Solemnes y majestuosas, dan la bienvenida al visitante de la Ciutat Vella
“…Como el hambriento, que hartar dessea
“…Como el hambriento, que hartar dessea
su peligrosa hambre en la vianda,
y aunque en un ramo dos mançanas vea,
que ygualmente el desseo le demanda,
jamás lo cumplirá hasta que sea
inclinado el desseo a la una vanda;
assí elegí de dos a quien servía
a vos, en quien Amor sin fin sería.
Si dos ferozes vientos ygualmente
la mar combaten, brama y s'embravesce…”
Mi
improvisado compañero de ruta nocturna y yo, caminábamos charlando
tranquilamente por las calles de la Ciutat Vella de Valencia, su
esplendoroso casco antiguo; lo hacíamos relajados, como si no fuera
noche cerrada y se tratase de un radiante día de sol, y lo hacíamos como
dos viejos amigos que encuentran en su paseo una manera perfecta de
pasar el rato juntos y contarse sus penas y alegrías. En realidad éramos
dos extraños vestidos de manera más extraña todavía, recorriendo una
ciudad de noche sin saber muy bien dónde ir y sobre todo, porqué.
Al dejar atrás sus muros, la ciudad vieja te acoge en su seno
Pero
aunque resultase difícil de creer, pasear y charlar junto a Mossen
Osías, estaba resultando gratificante y enriquecedor, amén de agradable;
Mossen que se había mantenido taciturno y en silencio la mayor parte
del tiempo, al comenzar a andar por las calles de la ciudad del Turia,
comenzó a relajarse de tal manera, que hablar y compartir poesías y
anécdotas fue todo uno. Y resultaba tan magnético oírle hablar, tan
hipnótico escuchar sus palabras y vivencias. Me hablaba de sus tiempos
mozos como Halconero Real, de su pasión por los viajes por mar, su
enfrentamiento con los Piratas del Mediterráneo y sus recuerdos de
cuando fue armado Caballero. Mossen era todo experiencias y vivencias
sin parangón ¿Estaría loco de remate el buen hombre? ¿Serían ciertas
todas esas historias? vale que todo resultaba más raro que un perro
verde, pero, ¿No lo era más aún el encontrarme dónde me encontraba y con
quién? en ese caso, si esto era real ¿Porqué no lo iban a ser sus
palabras?
Fuese como fuese, la noche estaba resultando hasta la fecha, además de extrañísima, entretenida.
Fuese como fuese, la noche estaba resultando hasta la fecha, además de extrañísima, entretenida.
Cubiertas, terrazas, torres y campanarios coronan el paisaje que conduce al Mediterráneo
Mossen
me pidió al salir de la Lonja que, dado que había venido a la ciudad
por “peculiar camino”, quería entrar como debía hacerlo un Caballero y
un hombre de bien, por la Puerta, como Dios Manda, pues solo los
ladrones y truhanes, lo hacían a través de subterfugios y malas artes.
Era imposible negarse a su petición, pues hasta para demandar un favor,
Mossen utilizaba grácil poesía. Y tras un rato pensando, no tuve la
menor duda. No había mejor
entrada y con mayor solera, que las
Torres de Serranos. Y allá nos encaminábamos charlando y agarrados del
brazo, como los Caballeros acompañan a las Damas. Este hombre me tenía
cautiva con sus palabras y maneras.
Hacía un rato que habíamos
pasado la Calle del Negrito, y llegábamos ya al final de la Calle
Juristas, casi en las mismísima Plaza de los Fueros, cuando al avanzar
un par de pasos, las vimos con toda su Nobleza y Magnitud, como las
Vigías que siempre habían sido, uno de los Doce Antiguos Ojos de la
Muralla. Y es que una no se cansaría nunca de verlas así viva centenares
de años cien veces seguidas.
