miércoles, 25 de enero de 2017

EL VIEJO QUE LEÍA LA VIDA de Jaime Bertrán García.





Yo no creo en la edad.

Todos los viejos llevan en los ojos un niño,
y los niños a veces nos observan
como ancianos profundos.
Mediremos la vida por metros o kilómetros o meses?
Tanto desde que naces?
Cuanto debes andar hasta que como todos
en vez de caminarla por encima
descansemos, debajo de la tierra?

Al hombre, a la mujer que consumaron
acciones, bondad, fuerza, cólera, amor, ternura,
a los que verdaderamente vivos florecieron
y en su naturaleza maduraron,
no acerquemos nosotros la medida del tiempo
que tal vez es otra cosa, un manto mineral,
 un ave planetaria, una flor,
otra cosa tal vez, pero no una medida.

Tiempo, metal o pájaro, flor de largo pecíolo,
extiéndete a lo largo de los hombres,
florécelos y lávalos con agua abierta 
o con sol escondido.
Te proclamo camino y no mortaja,
escala pura con peldaños de aire,
traje sinceramente renovado
por longitudinales primaveras.

Ahora, tiempo, te enrollo,
te deposito en mi caja silvestre
y me voy a pescar con tu hilo largo
los peces de la aurora!

(Oda a la edad. Neruda)



Cada verano, durante los últimos años, visité a mi tía en la residencia de ancianos en la que se encontraba; era un sitio precioso, a veces me sorprendía tanto que lo fuera que me sentía culpable por ver la belleza de un lugar que parecía destinado a dar cobijo a alguien durante sus últimos momentos, pero situado allá arriba, lejos del pueblo para que no supusiera una molestia para los internos pero lo suficientemente cerca para disfrutar de una vista panorámica de la villa sin sufrir el ruido del tráfico. No puedo evitarlo, era un sitio realmente bonito. 
De ir día tras día durante varios meses al año, era inevitable fijarte en las
personas que allí vivían, trabajaban o al igual que yo, iban de visita y aunque no intercaláramos más que saludos de cortesía, estoy convencidísima que tanto unos como otros, esperábamos cruzarnos cada mañana en los mismos lugares a las mismas horas; una de esas personas que llamaron poderosamente mi atención fue una señora elegante de perfecto moño blanco. Se sentaba siempre en la misma mesa de la cafetería, con un libro y un café con leche, no levantaba la vista del libro en ningún momento, aunque el lugar se viniera abajo de risas y voces; siempre pensé que se trataba de una profesora jubilada, pues la manera de llevar las gafas y colocarse la chaqueta sobre los hombros, eso, solo lo puede hacer una maestra de la antigua escuela. Libros, aunque nunca serán suficientes, es lo que me sobra, así que un día, cuando ya sabíamos que las visitas a la tía llegaban a su fin, cogí una media docena de libros de los que tenía en mi estantería -los que pensé que le podrían gustar o con los que me arriesgué a que descubriera nuevos autores- los metí en una bolsa de regalo y los dejé en la mesa en la que siempre se sentaba la supuesta maestra retirada. En mi siguiente visita a la residencia, por tristísima circunstancia, tan solo tuve tiempo de ver por el rabillo del ojo a un anciano que leía uno de los libros que dejé sobre la mesa de la cafetería. 
No se si la maestra los leería, si le gustaron, si se preguntó quién los dejó y porqué, no tengo la menor idea, pero me reconfortó saber que al menos habían servido para entretener a una persona, aunque no fuera quien yo imaginé. 


EL LIBRO.

En esta ocasión no elegí el libro, fue el libro quien me eligió a mi, pues me llegó sin saber qué había dentro del sobre y desde el momento en que lo abrí y lo tuve en las manos sabía que estábamos destinados el uno para el otro.
La portada ya lo dice todo, o mejor dicho, hace que imagines todo: un anciano enjuto y alto, impecablemente vestido, elegante en su aspecto general, va subido en un monopatín y su cara es la viva imagen de la felicidad; de fondo, el mar y el cielo se funden, como si el ayer y el mañana, fueran tan solo el hoy. En letras rojas, el título: El viejo que leía la vida. ¿La vida se puede leer? si es así, por tanto también se puede escribir ¿Quién hace qué? ¿Porqué? ¿Cómo? en ese momento lo supe, la historia me enseñaría tantas cosas como estuviera dispuesta a aprender. Si me atrevía a subirme a un monopatín y dejarme llevar...y me subí. 

