MIELOTXIN + LAUARIN DANTZARIAK + HUTSUN TXALAPARTARIAK
Y al fin, comenzó una nueva edición del Festival de Teatro de Olite. Y, de nuevo, volvimos a cruzar bajo los muros de un castillo de cuento de hadas que guardan el acceso al escenario de La Cava, ese fantástico enclave que ofrece luz cultural, como si de un faro se tratase, al público ávido de teatro del norte de España desde la Zona Media de Navarra. Continúa siendo una guía que nos aleja de la zozobra de la desidia, del desinterés, del vacío que supone no dar sustento a las inquietudes que, como seres conscientes de su lugar en el universo, todos tenemos la necesidad de satisfacer.
¡Qué necesaria la valentía en estos tiempos adversos, y qué valientes son aquellos que los enfrentan movidos por la pasión y por el compromiso social, ético y estético! Nunca podremos dejar de agradecer a esas personas osadas, con mayor o menos presencia pública, que han dedicado sus desvelos a levantar un edificio,este festival, tan bien proporcionado desde una base que, hace apenas unas semanas, muchos creíamos que hasta fuese normal que amenazase con declarar su firme como inconsistente. Pero he aquí que la fortuna se decantó esta vez del lado de los intrépidos, y también del público que esperábamos con devota paciencia el anuncio del pistoletazo de salida del Festival de Teatro de Olite. Fruto de un trabajo desarrollado sobre un trabajo previo que debió ser adaptado y reconvertido por necesidades por todos imaginadas, el Festival dio el pasado sábado inicio y abrió el camino, quizá sin pretenderlo, a qué muchos otros que andan dudando, pierdan el miedo y se lancen a la piscina.
Evidentemente, sin un apoyo Público y del público detrás, un festival así difícilmente tendría cabida. Es más, puede que incluso sea probable que sea un festival que no arroje resultados positivos si nos aferramos a la matemática. Sin embargo, el paso dado es tan importante para la supervivencia de la Cultura (y de quienes comen de ella) ante la que está cayendo, que son estas las ocasiones en las que, lejos de tirar de calculadora, lo que hay que hacer es tirar de amor hacia el espectáculo, hacia la creatividad, hacia la belleza y, por qué no, hacia nosotros mismos, pues somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos, y no cabe duda (y si alguna se hace un hueco, sea expulsada ahora mismo) de que el Arte, el Teatro, la Cultura son los mecanismos que siguen conectando con el alma, con ese algo volátil e indeterminado donde mora nuestra esencia y la mantienen con vida.
El director del Festival, Luis Jiménez, como ya viene siendo habitual en los últimos tiempos, programó para abrir boca un espectáculo singular y muy potente, en este caso un concierto de música arraigada al folclore navarro de la mano de Mielotxin, un cuarteto de músicos comandados en el escenario por Íñigo Aguerri, cuyo timbre de voz vibró con soltura y decisión durante toda la noche. Junto al resto de sus compañeros, desplegaron durante casi dos horas un programa cargado de piezas muy variadas (en castellano y en euskera), desde composiciones más íntimas a alegres jotas de rondas que se improvisaban sobre la marcha o picantes picadillos que tuvieron mucho éxito en su época, rescatando incluso y arreglando a su manera algunas de las recopilaciones que un avezado americano, Alan Lomax, realizó en Navarra y País Vasco en busca de las composiciones musicales más arcaicas a principios del pasado siglo XX.
Junto a ellos, participaron los Lauarin Dantzariak, compuesto por tres chicas y un chico, dantzaris, que ofrecieron la parte más estética y visual del espectáculo, demostrar con su técnica y sus sincronizadas coreografías el modo en el que algunas de las piezas se siguen bailando a la manera más tradicional. Y si de tradición hablamos, no podemos olvidarnos de las apariciones de Hutsun Txalapartariak, un duo de percusionistas cuya habilidad en el golpeo de la txalaparta, ese xilófono gigante vasco cuyo manejo llega a ser hipnótico a la vista del espectador, consiguió los aplausos más dilatados del público.
El equipo técnico hizo sonar la multitud de instrumentos que fueron apareciendo en las manos de los músicos (algunos tan fascinantes como la alboka) con una exquisita sonoridad, y el juego de luces otorgó con sencillez y eficiencia la importancia de la acción en cada momento.
Fue un espectáculo emocionante, que agradó al público que se congregó en la apertura del festival, por todo lo que supone que existan artistas comprometidos con el legado cultural local que luchen por defenderlo, y porque las ganas que todos tenían de volver a reencontrarse, tanto aquellos que se encontraban sobre las tablas como los que les observabamos desde el patio de butacas, eran tan grandes que supuso una toma de contacto con una parte más de la normalidad, aunque fuese con mascarilla y distanciados como la ley impone.
EQUIPO
Mielotxin: Iñigo Aguerri (acordeón, kalimba y voz),
Ismael Yagüe (txistus, txirula, piano, bouzuki, ttun – ttun, pandero,
cucharas, coros…), Salva Tarazona (batería, cajón flamenco, bendhir,
panderos, coros…) y Xavi Folch (contrabajo)
Lauarin Dantzariak: Aitor Garcia, Oihane Munarriz, Naiara Ayesa y Maite Txurruka
Hutsun Txalapartariak: Mikel urrutia y Anai Gambra..
EQUIPO ARTÍSTICO
Dirección: Iñigo Aguerri
Técnico de sonido: Luis Ros
Producción: Mielotxin
Más información www.mielotxin.com
Redacción y Fotografía:
Tiene que ser un espectáculo maravilloso: tanto por el contenido del festival como por el escenario donde se celebra. Olite es una de mis visitas pendientes. Por cierto, no sabía que vivías por esta zona del norte.
ResponderEliminarUn placer.
¡Hola Rebeca! Pues sí: esto es como esos bombomes deliciosos que encima te los presentan con un envoltorio que te obnubila jejejeje ¡Dan ganas de comerlo y a la vez de guardarlo para siempre! Yo soy Santiago, y sí, vivo por el norte, cosa no del todo mala en estos tiempos de calores sofocantes ¡por las noches refresca y hasta se puede dormir! ¿te lo imaginas? XDDD
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