jueves, 20 de noviembre de 2014

ENTREVISTA CON...Anamaría Trillo





"Yo la veo en los risueños albores de la aurora, como en los tristes crepúsculos de 
la tarde; a la deslumbradora claridad del astro del día, como a los destellos 
apacibles de la luna argentada. Tan pronto es la sílfide aérea que hace ondear su 
vaporoso manto entre las nubes que coronan los montes; tan pronto la dríada 
juguetona triscando por la esmaltada pradera o la sombra de sus queridos 
bosques: o bien -con más frecuencia aún- la pálida y melancólica ondina, 
dejando sus palacios de líquido zafiro para sonreírme cariñosa en esta orilla 
escarpada, oculta entre los arbustos balsámicos que riega cada día con su bella 
urna de nácar...
...La luna, próxima al ocaso, acariciaba con sus últimos destellos la pálida frente 
de la reina de las ondinas, inclinada sobre un hombro de Gabriel; mientras que 
la brisa, jugando a su placer con la profusa cabellera -que se tendía destrenzada 
bajo la guirnalda de nenúfar- llegaba a envolver como cendal de oro la hermosa 
cabellera del joven músico; cuyos labios cesaron de henchir por un instante el 
instrumento sonoro, para beber los hálitos de aquellos otros labios 
voluptuosos."


(Fragmento de La Ondina Azul, de Gertrudis Gómez de Avellaneda)





GATO TROTERO: No si se debería empezar de una forma tan directa, Anamaría, pero tengo que preguntárselo, pues lleva rondando mi cabeza desde que leí por primera vez el título de su libro ¿Dónde se encuentra Umssola? ¿Se puede llegar hasta allí con un GPS, o solo unos cuantos elegidos encontrarán el camino? Y ahora sí, porque su libro bien lo merece. Enhorabuena por tan magnífico trabajo.

ANAMARÍA TRILLO: Muchas gracias por sus palabras, para un escritor no hay mejor recompensa que saberse leído y, si la lectura viene seguida de una halago, entonces ya, en mi caso, llego a las más altas cotas de felicidad. El trabajo de escritor es muy duro, a menudo no demasiado reconocido como tal, y que, habitualmente, se compagina con otra profesión, lo que lo hace doblemente duro, pues el que quiere escribir se ve obligado a hacerlo de madrugada, levantándose temprano antes de ir a trabajar o en cualquier lugar donde pueda tener un boli y una libreta.
En relación a su pregunta, le diré que Umssola es un lugar inventado, lamentablemente. No existe y por lo tanto no se puede buscar con el GPS, aunque sería maravilloso, desde luego, poder viajar a un paraje así. La isla de Umssola y su faro, en realidad, es el lugar donde cada uno de nosotros encontraríamos el consuelo, por lo que cada persona, dependiendo de las circunstancias, necesitará encontrar su propio faro, ese que le permite seguir adelante a pesar de todo. Soy de la creencia de que hay un faro hasta para el mayor de los desconsuelos, el problema es que no siempre es fácil encontrarlo.


El Faro de Umssola  es el primero de cinco relatos y el que da nombre al libro. Un nombre propio directo y atrayente,  con un apellido  y otros cuentos subterráneos que no solo acompaña a dicho nombre, sino que dota de carácter al libro en sí, o al menos esa es la sensación que me ha transmitido. Digo sensación, que no impresión,  porque todos y cada uno de los relatos que componen su libro, siendo independientes unos de otros, se complementan perfectamente, como instrumentos de viento y cuerda en una melodía, no dejando resquicio para una nota discordante en la composición ¿Ha sido obra de la casualidad, el que estos cinco relatos hayan acabado formando esta orquesta de cámara, o ha sido una meditada y difícil elección la que ha tenido que hacer, Anamaría? El resultado no podía haber sido más armónico.

Lo cierto es que cada uno de ellos nació de un lugar indeterminado de mi alma de escritora. Cada uno en un espacio, con un tono, en un tiempo concreto. Son independientes los unos de los otros, al menos durante el largo proceso de su creación. Cada uno nació de un rincón de mi imaginación y con un deseo de expresar algo, una idea concreta, pero sin pensar que tendrían que compartir páginas en algún tiempo futuro, como finalmente ha sido gracias a la editorial Playa de Ákaba. Para mi sorpresa, cuando los tenía escritos los cinco, descubrí que había algunos elementos comunes, y eso me sorprendió. Había encontrado un hilo conductor invisible a primera vista, pero que se manifestó fuertemente cuando estuvieron juntos. Comprendí entonces cómo viven los sentimientos en nosotros, cómo nos marcan nuestros miedos y anhelos. Estaba claro que todos eran textos escritos por la misma mano, puesto que tenían mucho más de mí de lo que me había dado cuenta cuando los escribí uno a uno. En ellos se repite lo que soy, lo que siento y lo que temo. Unirlos me ayudó a entenderme a mí misma, a conocerme y saber de mí. Ponerlos juntos no fue difícil, pues eran hijos de una misma madre y, siguiendo con el símil de la orquesta, suenan bien juntos, pues son hermanos. 

