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martes, 16 de enero de 2018

ITTUN, de Toti Martínez de Lezea



Nunca podremos conocer realmente lo que somos si no somos capaces de descubrir quiénes fuimos. Hoy, echar la vista atrás y acudir a las fuentes de hace veinte, cincuenta, cien años, es relativamente fácil. Apenas a unos clicks de distancia digital, alguno de los buscadores de internet nos ofrecerán infinitos resultados en los que se nos vuelca un sin fin de información relativa a esos años, bien en forma de ensayos, libros, copias digitales de periódicos de las épocas... Si además queremos retrotraernos algunos siglos en el tiempo, es posible que algunos medios desaparezcan, pero siguen abundando los estudios realizados por personas que investigaron los primeros escritos que dejaron unos pocos para acercarnos, lo más asépticamente posible, la vida, los usos y las costumbres de los hombres y mujeres que nos atraen. Sin embargo, existen pueblos que hunden su cultura en la noche de los tiempos que no acostumbraban a escribir en algún soporte lo que les importaba, lo que les atemorizaba... su vida. Su único lenguaje era su voz, y ésta, el cauce de transmisión de su pasado y su memoria. Es por ello que mucho se perdió cuando se desvanecieron los recuerdos, y si no había quién recordase, muchas cosas que exisieron, dejaron de ser.... Todo lo que deja de recordarse, muere.


Cuando hace 3 años reseñábamos Enda, la primera novela acerca de la mitología vasca en la que Toti Martínez de Lezea trataba de adentrarnos, ya expusimos que se trataba de una historia potente y que podría dar para mucho más, ya que estamos hablando de un universo muy amplio, nutrido de innumerables criaturas extraordinarias. Si bien es cierto que la nula costumbre de los vascos por la transmisión escrita de su mitología impidió que aquellas historias llegasen hasta nosotros de un modo fácilmente reconocible y reconocido por todos (como es el caso de los dioses griegos o los egipcios), al menos sí que ha llegado gracias al hábito de contar historias en familia en torno a un fuego común que calentaba los estómagos, así como la curiosidad y la imaginación de quienes escuchaban contar a los más ancianos unas increíbles historias de lamias, dragones, gigantes...
Llegados a este punto, y para hacer justicia a una incansable labor que duró una dilatada vida entregada al estudio y la investigación, es necesario mencionar al padre José Miguel Barandiarán, un hombre dedicado plenamente al estudio de la cultura vasca y que trató de recuperar, del recuerdo de los más ancianos, decenas de leyendas, anécdotas, hechos o cuentos que devolvían a la vida a las criaturas fantásticas que moraban los arroyos, las montañas, los valles, las encrucijadas de caminos vascos. Barandiarán rescató del olvido el contacto de los primeros vascos con su entorno, hasta el punto de divinizarlo.
Toti Martínez de Lezea, una enamorada de su tierra vasca y de las gentes que la moran, decidió hace unos años componer un relato que recogiese el legado de sus ancestros, y acercarlo al gran público actual hilvanando una novela que fuese presentando una mitología de manera atractiva, mezclada con unos hombres rudos y valientes, que veneraban a la diosa Amari, enemistados por pastos u ofensas entre familias de distintos clanes, pero que deben unirse para combatir como un sólo pueblo al enemigo externo. Decidió que sería un trabajo extenso, y que deberían ser varias las novelas que comprendiesen tan ambicioso proyecto; concretamente siete, pues este era el número de moradas (montañas sagradas) en las que la diosa madre vivía a lo largo y ancho de la tierra de los vascos.
Y así, llega ahora la segunda novela, Ittun, que nos lleva hasta la Sierra del Dragón y Roca del Águila (Sierra de Aralar y monte Txindoki, respectivamente si los buscamos en un mapa, entre Guipuzkoa y Navarra). Si en la primera novela la amenaza provenía del norte bajo el rostro del temible ejército Frei,  en esta ocasión los hombres y mujeres de Enda deben prepararse para combatir a los Gauta, llegado desde las tierras del sur. Son tiempos convulsos, y en ellos asistiremos a un doble enfrentamiento: el que mantienen los mortales por conquistar nuevos territorios, o tratar de mantener la tierra heredada; y el que mantienen los seres sobrenaturales, la diosa Amari, madre, creadora y protectora de Enda, y su hijo Inguma El tenebroso, señor de la Oscuridad y corruptor de corazones.
Aparecerán nuevos personajes, y regresarán algunos de la primera novela (cuarenta inviernos después) que servirán como nexo de unión entre ambas, creando un hilo común que transciende a cada novela en sí misma, y permite imaginar una gran trama por encima de todas las demás que fluyan en cada uno de los volúmenes. De este modo, la escritora consigue que esta segunda novela pueda leerse por separado sin necesidad de haber leído previamente la anterior, pero al mismo tiempo, por los datos que ofrece de boca de sus personajes, se nos abra el apetito literario de introducirnos en esa primera novela con la que comenzó todo.
El estilo literario es el estilo Toti, sobradamente conocido por su fiel y cada vez más amplio grupo de lectores, que auna agilidad en la narración, vocabulario accesible, control de los tiempos para mantener la atención del lector, y algunas dosis de un peculiar humor marca de la casa.
Nos encontramos, pues, ante una novela que atraerá la atención de los lectores (o espectadores) de fantasía épica, y a todo aquel que quiera descubrir que aquí cerca, mucho más que Invernalia o La Comarca, existió un pueblo que entregó generaciones enteras por la defensa de su forma de vida y sus costumbres, y que lo hizo gracias al amparo de los dioses, con ayuda de gigantes y dragones; por su libertad. Conseguir que la mitología interese no es tarea fácil, nunca lo ha sido, pero Erein ha sabido apostar a caballo ganador. Sólo el tiempo sabe si este proyecto se convierte en algo mucho más trascendente a nivel cultural, más allá de la matemática financiera. Ojalá que así sea.

