Encomendarnos a las pasiones, desatar el amor hacia todo aquello que nos nubla la mente y nos arrebata el corazón... Nada hay más gozoso en esta vida que el disfrute de los placeres que el mundo ha dispuesto para que el hombre haga uso de ellos, y nadie será infeliz durante el tiempo que dure la fruta madura entre nuestros dedos mientras apuramos la pulpa, los dedos empapados en jugoso frenesí...
Más... ¿qué sería de nostros si únicamente hacemos del sentido de la vida la entrega a los instintos, qué del pueblo que espera un buen gobierno, si nosotros somos duques, presidentes o reyes? ¿Renunciaríamos a nuestra vida anterior por ser eternamente felices... o por elcontrario haríamos propósito de enmienda, rehuyendo de todo lo que tenga que ver con nuestro pasado?
Y tras cuatro sesiones dedicadas a Shakespeare, se hizo dueño del escenario de La Cava, el Fénix de los Ingenios: Lope de Vega. Con un nuevo lleno de no hay billetes, la Compañía Nacional de Teatro Clásico, en coproducción con Micomicon, llevaron a escena la representación de una obra menos conocida del gran dramaturgo español, versionada y dirigida por Laila Ripoll, de cuyos últimos trabajos se ha granjeado muchísimos parabienes de crítica y público.
Se trata de un texto sencillo en la trama: el rey Alfonso VIII, a quien conocemos desde su coronación, descubre un día a una joven judía bañándose en las aguas del Tajo, a las afueras de la que luego sería la imperial ciudad de Toledo. Paralizado por sus encantos, el rey decide informarse sobre ella, saber de sus orígenes y de su nombre... y conocerla personalmente. Fruto de este encuentro, surgirá una pasión tan desatada que el rey Alfonso, hasta entonces bien ocupado en sus asuntos de gobernanza, se olvide de sus regias obligaciones y dedique varios años de su vida a gozar de los placeres de un cuerpo pecaminoso que jamás fue alimentado por carne de puerco. Llevada por la irá, fruto de los cuernos y el desgobierno imperante en el reino, su esposa Leonor de Plantagenet mueve los hilos en la corte para poner fin a tanto desmán, y manipula a los hombres de confianza del rey para que, acabando con la vida de la judía de Toledo, resuelvan de una vez por todas la vergüenza en la que se ha convertido su esposo como gobernante y como esposo.
Se trata de un texto sencillo en la trama: el rey Alfonso VIII, a quien conocemos desde su coronación, descubre un día a una joven judía bañándose en las aguas del Tajo, a las afueras de la que luego sería la imperial ciudad de Toledo. Paralizado por sus encantos, el rey decide informarse sobre ella, saber de sus orígenes y de su nombre... y conocerla personalmente. Fruto de este encuentro, surgirá una pasión tan desatada que el rey Alfonso, hasta entonces bien ocupado en sus asuntos de gobernanza, se olvide de sus regias obligaciones y dedique varios años de su vida a gozar de los placeres de un cuerpo pecaminoso que jamás fue alimentado por carne de puerco. Llevada por la irá, fruto de los cuernos y el desgobierno imperante en el reino, su esposa Leonor de Plantagenet mueve los hilos en la corte para poner fin a tanto desmán, y manipula a los hombres de confianza del rey para que, acabando con la vida de la judía de Toledo, resuelvan de una vez por todas la vergüenza en la que se ha convertido su esposo como gobernante y como esposo.
Destaca el trabajo de escenografía, que monta sobre las tablas de La Cava unas bonitas siluetas de la ciudad de Toledo del siglo XIII, la segunda de ella con un cuerpo de celosía que permite ver, en la escena del baño de las judías cuando éstas son sorprendidas por el rey, los encantos escondidos que arrebatan la razón del soberano. Así mismo, las estancias judías o cristianas quedan divididas a ambos lados del escenario por unas espacios indefinidos sostenidos por arcos polilobulados u ojivales, respectivamente. La directora acierta con la ambientación de la obra al acercarla al pasado más cercano, en torno a los años 60, en una España postguerra civil, para vincular el sentido de la obra con el carácter circular de la Historia, mostrando que Lope escribía sobre unos personajes del siglo XIII, pero perfectamente puede extrapolarse a la historia reciente, o a nuestro presente más próximo, pues nadie olvida aquel "me he equivocado, no volverá a pasar" tras una infortunada cacería en Botswana. Al menos ahora, aunque los reyes se entreguen a sus vicios, no ejercen gobierno alguno. El que no se consuela es porque no quiere...
