Todos escondemos algo. Nadie es un libro abierto. La información es poder y nada te da tanto como conocer las debilidades ajenas. Las debilidades propias deben guardarse bajo llave y varios candados, el que las conozca tiene la llave y puede abrir y cerrar a su antojo. Muchos son los pecadillos que poseemos pero solo se necesita uno grande para dominarte, y las riendas no las tiene porqué llevar otro, tú mismo puedes ser tu peor conductor. Una vez me dijeron que mis miedos y debilidades se quedaran para mí, mejor fingir ante los demás que darles la oportunidad de dañarte con tu propia navaja, esa que todos llevamos en el bolsillo y muchos jamás usan, pero se sienten seguros de saberla a buen recaudo, a mano. Y no he olvidado la sentencia, más que consejo, y no he usado la navaja, pero es cierto que me siento más segura sabiendo que la llevo en mi bolsillo. Saber es poder, no hay duda. Pero saber usar ese poder ya es harina de otro costal...
Poniéndonos en antecedentes:
Hace ya un par de años que leí esta novela de la valenciana Eugenia Dalmau, recién salida del horno, y me gustó tanto que en cuento tuvo una segunda novela no dudé ni un segundo en adquirirla. Y de nuevo me encantó. Eugenia me atrapó con sus historias y su narrativa. Y como no hay dos sin tres, leí su tercer libro en cuanto salió. Y si, de nuevo me conquistó. Y hace poco que sacó su cuarto libro ¡Bingo! qué listos sois. Si, ya lo tengo en mi poder. Y no había reseñado ninguno ¿Porqué? lo más seguro que fuera por uno de mis pecados, no se si capital o solo provinciano, pero como algunos pecados llevan su penitencia me impuse a mí misma la mía: reseñar las cuatro novelas ¿Por orden de publicación? bueno, tal vez, mi pecado más habitual puede aparecer en cualquier momento. Dejémoslo en intención.
El libro:
Carolina Martín aparece muerta en su domicilio el día siguiente a Navidad. Las ventanas están abiertas y la calefacción está puesta. No hay signos de lucha ni la puerta está forzada ¿Suicidio? sin embargo la muchacha estaba perfectamente arreglada y tenía una maleta preparada ¿De verdad es un suicidio? Pero al cadáver le falta una uña que no aparece por ningún lado y el cajón de la mesita está abierto. El inspector Jaime Reyes, policía curtido y el subinspector Manuel Serra, novato, se enfrentan a un escabroso caso con un nutrido grupo de sospechosos, y conforme vayan avanzando en su investigación irán descubriendo que todos y cada uno de ellos tiene un motivo para haber acabado con la vida de Carolina.
Carolina iba a dejar su puesto de responsabilidad en la empresa del acaudalado empresario Guillermo Grau para marcharse a Inglaterra a trabajar en una reconocida galería de arte, su gran pasión. Pero alguien se lo impide.
¿El propio Guillermo? ¿Tal vez su mujer Susana, o su hijo Bernardo? ¿Y alguna de las dos sobrinas de Guillermo, Mercedes, la marquesa, o Carlota, la artista? Los esposos también tienen papeletas para ser incluidos en el grupo de sospechosos ¿Y si fue Alonso, o Gervasio? Los inspectores no descartan ni a la propia hermana de la victima, Elena, y su novio. Todos ellos representan un pecado capital, algunas veces oculto, otras más aparente, pero ¿Cuál de ellos ha matado a Carolina? ¿Y la joven, cometió algún pecado?
Resumiendo:
Una historia que engancha desde el principio, aunque es en el momento en el que se nos han presentado todos los protagonistas y sus historias cuando la trama adquiere un ritmo más ágil que va in crescendo hasta alcanzar un compás vertiginoso y un desenlace de los que nos dejan boquiabiertos, ojipláticos y con las patas vueltas. Una novela negra al estilo New Age, con tintes de novela policiaca clásica, en el que se nos presentan a los sospechosos y sus relaciones entre ellos y la víctima, se echa la vista atrás para explicar la mirada actual y lo mejor de todo: personajes con fuerza, perfectamente definidos, potentes, creíbles.
Una novela muy cinematográfica. Yo tengo mis candidatos a cada uno de los papeles...seguro que vosotros tendríais el vuestro. Vaya que sí.
Por la Pelipequirroja.
El pecado que mató a Carolina Martín
Eugenia Dalmau
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