Placa de estilo tradicional valenciano que anuncia la llegada a la Pl. Manises
“…Su gran sensualidad vence contino;
si aquél no es el primero movimiento,
allí está el ser, allí el juyzio fino,
la voluntad se rinde en un momento.
Querer contradezillo es desatino,
ni obrar la voluntad
sin su contento,
el señorío le otorga, y si es astuta,
se dexará vencer quando hay disputa.
Al cuerpo dize, ¿aún tu desseo porfía?
Tu amor es vano, y tu desseo incierto;
en un punto es enojo tu alegría,
cansado quedas y enojado cierto…”
Plaza de Manises
El
amor que una persona siente por su pueblo o ciudad es comparable al
amor que esa persona siente por su pareja, por sus hijos o por sus
padres. Esto es lo que Mossen venía contándome cuando salimos de las
Torres de Serranos y nos dirigíamos a la Plaza de Manises. No era este
el lugar al cual nos dirigíamos, eso lo supe cuando vi la cara que puso
mi halconero poeta cuando nos aproximábamos, pero a esas alturas de la
noche y con lo que ya habíamos visto juntos, no pude evitar acercarme
hasta el Palacio de la Generalitat y descubrir de labios de mi
compañero, que fue en sus tiempos o que siente al verlo ahora. Lo
reconozco, soy una curiosa compulsiva, cotilla sin remedio que diría
Santiago, pero no puedo evitarlo ¡Si quiero contar historias tengo que
conocerlas primero! y hacerlo de primera mano, es lo mejor que hay.
Hablando
del amor, Osías Marco me preguntaba si yo estaba dispuesta a dejar
atrás todo lo que amaba, por razones de fuerza mayor. Hasta la fecha no
había tenido que hacerlo, así que contesté que no habría nada ni nadie
que pudiera alejarme de todo lo que más quiero. Su cara cambió de luz,
fue como si se oscureciera, como si sus ojos se perdieran en sus propias
concavidades, fue como si un gran agujero negro le hubiera devorado;
sentí que mis palabras no eran las adecuadas, no las que él esperaba al
menos. Y me sentí terriblemente mal por ello.
Banderas oficiales junto al Palacio de la Generalitat
−¡No
sufráis por haber dejado hablar al corazón, mi Señora! –dijo al fin−
mis palabras hubieran sido las mismas que las vuestras, y saber que así
hubiera sido, me entristece por la gran razón que hay en ellas. Nada
vale tanto como estar junto a todo lo que se ama: familia, hijos,
ciudad, perros, halcones, libros, recuerdos…mi esposa Isabel Martorell,
se marchó de mi lado tan solo dos años después de llegar a mí, pensé que
ya nada importaba, ni siquiera los magníficos amigos y mi propio cuñado
Joanot, que llenaba mi penar con sus cuidados, compañías e historias.
Sin Tirante, las horas hubieran sido mucho más largas. Amar lo es todo,
cantar al amor es el mejor de los sonidos. La vida es amar.
Entendía
perfectamente lo que Mossen decía, sobre todo ahora. Amar es lo que da
valor a la vida. Amar tu ciudad, por ejemplo. Es esa clase de amor al
que no le damos importancia cuando
lo vivimos día a día, cuando
está al levantarnos y nos abraza al acostarnos, cuando no nos falta,
cuando está siempre. Pero entonces un día simplemente, esa presencia
constante desaparece, y entonces nos damos cuenta de lo mucho que la
amábamos, de lo que la necesitábamos, de que era el motor que nos movía,
y entonces, si no nos quedan los recuerdos, esa ausencia acabará con
nosotros. Amo Valencia y empezaba a verla con ojos de primera vez, una y
otra, una y otra; ahora sí que la sentía.
Mientras yo andaba
perdida en estos pensamientos, mi Compañero recorría la plaza de arriba
abajo mirando todo con gran atención, y yo diría que hasta con cierto
nerviosismo; iba desde la plaza de San Jerónimo, hasta la de Manises y
en una ocasión le perdí de vista en dirección a la Calle Caballeros.
Todo un terremoto mi anciano compañero.
