“…–La esperanza que tengo en vuestro propio deleite me obliga a serviros, aunque conozca que pasa los límites la magnitud de mi culpa, pero aumenta en mí el uso de razón, sabiendo que sois merecedor de tal premio. Y para que conozcáis mi benevolencia y cuán grande es el deseo que tengo de serviros y honrar vuestra señoría, y a la hora en que el emperador esté cenando, hágase el encontradizo vuestra merced, dejando aparte los fuertes pensamientos, que yo os prometo meteros en el camerino de mi señora y en la descansada noche veréis cómo llegan los solaces a las personas enamoradas, cuando combatiendo con doble poder la tenebrosa solicitud, aumentará vuestro deleite…”
Santiago
no dejaba de repetirme cómo era posible que, viviendo tan cerca del
Museo de Historia de Valencia, no me hubiera acercado a visitarlo
todavía ¡Inconcebible!, repetía; dejando aparte el lado melodramático de
mi compañero, tengo que reconocer que llevaba queriendo visitarlo,
mucho, mucho tiempo, pero era precisamente esa cercanía, la razón por la
cual todavía no lo había visitado. Si, no es una paradoja. Pensé que
teniéndolo a solo unos metros de casa no había prisa en hacerlo, fuera
como fuera, en cualquier momento lo haría.
Pero Santiago tenía
razón, era inconcebible no haberlo hecho todavía. Así que no nos lo
pensamos dos veces. Había llegado ese momento. Y reconozco que ambos
estábamos nerviosos, con los nervios típicos de los estudiantes que van
de excursión tras mucho tiempo estando planeándolo; Santiago deseaba
conocer de primera mano la historia de esta ciudad natal mía, porque
conocerla era conocerme más a mí, según él, yo sinceramente pensaba que
como mucho podríamos remontarnos a los setenta, para realizar ese
conocimiento, pues antes de esa fecha, no creo que tuviera nada que ver
conmigo la historia de la ciudad. Pero me hallaba también algo inquieta
por visitarlo, tenía tanto con lo que reencontrarme y tanto que
descubrir, pues reconozco que en mis tiempos de estudiante no presté
demasiado atención a la historia de Valencia, ni a la historia de nada,
no sé porqué, pero en los años en los que más despiertos estamos y
mejor podemos conservar los conocimientos adquiridos, menos nos interesa
todo lo que suene a estudio. Una pena.
Años después, en años
de universidad, todo me parecía poco, las lecciones y el tiempo empleado
en ellas. Quería saber más y más y más, y entonces sucedía que no había
ni tanto tiempo, ni tantas lecciones sobre historia. Eso se supone
aprendido en años anteriores, ahora, entonces, tocaba aprender nuevas
cosas. Que fastidio.
Crucé como una flecha la Avenida del Cid,
raro en mí pues soy bien conocida por mi parsimonia en mi caminar y mi
contemplación de toda mosca que pase volando por mi lado; pero si,
entonces no me entretuve con nada y rauda y veloz pasé de la Avenida a
enfilarme hacia el Parque de la Capçalera, y seguida por mi simpar
compañero de trotes, llegué hasta Mislata, donde tiempo atrás, mucho
tiempo atrás, se encontraba el Primer depósito de Aguas de Valencia,
hoy, el flamante Museo de Historia. Cuando Santiago me preguntó el
porqué del agua que caía permanentemente por la pared de piedra
del museo, no lo dudé dos veces, sin duda alguna era un guiño a ese
pasado del lugar, agua hubo, agua se retuvo. Y lo bonito y original que
queda, que esa es otra.
Observábamos la fachada con sus tres
enormes puertas de hierro, desde la acera de enfrente, para que la
lejanía justa nos mostrara el edificio en todo su esplendor, como se han
de ver las grandes obras de arte. Entonces alguien se nos acercó y tras
unos segundos de silencio, nos dijo:
−Disculpad ando algo perdido ¿Queda mucho para llegar a la Insigne Bizancio?