SINOPSIS.

Tomás, 79 años. Tras enterrar a su último amigo decide ingresar en una residencia de ancianos como tabla de salvación para no ahogarse en la soledad y la tristeza en la que estaba sumergido. En la residencia el pasado y el presente de Tomás, así como, la pasión por los libros harán que se inicie una transformación en la vida de los residentes. Al mismo tiempo ese cambio le alcanzará a él; sin saberlo, Tomás, está empeñado en vivir y en hacer vivir a los demás.
A su edad está a punto de aprender una lección: las segundas oportunidades existen y hay que aprovecharlas.


LA OPINIÓN DEL GATO.

No soy una persona sensiblera. Suelo mantenerme firme ante momentos delicados y emotivos, suelo ser la persona que habla en público cuando al resto la emoción les embarga, la que se encarga de organizar lo que los demás no quieren ni nombrar y la que dice quien hace qué. Si, esa soy yo. Sin embargo, soy también la que se emociona ante el llanto de un niño o el saltito fracasado de un gatito que termina en el suelo maullando...o viceversa. Y a mi las personas mayores me enternecen tanto como me sacan de quicio, o las adoro o me enervan. Y Tomás -el protagonista del libro- me hizo sentirme confusa en nuestro primer contacto ¿Era un viejo de esos metomentodos que no dejan de dar la charla y contar batallitas? o por el contrario ¿Se trataba de un abuelito encantador de los que cuentan cuentos y regalan caramelos? solo me quedaba una opción: seguir leyendo. 
Poco a poco Tomás me iba ganando terreno, ese viejo elegante me iba contando pequeñas historias y dándome alguna que otra lección sin que me diera cuenta de ello ¡Vaya, el abuelo es bueno! hay que reconocer que Jaime Bertrán sabe jugar bien sus cartas, y domina tanto el tema del que habla -temas en realidad- como el lenguaje que emplea, pues consigue que el lector empatice tanto con personajes como con los asuntos que trata, y os aseguro que no es fácil hablar de ciertas cosas sin  ofender ni dañar tanto a quien lee como de quién se escribe; vivimos en una sociedad en que las verdades duelen, en un lugar en el que de tanto mirar a nuestro alrededor dejamos de ver lo que nos rodea, un sitio donde las palabras se las lleva el viento o se clavan como puñales, vivimos sin término medio, nos relacionamos ambiguamente, o están los que lo dan todo o los que no dan nada a cambio. Un lugar en el que un resbalón puede hacer que nos partamos la crisma sin que haya suficientes manos que nos ayuden a levantarnos por miedo a caer también; pero Tomás nos demuestra que tan solo hace falta una, pues con una sola mano, podemos levantarnos si sabemos agarrarla firmemente y con decisión, si queremos levantarnos, lo haremos incluso si esa mano es nuestra y la utilizamos para apoyarnos en el suelo y tomar impulso ¿Imagináis la de impulsos y saltos que se pueden dar desde abajo si son varias las manos que tiran de nosotros? pues de eso se trata, de tener una segunda oportunidad y saber utilizarla, si se nos da una mano, no la abofeteemos, usémosla para estrecharla. 
El viejo que leía la vida no es un manual de como ser feliz, tampoco es un libro de autoayuda, ni un compendio de cuentos con moraleja; el libro es justamente lo que dice ser, la historia de alguien que lee la vida y nos la cuenta tal cual, de nosotros depende lo que hagamos con ello. Nadie mejor que su autor para darnos la definición perfecta: un libro es una medicina, para cada mal que nos aqueja, existe la receta sanadora perfecta, solo hay que saber cual. Y para eso están libreros y escritores, y permitidme algo de arrogancia pero voy a añadir a la lista de facultativos los blogs literarios, salvando las distancias y mejorando lo presente. Se proponen recetas, elijan ustedes la que se adecua a su mal. 
No podría despedirme sin hacer mención a un proyecto literario y solidario que el propio autor ha creado y puesto en funcionamiento, El Hombre Libro, proyecto que tiene al libro como herramienta terapéutica y realiza actividades de biblioterapia con el objetivo de mejorar la vida de las personas. Todos los beneficios obtenidos con este libro van en su totalidad a este proyecto.

