No es fácil para un gato
trotar por un mundo de humanos, pues nos guste o no, no hay ciudad,
pueblo, o sendero en mitad de un bosque, que no esté pensado por y para ellos. Pero
si algo he aprendido de mis siete vidas
y mi trotar incesante, es que tampoco es fácil para los propios humanos; tan
ocupados en imponerse al resto de seres vivos sobre la tierra, en ser mejor que
los de su propia especie, conseguir más riquezas, estatus y prestigio que su
vecino, los hombres se han olvidado de lo más importante, ellos mismos.
Yo procuro pasar desapercibido, pero no porque tenga algo
que ocultar a los demás, es que soy yo mismo quien he de ocultarme de ellos
para poder vivir tranquilo y observarles; si me descuido, me llevo un puntapié,
un pisotón o alguien intenta agarrarme del rabo por la sola satisfacción de
sentirse superior a un ser veinte veces más pequeño que él y más indefenso.
Seamos realistas, se salvan más vidas gatunas siendo rápido y discreto, que
arañando. A los humanos nos les va mejor que a mí, cuando tienen que
relacionarse entre ellos, pues los más fuertes intentan por todos los medios,
imponerse a los más débiles, a los más indefensos, intentando agarrarles, metafóricamente,
por sus colas y lanzarlos luego al aire solo por el placer de verles estamparse
contra el suelo. Afortunadamente, siempre hay alguien dispuesto a levantarte
del suelo y tenderte una mano, solo que la mayoría de las veces, no sabes
distinguir amigo de enemigo, sobre todo, cuando son muchas las veces que han
dado con tus huesos en tierra.
Ya sabéis, si perro apaleado lo recuerda siempre, gato
escaldado no lo olvida jamás.
Y es difícil saber lo que se oculta en verdad tras los ojos
de una persona, tras la puerta de su casa, tras la armadura de su alma; a no
ser que seas Alicia G. García, y
hayas escrito Y por fin, el silencio, novela
en la cual, los laberintos de la mente y el comportamiento humano, se abren de
par en par al lector….
“Alicia G. García nos presenta la
debilidad del ser humano y su más grotesco y oscuro lado, en forma de novela.
Con Y por fin, el silencio, los
rincones más ocultos y las esquinas más inaccesibles del alma y la mente humana,
quedan al descubierto; con una prosa amena, sencilla, directa, clara y sin floritura
alguna, la autora nos sumerge en una historia hecha de historias, una
mezcolanza de personajes y secretos que amalgaman como leche y café, creando
una simbiosis perfecta entre todos ellos, logrando magistralmente, cual hilo de
Ariadna, unirlos a todos ellos, dejando el camino marcado para retornar a la
salida del laberinto, si es que se quiere salir de él.
Para conocer el presente y el
porqué de los actos de los personajes, hemos de viajar al pasado, en dónde las
culpas de los padres, se tornan cicatrices en los hijos, sin haber manera
posible de tapar las heridas con un tatuaje que disimule las marcas del dolor
sufrido. Conoceremos a María Antonia,
cuyo dolor y frustración la ha convertido en piedra, utilizándose a sí misma, como
arma arrojadiza contra su propio hijo, Teo,
cuyas cicatrices son tan hondas, que traspasan su alma y su mente,
perforándolas y creando en su interior un agujero tan negro, que es devorado
por su propia oscuridad. Lucas, joven
policía que sin saberlo, arrastra consigo las culpas y la demencia ajena. Almudena, que con su envidia, egoísmo y
su silencio, es tan grotesca como el peor de los monstruos. Fermín, lobo con piel de cordero y corazón
de hierro. Y Elisa Antuña, Inspectora
de policía, cuyas cicatrices aún sangran por un pasado que no puede ni quiere
olvidar y por un futuro que le resulta irreal e inalcanzable, casi tanto como
la felicidad que nunca tuvo de pequeña y que se le resiste de adulta.
Y alrededor de ellos, tres
mujeres asesinadas sin conexión aparente entre ellas, tres policías que se
sienten frustrados por no poder resolver un antiguo caso que vuelve a ellos,
como depredador que acecha a sus presas, sin saber, que la resolución está más
cerca de lo que hubieran imaginado jamás. Lucas,
Arturo y Elisa, no solo han de enfrentarse a un asesino y tres casos no
resueltos, sino que antes, deberán resolver sus propios miedos y sacar sus esqueletos del armario.
Historias que se cruzan,
mezclan, superponen, sobrepasan y algún día, tendrán que ser cerradas.
Miedo, pesadillas,
frustraciones, reproches, resquemor, cobardías, resentimientos, odio y
fracasos. Alicia G. García, nos abre
la puerta de la sinrazón humana, de nosotros depende, gritar ante el dolor o
permanecer en silencio mientras lo padecemos. Y por fin, el silencio, es un grito contra la impasibilidad del ser
humano, ante el dolor ajeno…y el propio. Magistral.”
Y POR FIN, EL
SILENCIO
Alicia G. García
Alicia G. García
EDITORIAL
El Desván de la Memoria
El Desván de la Memoria
ASIN: B00HVMH2C4
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Una Reseña de Yolanda
T. Villar
©TODOS LOS DERECHOS
RESERVADOS
Maravillosa reseña y estupenda novela, Cuanto talento tienen nuestras escritoras. Abrazos
ResponderEliminarTienes toda la razón. Hay mucho talento esperando a ser descubierto por el gran público. Para eso trabajamos con humildad e ilusión. Gracias por tu visita
EliminarGracias a este gato viajero por su palabras y por su tiempo, un placer compartir contigo un trozo del camino. Besote
ResponderEliminarGracias a tí, Alicia, por tu tiempo y tu dulzura tratando a este gato curioso y ávido de buenas lecturas. Otro beso para tí.
EliminarTremendo contenido el del libro de Alicia G. García. "Y por fin, el silencio" ha de ser una novela de las que dejan huella en el lector, espero poder leerla.
ResponderEliminarMagnífica sinopsis, como no podía ser menos. Estamos acostumbrados a la capacidad de ese gato conocedor de los rincones oscuros de la existencia y que trota sin parar, alegre y esperanzado, a hombros de la pelirroja, sus gatunas pupilas fijas, más allá de las miserias humanas, en el dorado resplandor que cada día ofrece el Sol a todas las criaturas. ¡¡¡Enhorabuena!!! Un beso y un achuchón cariñoso.
La novela es más bien un novelón. Me quedé con ganas de más, y eso es lo mejor que le puede pasar a una novela: que le resulte corta al lector y quede con ganas de más.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario Vicenteta, besazos y abrazotes para tí.