−
¿Bizancio? –pregunté yo algo extrañada− no me suena que esté por aquí
¿Calle, plaza? no sé, debe estar por la Ciutat Vella, en esta zona no
caigo yo que…
Y ahí acabó mi explicación, que debía ser
muy aburrida y algo liosa, pues el viandante perdido me dio las gracias
antes de acabar y marchó sin mirar siquiera al cruzar la carretera. Hay
gente rarísima. Aunque su peinado de sota de bastos y su vestimenta, me
decían que de nuevo algo extraño estaba a punto de sucedernos; Santiago
también lo presintió y suspiró mientras cargaba con sus trastos
fotográficos y nos dirigíamos a la entrada del Museo.
Lo cierto
es que el Museo impone desde la misma entrada. Su cuidada decoración, su
perfecta armonía arquitectónica entre lo moderno y lo clásico, entre
las últimas novedades y lo autóctono, es realmente una mezcolanza
singular y perfecta entre ayer u “ayeres” y hoy. La luz que nos recibió
en su interior invitaba a reflexionar y a tomarse la visita con calma,
como si fuera un atardecer mediterráneo y camináramos entre las
estrechas calles del casco antiguo de la ciudad. Realmente era eso lo
que apetecía, pasear por “las calles del museo”.
Cuando empezamos
nuestro recorrido por la Valentia Romana, como estaba mandado, pues
empezar casas por tejados es complicado, esa misma luz de la que hablaba
y esas “calles” por las que se desarrollaba la exposición, aunque más
bien parecía desarrollarse la Vida de entonces, cumplían a la
perfección su papel de “túnel del tiempo”.
Fundada en el año 138
a.c, la ciudad romana de Valentia fue el comienzo del desarrollo
económico, social, cultural, político y cosmopolita de esta ciudad que
desde entonces hasta nuestros días, ha bebido y se ha embebido de las
culturas y gentes que han pasado por ella; y esta riqueza mestiza la que
dota a la ciudad de Historia con mayúsculas, pues no hay mayor tesoro
que el que surge de la unión de diferentes pueblos y orígenes. Se fijan
estos troteros en sus piezas de gran belleza, como un ungüentario,
diversas ánforas, monedas, mosaicos, joyas, lucernas pero lo que más nos
llama sin duda la atención es una inscripción sobre piedra calcárea en
honor de los Attis, que traducido reza:
“Lucio Antonio Crescento,
hijo de Lucio, de la Tribu Galeria, edil, duunviro y flamen. A este, a
título póstumo le fue otorgada por el pleno de la corporación de los
Valentinos la alabanza pública, el lugar de la sepultura los gastos
fúnebres y la estátua, por decreto de los decuriones de los veteranos.
A Lucio Antonio Crescento, hijo de Lucio, de la tribu Galeria. Julia Máxima, hija de Cayo, su madre.”
Pero
lo que más gusta a estos troteros y simpares viajeros, es la manera en
la que los responsables de museo y exposición nos hacen llegar la vida
de la época ¡En imágenes teatralizadas del día a día de entonces!
bueno, y con lo que gustan estos caminantes de un buen teatro, que decir
que gozamos y disfrutamos como puercos en el barro.
Se nos
muestra la casa del patricio Lucius Antonius Niger, junto a la Vía
Augusta. Se hallan preparando un banquete para celebrar el matrimonio
setabense de Marco y Clodia. Domitia, la dueña de la casa, repasa la
comida que se servirá en el ágape y habla con su marido sobre los
detalles de la carrera política de su hijo, así como la importancia de
la educación y el matrimonio de su hija. Estaba claro que la mujer
romana participaba más de la vida social y política de lo que tal vez
siempre se ha creído, relegando a la mujer romana al hogar y el cuidado
de su marido e hijos exclusivamente. Durante la cena, los invitados
charlan animosamente sobre la Valentia Imperial, su grandeza y la
importancia en el desarrollo de la misma, de la política y la religión.
“…–Doncella, todo mi temor es de vergüenza por el extremado bien que quiero para mi señora.
Mejor quisiera volverme que seguir adelante, cuando pienso que la majestad suya no tiene ningún
conocimiento de todo esto, y no es menos cierto, cuando verá tal novedad, que va a asustarse toda, y
yo antes prefiero la muerte a la vida que hacer una ofensa a su majestad. Alcanzarla quisiera, mejor
con amor que con dolor, y cuando veo que con tan gran desorden de la grandeza de mi bondad, con
ilícitas prácticas la he de conquistar, mi voluntad no está de acuerdo con la vuestra…”
Poco
a poco, la Valentia romana va perdiendo el poder y su apogeo comienza a
decaer para dar paso a una nueva ciudad que viene pisando fuerte y la
cual empieza a mirar más allá del Mediterráneo. Surge la Valencia
Visigoda.
