En ocasiones, caen en tus manos libros que están destinados a ser leídos cuando ellos quieren; no cuando tu querrías. Son esos libros que parecen aguardar su momento, que da la impresión que, desde el estante en el que lo dejaste al conseguirlo, te susurre en tono cadencioso y dulce: aún no ha llegado mi tiempo. Es como si detectasen que no atraviesas por tu mejor momento; como si un sexto sentido -si es que disponen de alguno, más allá de la pura magia entintada que lucen sus páginas- les notificase que, para ser leídos como las historias que guardan merecen, sus lectores deben encontrarse fisicamente adecuados, anímicamente dispuestos.
Y es que hay libros capaces de transportar a quién los lee más allá del tiempo y del espacio, que conducen a través de una vereda de emociones a la literatura soñada por los amantes del placer de la lectura y de los peones del oficio de escribir: esas narraciones valerosas vestidas de domingo que colman y desbordan las expectativas más elevadas. Es necesario contar con los cinco sentidos a pleno rendimiento y dejarse llevar por el rumor de un oleaje pausado de palabras, que poco a poco, pero sin remisión, nos llevarán a una playa cálida y limpia, en mitad de una bruma adherida a la arena, sobre mil corceles rampantes de espuma blanca. Tumbados sobre un húmedo lecho, escucharemos las voces de los personajes, trataremos de avisarles de los infortunios que les aguardan, percibiremos el olor de sus ropajes ajados y sucios, sentiremos el tacto rugoso de su dignidad y probaremos el sabor de sus sueños con el único propósito de hacerlo nuestro.
LA LEYENDA DE LA ISLA SIN VOZ
Cuando uno piensa en los Estados Unidos, corre a su mente uno de sus dogmas más difundidos: "la tierra de las oportunidades", que es tanto como decir la tierra de la Libertad. Tanto es así que disponen en su costa atlántica, en la ciudad de Nueva York, de uno de los monumentos más famosos del mundo erigido con el propósito de constituirla como faro y luz guía hacia la Libertad, que es la tierra -el país- sobre la que está construída.
Sin embargo, se necesitan novelas como la escrita por Vanessa Monfort, para que a nadie se le escape que la Historia de la Humanidad, ya sea en el Viejo o en el Nuevo Mundo, siempre se ha escrito a dos manos: la de los grandes logros y conquistas, que luce una caligrafía impecable; y la de las miserias, siempre repleta de borrones, y de las que todo el mundo quiere pasar de largo porque supone una lectura difícil y repleta de tropiezos. Esta novela es, por encima de lo demás, incluso de una preciosa historia de amor, una novela que se adentra en esos tachones para descubrir qué hay bajo esa tinta emborronada, qué oscuras miserias ocultaban los hombres que decidieron alzarse en armas para romper con una tradición y un pasado de los que no tenían sentimiento de pertenencia, y que además soñaban que únicamente al otro lado del Mundo, otro mundo era posible.
El título de la novela hace referencia a la actual Isla de Roosevelt, que a mediados del siglo XIX, época en la que se ambienta la obra -dividida en dos pedazos temporales distanciados por veinticinco años-, recibía el nombre de Isla de Blackwell, en honor al apellido de la familia a quien pertenecía. En ella, de alargada y esbelta figura, confinan a los desheredados de la ciudad de Nueva York, a todos aquellos que suponen una amenaza frente al nuevo orden diseñado. Convictos, locos, huérfanos, prostitutas... Apartar de la vista del visitante lo que nunca debiera estar a la luz. Una ciudad es próspera si sus habitantes lo son. O parecen serlo. Quien no lo parezca, no tiene sitio en ella ni es digno de transitar por las mismas calles que los demás. Cuestión de orden y decoro...
Hasta Blackwell se acercará el protagonista visible de la novela -el invisible es la propia isla, envuelta en un manto confeccionado de asfixia, soledad y desesperanza, cuyos silencios son un reivindicativo grito contra el abandono humano y en favor de su dignidad-, el afamado escritor Charles Dickens. El caballero inglés, cuyo amor por el hombre queda patente en sus obras, no evita la oportunidad de conocer la isla tras recibir una nota anónima que le invita a descubrir un secreto y un tesoro. Conocerá así las condiciones de vida de los hombres, mujeres y niños que viven en el islote, y entablará relación con varios de ellos con la mediación de una enfermera, Anne Radcliffe, con el propósito de atesorar aquel secreto y desvelar el lugar que guarda el tesoro.
Vanessa Monfort diluye en ese universo de bruma y aislamiento a personajes reales con otros que, de no existir, es más que probable que únicamente cambiarían sus nombres, pues lo allí vivido por miles de personas durante las décadas que aquellas instalaciones estuvieron en activo tuvo que aproximarse mucho a la dura realidad. Y es que cada uno de los habitantes de la isla, a pesar de sus diferencias tenía su propia historia que contar, su propio pasado que lo condenaba a vivir allí. A todos ellos la autora les dota de corazón y alma, les confiere distintas cualidades que los hace valiosos en sí mismos, y que juntos, quizá, podría convertirles en insuperables. De su contacto durante dos semanas, Dickens creará su Cuento de Navidad, y mientras dure el proceso creativo, de un modo casi mágico como mágica es la literatura, aquel disparatado grupo de locos, rateros, rameras y tardos de seso, desamparados todos, volverán a creer en el mundo que está en la otra orilla, aquel que un buen día, sin contar con su consentimiento, decidió volverles la espalda y abandonarlos a su suerte.