Santiago Navascués Ladrón.


ITTUN
Toti Martínez de Lezea

ISBN: 978-84-9109-236-0

Blog de la autora
http://martinezdelezea.com/

Para adquirir el libro, pinchad Aquí
Puede leer el primer capítulo, Aquí

©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

miércoles, 21 de enero de 2015

ENDA, de Toti Martínez de Lezea

 Portada del libro


J.R.R. Tolkien imaginó el universo de El señor de los Anillos llevado por la atracción que sentía hacia las grandes composiciones épicas escritas por las más grandes civilizaciones antiguas europeas. Un buen ejemplo podría ser La Odisea griega.
Caballero inglés, oficial de comunicaciones en suelo francés durante la Primera Guerra Mundial, en su mente habitó hasta el fin de sus días la idea de concebir una obra que contase los grandes sucesos de los hombres sajones cuando aún compartían el mundo con los dioses y criaturas mágicas recogidas en la mitología anglosajona. Hasta entonces, y salvando la excepción del poema Beowulf, apenas quedaba testimonio escrito de los primeros habitantes que colonizaron las Islas Británicas. Sus testimonios se transmitían de manera oral, y muchos de ellos, la mayor parte, se perdieron con la expansión del cristianismo, que borró sin miramienos todo signo de cultura y tradición que pudiese hacerle sombra.
La obra de Tolkien no representa de manera fiel a los primigenios pueblos britanos; puede que tampoco fuese esa la pretensión del famoso autor, pero sirve como un magnífico modo de mostrarle a un pueblo los beneficios de la unión entre distintos para combatir el mal común e impedir que la oscuridad y el caos se adueñe de las tierras de tus antepasados. Aquí radica el secreto de la universalidad del legado literario de Tolkien: componer un universo tan mágicamente alejado de nosotros como extraordinariamente cercano en los problemas a afrontar. Y si no es tal, sentir admiración y encontrar ejemplo en las acciones de unos pueblos heroicos del que todos, britanos o no, nos gustaría fomar parte de su linaje.