En la Villa de Teudunirus, cercana a Valentia, ha
llegado el momento de cosechar y vendimiar para intentar asegurarse
alimento y vino para el invierno; el año ha sido bastante bueno a pesar
de las muchas plagas que asolaron la región, y es que son tiempos
difíciles para la ciudad. Con el hundimiento de la administración
Imperial, el vacío de poder ha obligado a los ciudadanos en su gran
mayoría a buscar refugio y sustento en el campo, bajo la protección de
un Dominus, Señor. El ascenso de la clase eclesiástica no ayuda tampoco
mucho al hambriento pueblo.
Cuando nos
dirigíamos por nuestros particulares túneles del tiempo, desde la
Valencia Visigoda a Balansiya, la Valencia musulmana, vimos salir de
aquel mismo pasillo al extraño turista que nos preguntaba impaciente por
Bizancio, calle, plaza o vaya usted a saber qué. No parecía buscar
nada en concreto y buscar por todas partes, pues iba y venía de un lado
para otro, mirándolo todo mil veces.
Pero como todo lo que
empieza tiene su fin, la Valencia visigoda tampoco iba a ser eterna, así
que de Valencia pasó a ser ciudad musulmana en el 711, Balansiya,
quedando tras la batalla con el Cid Campeador en manos cristianas,
máxime cuando la ciudad fue al fin conquistada por Jaume I.
Al
caer la noche en el arrabal de Roteros, un pequeño grupo de soldados
del Cid Campeador hacen su ronda tras el toque de queda impuesto a la
ciudad; hace ya tres años que fue tomada, pero debido a las razzias y
saqueos, los ánimos y las fuerzas flaquean ya en demasía. La población
de Balansiya fue expulsada de la medina y su cadí Ibn Yahhaf, quemado
vivo para escarmiento del populacho.
Es ya demasiado para un
pueblo que ha sido ultrajado y humillado a manos de ejércitos
castellanos que les chupan la sangre a base de desmesurados tributos.
Queda una esperanza, pero esto parece tan lejana…la liberación
almorávide.
Pero a pesar de todo, la vida continua y en los
patios árabes la vida se inicia con una oración al alba. Así es en casa
del perfumista Ahmad, por ejemplo, junto a la puerta del al-Warraq; en
breve se casará Fátima, la hija, y el ambiente entre las mujeres de la
casa es alegre y festivo, conversan sobre los rituales ancestrales, el
linaje familiar y las tradiciones. La noche en el patio queda reservada
para Ahmad y sus amigos, los cuales se reúnen en torno al laúd y la
poesía, en un intento de olvidar el asedio amenazante de los ejércitos
cristianos.
Era maravilloso, hipnótico,
el viaje que estábamos realizando a través de tan peculiar túnel del
tiempo, poder ver, sentir, incluso casi palpar la historia de mi ciudad.
Poder saltar de época con tan solo avanzar por los pasillos del museo,
era mucho más de lo que estos simpares viajeros podían haber pedido
antes de comenzar tan singular viaje, realmente llegamos a sentirnos
parte de esas escenas y de esos tiempos, casi, como haber estado allí.
Continuamos el paseo por la historia adentrándonos en la Edad Media,
una de las épocas que más han gustado siempre a esta que les cuenta,
pues a pesar de la dureza de los tiempos, la parte de leyendas, magia,
brujas, hechiceros que acompañan a esta época de nuestra Historia,
siempre me ha atraído como miel a las moscas. Esa Historia Novelesca, o
más bien, historia dada a la novela, me ha apasionado desde bien niña,
así que adentrarme en este momento histórico, hizo que se acelerara mi
corazón.
Me sorprendió ver de nuevo al personaje con
peinado de sota de bastos, pero cuando me acerqué a él, no solo su
vestimenta, sino su porte, me recordó más al Caballo de Espadas de la
baraja española; si, mirándole a los ojos y observando sus movimientos,
se asemejaba a todo un Caballero de los de cota de malla y espada. El
muy canalla tenía una sonrisa muy picarona y una mirada realmente
seductora ¡Huy, el de Bizancio iba a resultar todo un don Juan! Claro
que, Santiago pensaba que una vez más, construía castillos en el aire
con tan solo observar a una persona…quien sabe.
