lunes, 5 de noviembre de 2012

Entre la Alcarria y la Manchuela (Ruta del Quijote)


No es por casualidad, que tenga yo el color, del trigo en el verano…de la cebada y de la alfalfa.
no es por casualidad que tenga yo mi hogar, entre la manchuela y la alcarria.
Que sienta el corazón, como una bendición y de ello se deduce, que afortunada soy por disfrutar del color  de  esta tierra de pasión y sol…
No es por casualidad, no, lo es por origen primero y por auténtica pasión después. Aún recuerdo la primera vez que vi esta tierra, dicen que es imposible que lo recuerde pues apenas era yo un bebé de casi un año que comenzaba a dar sus primeros pasos; pero aunque parezca mentira, y tal vez lo sea y se trate solo de un recuerdo heredado de ojos de mi madre, todavía tengo en mis pupilas y en mi piel, aquella primera vez en mi tierra Quijotesca. Recuerdo bajar de un “Gordini” blanco en brazos de mi madre; vestía yo traje de lana blanco con gorrito con pompón a juego, vestido blanco de crepé con abrigo de igual color y botas altas negras, la vestimenta de mi madre. Ambas bajamos del coche y bajo nuestros pies solo había tierra embarrada y piedras como tortugas de grande, un hombre con boina y traje de pana me cogió entre sus brazos y me llenó de besos. Recuerdo que pinchaba y olía a lo que tiempo después fue mi perfume favorito: humo de la chimenea.  Que pequeña y canija es, decía. No come nada, contestó mi madre.  Pues yo me encargaré de que engorde y se vea lustrosa, dijo una mujer de pelo blanco y traje negro. Eran mis abuelos Juan y Antonia. Dos personas que cambiarían mi vida y un día aquel de hace cuarenta y algún año, pocos, que me cambiaría y marcaría toda entera. La Mancha acababa de atraparme entre sus efluvios de amapolas y mies de cereales.
Si  pasión despertó esta tierra en mi , devoción fue lo que al igual que aquella primera vez en la Mancha, me despertó la primera vez que leí el Quijote. Yo, que siempre he sido” Quijana y Quijotesca”, y el paso del tiempo me ha convertido en más “Sancho Panzil y Aldonzera” que “Dulcínea y melosa”, ruego a los dioses en caso de existir o al Destino, de estar escrito, que no me devuelvan jamás la lucidez, de haberla tenido alguna vez, que me permitan ser una loca hidalga de las de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Yo que hablé con molinos antes siquiera de conocer palabra alguna, vuelvo de nuevo a esta mi tierra y mi alma, y se me quitan los remilgos de cocinas japonesas y delicias indias para comerme mis lentejas los viernes, mis duelos y quebrantos los sábados y de no ser tan “avefóbica”, hasta me deleitaría con un palomino de añadidura los domingos.
No tengo ama pero si sobrinas, y es con mi familia y mi sangre corriendo por mis venas, sangre manchega  cual la de gorrino en morcilla de cebolla, con la que recorrer año tras año una ruta que si no fue jamás real, real lo parece y siento en mi corazón al dejar mis huellas sobre las imaginadas por Cervantes y marcadas por el Quijote, cuando de nuevo y siempre con la misma emoción, vuelvo a ser aquella niña de traje de lana blanco y la joven estudiante de Quijote en mano y pájaros al vuelo en la cabeza, pájaros que no de barro, sino de pan de trigo con ojos de pipas de girasol ¡ y a volar tocan!
Si ancha es Castilla, larga es la ruta Quijotesca, larga pues nunca fue marcada ni señalizada, larga como las ansias de los manchegos de salir de un lugar de cuyo nombre Cervantes no se quiso acordar, pero que nosotros  nombramos con el nombre de nuestro propio pueblo, si, el de cada uno, pues Don Miguel opción nos dio y las puertas abiertas nos dejó ¿porqué no pudo ser el mío, desde donde Alonso Quijano marchó y un día a morir regresó?.Ruta sin principio, pero con un fin, el de la localidad donde el maravilloso loco a una vulgar aldeana, en dama de sus sueños convirtió.
Venga, puntos de partida tendréis donde elegir si así lo deseáis, pero ¿porqué no acompañarme en mi viaje, por la ruta sur de la Manchuela?  dejaros llevar y os prometo que al al arribar a casa de la amada Dulcinea, os sentiréis vestidos por blanca lana y oliendo a amapola y tierra de labranza.  Y en un lugar de la Mancha, de cuyo nombre ahora nada sabéis, mañana, sentiréis parte formar…
Con el estómago lleno de un buen desayuno con pan de la tierra, del de tahona, bien untado en aceite y tomate de la huerta, dos huevos con chorizo y un buen trago de vino con azúcar, no más que la benemérita multa mucho y quita puntos, subo en mi Ibiza blanco, como mi antiguo trajecito de lana, y salgo de mi pueblo por la carretera de la Atalaya, que dudo mucho que Quijote y Sancho anduvieran sobre rocín y jumento por una autovía, todavía gratuita, pero autovía al fin y al cabo.
Mi Quijote particular, alto, esbelto y flaco, hidalgo sin lanza pero con armadura de piñas piñoneras  y dos águilas reales por sombrero, me dice hasta luego desde  lo alto del cerro, sin molino pero con aspas por ramas. Y con mi rocín blanco, de cuatro ruedas y panza de gasolina, salgo de Cañada…
−“Imaginábame  ya coronada por el valor de mi brazo, por lo menos, del imperio de Trapisonda: y así con estos tan agradables pensamientos, llevada del estraño gusto que en ellos yo sentía, me di priesa a poner en efecto lo que deseaba.”
Y carretera adelante llego hasta la Atalaya de nombre, del Cañavate de apellido, y me recibe Sancho Panza a la zurda del camino, pues diestro nunca fue el escudero, aunque de corazón ancho como su vientre, el Cubo del camino, en el que moraron los pastores de antaño huyendo del frío y esquivando la calor.
Ya juntos Quijote y Sancho, con el galgo blanco tras ellos (pues así me siento sobre mis cuatro ruedas sin herraduras), aunque el porte y las hechuras le hagan parecer perro pachón, seguimos ruta adelante hasta la próxima Venta,  aunque antes hemos de librar batalla contra el gigante Caraculiambro, señor de la ínsula Malindrania.
Nada ha podido hacer el terrible gigante ante el valiente Hidalgo y su fiel escudero, pues entre todos le hemos obligado a presentarse al servicio de Dulcinea, rindiéndole pleitesía y exaltando  la triste figura del buen Caballero Andante. Primera gesta ganada, seguimos ruta adelante.
Hartos de duelos y quebrantos, fabricamos nuestro propio Bálsamo de Fierabrás, nada de extraños ungüentos, sino  manjares suculentos ¡nada cura las heridas de la panza, seas Sancho o Quijote, como un buen jamón y un añejo vino tinto!, que el camino es largo, y los enemigos de la ilusión abundantes pero cortos.
Entramos en tierra de gigantes que sisean, o Sisantes  de piedra, hermosa tierra de bellas Ventas, donde un orondo señor cura nos recibe a la entrada para perdonar posibles culpas que podamos cargar.
Y en la venta velamos armas para ser armados Caballeros ¡malandrines pellejos de vino nos atacan como fieras, y derramamos su roja sangre de uva con certeros golpes de espada! A descansar hemos venido a la Venta de la Sisa, no ha enzarzarnos en peleas con pellejos descabezados.
Ha llegado el momento, estamos cara a cara frente a nuestros más temidos enemigos, los Gigantes de Viento, de Mota del Cuervo…