ENDA, en euskera, significa Linaje. Enda es el territorio indeterminado cuyo nombre, la Tierra de Enda, nos lleva a lo más arraigado, al origen, a la raiz de un pueblo. Enda es también el nombre de la nueva novela de Toti Martínez de Lezea, una de las plumas vascas más leídas en la actualidad, que nos ofrece a través de una doble edición muy cuidada (español y euskera), como acustumbra el sello Erein.
Cuando apenas llevaba varios capítulos leídos, me di cuenta de la importancia de la empresa en la que Toti se había adentrado por sí misma con su último trabajo. Quién tenga o haya tenido ocasión de  charlar con la escritora vasca (a quien ya reseñamos obras anteriores como Itahisa o Mareas), sabe que es una mujer nada pretenciosa. De sus múltiples entrevistas, se desprenden varias confesiones: que huye del éxito por el éxito; que al éxito se llega trabajando; y que ama la Historia y la Mitología, especialmente la de su tierra. Estas tres cuestiones me llevan a pensar, como decía, que Toti, llevada por ese amor hacia lo mitológico y lo concerniente a la Historia del pueblo vasco, se armó de valor, de tiempo y de ilusión, y se sentó, hace al menos un centenar de semanas (pues este tipo de obras no se escriben en tres meses), a trabajar en una novela que rellenase ese hueco literario y social, esa narración épica de la que estaba huérfana la cultura vasca. Y es que esta cultura, cuyas raices hay que buscarlas en lo más profundo de sus montes, y que es anterior incluso a las invasiones que llegaron del continente europeo, se traspasaba de padres a hijos en forma de cuentos y leyendas narradas al calor de un fuego, sin que apenas quedase rastro escrito para perpetuarla lo más íntegramente posible.
Abrir las páginas de Enda es abrir las puertas a una tierra verde de vida, verde de pastos y verde de bosques, a una tierra en cuyos montes viven los dioses de los antiguos, y en cuyas simas, que se adentran en el interior de la oscuridad, en la ques acechan criaturas malignas, temibles, seres de otro mundo. Es una tierra de hombres laboriosos y trabajadores, dedicados a labrar los campos y a la crianza de los animales para obtener los recursos suficientes para vivir. Son unos hombres de trato duro, de fuertes convicciones, cabezotas pero leales, organizados en varios clanes, unidos por su lengua y sus creencias, y desunidos en lo demás.
Tras muchos inviernos cuya mayor preocupación era el ataque de los lobos que bajan a alimentarse desde las montañas, tantos que algunos ancianos ni lo recuerdan ya, un ejército invasor procedente del norte ataca Tierra de Enda. Los frei, que así se llaman, destruyen los poblados, asesinan a hombres, ancianos, niños, y a sus mujeres después de violarlas... Roban las cosechas, se adueñan de sus posesiones y ponen rumbo a la siguiente aldea. Si nadie pone freno a su violencia, nada quedará en pie que recuerde a los hombres que moraron en Enda.
Con este inicio, Toti nos conduce, de la mano de distintos personajes (la joven Enda, que emprenderá un viaje para encontrarse a sí misma; el sombrío Baladaste, lanzado a la conquista de la Tierra de Enda;el valiente Ihabar, determinado a hacerle frente al invasor hasta el final; el Dragón Bermejo, la gran bestia alada que aguarda en la oscuridad; el gran Ozen, deseoso de hacerle frente a su destino, que baila con la muerte...) y en diferentes tramas, a través de una turbulenta narración que muestra la debilidad de los hombres, su atracción fatal hacia el poder, pero también los valores de la amistad, de la lealtad, el amor... Y todo ello bajo la supervisión de Amari, la gran diosa de la luz, y de Inguma el Tenebroso, señor de la oscuridad, que se servirán de los mortales para establecer una nueva batalla que dirima cual de los dos es más poderoso. Y entre ellos, como un vínculo silencioso entre lo divino y lo humano, aparecerán seres mágicos como los gentiles, las lamias, el guardián del bosque, el dragón bermejo... Seres en los que ya nadie creía.
Quizá, tratando una historia tan compleja repleta de diferentes tramas, se podría haber ahondado con más detenimiento en contar el pasado de los protagonistas, pues hay capítulos en cargados de mucha información condensados en pocas páginas. Esto, a buen seguro, hubiese provocado una novela que seguramente hubiese duplicado su volumen, pero teniendo en cuenta que ronda las quinientas... ¡A Toti no le hubiese quedado otra que apuntarse a la moda de las trilogías!
Sea como fuere, Enda es una novela que gustará a jóvenes y adultos porque agrupa varios elementos esenciales: encierra en sus páginas el clamor por la libertad y destaca con ahínco la importancia de la unión como método para superar cualquier obstáculo; contiene una equilibrada dosis de acción, drama, aventuras y humor; y se desarrolla en una tierra con una personalidad y una cultura tan potente y singular que atrapa desde la primera página.
A mí, personalmente, después de su lectura, sólo me queda devanarme los sesos buscando los enclaves reales en los que se ambienta la novela para visitarlos. ¿Que por qué? Porque seguro que Toti les ha cambiado el nombre, pero existen realmente. Ya lo dice un antiguo proverbio vasco: "Todo lo que tiene nombre, es".







ENDA
de Toti Martínez de Lezea


ISBN 9788497469388

Puedes adquirirlo, aquí


Una reseña de Santiago Navascués 
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS