No es fácil, ni para un gato, trotar por ciertos lugares de
la ciudad cuando cae la noche. Hay lugares, que a pesar de estar iluminados,
aunque sea por cuatro farolas de débil luz, proyectan más sombras que luces; un
gato no tiene miedo a la noche, ni a las sombras, pues él mismo es una de esas
sombras que se desplazan sigilosas y silenciosas por la ciudad. Pero los
lugares solitarios y silenciosos, nunca lo son tanto. Tras cada sombra, hay un
cuerpo tangible, unos pies que dejan huellas, unas manos que rozan con sus
dedos por donde pasan, y sobre todo hay susurros, secretos contados soto voce, declaraciones de amor e
incluso amenazas en voz queda, pero dichas con miradas que se clavan como
cuchillos.
El silencio esconde muchas voces y sonidos, claro que para
un gato es fácil oírlos, presentirlos, adivinarlos, por eso los sitios
solitarios y silenciosos para nosotros no son más que una caja de música a la
que hay que dar cuerda para que suene. Una bailarina espera su momento para
ponerse a girar y girar al son de una melodía, la sombra acecha para ser la
mano que gira la rueda o la que cierra la tapa de golpe, aplastando a la pobre
danzarina y silenciándola hasta que una nueva sombra haga girar la llave.
Buena es la noche para un gato negro, o blanquinegro como es
mi caso, pues entre tanta penumbra, malo es no encontrar un hueco en dónde el
negro tape al blanco y me haga pasar desapercibido; no es buen escenario sin embargo
para un gato blanco, llama demasiado la atención y son muchas las sombras a la
caza y captura del que sobresale, del que se sale de la norma, del que llama la
atención, de aquel con quien será fácil cebarse y desquitarse porque brilla
demasiado bajo la tenue luz de una farola a la que solo la rodea la oscuridad.
Cuidado gato por dónde pasas o dónde curioseas, no sea que
esa curiosidad te mate, a pesar de que digan que de noche…Todos los Gatos son
Pardos.
Rafael Herrero, en su novela La plaza del silencio, nos
cuenta una historia que mucho tiene que ver con todo esto, con las luces y las
sombras, los silencios y los gritos…y porque no, con los maullidos lastimeros
de algún gato callejero.
“La plaza del silencio no es una
novela negra sin más, es una novela muy negra, nada más y nada menos. Una
oscuridad que nace del interior de los personajes para expandirse hacia el exterior,
como lengua de camaleón atrapando moscas y mosquitos por doquier; esa oscuridad
nace del más profundo de los miedos humanos, el miedo a lo desconocido, a lo
diferente, convirtiéndose en una amenaza capaz de generar el más terrible de
los odios, el odio al propio ser humano. Es esta una novela en dónde los malos
son muy malos y los buenos o aparentemente buenos, pueden ser llegar a ser
peores. Es el miedo una vez más el que
habla y hace actuar a cada uno de ellos, las circunstancias dirían unos, los
tiempos que corren dirían otros, el Hombre que es un lobo para el hombre…
Rafael Herrero nos presenta una serie de
personajes que de tan bien perfilados, son reales y conocidos para todos y cada
uno de nosotros; todos hemos conocido alguna vez a alguno de ellos, los que
tengan muy mala suerte hasta pueden haberlos conocido a todos. Años difíciles
los que nos trae la novela, el fin de una dictadura que lleva agonizando desde
antes de empezar a morir, y cuyo miedo a lo que está por venir y a lo que
quedará al descubierto al morir el dictador, convierte a estos personajes en
bestias que aúllan por el dolor de no ser capaces de aceptar que todo aquello
en lo que se basaba su existencia, se comienza a derrumbar a su alrededor.
Chema, el
protagonista es un muchacho soñador y anclado en una infancia a la cual
idealiza, al mismo tiempo que recuerda como el origen de todos sus miedos,
miedos infundados, miedos infantiles al fin y al cabo: las sombras, los ruidos,
los silencios…Chema tiene miedo hasta de sus propias ideas y palabras, se diría
que se tiene miedo a sí mismo por si en algún momento, deja de serlo.
Paradójico. Idea tan oscura como sus miedos. El Teatro, los amigos, su novia de
la infancia y su amor platónico, le dan la seguridad que le falta en su casa y
en la calle, la que le falta consigo mismo y que desea encontrar a toda costa;
si, Chema es ese león asustadizo que ha de ir a Oz en busca de su valentía.
Pero de momento, no es más que un gatito que de vez en cuando saca las uñas,
tan solo para afilárselas, sin arañar más que su conciencia.
Hasta el día que presencia un
terrible asesinato en la plaza de Chueca. Cómo único testigo solo tiene dos
opciones, huir y olvidarse de lo que ha visto, o presentarse ante la policía y
denunciar los hechos, arriesgándose de ambas maneras, a ser una próxima
víctima. Pero Chema, sin quererlo, desde el momento en que ha presenciado tan
brutal asesinato, ya es una víctima del sistema, de la sociedad, de sí mismo.
La plaza del silencio, se adentra en los recovecos más oscuros y pestilentes del ser humano,
en dónde la cobardía, el miedo, los sueños rotos, la ignorancia, la ignominia, los remordimientos y la herencia cultural, nos
lleva de la mano al mundo donde habitan los monstruos más primitivos del Hombre,
el cual, como una mandrágora, puede ser remedio o droga para sí mismo y los demás, si no sabe
enfrentarse a sus miedos.”
LA PLAZA DEL SILENCIO
Rafael Herrero
Editorial Alrevés
S.L.
ISBN:
978-84-15900-40-5
Una Reseña de Yolanda T. Villar
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
La verdad es que he disfrutado leyéndola. Me gusta eso de una novela negra pero muy negra... aunque yo pienso que también hay lugar para los grises oscuros, y claros, y quizá, algún personaje es hasta luminoso. Imagino que un gato muy especial le acompaña en su largo viaje en busca de un poco de luz.
ResponderEliminarBonita reseña. No quedará más remedio que leer el libro de nuestro amigo Rafa.. Tengo curiosidad de ver todos esos colores que van desde ese Negro hasta... la luminosidad.
ResponderEliminarUn abrazo
Bárbara.