Detalle del hierro forjado que escala hasta lo alto de las torres
Se quejaba sin embargo Mossen de
verlas tan solas ahí en medio, desprotegidas, sin el apoyo de su
muralla, sin soldados sobre sus almenas ni caballeros protegiendo su
entrada y es que no podía entender mi compañero de Iluminaria quién
había podido derribar la columna vertebral de la ciudad. Triste quedó al
saber que había sido el antiguo Gobernador de la provincia, Cirilo
Amorós, quien ordenó semejante derribo, allá a finales del siglo XIX. No
sé si esta fecha resultaba demasiado lejana o demasiado futura para mi
Halconero, pero sin duda alguna, si resultaba triste en demasía al ver
su cara de penar y desilusión.
Intenté animarle diciendo que
viéndolas allí de pie, erguidas como Titanes, eran todo un orgullo para
la Ciudad y sus ciudadanos, sin contar con lo que sentiría el Maestro
Pere Balaguer al verlas intactas y espléndidas, tantos siglos después.
No sé si surtió efecto, pero mi compañero pareció más animado y ágil que
hacía un momento, pues sin dudarlo dos veces, comenzó a subir presto y
sin demora su larga escalinata que llevaba al interior de las Torres. No
tuve más remedio que seguirle. Y subir a lo más alto de las Torres
había sido siempre para mí, una cruz mientras lo intentaba, una dicha
cuando lo había alcanzado. En ese momento, tras los pasos de Mossen,
sin aliento y cansada, un viacrucis.
De nuevo me sentí un pequeño hobbit tras los largos pasos de su Mago.
El escudo de Valencia forjado en hierro da y cierra el paso a los visitantes
Escaleras
estrechas arriba, escaleras laterales que llevaban a una reja, de nuevo
escaleras angostas en un más angosto pasillo, un respiro al llegar al
primer piso, y un enorme agujero interior que dejaba ver el piso
inferior. El cansancio y el mareo hacían mella en mí, y eso que todavía
no había alcanzado a mi compañero que seguía subiendo y subiendo como si
no hubiese mañana. La belleza de las vistas siempre lograban hacerme
olvidar cuando emprendía de nuevo una subida a las Torres, que me
enamoraban tanto como vértigo me ocasionaban.
“…Levante sopla tanto y el Poniente,
qu'el uno vence y otro s'enflaquesce.
Assí es mi pensamiento, a do se siente
que dos desseos combaten, y él se offresce
a luego elegir uno, el qual se inflama
derechamente en vos, do bive y ama.
Y no creáys que soy tan innocente,
que vuestra gran ve
ntaja no he sabido,
mas muere el cuerpo triste porque siente
que su deleyte solo va perdido;
y de su parte alega (astutamente)
qu'el fuego allí primero es encendido,
y qu'é1 siente más gloria, o más tormento,
y no hay que hazer más, si él es contento…”
Al
alcanzar la segunda altura, me apoyé cansada sobre el muro que mirando
desafiante al Turia, me ofreció reposo y aliento; soplaba fuertemente el
viento allí, era una noche tibia, pero allá arriba, Eolo hacía de las
suyas, mostrando su poder y su humor, haciendo que un pequeño tiritón
recorriera mi espalda. Una vez arriba del todo, si fuese capaz de subir,
el viento sería capaz de derribarme o llevarme volando como hoja de
morera…pero resultaba tan relajante hallarse allí en ese momento; pero
duró poco, seguí en busca de Mossen, a pesar de su energía y sus ganas,
era un hombre mayor y cualquier traspiés le haría caer por tierra.
Pero
casi fui yo la que cayó de bruces al llegar a la siguiente altura. Miré
hacia mis pies y me quedé sin aliento al ver que pisaba una plataforma
de duro metacrilato que dejaba ver el suelo y la gente que caminaba por
la calle; siempre lo olvido, siempre lo hago. No mirar al llegar a ese
punto, no mirar. Pero una vez más, como desde hace años, miré. Y sentí
que la ciudad entera y la misma Puerta, daba vueltas sobre mi cabeza; o
era mi cabeza la que daba vueltas como satélite alrededor de su planeta.