El trabajo realizado por el grupo de actores cumple con lo esperado para una obra de estas características, si bien a ésta quizá le falte algo más de intensidad dramática o un mayor recorrido de los personajes, lo que supone una limitación para quienes se suben al escenario.
Para la reflexión queda la verdadera intención del texto, que no es si no la de mostrar el peligro que supone que un gobernante se dedique a otras cosas que no sea gobernar, ya que quienes lo pagan son los gobernados, que ven cómo los problemas se ciernen sobre ellos mientras quien debiera velar por su resolución se haya inmerso en otros menesteres de los que no pretende salir. En su momento, provocó que el desafío moro se cerniese sobre los pueblos y ciudades fronterizas... Hoy... escojan ustedes: la variedad de amenazas es amplia y todas inciertas.
Para la reflexión queda la verdadera intención del texto, que no es si no la de mostrar el peligro que supone que un gobernante se dedique a otras cosas que no sea gobernar, ya que quienes lo pagan son los gobernados, que ven cómo los problemas se ciernen sobre ellos mientras quien debiera velar por su resolución se haya inmerso en otros menesteres de los que no pretende salir. En su momento, provocó que el desafío moro se cerniese sobre los pueblos y ciudades fronterizas... Hoy... escojan ustedes: la variedad de amenazas es amplia y todas inciertas.
COMPAÑÍA
CNTC/ Micomicon
DIRECCIÓN
Laila Ripoll
REPARTO
Don Blasco, David: Manuel Agredano
Rey Alfonso: Federico Aguado
Reina Leonor: Ana Varela
Garcerán Manrique: Mariano Llorente
Raquel, dama, sombra: Elisabet Altube
Sibila, dama, sombra: Teresa Espejo
Belardo: Marcos León
Leví, Príncipe Enrique, ángel: Jorge Varandela
EQUIPO ARTÍSTICO/ TÉCNICO
Escenografía Arturo Martín Burgos
Vestuario Almudena Rodríguez Huertas
Iluminación Luis Perdiguero
Música original Mariano Marín
Videoescena Álvaro Luna
Redacción y Fotografía: Santiago Navascués
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
También me gustaría ver alguna obra d eeste autor, pero como te comenté alguna vez, prefiero las ambientaciones de época.
ResponderEliminarBesos.
Hola guapa!
EliminarTe entiendo, yo también las prefiero...
Besos 💋💋💋
hola! que linda tu invitacion al cine, con esas magnificas fotos! gracias y saludosbuhos.
ResponderEliminarHola carinyet!
EliminarEs mucho mejor que el cine ¡Es la magia del teatro!
Besitos a ambas!! 💋💋💋
Hola!!
ResponderEliminarQue envidia que hayas podido ver esta actuación, no suelo ir mucho al teatro últimamente, en mi ciudad no hay demasiados espectáculos de este tipo. Muchas gracias por las fotos, tiene una pinta increíble la verdad!
Un besooo :)
¡Hola guapa!
EliminarNo me canso de decirlo, pero todo el mundo debería tener acceso al teatro, a la cultura en general, da igual que vivas en una gran ciudad, pequeño pueblo o aldea, todos, absolutamente todos deberías poder ver una obra teatral sin importar de donde somos.
Un besito guapa.
Preciosas fotos y espectacular crónica de esta obra de teatro. Cuánto estás disfrutando con este género, gatita. Besos
ResponderEliminarEl Teatro me abduce, jajaja. Las reseñas son de mi compañero ¿no has visto que son serias, con clase? No es mi firma...jajaja.
EliminarBesos 💋💋💋
Madre mía como te estas poniendo a reseñar teatro. Me encanta que disfrutes tanto con él.
ResponderEliminarB7s guapísima
Ali - Entrelibrosycoletas
Yo también prefiero las ambientaciones de época, y si no me equivoco, creo que hay un libro en el que se han basado. Aunque me gusta el teatro, en esta ocasión, prefiero leer la novela. Un beso.
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