Leer su libro ha sido como viajar en el tiempo, a pesar de que todos los relatos son tremendamente actuales. No he podido evitar sentirme transportada a esas noches bajo las sábanas de mi cama, con una linterna enorme –de aquellas con pila de petaca en las que devoraba los relatos de Poe,  Becquer, Maupassant, Gertrudis “Tula” Gómez de Avellaneda  de una colección que mis padres tenían en la librería de casa. Noches fantásticas aquellas y recuerdos maravillosos. Y al leer su libro ¡Voilà! aquellos años vuelven a mi mente y entonces me doy cuenta de lo mucho que esos relatos y autores han influido en mi vida y en mis escritos ¿Y en sus cuentos Anamaría, qué o quién ha influido en ellos, en usted?

Sin duda, coincido en su gusto por Poe, Bécquer..., por esos relatos que, en mi adolescencia, ya me fascinaban, en los rasgos decimonónicos de la literatura, con los que me encanta jugar: la noche, lo inexplicable, lo real que se mezcla con lo fantástico, el sabor de las leyendas, los misterios ocultos de las historias que me contaron.
Soy una gran apasionada de la historia, me gusta más pensar qué pudo pasar que lo que pueda depararnos el futuro y creo que eso influye de manera significativa en lo que escribo. Me siento cómoda interpretando el pasado, recordando hechos acaecidos en el siglo XIX y también en la primera mitad del XX, lo que me han contado mis padres, y lo que mis abuelos les contaron a ellos. Me gusta la historia universal, pero mucho más la microhistoria, esos relatos que pasan desapercibidos en los libros, los que hay que rebuscar, investigar, indagar e incluso fabular pues no hay manera de saber qué es realidad y qué ficción.

Influencia o no de la literatura del siglo XIX, lo que es innegable es su estilo depurado e impecable, un lenguaje llano y sencillo que construye frases limpias y refinadas, sin florituras, ni ambigüedades, sin confusiones ¿Cuánto hay de años de estudio, cuanto de horas de lectura y por supuesto, qué hay de innato en todo ello? Yo tengo una idea muy clara, la preparación es necesaria pero hay que nacer con un “yo que sé, que se yo” para que lo escrito sea exactamente  lo que poco antes solo estaba en la mente. Escribir es relativamente fácil, escribir bien es otro cantar y llegar al lector es más complicado, llegar y quedarse, claro.

La verdad es que no sabría decir con precisión cuál es la fórmula, qué hace que uno sea escritor. En mi caso, llevo escribiendo desde niña y no sabría decir qué me impulsó a ello la primera vez. Solo recuerdo que yo misma me di cuenta de lo que disfruté escribiendo un cuento en concreto que presenté en el colegio cuando tendría ocho o nueve años. Admito que a la hora de seleccionar mis estudios, elegí Periodismo precisamente porque leer y escribir eran la base de la formación que iba a recibir. Quizás verdaderamente haya algo innato en la escritura, algo que uno lleva dentro y otros no. No obstante, hay escritores que no sienten esto que estoy diciendo, que empezaron a escribir por una cuestión práctica o por un encargo en un momento tardío y no por eso son menos escritores. Escribir se presupone que lo puede hacer todo el mundo, escribir bien creo que es cuestión de trabajo, empeño, esfuerzo y sobre todo de muchas horas de lectura. Para mí, todo escritor deber ser primero un buen lector, si no es tan solo alguien que compone libros con más o menos suerte, y al que no es buen lector se le nota a la legua. Otro cantar es hablar del éxito o de llegar al público. Por desgracia, tal y como está configurado el mundo editorial, eso es algo que no está garantizado para muchos escritores que son muy buenos, pero no se adaptan a las modas o a los aspectos más mercantiles del mundo del libro y al que acceden, sin embargo, escritores de peor calidad pero que se pliegan a las modas y explotan hasta la saciedad las mismas fórmulas manidas.

El cuento es mi género literario favorito, da igual que sea victoriano, infantil, decimonónico, tenebroso, gótico. Si las matemáticas me las hubieran enseñado a través de un cuento, otro gallo hubiera cantado en mis años estudiantiles ¿Qué significa para usted este género? Un profesor me dijo en una ocasión que el cuento logra sacar la fuerza del débil, y aplacar la ira del temperamental.

Hay mucha gente que lo considera el hermano menor de la novela, incluso hay quien lo llama muy desacertadamente «género chico». Yo, que me considero por encima de todo novelista, sin embargo, admiro mucho a los grandes autores del género, precisamente por lo que supone este género en oposición a la novela. Para mí, el cuento es una novela condensada, es una historia redonda y completa en un determinado número de páginas, más bien breve, y en esta historia se recogen un inicio, un nudo y un desenlace sin dejar que el lector eche de menos ninguna información o acción relevante. Escribir relato es un ejercicio de concreción y síntesis, que para mí me es difícil, como digo me cuesta ser breve y concreta, pero que para algunos grandes novelistas es un imposible. Yo me siento muy orgullosa de haber conseguido dar forma a estos cinco y otros tantos que están reposando en el cajón. Creo que es un género difícil, pero que, en mi caso, me ha parecido ideal para darme a conocer a los lectores que de otro modo, con una novela larga, por ejemplo podrían haber quedado «empachados» de mí. Hasta la publicación de El faro de Umssola y otros cuentos subterráneos solo había publicado en libros colectivos, y como inicio de mi carrera en solitario me ha parecido una gran forma de presentarme, como a pequeños bocados. Las novelas vendrán después, cuando quien haya dado oportunidad a mis cuentos considere si merece la pena o no acompañar a mi prosa durante trescientas o cuatrocientas páginas.


Encuentro  una absoluta satisfacción en los relatos cortos, tanto para elegir qué leer como para ponerme a escribir, suelen terminar imponiéndose a otros tipos de narrativa; son grandes historias en un pequeño espacio o pequeñas novelas, relatos que cuentan historias completas, bombones en una gran caja de regalo. Pero parece inevitable que tarde o temprano una persona golosa quiera probar a qué  sabe una gran tarta ¿Es este su caso, son los relatos esos bombones que dan paso a un gran pastel? ¿Se puede comer bombones sin probar nunca la tarta?

En mi opinión, se puede vivir del cuento, como se suele decir. Continuando en el símil, creo sin ningún tipo de dudas que un escritor se puede pasar la vida comiendo bombones sin nunca probar un pastel. Hay verdaderos artistas del cuento que no sienten nunca la necesidad de más, porque para ellos dar el paso hacia la novela no es un paso necesario y primordial como escritores. En mi caso, como dije, considero que mi alma es de novelista, de escritora de grandes novelas, y no me refiero a su calidad, en absoluto, me refiero a grandes novelas en extensión. Me cuesta ser breve, tengo que confesarlo. Me encanta analizar hechos, rebuscar sentimientos, describir acciones, situaciones... me gusta jugar con la sonoridad de las oraciones, con la extensión de las frases, con las palabras y las personas que las dicen. A veces, cuando estoy en medio de una historia, se me ocurre un flashback que me retrotrae al pasado de mis personajes y me entran unas ganas irrefrenables de ir a ver cómo eran entonces, a buscar por qué son como son hoy, etc. Esto que visto así parece interesante puede ser peligroso; puede suceder que la historia se te vaya de las manos, pierda el mensaje, acumule un sinfín de páginas que realmente no aportan nada sino florituras y hechos pasados que al lector ni le van ni le vienen. Como digo, tan malo es pecar por exceso como por defecto. En la justa medida está todo, así que vivo y escribo conteniendo mi afán de saber más sobre cada persona que creo o sobre cada hecho que narro. De ahí que admiro a los cuentistas, a los que son capaces de contar tanto con tan pocas palabras. Mi incursión en el mundo del relato es un deseo de demostrar que no es sencillo el relato y mucho menos un género menor.