Cuando creí desvanecer y caer rodando por el suelo,
Mossen me tendió su mano y me ayudó a recobrar el equilibrio y el
aliento, que creí perdido o raptado por el viento que azotaba las
Torres.
−No tengáis miedo, Compañera –me dijo−mi brazo es
vuestro bastón, mis ojos vuestra ventana, mis palabras, vuestra guía.
Mi dulce esposa Isabel sufría a menudo de ligeros mareos debidos a la
altura, apoyarse en mí, le permitía sentirse segura; de nuevo, os
ofrezco mi brazo y espalda, Señora mía.
Y fue su cuerpo
mi cortavientos y sus palabras mi barandilla. Entonces al mirar al otro
lado, enfrentándome a la bella visión del Turia nocturno, descubrí la
maravilla de los tejados y callejuelas de la Ciutat Vella, desde la
Plaza de Manises, hasta La Seu, desde el Miguelete, hasta Santa
Catalina. Imposible dejarse vencer por el vértigo, Valencia no lo
permite poniendo la guinda al pastel de tan bella ciudad, haciendo
mágicas sus pequeñas alturas y convirtiendo sus tejados, en balcones de
arte.
Desde lo más alto de las Torres, junto a la
ondeante Senyera, viento, belleza, ciudad, compañía y tejados, crearon
un remolino de sensaciones y recuerdos, que por un momento creí ver por
los ojos de Mossen, y que él veía a través de los míos. Valencia hoy y
siempre, hipnotiza y enamora. Así pasen siglos y pasemos las personas
como si fuéramos viento.
Detalle de una gárgola en la que un león protege a un inocente
Nos vieron las gárgolas volar
junto a ellas, algunas nos sonrieron, otras nos hicieron muecas, algunas
intentaron mordernos, y otras atraparnos, pero todas ellas, sintieron
ser carne como nosotros sentimos ser aire.Y no nos habíamos movido de la
almena. Pero habíamos viajado lejos, muy lejos, tanto, como las alas de
la mente nos permitieron.
−Querida Compañera,
esto es entrar como se debe en una Ciudad Histórica –me dijo−ya no me
siento un bribón, ni un “asaltacaminos”, ahora si puedo seguir mi camino
y sentirme Señor de mi Casa. Voy en busca de mi morada ¿Me acompañáis,
amiga?
Y por respuesta cogí de nuevo su
brazo y marché junto a mi Halconero, en busca de esa su morada, ya un
poco mi Santo Grial. Un Halcón, se unió a nosotros por las calles de la
Ciutat Vella.
¡Qué maravilla era estar tan loca, no quería recuperar la cordura jamás!
“…El casto entendimiento acude presto
y su razón deshaze a gran porfía,
diziéndole que amo, con prosupuesto
con que un raposo o lobo amar podría:
límite hay en su amor, y no es honesto,
sino appetito bruto y osadía.
Si en fuego el que assí ama está caýdo,
no sea llorado, no, ni defendido…”
TORRES DE SERRRANOS
Dirección: Plaza de los Fueros, s/n
46003 Valencia
Teléfono: 963 91 90 70
HORARIO:
Desde el 15 de marzo al 15 de octubre:
- Martes a sábado, de 10:00 a
19:00 horas
- Domingo y festivos, de 10:00 a 15:00 horas
Desde el 16 de
octubre hasta el 14 de marzo:
- Martes a sábado, de 10:00 a 18:00 horas
-
Domingo y festivos, de 10:00 a 15:00 horas
Permanecerá cerrado los
días 1 de enero, 1 de mayo y 25 de diciembre.
Los días 24 y 31 de
diciembre cerrará por la tarde
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
FOTOGRAFÍAS: Santiago Navascués Ladrón.
TEXTO: Yolanda T. Villar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario