Sin miedo a errar estoy seguro de afirmar que, si los animales tuviesen la humana capacidad del habla, el hombre no sería tan animal. Es más que probable que aprenderíamos de ellos una serie de códigos éticos por los que todos suspiramos pero que rara vez, quizá por pereza, holgazanería o simple voluntad contraria, tratamos de hacer nuestra. Una buena charla con ellos, aunque sólo fuese durante una insignificante noche, y nuestro concepto del mundo que nos rodea, zozobraría.
Sobre el escenario de La Cava de Olite, y con el único aderezo de un gran banco de madera que hizo las veces de decorado múltiple, Els Joglars pusieron de manifiesto el pasado viernes que la veterana y siempre incisiva compañía catalana no ha perdido ni un ápice de compromiso a pesar de la marcha de Albert Boadella como líder del tinglado.
En realidad, al menos en esta obra, esa marcha no es tal, o no es completa, pues el apellido de Boadella figura dentro del equipo artístico, ocupando varias tareas entre las que destaca, por encima de las demás, el de miembro del triunvirato que adapta libremente la novela de Cervantes que da título a la obra de teatro: El coloquio de los perros.
Cipión y Berganza son dos viejos perros que viven en una perrera de una ciudad cualquiera, de un país cualquiera demasiado parecido a España. Ellos, junto a otros perros, son custodiados por Manolo, el vigilante nocturno que pasa la noche deambulando por los largos pasillos de jaulas. Resulta un trabajo anodino, gris, sin grandes sobresaltos... hasta que una noche, quién sabe cómo o por qué razón, la anciana pareja canina adquiere la capacidad de comunicación con el hombre. Manolo, soprendido, inicia entonces con ellos un diálogo que desembocará en la narración lineal de las vidas de tan singulares oradores. Han disfrutado del lujo y el glamour de pertenecer a un hogar adinerado, de los palos y la violación de unos pastores, de ser los hijos que nunca tuvieron un matrimonio mal avenido... En definitiva, han probado el sabor de vivir, el gusto (si es que es tal) de compartir techos distintos con el ser humano, llegando a la conclusión de que los pastores son lobos, que el lujo conduce a la banalidad, que pretender sustituir con animales a los hijos no nacidos alcanza las más altas cotas de la ridiculez. Por ello, para sus últimos días, prefieren la paradoja de la jaula frente a la libertad de movimientos por un mundo hostil creado por el hombre en el que, de un modo parejo y a la vez alejado en apariencia, tan cerca está de privarles de su dignidad de perros moliéndolos a palos como vistiéndolos con abrigos de Coco Chanel.
El elenco de actores, encabezados y capitaneados por Ramón Fontserè, despliegan un arsenal interpretativo tal que apabulla y que se adentra en el teatro clásico de siempre, ese en el que la puesta en escena era importante pero siempre secundaria, el que concederá para siempre la capacidad de sorprender al público a esos actores cargados de un misterio, una capacidad y una verdad de tanto calado que son capaces, como los grandes maestros de la alquimia, de transformar la burla en drama para pasar del entretenimiento a la reflexión. ¿No es ahí donde radica la esencia del teatro?
EL COLOQUIO DE LOS PERROS
Autor
MIGUEL DE CERVANTES
Dirección
RAMON FONTSERÈ
Reparto
RAMON FONTSERÈ (Cipión)
PILAR SÁENZ (Berganza)
DOLORS TUNEU y XAVI SAIS (Personajes y animales)
XEVI VILÀ (Manolo)
Compañía
ELS JOGLARS y la COMPAÑIA NACIONAL DE TEATRO CLÁSICO
Más información
TEXTO E IMÁGENES: Santiago Navascués
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
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Una puesta en escena original y sorprendente. Siempre grande Cervantes
ResponderEliminarSin duda alguna así es. El paso del tiempo no puede sino que reafirmar las buenas obras y los grandes autores.
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