Periodista, escritora, editora…varios palos de una misma baraja. De nuevo, como en su libro, una perfecta armonía para comunicar a los demás lo que nace dentro de una misma. No hay por qué hacerlo, ni por qué separar lo que funciona tan bien en su conjunto, pero si no quedara más remedio, Anamaría ¿Podría elegir una sola de estas facetas, hacer que una prevaleciera sobre las otras? no me mate, es que este Gato de curioso que es, se entromete en todo (risas)

Mi querido Gato, me encanta su curiosidad, y le confieso que soy una gran amante de los animales. Ojalá mis perritas supieran leer, o pudieran escuchar cuentos, que le juro que les leería como he hecho con mis hijos.
El periodismo es mi formación. Elegí la carrera por vocación, con el deseo romántico de ser reportera y contar la verdad al mundo. Con los años comprendí que era tan solo eso: un deseo romántico y, aunque de mi experiencia con el periodismo me quedo con la radio, a la que algún día me gustaría volver, hace tiempo que la profesión periodística y yo decidimos que somos incompatibles... él es demasiado interesado y yo demasiado idealista. Con los años he acabado un poco enfadada con él, que tanto prometió y del que tanto me creí. Aunque, entre nosotros, si él me dice ven, seguramente iré, sin dejarlo todo, pero iré. La edición, por otra parte, es una profesión que viene de mi afición lectora y de la constante necesidad que tengo de hacer cosas y darle alimento a mi mente, me encanta aprender. Hacer libros para otros autores es una profesión maravillosa, una profesión que se convierte en pasión cuando uno ve los resultados reales de lo que aprende en los cursos para editores, cuando uno tiene la oportunidad de leer tantas voces, de aprender tanto y sueña con descubrir a alguien que obtenga el éxito merecido y poder decir «yo fui la primera que leyó esa obra cuando solo era un archivo de word».
En cuanto a mi faceta de escritora, la dejo para el final porque creo que es la que domina a las demás. Es la que propició a las anteriores. Elegí estudiar periodismo para poder escribir, quise formarme como editora para ver cómo escribían los demás, cómo se hacían los libros, incluso he aprendido cómo se hacen a mano de manera artesanal, pero por detrás de todo ese afán de aprender y regresar al mundo del libro siempre ha estado mi deseo de escribir.
Si pudiera elegir la profesión, aunque sentiría mucho dejar de editar a otros autores, elegiría escribir porque es lo que siento que me hace más feliz. Yo, cuando escribo, es cuando me siento yo misma, sin embargo, también soy consciente de que es muy difícil, o al menos solo está al alcance de unos pocos vivir de la escritura. Si algún día llega ese momento seré muy feliz, podré escribir diez, doce, dieciocho horas diarias. Mientras llega ese momento, y por si acaso nunca llega, seguiré editando diez, doce o dieciocho horas diarias. Ambas profesiones son profesiones exigentes, de las que no se hace uno millonario, pero que dan muchas satisfacciones personales.

Pocas veces tengo  la oportunidad de tener enfrente a una escritora y editora al mismo tiempo, así que no puedo dejar de preguntarle por  este complicado mundo que es el literario. Por todas partes nos encontramos con escritores que luchan por publicar, tantos, que podríamos preguntarnos si hay tanta demanda como oferta, si hay mercado para tanta pluma inquieta y ansiosa por ver sus letras impresas ¿Lo hay, Anamaría? ¿Es el futuro de la escritura la autoedición, la publicación digital? ¿Cuántas veces calidad y oportunidad van unidas? Hace poco leí en un blog que hay demasiados “rellenapáginas”  que se hacen llamar escritores ¿Cualquiera hoy en día puede escribir y publicar?

