viernes, 8 de julio de 2016

Entrevista con... PACO GÓMEZ ESCRIBANO



 Paco Gómez Escribano 
(Fotografía obtenida del Facebook del autor)

EL GATO TROTERO: En su nueva novela, Manguis, el título evidencia sin dejar lugar a duda lo que en él vamos a encontrar: personajes de baja estofa, ladronzuelos de poca monta protagonizando una novela a veces sucia, a veces irónica, a veces cruel, pero siempre real de aquella España de los 70 que tan lejos parece, a primera vista, de la época actual. ¿Hemos cambiado tanto? ¿Si acaso algo?



PACO GÓMEZ ESCRIBANO: Hemos cambiado totalmente, como ha cambiado el paisaje y sobre todo las costumbres. Para mí es un tiempo cercano, quizás porque dicen que el periodo de la niñez, adolescencia y juventud es el que se recuerda más intensamente, pero hay que reconocer que han pasado más de cuarenta años.



E. G. T.: Por aquel entonces, el dictador todavía se venía arriba y firmaba sentencias de muerte. Aquellos y otros métodos, siempre arbitrarios y violentos, exentos de toda ética e inocuos al respeto de la dignidad humana, parecían filtrarse en una sociedad que llevaba demasiado tiempo aceptándolos y dándolos por buenos. Tal es así que de su novela se desprende que el sistema garante de la seguridad del país (los hoy denominados Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado) se hallaba emponzoñado. Cargos colocados a dedo con el único mérito de la afinidad a los superiores o el tiempo ocupado en el cuerpo, policías que trapichean con excedentes de alijos que confiscan, agentes que operan en la frontera de la legalidad… ¿Lobos cuidando de las gallinas?



P. G. E.: Fue algo más que eso, hacían lo que les daba la gana porque tenían manga ancha. Y al final de la dictadura estaban acojonados porque no sabían muy bien qué iban a hacer con ellos. Hay que tener en cuenta que eran la Policía de un sistema dictatorial y por tanto no sabían si les iban a echar e incluso a juzgar a muchos de ellos. Yo he ficcionado un hecho pero basado en casos muy reales, pongamos por ejemplo el del Nani, pero hubo más. Al final no pasó nada. Reconvirtieron a los de la brigada político social y punto. Pasaron de hostiar a rojos a hostiar a delincuentes comunes. Tenían mucha práctica.



E. G. T.: Usted vive en Canillejas, el barrio en el que suceden los hechos de su reciente trabajo. ¿No le da miedo que le pare por la calle algún vecino que piensa que deja al barrio en mal lugar?



P. G. E.: Yo retrato la cara B del barrio. Quien no reconozca los hechos miente. Esto entonces era una pocilga sin ningún tipo de servicio social. Solo había barro, miseria, tristeza y desesperanza. No teníamos ni alumbrado público y con los años, cuando pusieron el Metro, lo pusieron en el campo, algo incomprensible. Todos lo entendimos cuando con el tiempo edificaron alrededor del Metro el barrio de las Rosas y vendieron los pisos a precio de oro.



E. G. T.: Su novela recrea con acierto el mundo del hampa madrileño de los años 70, ese hábitat salvaje en el que todos saben cuál es el lugar que les corresponde. ¿Qué tiene lo sórdido que tanto nos gusta?



P. G. E.: Pues tiene algo que nos araña el alma, eso es indudable. Más que gustarnos lo sórdido yo creo que nos gusta la literatura y el cine que retrata lo sórdido en clave de novela negra si además conlleva esa cuota de crítica social, de denuncia. Nos gusta ver cómo unos personajes planean un atraco o un crimen, pero nos gusta más, a mí por lo menos, estudiar por qué lo hacen. Por qué unos tipos deciden dar un golpe en vez de intentar ser ciudadanos modélicos.



E. G. T.: Los personajes de Manguis, en su mayoría, son víctimas de una sociedad que no les dio una oportunidad. Caídos en desgracia, ahogan sus pesares en el alcohol, las drogas,... y para sobrevivir, no se hacen demasiadas preguntas acerca de si es o no lícito el modo en que lo consiguen. Sin embargo, cuando leemos la novela, a pesar de no ser héroes ni sus hechos siempre dignos, al lector le queda una sensación de lástima por sus suertes, y de aceptación de los personajes aún con sus defectos ¿Es este trabajo, de algún modo, un homenaje que usted quería rendirles a tantos y tantos desheredados?



