No podían haber elegido mejor título para esta obra la compañía Escena Erasmus-Universitat de Valencia. Esta representación, junto a otras dos que tendrán lugar la próxima semana, se encuentran incluidas dentro de un proyecto de seis denominado “Las huellas dela Barraca”, llevado a cabo por Acción Cultural Española. Para este año, correspondiéndose con el octavo centenario de la fundación dela Scola Studiorum de Palencia –primera piedra del sistema universitario español-, han recuperado tres montajes del Siglo de Oro de Lope de Vega, Rojas Zorrilla y Calderón dela Barca.
La Barraca primitiva, aquella ilusionante compañía que Federico García Lorca ideó para entregar definitivamente el Siglo de Oro al siglo XX, aparece en escena formada por varios jóvenes de distintas nacionalidades dispuestos a participar del montaje del poeta y dramaturgo granadino. Estos jóvenes reflejan el espíritu inocente y libre que el señor García (así se refieren a Lorca en escena) quiso transmitir al público como virtudes del teatro. Todos ellos escenifican tres de los entremeses más famosos de Calderón de La Barca: La casa de los linajes, Las jácaras, y Los guisados.
Se trata de un trabajo que se mueve en tres épocas: la del siglo XVII, en la que los entremeses causaron furor en los corrales de comedia; la de principios del siglo pasado, para devolver a la vida a Lorca a través de la expresión de su talento; y la actual, en la que queda de manifiesto las supuestas diferencias que existen entre los distintos actores por su procedencia y su lenguaje.
El personaje de Lorca -masculino y femenino, universal- es el encargado de hacer girar el mundo del teatro (o el teatro del mundo) para mostrar al espectador que, a través de los entremeses de Calderón, la sociedad y el mundo en el que vivimos apenas ha cambiado nada, puesto que si hace trescientos años se rechazaba a zurdos, jorobados o turcos y se hacía mofa y befa de ellos, son ahora los inmigrantes ilegales los que acaparan la crueldad. “Los alemanes no son inmigrantes ilegales… Salvo si son pobres”.
Es además una crítica a la forma de construir esta nueva Europa que debe surgir tras la crisis, no sólo económica, sino de los valores de las personas. Así, si en el siglo XVII era la limpieza de sangre un asunto capital para ennoblecer a los hombres, hoy la intención es la creación de una Europa de dos niveles, donde los que cumplan económicamente estarán arriba y los que no, quedarán postergados a un segundo plano. De nuevo, la búsqueda de la categorización humana en favor de unos valores baladíes. Tal es así, que una de las actrices-personajes, a medida que transcurre la obra, confiesa ser griega, alemana o finlandesa, según le conviene para esquivar el rechazo. Podría tener veintisiete nacionalidades distintas llegado el caso, pero siempre sería la misma persona.
A destacar, por su fuerza dramática y su potente puesta en escena, la interpretación de la búsqueda, captura y asesinato del poeta de Fuente Vaqueros. Un precioso y sobrecogedor homenaje que eriza el vello y por el que, en sí mismo, merece la pena presenciar esta función.
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