Mentiríamos si creyéramos que lo que está ocurriendo en algunos países árabes, en los que se persigue hasta su exterminio a decenas, centenares de hombres y mujeres indefensos cuyo único delito es profesar un credo diferente al de sus asesinos, es algo nuevo; faltaríamos a la verdad si pensásemos que la destrucción de las innumerables obras de arte de culturas anteriores a la que representa la fe de Mahoma, que es la de los destructores, es algo totalmente ajeno al tiempo; nos engañaríamos a nosotros mismos si aún siguiéramos sosteniendo que no existe una amenaza real que se está expandiendo a pasos agigantados al otro lado de las costas que baña el mar Mediterráneo.... Porque la Historia es una suerte de rueda de tractor, con su pronunciadísimo relieve de caucho que le permite rodar de manera ágil sobre firmes asentados, pero al mismo tiempo se adapta a las dificultades del terreno, depresiones, barro, gravilla… para avanzar con seguridad; un disco perfecto que encuentra su imperfección en la condena de repetirse una y otra vez sin solución de continuidad, cambiando la goma que la recubre, se desgasta y es sustituida por otra, pero permanece inalterable el suelo que pisa.
Para todo aquel que aún tenga dudas debe saber que todo está escrito, que todo, se encuentra en los libros. Allí están las causas y las consecuencias de los conflictos; allí se encuentran las motivaciones que los engendraron y los errores cometidos por los perdedores; allí aguardan las respuestas para darle solución a lo que creemos irresoluble.
MAKTUB.
Cuando acudí al Museo L´Iber de Valencia con mi compañera de trotes a la presentación de El ejército de Dios, sentí, al traspasar aquellas puertas que se abrían para dar paso a un precioso palacio gótico, que pocos edificios en Valencia eran más adecuados para realizar la puesta de largo de una novela histórica. Y es que el conocido como Palacio de Malferit, hoy dedicado a albergar la más amplia exposición permanente de soldaditos de plomo del mundo, es un lugar culturalmente muy vivo y dinámico en el que encuentran cabida un sinfín de autores deseosos de presentar sus obras en la ciudad del Turia por la puerta grande.
El ejército de Dios contiene, en sus más de ochocientas páginas, una novela coral que narra el convulso final del siglo XII en la península ibérica y el norte de África. Sebastián Roa, su autor, posiciona al lector ante un extraño tablero de ajedrez donde se muestran claramente dos grandes adversarios, los ejércitos árabes, que invadieron y se instalaron en la península ya en el año 711, y las huestes de los distintos reinos cristianos. Y digo extraño porque, si bien las tropas árabes reconocen a su líder y siguen sus pasos con ciega fe, los reinos cristianos se encuentran enemistados y enfrentados incluso, ya que a la muerte de Alfonso VII de León, coronado Emperador de toda España, sus hijos dividieron su reino en León y Castilla, pero distanciaron también sus corazones unidos por la sangre común. Aquella situación fue aprovechada por otros reinos peninsulares, como el creciente de Aragón, el de Navarra o el de Portugal, quienes, con la vista puesta en mantener o ampliar sus dominios, no dudaban en negarles auxilio a sus vecinos frente al ejército infiel o perjudicar sus intereses.
Con un trabajo técnico que quizá supere al de documentación (amplio y meticuloso), el autor nos introduce en una suerte de Juego de Tronos a la española, solo que la historia de nuestros antepasados es real, mucho más rica y no necesita de criaturas extraordinarias para narrar acontencimientos extraordinarios. Sebastián Roa lo sabe muy bien, y utiliza su conocimiento de la época para tejer un lienzo en el que se mezclan los reyes de Castilla, de Aragón, de Navarra, de León; califas, walíes, obispos, ulemas, cadíes, templarios… así como vasallos, almotacenes, trovadores, almorávides, nobles, putas, talabas, almohades, fanáticos, barraganas,...
La ambición, los celos, el poder, la venganza, el amor (también el no correspondido) moverán a los personajes por el tablero con estudiada estrategia, tratando de jugar cada uno de ellos sus cartas para alcanzar sus objetivos y sin importar los medios ni las consecuencias.
El autor, tendente al uso de la descripción, que en muchas ocasiones se hacen imprescindibles para acotar los contextos temporales donde se suceden las diferentes tramas, demuestra un buen control de los diálogos, sonando creíbles y sin imposturas. Así mismo, se le encuentra cómodo en las descripciones de las diferentes batallas y escaramuzas que ocurren a lo largo de la novela (lugares literarios que en otros autores hemos encontrado menos avezados), desarrollándose con fluidez y atrapando al lector. No obstante, sorprende el uso de nombres de poblaciones o territorios actuales para referirse a los que corresponden de la época, como La Rioja, aunque quizá el propósito sea facilitarle al lector la ubicación aproximada de dicho territorio.
A destacar varios personajes de la novela, como son Alfonso VIII de Castilla al ser el monarca más importante de la época y en cuyo interior se debate una lucha entre los deseos de su abuelo y sus propios intereses; Yaqub, heredero del trono almohade, adiestrado en la férrea ley almohade, despiadado y valiente, que sólo encontrará freno a sus ansias de conquista en la conquista del amor; o Urraca López de Haro, una mujer de extraordinaria belleza que, tras recibir una carta, entiende su destino en el mundo como la conseguidora de la unión entre los reinos de Castilla y León, y a dicha tarea se entregará en cuerpo y alma. Y no podemos olvidarnos tampoco de Ordoño Garcés de Aza o de Ibn Sanadid, dos hombres de guerra y frontera acostumbrados a danzar en el alambre y sin red, y cuya camaradería se verá amenaza al verse obligados a elegir entre la razón o el corazón, entre sus diferentes credos o su amistad fraterna.
El ejército de Dios, de Sebastián Roa, es una gran novela histórica que conjuga a la perfección todos los elementos clásicos del género, que supone el pilar central de una trilogía iniciada con La loba de Al-Ándalus, y que deslumbrará a los amantes de lo histórico y a los neófitos al narrar una época apenas transitada por los historiadores pero que es vital para llegar a comprender y entender nuestro presente; una época cruenta en la que Dios parecía jugar a ser Zeus y se divertía arrastrando a la guerra a dos civilizaciones muy diferentes, y a cuyos líderes aseguraba, por separado, estar de su lado. ¿Quién rechazaría cualquier batalla si el Supremo cubre tu retaguardia, afila tu espada y anuncia abundancia, poder y dicha en tu porvenir?
EL EJÉRCITO DE DIOS
de Sebastián Roa
ISBN 978-84-666-5615-3
Una reseña de Santiago Navascués
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
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Novela histórica, y también plena de actulidad, me temo. Como si la guerra no se hubiera acabado nunca.
ResponderEliminarEnhorabuena por la reseña.
Un saludo
Es cierto, es como si los siglos no hubieran pasado, y los pasos hacia adelante que da el ser humano en tecnología y ciencia,, van acompañados de pasos hacia atrás en el tema religioso.
EliminarCondenados a repetir nuestra historia a pesar de conocerla.
Un abrazo Ricardo!