P. G. E.: En cierto modo es un homenaje a la generación de mis padres, que vinieron de pueblos remotos con una mano delante y otra detrás. También es un homenaje a la segunda generación, muertos a miles por la heroína. Pero sobre todo es la denuncia de un sistema que no les ofrecía nada excepto trabajar como mulas por un sueldo de mierda y un piso diminuto. Y eso el que tenía la suerte de trabajar y vivir en un piso. Los demás tenían que hacerse una chabola con cuatro cartones y cuatro trozos de uralita.



E. G. T.: ¿Entiende usted la literatura desde un punto de vista puramente de entretenimiento, en el que el autor no debe inmiscuirse en los asuntos de los personajes, o piensa que siempre hay que dejar, en mayor o menor medida, de manera más o menos velada, un poso de pensamiento o crítica de los hechos narrados?



P. G. E.: Ese es el debate de siempre. Respeto absolutamente las formas de expresión de cada uno, aunque hay novelas infumables. Sobre si un escritor debe estar comprometido o no con lo que escribe, yo creo que sí, porque la palabra tiene mucho poder. En las dictaduras, lo primero que hacen es quemar los libros, y eso es por algo. Ahora bien, como he dicho antes, respeto la literatura de entretenimiento. Yo procuro comprometerme e intento que los lectores vean ese poso de denuncia, que lo que escribo les haga pensar.



E. G. T.: Aunque sus dos últimas novelas transitan a través del género negro, usted también se ha atrevido con el thriller de corte esotérico. ¿Es usted un autor que no busca encasillarse, o simplemente escribe sobre aquello que le pide el cuerpo?



P. G. E.: Escribo lo que me pide el cuerpo, sí. Lo del esoterismo tiene su explicación. En el colegio me hicieron odiar la lectura. Me aburría que me obligaran a leer El Mío Cid, La Casa de Bernarda Alba, etc., me parecía un rollazo. Sin embargo sí que era adicto a los cómics, en especial Jabato, Guerrero del Antifaz, Capitán Trueno, las Joyas Literarias Juveniles de Bruguera, Mortadelo, etc. Un día vi en la biblioteca del barrio un libro que se llamaba El Tercer Ojo, de Lobsang Rampa. Me lo llevé y lo leí del tirón descubriendo que la lectura molaba. Me leí toda la serie. Después vino Carlos Castaneda, Louis Pauwels, Jacques Bergier, Erich von Däniken o Fulcanelli. El problema con los libros del colegio es que cuando era un crío no estaba preparado para leerlos. Los autores citados me aficionaron al esoterismo, por eso escribí mis dos primeras novelas. Pero siempre he sido lector de género negro. Había un problema con las novelas policiacas: me enganchaban. Así que después de leer seguidas dos o tres abandonaba el género premeditadamente para leer otras cosas. Pero volvía. Con el tiempo ya no eran dos o tres las que leía y finalmente acabé leyendo género negro casi siempre, de forma que actualmente apenas leo otra cosa.

En mi tercera novela quise hacer una de género y estuve dándole vueltas la temática bastante tiempo. No sabía si inventar un policía, un detective o qué. Tras pasear por mi barrio tantos años me di cuenta de que lo tenía delante. Así que creo que lo que estoy haciendo es retratar la cara B del barrio en distintas épocas. En el futuro, ya veremos. Pero de momento no creo que salga del género. Quizás sea por la sociedad capitalista y corrupta que nos ha tocado vivir.



E. G. T.: Existe en el ámbito literario un debate soterrado que plantea la duda en torno a la calidad de algunas novelas… Existen autores que, sometidos al imperio de la mercadotecnia y obligados por contrato, deben publicar tres o cuatro novelas al año. ¿Se puede escribir buenas novelas a contrarreloj sin que la calidad se vea mermada, o como dice el refrán taurino “las prisas son para los ladrones y para los malos toreros”?