Tras la
conquista del rey Jaime I, Valencia inició una nueva etapa. La ciudad
constituyó el núcleo fundador del nuevo Reino de Valencia. Durante el
Trescientos, Valencia padeció graves contratiempos como revueltas, la
peste negra y diferentes guerras que desequilibraron la vida cotidiana
de la ciudad, pero superó el bache gracias a la dinámica económica
ascendente. Por ello, el siglo XV fue un Siglo de Oro para la ciudad.
Sin embargo, este esplendor se rompió a principios del Quinientos, a
causa de las dificultades financieras y la crisis del sistema gremial.
En un obrador textil, en la pobla del Bisbe, los Tovià, una saga
familiar de artesanos –bruneters–, viven durante todo el siglo XIV los
conflictos de una ciudad en continuo crecimiento. Desde la conquista, la
llegada masiva de colonos del norte ha generado una sociedad fluida
pero inestable, que se debate entre la intolerancia religiosa y la
convivencia plural. Una sociedad construida en torno a la religión y los
oficios.
La recién construida Lonja de mercaderes abre sus
puertas a los tratos y contratos de la que es una de las principales
plazas comerciales del Mediterráneo. Miquel Tovià, descendiente de una
saga de artesanos textiles que se remonta a la conquista, es ya un
importante mercader, forma parte del Consell municipal y aspira a
ennoblecer su familia por vía matrimonial. La ciudad vive una etapa de
esplendor artístico y cultural, en parte fomentada por sus buenas
relaciones con Italia, ahora que un valenciano, Roderic de Borja, ocupa
la sede papal con el nombre de Alejandro VI.
Es
realmente un tesoro, lo que alberga el museo especialmente de esta
época. Exvotos, escudillas, gárgolas, ménsula, sellos, tablas, incluso
una de las letras de cambio firmada por el mismísimo Pere Anglés fechada
en 1431. Y en ello estaba cuando el personaje caballeresco exclamó
junto a mi hombro,
−¡Oh que tiempos de aventuras y
batallas! ¡De amores, amoríos y escarceos! ¡Cuan grandes eran las
distancias a recorrer y que deseos de conquista al llegar al fin del
camino! Un caballo, un arma y una dama a quien besar ¿Quién podría pedir
más? ¿No lo creéis vos así?
La verdad es que no
supe que contestar, no reparé mucho en lo que me dijo el supuesto
caballero, más bien me quedé prendada en su forma de decirlo. Así que
sonreí tímidamente y bajé la cabeza para no encontrarme de nuevo con sus
seductores ojos, por un momento me sentí una Dama cortejada. Y fue tan
extraño…
−Que larga fue la marcha desde
Inglaterra a Francia, Sicilia y Rodas –continuó diciendo el anónimo
caballero, aunque esta vez no parecía decírselo a nadie en concreto, más
bien, le hablaba a su corazón− no creo que Guillem de Varoic supiese lo
lejos que este aprendiz llegaría en sus andanzas…
“…Por
Dios y por favor os pido, virtuosa doncella, que queráis que nos
volvamos, pues yo decido antes perder la cosa que más he amado y lo que
tanto he deseado, que hacer nada que pueda agraviarla. Todavía me parece
gran cargo que, antes, equivocadamente hasta aquí haya venido, que por
tal delito yo mismo debería
hacerme homicida de mi persona. Y no
penséis, doncella, que yo lo deje sólo por temor, sino por el extremo
amor que por su alteza siento. Y cuando ella sepa que yo he estado tan
cerca, y que por amor me he abstenido de enojarla, en mayor cuenta lo
tomará por infinito amor…”
Y quedó perdido en sus
pensamientos. Cómo no está bien molestar al que anda sumergido en sí
mismo, Santiago y yo seguimos nuestro caminar por la Historia, dejando
la Edad Media para poner un pie en la Modernidad, desde Germanías a la
Nueva Planta.