El mundo editorial es muy complicado y terriblemente imperfecto e injusto. Hay muchas voces de enorme calidad que están mudas por culpa de criterios mercantilistas y otras, de pésima calidad, que venden millones por cumplir una serie de criterios que se basan solo en la moda y los dictados de una hoja excel.
En mi opinión, hay demasiada gente que desea escribir, pero eso no es malo, al contrario, creo que el que escribe lee dos veces y eso forma lectores y mentes capaces de ser libres y pensar por sí mismas. Ahora bien, a nadie de los que estamos en este negocio editorial se nos escapa que uno de los grandes problemas es el exceso de oferta que te obliga a trabajar y apostar cada quince días por una novedad que en breve estará obsoleta y será sustituida por otra, tuya o de otro editor, pero que será sustituida de las librerías sin remisión. A mí me gustaría declararme insumisa ante el criterio de la novedad y me gusta reivindicar el papel de lo que podemos llamar la no-novedad, es decir, libros que tienen seis meses y a los que mucha gente trata como libros caducados, como si fueran un yogur. ¿Qué sería entonces de los clásicos si fueran valorados según los criterios del siglo XXI? ¿Pan mohoso? Los libros no caducan, a un buen libro se le puede dar mucha vida después de los seis meses de publicación, el caso es querer hacerlo. Hace tiempo un amigo escritor se lamentaba porque una radio había rechazado hacerle una entrevista acerca de su libro porque este ya tenía ¡cuatro meses! Es una locura. Esto es lo que propicia que aparezcan fenómenos como la autopublicación, no me gusta hablar de autoedición porque alguien que no es editor no se puede decir que se edite a sí mismo; es como medicarse, si no eres médico te puede automedicar, pero probablemente lo hagas mal. Sin embargo, sí puede publicarse a sí mismo a través de los diferentes servicios que ofrecen las nuevas tecnologías. La autopublicación ha favorecido que muchas personas vean su obra publicada en un formato digital o incluso que hagan sus copias en papel, es decir, una democratización de la literatura con un «Usted también puede ser escritor». Ahora bien, dentro de la marabunta que se ha formado con este fenómeno muchos trabajos no cumplen con un mínimo de calidad, están plagados de errores, son meros intentos de novela que no pasarían los filtros profesionales. Yo reivindico el papel de los editores, es decir, el filtro de un profesional está ahí porque tiene que estar, porque es alguien con formación cultural y afán de dar a conocer buena literatura, porque puede ayudar a los buenos a sacar adelante buenas obras, porque puede pulir esos errores de los que no tienen suficiente experiencia.
Hay que admitir, también es verdad, que el mercado editorial, tal y como está configurado no permite apostar más que por unos pocos, que las editoriales corren muchos riesgos por cada autor que sacan del anonimato, incluso con los que no son anónimos se corren ciertos riesgos. A mí me gustaría poder publicar a mucha gente que se lo merece, y que el criterio del editor fuera un filtro, pero no un cuello de botella.

Y si rizamos el rizo ¿Hay diferencia entre escritores y escritoras a la hora de encontrar trabas o facilidades para publicar? ¿La mujer, al igual que aún pasa en muchos sectores y profesiones, sigue por detrás del hombre también en el mundillo (o universo, según se mire)  literario?

Pues para contestar a esta pregunta, creo que me voy a meter en un jardín, por no decir en un berenjenal, pero sí, estoy convencida de que la mujer también sufre, como escritora y como editora, las consecuencias de vivir en un mundo de hombres.
Como editora, estoy rodeada de hombres editores y, sin embargo, no hay nadie como una mujer para acompañar a un autor en el proceso de edición de su obra; somos más empáticas, más sensibles, somos multitarea, editoras, madres, esposas... Nos vemos obligadas a ser luchadoras, a trabajar el doble para obtener la mitad de reconocimiento. Trabajo codo con codo con Noemí Trujillo, editora y fundadora de Playa de Ákaba, y como trabajo con ella sé que no trabajaría con un editor hombre.
Como escritora, creo que mis compañeras mujeres están menos reconocidas, si no recuerdo mal solo trece han ganado el Nobel de literatura, y creo que cinco o seis el Príncipe de Asturias de las Letras. Yo creo que la mujer aún tiene que luchar contra muchos prejuicios, contra la imagen que tienen de nosotras como personas que abandonamos nuestras carreras y hasta nuestros sueños por nuestros hijos o incluso a favor de las de nuestros compañeros. Ya estamos en el siglo XXI y aún debemos escuchar verdaderas barbaridades sobre la vida laboral y la familiar en el ámbito de la mujer trabajadora y yo, como vengo diciendo en esta entrevista, considero que escribir es un trabajo, y muy duro, por lo que tampoco se libra de estos problemas. Además de todo esto, la escritora mujer se ve frente a un prejuicio también muy extendido en cuanto a su obra, aún hay mucha gente que piensa que las escritoras escriben para mujeres y los escritores, para hombres y mujeres. Esto me parece un despropósito monumental. Sin ir más lejos, mis cinco relatos están protagonizados por hombres. ¿Por qué creen que escribo para mujeres? Cuando yo escribo lo hago para los lectores de ambos géneros, salvo cuando lo hago para uno de esos dos géneros de manera consciente. En realidad, todavía hay mucha gente que considera que la obra del escritor es sesuda y profunda y la de la mujer sensible y superficial, yo sin embargo, me voy a mojar, aunque me eche encima alguna voces críticas, creo que la obra de la mujer tiene más calidad, ¿sabe por qué? Porque el hombre lleva siglos pudiendo decir lo que le apetezca, y la mujer que ha vivido callada, escribiendo para sí, a escondidas, ahora que puede hablar dice cosas que merece la pena leer.