Porque las segundas oportunidades aunque a veces tarden en llegar, siempre lo hacen a tiempo, solo hay que saber aprovecharlas. 



GATOPUNTOS:




EL VIEJO QUE LEÍA LA VIDA
Jaime Bertrán García

ISBN: 978-84-9140-214-5

Editorial Círculo Rojo

Facebook El Hombre Libro

Para adquirir el libro, pinchad Aquí

Imágenes: ©Yolanda T. Villar




Una Reseña de Yolanda T. Villar

    ©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

25 comentarios:

  1. Oye, pues no pinta nada mal, no lo descarto.

    Muchísimas gracias por tu opinión :)

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  2. Tiene buena pinta, me lo apunto para más adelante :)
    Besos!

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  3. Esta vez no voy a segur vuestra recomendación porque ahora mismo no me apetece leer nada con esta temática (seguro que me estaré perdiendo un libro estupendo, pero no es el mejor momento para ello). Besos

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  4. De momento lo dejo pasar, demasiados pendientes de leer!!

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    1. Te entiendo, las listas no dejan de crecer y el tiempo parece menguar...

      Un besito
      Yolanda ❤❤❤

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  5. Hola!
    De momento no creo que lo lea. Gracias por la reseña. Besotes

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  6. ESta vez no acaba de convencerme. Me alegro de que te haya gustado. Un beso.

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    1. Las lecturas son como los zapatos, aunque sean de tu número no tienes porqué comprarlos si no te gustan (eso decía una amiga)

      Un besito
      Yolanda ❤❤❤

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  7. Me llama mucho la atención y lo tendré en cuenta si consigo aligerar la lista de pendientes que llevo, jeje.
    Un besazo

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    1. Si consigues aligerarla dímelo, te compro la exclusiva!!!

      Un besito xiqueta!
      Yolanda ❤❤❤

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  8. Hola, decirte que me gusta todo lo que nos has contado sobre esta lectura, que me has tentado y lo quiero leer. Yo sí soy muy sensiblera y las personas mayores logran emocionarme la mayoría de las veces, me encanta escucharles todo lo que tienen que contarnos, me gusta la forma en la que lo hacen, como se expresan, en fin será que adoro a mis abuelos...Pero el libro lo leo seguro, ya te contaré.
    Gracias por tu recomendación.

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    1. Me encantaría saber que te ha parecido a ti!!! Mis abuelos fueron muy importantes en mi vida, me enseñaron tanto....
      Un beso.

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  9. Woooooow, libro solidario, doblemente bueno!
    La verdad es que el planteamiento es muy peculiar y me alegro de que haya llegado a ti. Yo también creo en las atracciones naturales de los libros, a veces necesitamos ciertas historias en concreta y son esas las que llegan a ti :) Espero que este libro se difunda mucho, y que el proyecto prospere.

    Te espero en La Reina Lectora

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    1. No creo en las casualidades, todo sucede por una razón y hay que dejarse llevar...

      Un besito!

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  10. La portada es muy llamativa, así como lo que cuentas de él. Es difícil que me lo cruce, pero no me importaría leerlo.
    Besos

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    1. Es muy entretenido y te hace removerte por dentro...Ojalá te encuentres con él...

      Un besito!!
      Yolanda

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  11. Por lo que nos cuentas en tu preciosa reseña, se ve una lectura diferente. Lo leería, sin lugar a dudas. Besos.

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    1. Te gustará Paco, a mi me ha sorprendido muy gratamente.

      Un besito.
      Yolanda ❤ ❤ ❤

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  12. Vaya, justo hoy publiqué también la reseña de otro libro de la misma editorial. En mi opinión la portada no le hace mucha justicia, de hecho ni me habría fijado en él, si no es por la sinopsis y la estupenda reseña, que transmiten una profundidad que va más allá de una portada resultona. Pinta bien, creo que podría gustarme.

    He dado con vuestro blog de casualidad, así que me quedo por aquí. También nosotros (mi compañera y yo) somos dos almas gatunas, por lo que quedáis invitados al nuestro:
    http://erasejm.blogspot.com.es/

    Un beso ;)

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    2. ¡Hola Ray! pues no fue el libro que solicité en un principio, casi me llegó por sorpresa y ahora me alegro que así fuera, pues me ha gustado mucho.

      Me paso a veros ¡Un beso!
      Yolanda ❤❤❤

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