La entrada en Valencia en época moderna estuvo
marcada por la Germanía. Los agermanados se alzaron contra la nobleza y
la jerarquía eclesiástica, llegando a controlar Valencia entre 1519 y
1520. El espíritu de la Contrarreforma arraigó con fuerza y el afán por
la unidad religiosa culminó en 1609 con la orden de expulsión de los
moriscos. La grave crisis económica del XVII y la peste
de 1647 provocaron numerosos motines, que se mezclaron a principios del XVII, con la Guerra de Sucesión.
Bajo los soportales de la plaza del mercado transcurre el siglo XVI
valenciano, desde sus convulsos inicios, con la revuelta de las
Germanías y su posterior represión, al esplendor de una corte virreinal
que oscila entre la frivolidad cortesana y el fomento del Humanismo. La
Inquisición, siempre vigilante ante cualquier heterodoxia, ha instaurado
un ambiente represivo que ahoga la propagación de las nuevas ideas.
Ante un balcón de la calle Cavallers, en casa del librero Vicent
Franco, se conversa y se viven los acontecimientos del mundo barroco
valenciano, marcado por las graves consecuencias de la expulsión de los
moriscos. La procesión del Corpus que discurre bajo el balcón es un buen
ejemplo del ceremonial y la estética artificiosa que caracteriza este
siglo de crisis. La religiosidad se vive de forma extrema y es causa de
enfrentamientos y desordenes. Años después, en 1648, la más grave
epidemia de peste se cierne sobre Valencia, dejando tras de sí muerte y
miseria.
Aún quedaba mucho por ver y el tiempo iba pasando inexorable, así que mi simpar compañero y yo seguimos avanzando en nuestro recorrido histórico por la ciudad de Valencia, y con tan solo girar, nuestro viaje en el tiempo nos llevó hasta el Municipio Borbónico, A la muerte de Carlos II sin descendencia se produjo la Guerra de Sucesión que enfrentó a Felipe d’Anjou y al archiduque Carlos de Austria. (al que Valencia reconoció como rey en 1705). El 25 de abril de 1707, los austracistas fueron derrotados en la Batalla de Almansa y, poco después, el nuevo rey Felipe V, promulgó los decretos de Nueva Planta, que abolían los fueros del Reino de Valencia. El siglo XVIII, fue también el Siglo de las Luces, encontrando la Ilustración un eco ferviente en Valencia. En 1808 comenzó la Guerra de la Independencia contra Francia (Napoleón). Durante el conflicto se elaboró la constitución liberal de 1812 en Cádiz contando con representantes valencianos. En 1814 Fernando VII decretó en Valencia la vuelta al absolutismo, cosa que impulsó las revoluciones burguesas que jalonaron el siglo XIX.
Malos tiempos fueron estos…para los valencianos y nuestro Orgullo de Reino. Malos e injustos tiempos.
Seguimos adelante como Valencia lo hizo entonces, y nos encontramos dentro de la más absoluta, y ahora sí, Modernidad.
El
Ochocientos es un siglo de transformaciones: Valencia se convierte en
una ciudad burguesa e industrial. A mediados de siglo Valencia comienza
el despegue industrial, posibilitado por las mejoras en las
infraestructuras urbanas (puerto, carreteras…) La ciudad crece
materialmente y en 1865 se derriban las murallas y se planifica el
ensanche, introduciendo nuevas infraestructuras como el agua potable, el
gas o la electricidad. La Exposición Regional de 1909 es el escaparate
de los grandes adelantos de la época, pero, a la vez, se desarrolla en
medio de un clima cada vez más deteriorado debido a las intensas luchas
sociales que ponen de manifiesto la otra cara del progreso económico.
En el despacho de su fábrica de abanicos y bastones, los Colomina reflexionan sobre el clima político del momento y discuten estrategias frente a la creciente organización obrera. La familia hizo fortuna en Cuba, pero ha sabido diversificar sus inversiones en la industria y la exportación de la naranja. Necesitan entrar en política para asegurarse influencias a nivel comercial, mientras viven y saben disfrutar de las oportunidades de ocio que presenta la Valencia burguesa.
−Estos
ya no son mis días, los míos lejos han quedado entre el fragor de mil
batallas y las cálidas sábanas de mi Amada –dijo tras de mí el caballero
desconocido− ¡Cuánto añoro su cama, su aroma, su tacto! ¡Y cuanto deseo
volver a Constantinopla! hállome tan perdido y solo en estas tierras,
ya desconocidas.