Cierre los ojos, tome aire, tómese su tiempo si es necesario y dígame ¿Cómo ve el futuro de los escritores? ¿Los jóvenes vienen empujando fuerte o se han perdido entre tanto Smartphone? aún con riesgo a que no se cumpla, pida un deseo en voz alta, y nos encomendaremos a los hados para que por una vez, nos sean favorables.

Me gustaría que el futuro fuera dulce, como a todo el mundo. Me gustaría que hubiera una  edad de oro de las letras, pero admito que hay muchas posibilidades de que eso nunca se produzca. En la actualidad, los jóvenes viven inmersos en un mundo lleno de estímulos, de formas de ocio y entretenimiento que los alejan de la literatura. Sin embargo, eso propiciará que muchos jóvenes puedan destacar en el cine, la música, los videojuegos, y eso es bueno, porque también son cultura. Aquellos que sí se sumerjan en el mundo de las letras sé que nos sorprenderán. El mundo actual es un caldo de cultivo para miles de buenas historias y muchos jóvenes harán grandes cosas, hay voces muy buenas esperando para dar el salto. Y eso me alegra. Como lectores, la cosa cambia, creo que actualmente se fomenta poco el acceso a la lectura, los poderes públicos están obcecados en su «crisis» y no atiende nada más que a sus propios ombligos, no atienden a la crisis que vive la gente de a pie, ni a los problemas sociales, ¿cómo les va a preocupar la crisis cultural? Al contrario, se deja de dotar a las bibliotecas, se sube el IVA de ciertos productos y servicios culturales, se recorta en educación... a veces parece que no quieren que la gente sepa pensar por sí misma, algo que me recuerda tiempos que quisiera que se quedaran en blanco y negro. También es cierto que el exceso de oferta y la creencia de que la cultura debe ser «gratis total» están degradando el mundo de la cultura y el valor que el lector le da a las cosas, sea un libro de papel, un archivo epub, un mp3 o una película. Aquello que no cuesta conseguirlo no se valora y eso le está pasando a la cultura. El día de mañana habrá grandes escritores, pero no sé qué oportunidad tendrán de demostrarlo. ¿Un deseo en voz alta? Que esos escritores tengan la posibilidad de hacerlo, quiero pasar el resto de mi vida leyendo esas grandes voces de las generaciones que siguen a la mía, y que el libro vuelva a ser un objeto de valor.

Para acabar, y es difícil porque de seguro nos quedan cosas en el tintero. Pero lo dejaremos para una próxima vez ¿Qué ronda ya por esa cabeza pensante suya? ¿Relato, novela,  ensayo, reflexión? ¿Un cuento con un  astuto y blanquinegro gato como protagonista? (risas)

Ahora mismo estoy trabajando en una novela que espero que sea mi primera novela en ver la luz. Estoy emocionada, la vivo y la respiro aunque solo puedo trabajar en ella cuando no soy editora, madre trabajadora, etc., vamos, lo que viene a ser de noche. También estoy remangada con un proyecto muy interesante, un libro de relatos perteneciente a la Generación Subway, en que participo como antóloga, prologuista y autora y que se publicará en diciembre. Generación Subway es un movimiento literario que estamos tratando de dar a conocer a través de la editorial Playa de Ákaba y que hará posible que muchas voces inéditas vean la luz y que otras sin suficiente difusión se puedan oír con contundencia. ¿Un cuento de un gato? Pues seguramente algún día lo haga, los gatos son animales fascinantes.

Gracias por su tiempo y sobre todo, por este maravilloso libro que sabe a poco, una que no se conforma  así como así cuando tiene delante un manjar tan exquisito.  Solo decirle que al igual que usted, yo también he cogido el bolígrafo siempre de una manera muy peculiar…nos vemos por su blog hasta su próximo libro.

Muchas gracias, querido Gato, por leerme, y por atender estas reflexiones de escritora-editora. Es un placer saber que hay quien valora los libros y que está dispuesto a que los libros sigan teniendo el papel en nuestra sociedad que se merecen. En cuanto a lo de coger el boli, pues sí, de niña me reprendían por mi forma de cogerlo... y no sabían que regañaban a una futura escritora. En definitiva, no cuenta tanto la forma como el fondo. Mi letra es fea, al menos eso creo yo, porque escribo tan rápido como me dicta mi cabeza, pero creo que lo importante es lo que mi letra cuenta.





Una entrevista de Yolanda T. Villar

©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

No hay comentarios:

Publicar un comentario