Con un estilo encomiablemente sumergido en la obra del autor protagonista y de sus contemporáneos, y dominando los tiempos de la novela con una precisión exquisita, Monfort conduce al lector a través de una historia apasionante y adictiva, escrita con una notable habilidad para mostrar distintos caminos, andarlos y desandarlos, para ir desgranándolos poco a poco, con el cadencioso son que pueda escucharse aún en algún antiguo local de jazz mientras la voz dulce de una cantante desconocida cuenta sus penas para curar las heridas de su corazón y expiar sus culpas si es que causó perjuicio.
La Isla de la Leyenda Sin Voz, una novela redonda que debe ubicar a su autora, por meritos propios, en los lugares más destacados del panorama literario español de su generación.
La Leyenda de la Isla Sin Voz
LA LEYENDA DE LA ISLA SIN VOZ
Cuando uno piensa en los Estados Unidos, corre a su mente uno de sus dogmas más difundidos: "la tierra de las oportunidades", que es tanto como decir la tierra de la Libertad. Tanto es así que disponen en su costa atlántica, en la ciudad de Nueva York, de uno de los monumentos más famosos del mundo erigido con el propósito de constituirla como faro y luz guía hacia la Libertad, que es la tierra -el país- sobre la que está construída.
Sin embargo, se necesitan novelas como la escrita por Vanessa Monfort, para que a nadie se le escape que la Historia de la Humanidad, ya sea en el Viejo o en el Nuevo Mundo, siempre se ha escrito a dos manos: la de los grandes logros y conquistas, que luce una caligrafía impecable; y la de las miserias, siempre repleta de borrones, y de las que todo el mundo quiere pasar de largo porque supone una lectura difícil y repleta de tropiezos. Esta novela es, por encima de lo demás, incluso de una preciosa historia de amor, una novela que se adentra en esos tachones para descubrir qué hay bajo esa tinta emborronada, qué oscuras miserias ocultaban los hombres que decidieron alzarse en armas para romper con una tradición y un pasado de los que no tenían sentimiento de pertenencia, y que además soñaban que únicamente al otro lado del Mundo, otro mundo era posible.
El título de la novela hace referencia a la actual Isla de Roosevelt, que a mediados del siglo XIX, época en la que se ambienta la obra -dividida en dos pedazos temporales distanciados por veinticinco años-, recibía el nombre de Isla de Blackwell, en honor al apellido de la familia a quien pertenecía. En ella, de alargada y esbelta figura, confinan a los desheredados de la ciudad de Nueva York, a todos aquellos que suponen una amenaza frente al nuevo orden diseñado. Convictos, locos, huérfanos, prostitutas... Apartar de la vista del visitante lo que nunca debiera estar a la luz. Una ciudad es próspera si sus habitantes lo son. O parecen serlo. Quien no lo parezca, no tiene sitio en ella ni es digno de transitar por las mismas calles que los demás. Cuestión de orden y decoro...
Hasta Blackwell se acercará el protagonista visible de la novela -el invisible es la propia isla, envuelta en un manto confeccionado de asfixia, soledad y desesperanza, cuyos silencios son un reivindicativo grito contra el abandono humano y en favor de su dignidad-, el afamado escritor Charles Dickens. El caballero inglés, cuyo amor por el hombre queda patente en sus obras, no evita la oportunidad de conocer la isla tras recibir una nota anónima que le invita a descubrir un secreto y un tesoro. Conocerá así las condiciones de vida de los hombres, mujeres y niños que viven en el islote, y entablará relación con varios de ellos con la mediación de una enfermera, Anne Radcliffe, con el propósito de atesorar aquel secreto y desvelar el lugar que guarda el tesoro.
Vanessa Monfort diluye en ese universo de bruma y aislamiento a personajes reales con otros que, de no existir, es más que probable que únicamente cambiarían sus nombres, pues lo allí vivido por miles de personas durante las décadas que aquellas instalaciones estuvieron en activo tuvo que aproximarse mucho a la dura realidad. Y es que cada uno de los habitantes de la isla, a pesar de sus diferencias tenía su propia historia que contar, su propio pasado que lo condenaba a vivir allí. A todos ellos la autora les dota de corazón y alma, les confiere distintas cualidades que los hace valiosos en sí mismos, y que juntos, quizá, podría convertirles en insuperables. De su contacto durante dos semanas, Dickens creará su Cuento de Navidad, y mientras dure el proceso creativo, de un modo casi mágico como mágica es la literatura, aquel disparatado grupo de locos, rateros, rameras y tardos de seso, desamparados todos, volverán a creer en el mundo que está en la otra orilla, aquel que un buen día, sin contar con su consentimiento, decidió volverles la espalda y abandonarlos a su suerte.
Con un estilo encomiablemente sumergido en la obra del autor protagonista y de sus contemporáneos, y dominando los tiempos de la novela con una precisión exquisita, Monfort conduce al lector a través de una historia apasionante y adictiva, escrita con una notable habilidad para mostrar distintos caminos, andarlos y desandarlos, para ir desgranándolos poco a poco, con el cadencioso son que pueda escucharse aún en algún antiguo local de jazz mientras la voz dulce de una cantante desconocida cuenta sus penas para curar las heridas de su corazón y expiar sus culpas si es que causó perjuicio.
La Isla de la Leyenda Sin Voz, una novela redonda que debe ubicar a su autora, por meritos propios, en los lugares más destacados del panorama literario español de su generación.
La Leyenda de la Isla Sin Voz
Vanessa Montfort
Editorial Plaza & Janés
ISBN
9788401342059
Puedes adquirirlo, aquí
Una Reseña de
Santiago Navascués
©TODOS LOS DERECHOS
RESERVADOS
No hay comentarios:
Publicar un comentario