−Ya supongo que no se trata de una
calle, ni una avenida –dije yo−vuestra mirada me dice que más lejos está
ese objeto de deseo, u objetos, amada y lugar. ¿En qué puedo ayudaros?
–y yo misma me sorprendí hablando de semejante manera a mi
interlocutor. La magia del salto en el tiempo me había llevado a olvidar
por un momento mi lenguaje habitual. Y fue tan agradable.
Pero
no me contestó ni me dijo nada más, cabizbajo y algo emocionado
encaminó sus pasos hacia adelante desapareciendo de mi vista en unos
segundos. Quise seguirle, pero todavía quedaba Museo por ver e Historia
por descubrir. Tuve que aguantar mi curiosidad y seguir mi caminar.
En
términos históricos, el siglo XX comienza con la gran huelga general de
1917, que liquida el sistema bipartidista de la Restauración y abre
paso a las ideologías.
La IIª República introdujo importantes
avances sociales, pero no consiguió superar el clima de creciente
enfrentamiento. El orden político se rompe en 1936 con la sublevación
del general Franco. Sin embargo, Valencia permaneció en el bando
republicano hasta el final de la guerra. Los primeros años de la
dictadura estuvieron marcados por la autarquía y el racionamiento; sin
embargo, en los 60 se inició una etapa de desarrollo caracterizada por
el crecimiento urbanístico y la llegada masiva de inmigración. La
muerte de Franco en 1975, abrió el camino hacia la democracia. Una
modernidad que debió llegar cuarenta años antes y que se vio truncada
por el egoísmo y el odio entre hermanos.
A partir
de 1975 se inició la transición democrática y, posteriormente, la
transferencia de competencias a la Comunitat Valenciana, que ha
permitido la recuperación de la lengua y cultura propias.
En las dos
últimas décadas, Valencia ha llevado a término proyectos emblemáticos,
como el Jardí del Túria, l'IVAM, el Palau de la Música o el de
Congressos, el metro, o la Ciutat de les Ciències. Pero, juntamente a
éstos, son las infraestructuras y los servicios los que convierten a
Valencia en una urbe moderna, abierta a la multiculturalidad y con un
papel cada vez más preponderante en el contexto mediterráneo y europeo.
Es extraño como se siente una persona tras vivir años, toda su vida
prácticamente en un lugar, y conocer de verdad la historia de tu ciudad
sin vaguedades ni inexactitudes, de primera mano, y descubrir que a tu
alrededor nada es lo que parece y lo que parece ser, antes fue otra
cosa. Todos fuimos algo antes de lo que somos ahora, otros lo fueron por
nosotros, y es gracias a ese devenir de gentes, sucesos y tiempos los
que nos dan el carácter y el temple que todos y cada uno de nosotros
tenemos en la actualidad.
Conocer nuestra historia es amar
quiénes somos y respetar a los que vinieron antes que nosotros,
desconocerla, es estar condenados a vagar en el desconocimiento y la
orfandad cultural y genética.
Nos disponíamos Santiago y
yo a salir del museo, aunque no pudimos evitar echar un vistazo rápido,
si es que se puede mirar rápidamente el arte y la historia, a la sala en
la cual se exponía una retrospectiva del Mercado Central de Valencia,
cuando vimos a nuestro extraño caballero andar ensimismado entre los
libros de la Biblioteca del Museo de Historia. Llevaba uno en particular
entre sus manos, lo abrió con calma y emoción y dejó caer unas lágrimas
embelleciendo más si cabía, sus hermosos ojos y su dulce rostro.
Me
acerqué a él, puse mi mano en su hombro. Él giró levemente la cabeza y
toco mi mano con la suya. Un suspiro, no sé bien si suyo o mío, me
devolvió al lugar en el que me encontraba, pues durante unos segundos,
creí estar muy lejos de allí, entre brumas del Mediterráneo y aromas de
té y especias. El caballero depositó el libro entre mis manos,
rozándolas suavemente, lanzó un beso y por despedida solo dijo:
−Solo
quería leer las palabras de mi “padre”, Joanot, el me creó y los que
las leyeron, esas palabras, me dieron la vida. El tiempo me hizo
inmortal. Pero solo deseo volver a mi querida Bizancio junto a mi amada
Carmesina. Solo el amor logra mantenerme vivo más allá de la vida.
