hinc
patriem clarumque genus referebat Imilce/barbarica paulum vitiato nimine
lingua.
Era Imilce, la mujer
de Sidonio, según me dijo Silio. Tan bella como enigmática, de truculenta
historia pasada y misteriosa vida presente. Siempre fiel a Sidonio. Siempre
fuerte ante Roma.
Me despedía de mis
amigos llegada ya la hora de partir en busca de nuevos trotes por tan
maravillosa e histórica ciudad, volvía mis ojos para retener en mis pupilas tan
inolvidables momentos y magníficas ruinas, cuando el tuerto Sidonio se aproximó
hasta mí seguido por Imilce y el resto de sus muchachos, que se mantenían a una
distancia prudencial de su General. Debo reconocer que me temblaban desde el
rabo hasta los bigotes, pero me mantuve firme y le miré fijamente a los ojos.
Arse, la imprescindible, pero abandonada por Roma. Ellos fueron quienes
la destruyeron dejándola a merced del enemigo. La batalla acabó. El tiempo
pasó. Mi espíritu y el de todos los que aquí
lucharon entonces, regresaron para vivir eternamente en la ciudad que no
quiso que viviéramos juntos en ella. Se
lo que ves, Gato, pero Yo soy lo que queda dentro, lo que flota en el ambiente,
lo que ven los ojos cerrados. Soy Aníbal y este es mi ejército sitiador de
Sagunto. Todos, todos somos Arse.
Así marchó el tuerto,
el General. Así se quedaron Silio el poeta y compañía, dormitando en las
murallas del Castillo, bajo el sol del
mediodía. Así marché yo, el Trotero, el que buscando aventuras, se encontró con
la Historia. El blanquinegro vagamundo.
Tandem condensis artae testudinis
armis
subducti Poeni vallo caecaque
latebra
pandunt prolapsam suffossis moenibus urbem.
(PUNICA, de Silio Itálico. Poema
sobre la segunda Guerra púnica)”
El mediodía se alzó
sobre nuestras cabezas, era el momento de bajar del Castillo de Sagunto. Una
excursión como las de antaño, tan solo nos faltó cantar en el autocar, aunque
por momentos me pareció oír las viejas canciones de colegio en voces
infantiles…sin duda este lugar era mágico. Tenía un no sé qué, que te envolvía
y embrujaba.
Disfrutad de las fotos, en otra ocasión, os traeré una
bonita y curiosa historia…en otra ocasión.
CASTILLO DE SAGUNTO
Calle vieja del
Castillo 23
46500 Sagunto
(Valencia)
Tfno: 962 66 22 13
FOTOGRAFÍAS: Santiago Navascués Ladrón.
TEXTO: Yolanda T. Villar.
©TODOS LOS DERECHOS
RESERVADOS
El castillo está en ruinas, las fotografias de este post hacen que parezca mas bonito de lo que es. Un relato original y muy bien documentado. Felicidades a los dos miembros
ResponderEliminarAún en ruinas conserva la magia y la grandeza de todo lo que fue. Una vez pones los pies allí, sientes como la historia te invade...Es fantástico.
EliminarGracias y hasta pronto.
¡Que bonito querida parece un cuento de lo bien que escribes, me encanta besos a los dos!
ResponderEliminarUn placer que nuestras letras y fotos sirvan para hacerte pasar un buen rato. Te encantaría el sitio sino lo conoces, Sagunto es una ciudad con una carga histórica enorme.
EliminarBesos