 y ganada la batalla, salen a nuestro encuentro a felicitar a Caballero y Escudero, los pájaros rosas de la Laguna de Manjavacas, que  sin ser Ínsula, es un Paraíso Terrenal.
Retomadas las fuerzas, entramos en Toledo, noble apellido y legendaria Capital, ciudad medieval, judía y cristiana de alma mora, cuyo corazón , El Toboso, es cuna, cama y lápida, del amor del Ingenioso Hidalgo, el fin de su anhelo y el de nuestro camino de ensueño, Casa de Dulcinea y Museo Cervantino.
Y de la mano y cuerda locura de nuestro amado Quijote, nos despedimos de esta ruta Sur, tan maravillosa y mágica como cualquier otra, mas quisiera llorar en este momento y no de pena sino de extasiada alegría, por tener frente a mi a mi flaco Caballero, mi pasión personal y orgullo manchego. Espero hayáis disfrutado y desde este momento améis tan solo una pizca esta mi tierra manchega, la que me ata y libera a mis sueños y pájaros de trigo.
Hasta el próximo viaje… si queréis viajar conmigo o dejarme acompañaros en el vuestro.

“ Yace aquí el Hidalgo fuerte
que a tanto extremo llegó
de valiente, que se advierte
que la muerte no triunfó
de su vida con su muerte.
Tuvo a todo el mundo en poco;
fue el espantajo y el coco
del mundo, en tal coyuntura,
que acreditó su ventura,
MORIR CUERDO Y VIVIR LOCO.”




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Yolanda T. Villar

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