P. G. E.: Pues mira, no lo sé. Yo tengo la suerte de que nadie me obliga a escribir, así que escribo lo que me da la gana cuando y como quiero. Aunque entiendo que si alguien vive de esto trague con ciertos temas. Yo vivo de otra cosa y esto lo hago porque quiero. Intento mantener un ritmo porque en este mundillo si pasa mucho tiempo sin que publiques te olvidan. ¿Que si me gustaría vivir de esto? Claro, pero es complicado. De todas formas si me obligaran a escribir ciertas cosas, si pasaran mis novelas por la censura o si me dijeran esto y lo otro, seguramente escribir perdería la gracia y pasaría de ello.



E. G. T.: Una de las cualidades de su novela es que hace gala del uso de un lenguaje muy de la calle, creíble, con un estilo sencillo y eficaz. ¿De qué manera entiende el estilo literario: debe mimetizarse con las diferentes narraciones y el contexto en el que éstas ocurren, o el escritor debe imponer su propio estilo literario que le permita ser identificado por un lector que no haya visto la portada del libro?



P. G. E.: Alguien dijo por ahí que la ficción debe ser verosímil, algo que no le hace falta a la vida real. Si se escribe sobre delincuentes hay que respetar sus códigos y los personajes deben hablar como ellos porque si no la novela no resulta creíble. Hay novelas sobre delincuentes en las que los personajes parece que han ido estudiar a los Maristas. Incluso hay novelas en las que el narrador es el propio delincuente, pero en vez de un mangui parece filólogo. Sin duda cada escritor tiene su estilo, pero el estilo es ese cabrón que llevamos muy dentro y hay que sacarlo a barrenazos porque es tímido y no se hace notar hasta que has escrito más de una novela. Un escritor debe ser fiel a su estilo, pero también a sus personajes, al paisaje geográfico y social de su novela, y sobre todo a la historia que está contando. Por desgracia hay muchas novelas que no se publican porque vivimos en la era de lo políticamente correcto y muchas editoriales no se pringan. En este sentido, si Julián Ibáñez o Carlos Pérez Merinero hubieran sido americanos serían best sellers internacionales, pero son españoles. Hay editores y lectores que creen que si escribes algo crudo o violento, o historias relacionadas con la delincuencia, estás faltando al respeto al lector. Se ve que no han leído a Jim Thompson, a Bukowski o a Lemaitre, por citar a alguno de los actuales. Este país es diferente. La cultura está de capa caída  y desde las instituciones no es que no la fomenten sino que se la acosa y se la intenta meter en un pozo muy hondo. Si hay pocos lectores, comparándonos con los países de nuestro entorno, y además hay estos prejuicios propios de mentes muy retrógradas, apaga y vámonos. Pero es lo que hay. El discurso de Valle Inclán en cuanto al país que tenemos sigue muy vigente.



E. G. T.: Quizá muchas personas puedan pensar que la droga, en los 70, era cosa del extrarradio, de lugares marginales, de descampados abandonados y rincones oscuros apartados de las miradas. Sin embargo, hoy en día, la droga, hoy de diseño, se mueve en las altas esferas económicas, sociales y políticas. ¿Se produjo una evolución? ¿Es la democratización del vicio? No somos ná…



P. G. E.: Bueno, hay que decir que entonces la heroína llegó primero a los ricos, aunque luego se expandió y se generalizó por la periferia, por los barrios de clase obrera. En cuanto a las drogas, sí, es cierto, se ha producido una evolución. Ahora se le pega más a la coca y a las drogas de diseño. Pero el concepto es el mismo: pegarte un viaje porque generalmente es difícil aguantar una vida de mierda. Y no me refiero solo a la de los marginados. Las vidas de muchos ejecutivos, de muchos ricos, también son una mierda, aunque a otro nivel. Así que la gente opta por un viaje instantáneo para tomarse un descanso de la realidad.



E. G. T.: Es todo. Desde aquí le deseamos la mejor de las trayectorias para su novela y para sus futuros trabajos, a los que les auguramos una gran acogida si son tan interesantes como Manguis.



P. G. E.: Muchísimas gracias. Un fuerte abrazo.

2 comentarios:

  1. Un placer conocer más de cerca al autor gracias a vosotros.
    Eres un hombre muy sincero,Paco Gómez Escribano, un lujo de amigo, señor escritor.

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    1. Cuando una tiene la suerte de conocer a un gran escritor y descubrir una gran persona además, no puede más que dar las gracias por ello.
      Ambos sois para este Gato dos Gatroteros de honor.

      Gracias por contar con nosotros.
      Un abrazo.

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