El amor, cuando es correspondido, es un tren cargado de mercancías que acostumbra a ser directo, sin estaciones intermedias. En ocasiones, como en el salvaje Oeste americano, sucede que aparecen una turba de indios emplumados que, asustados ante lo desconocido, o arrebatados por el temor innato hacia lo que nos aterra, se lanzan a atacar a ese inmenso caballo de hierro con el único propósito de herirlo y hacer que muerda el polvo. Sin miramientos.
El amor puede encontrar interrupciones, o gentes que no quieran verlo vivo, y mucho menos verlo crecer. Afortunadamente, el enamorado es testarudo y siempre encontrará el método de librarse de quien le afea el sueño de ser feliz. ¿Quién le puede negar a alguien tal derecho?
Regresó el gran Fénix de los Ingenios a Olite, y lo hizo en el último día oficial del Festival de Teatro Clásico y a modo de despedida por todo lo alto (por cuestiones climatológicas se alargaría una jornada más al repetir una función que se suspendió la primera semana de festival). Una vez más, un texto de Lope de Vega (ésta vez La discreta enamorada), volvió a representarse sobre las tablas de La Cava, y en esta ocasión fue la compañía El Bucle Producciones la encargada de ello.
Estrenar una obra de teatro nunca ha sido un ejercicio fácil. Y si además estrenas en tu tierra, entre tu gente, el malabarismo mental para superar la situación con éxito es verdaderamente interesante, digna de una terapia psicológica de soliloquio y diván mullido, supervisado por un profesional argentino. Pero además, de estresante, es sumamente estimulante, y si no que se lo digan a los actores que interpretaron a Fenisa, Belisa, el Capitan, Lucindo, Hernando, y el resto de personajes de la comedia. Todos ellos se subieron a las tablas con la ilusión del primer día pero con la seguridad que te dan las centenares de horas de ensayo que hay detrás de cada trabajo. A decir verdad, el texto fluyó con comodidad, los diálogos, algunos expresados con exceso de velocidad, fueron limpios y chispeantes, siempre sometidos a la idea original y adecuadamente adaptados por Pedro Miguel Martínez.
Esta obra, arquetipo de la obra de Lope, narra, como si de una zarzuela se tratase, los enredos amorosos que padecen dos jóvenes entre sí, Fenisa y Lucindo, además de los que asumen el padre de él y la madre de ella, así como de otros secundarios como la ex de Lucindo, un enamorado de ésta, y otros más. Un conjunto de malentendidos y situaciones disparatadas que crearán escenas cargadas de humor y descaro y que se resolverá de una manera feliz en una escena final a la altura del resto de la obra.
Ambientada en el Madrid de los años cuarenta, con los personajes moviéndose por una atmósfera que se intuye pobre pero con ganas de dejar atrás las desgracias pasadas mediante el triunfo del amor, el trabajo de escenografía es muy destacable, ya que a pesar de su sobriedad, la solución adoptada para recrear los diferentes espacios en los que sucede la trama (algunas calles de Madrid, las fachadas de las casas de los protagonistas, el salón de la casa de doña Belisa, el interior de un café...) es sencilla pero súmamente eficaz. A todo ello hay que sumarle una inteligente puesta en escena entre acto y acto para readaptar el escenario, impidiendo así que el público se despiste. Y finalmente, no hay que olvidar el importante peso de la música, que reivindica una y otra vez una época pasada, recordada en blanco y negro, pero que estilos como el tango o el bolero, sonando el el momento adecuado, iluminan la escena y llenan la vida de los protagonistas de color.
COMPAÑIA
El Bucle Producciones
REPARTO
Leire Ruiz, Iratxe García Úriz, Maiken Beitia, Txori García Uriz, Imanol Espinazo, Pablo del Mundillo, José María Asín
EQUIPO ARTÍSTICO
Versión y Dirección: Pedro Miguel Martínez
Facebook de El Bucle Producciones
Redacción y Fotografía:
Santiago Navascués
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
Santiago Navascués
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