Cuando me acerqué
al fin hasta él, me dijo que aquel enclave en otros tiempos había sido
el corazón de la vida administrativa y religiosa de la ciudad, que desde
allí hasta la Plaza de la Seu, se centraban los pulmones de la vida
diaria de los valencianos, la Fe y la Política, ver ahora la plaza tan
vacía le daba sensación de pequeña muerte del Alma. Pero no le restaba
belleza, solo le quitaba parte de historia, aunque esta estuviera
tatuada en cada piedra de la calle o de los edificios. Asentí. Era
cierto. Para ganar algo, perdemos otra cosa. Así ha sido y será siempre.
De nuevo los recuerdos, escritos, orales o del corazón, serán los que
nos salven del olvido.
Fachada del Teatro Talía en la Calle Caballeros
Asombrado quedó Mossen de la
grandiosidad del Palacio de la Generalitat, un gran edificio de planta
cuadrangular de finales del siglo XIX que en su interior alberga un
jardín cerrado de gran belleza; Sus magnificas ventanas de madera, las
baldosas hidráulicas del suelo y el artesonado, hacen de su interior un
auténtico museo arquitectónico viviente. Visto desde dentro, visto desde
lejos, el Palacio rezuma historia y arte por los cuatro costados. Un
gran edificio para una gran plaza. Doble belleza.
Me gustó
enseñarle la plaza actual a Mossen, era como enseñársela a un niño o a
un turista que viene por primera vez a la ciudad, su cara era igual que
la de Santiago cuando me hablaba de ver las cosas con otros ojos y
dejarse llevar como si fuera la primera vez. Sí, me gustó mucho, ya lo
creo.
El Palacio del Marqués de la Scala, en plena plaza sigue
conservando la magia y la belleza regia del siglo XVI, junto al Convento
de la Puridad y San Jaime, y es que de no haber existido ahora el
palacio, habría que haberlo creado, pues no se concibe la Plaza sin el
Palacio, un Palacio junto a otro Palacio, y en medio, el paso del
tiempo, el reloj de los tiempos.
Fuente en homenaje al río Turia
A la plaza le da
carácter semipalaciego o semiburgués, la Casa de los Vallier, ese nexo
entre grandes palacios y una nueva sociedad que empujaba fuerte, la
burguesía. Hay quien dice de ella que es un quiero y no puedo, pero mi
compañero y yo llegamos a la conclusión que era necesaria para romper
altiveces.
La Torre de San Bartolomé es el único resto
actual del conjunto original de la Iglesia de San Bartolomé, víctima de
la ampliación de la plaza en los años cuarenta del siglo pasado, pero
aún así, una vez más, la belleza histórica se impone a la ausencia de la
misma. Como una de esas colchas de pachtwork hechas con retales que van
pasando de madres a hijas y que generación tras generación van
confeccionando sin acabar nunca, ni lo pretenden, solo se trata de
guardar como un tesoro la memoria de la familia.
La noche
seguía avanzando, por momentos, parecía eterna, pero cierto cambio en
la luz del cielo, indicaba que aunque fuera lentamente, esta noche
pasaría como pasan todas. Así que continuamos nuestro paseo encaminando
nuestros pasos por la calle Caballeros, hasta la mismísima Plaza de la
Virgen. Al ir acercándonos a la Plaza, Mossen comenzaba a inquietarse,
incluso a emocionarse, nuestra búsqueda de su morada, estaba bien cerca
ya.
A la derecha, el Palacio de la Generalitat
“…Si el mundo tiene en sí un bien cumplido
por mí lo alcança (en fin) el hombre humano,
quien algo sin mí espera está tenido
por loco, nescio, o del todo vano;
que quanto el entender es más subido,
tanto es aquel deleyte más que humano:
¡quán subtil arte el pensamiento tiene
si de manjares finos se mantiene!
Dulce señora mía, yo no veo
plazer sin vos que pue
da dar contento;
en vos los mis deleytes aposiento,
vuestra alma sola es fin de mi desseo...”.
Detalle de las Falleras en la Fuente del Turia, Plaza de la Seu
PALACIO DE LA GENERALITAT
Carrer dels Cavallers, 2
46001 València
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
FOTOGRAFÍAS: Santiago Navascués Ladrón.
TEXTO: Yolanda T. Villar.
Caminar y trotar junto a estos simpares viajeros es una hermosa experiencia. Fantástico articulo.
ResponderEliminarSaludos
No hay un solo lugar en nuestro país que no sea bello y digno de recorrerlo y descubrirlo, si es con ojos de gato, mejor que mejor. Gracias por acompañarnos en nuestro trotar.
EliminarSaludos