Si.
El Amor, como la Historia, nos mantienen vivos más allá de la vida. Mi
Caballero Blanco tenía el secreto de la eterna juventud.
Y
marchamos del Museo sin mirar atrás, no había porqué, la Historia y las
Leyendas, estaban a nuestro alrededor y así sería siempre, formando
parte de nosotros, de todos y cada uno de nosotros.
“…Tirante tenía la mano sobre el vientre de la princesa, y Placerdemivida tenía la mano sobre la
cabeza de Tirante, y cuando notaba que la princesa se dormía, aflojaba la mano y entonces Tirante
tocaba a su gusto. Y cuando iba a despertarse apretaba la cabeza de Tirante y éste se estaba quieto.
Con este entretenimiento pasaron más de una hora, y él no cesaba de tocarla. Cuando
Placerdemivida comprendió que ella estaba bien dormida, aflojó del todo la mano a Tirante, y él,
con cuidado, intentó dar fin a su deseo; pero la princesa empezó a despertarse y, medio dormida
dijo:
–¿Pero qué haces, desventurada? ¿No me puedes dejar dormir? ¿Te has vuelto loca que quieres
intentar lo que es contra tu naturaleza?
No pasó mucho rato hasta que ella conoció que era más que mujer y no lo quiso consentir y
empezó a dar gritos. Placerdemivida la tapaba la boca y le dijo al oído para que ninguna de las otras
doncellas pudiese oírla:
–Callad, señora, y no queráis difamar vuestra persona. Mucho me temo no vaya a oíros la señora
emperatriz. Callad que este es vuestro caballero que por vos se dejaría morir.
–¡Oh, maldita seas! –dijo la princesa– ¡Que no has tenido temor de mí ni vergüenza del mundo!
¡Sin que yo supiera nada, me has puesto en tan gran apuro y difamación!
–El mal ya está hecho, señora –dijo Placerdemivida; poneos remedio a vos y a mí, y paréceme
que callar es lo más seguro y lo que más puede servir en este caso.
Tirante, en voz baja, le suplicaba tanto como mejor podía. Ella, viéndose en tan estrecho paso, que
de un lado la vencía el amor, y del otro el miedo, pero como el amor superaba al miedo, decidió
callar y no dijo nada…”
(Tirant lo Blanch, de Joanot Martorell, fragmentos)
Museo de Historia de Valencia
c/ Valencia 42, Mislata, Valencia
telf.: 96 370 11 05 /96 370 11 78
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
FOTOGRAFÍAS: Santiago Navascués Ladrón.
TEXTO: Yolanda T. Villar.
Es increíble lo que tus ojos ven y como lo transmites, Yolanda T. Villar, solo con leerte es como estar presente en el mismo lugar. He visitado el museo y me pasaron desapercibidas la mitad de las cosas de las que hablas. Tendremos que volver a visitarlo prestando más atención.
ResponderEliminarun saludo. Un blog estupendo y original.
Antonio
Cuando entras en un lugar que rezuma historia por todas partes, lo que tus ojos no ven, lo siente tu corazón...y tu mente.
EliminarMuchas gracias, seguro que una nueva visita hará que veas las cosas de otra manera.
Saludos
Nunca he visitado ese museo. A partir de ahora, aunque nunca llegue a pisarlo, no podré decir que no lo he visitado. A mí la historia tampoco me ha “entrado” nunca, si en las escuelas la enseñaran como lo habéis hecho vosotros estoy completamente segura que sería otra cosa. Gracias por esta magnífica lección, por haberme dejado pegarme a vuestro lado y hacer este paseo con vosotros.
ResponderEliminarGracias. Dos abrazos para Yolanda y Santi.
Bárbara.
Fíjate que lo tengo al lado de casa, pero al lado justo y nunca lo había visitado, siempre lo dejaba para "otro día" dado que está tan cerca, siempre había tiempo de entrar..hasta que un día, dijimos, ha llegado el momento.
EliminarY aunque historia siempre fue mi asignatura favorita, hubo momentos en que no había quien se tragara aquello...jajajaja
Dos abrazos, uno de cada uno de nosotros.