UNA TUMBA SIN NOMBRE, de Javier Sagastiberri

UNA TUMBA SIN NOMBRE, de Javier Sagastiberri

Portada de Una tumba sin nombre, de Javier Sagastiberri

¿Qué haría una persona por amor? ¿Hasta dónde llegan los límites de amar? A veces pienso que el amor, al surgir de lo mas adentro de nosotros mismos, nunca tiene un origen cuajado de lógica ni de sentido común, pues esto se inicia en el cerebro humano, en nuestras cabezas, y el amor encuentra su comienzo mucho más abajo, en los tejidos blandos, en las entrañas. Por eso, el amor es quizá lo más alejado de la razón. Por amor se han cometido innumerables locuras, se ha llegado a poner en peligro la propia vida del que ama sólo por adquirir una porción de la atención del amado. Son situaciones complejas que la mayoría de las veces, con el paso del tiempo, las recordamos con una suerte de vergüenza interior o incluso con orgullo, sobre todo éstas últimas cuando aquello que se hizo sirvió para llegar a buen puerto.

¿Qué llegaría a hacer una persona, por el contrario, por desamor? Lamentablemente, la situación es la misma, pero en sentido contrario. La locura descontrolada, cuando es fruto de la ira, tiene consecuencias funestas, y así lo vemos en los telediarios, cada cierto tiempo, repitiéndose las mismas historias una y otra vez, siendo únicamente diferentes los protagonistas: violencia de género, agresiones, violaciones, asesinatos de hijos tras una separación de pareja... Quizá el ejemplo más claro, y del que primero quedó constancia escrita de manera magistral, nos llega de manos de Eurípides con su tragedia de Medea. Esta historia narra cómo Medea, esposa de Jasón (famoso por la conquista del vellocino de Oro), asesina a sus propios hijos cuando se entera que su marido está prometida con la hija del rey de Corinto. Debido al amor desbordado que siente hacia su marido, y al profundo ultraje que siente al saberse deshonrada por éste, termina emborrachándose de perturbada locura que sólo busca reparar el enorme daño en su corazón mediante la muerte de todo vínculo que le una a Jasón, siendo sus hijos cabos fundamentales de esa maroma. Hace ahora cuatro años, este gato tuvo oportunidad de asistir a la mejor Medea de los últimos años, interpretada por Aitana Sánchez-Gijón. Aquella mujer, pura maldad, reflejó como nadie la caida a los infiernos y la repercusión fatal de la violencia enajenada. El mal con aspecto seductor. Si en el futuro tenéis oportunidad de verla, hacedlo.

La venganza, ese mal que nubla la vista, los sentidos, la razón... que nos hace primitivos, puros animales.

 

Esta novela llega como el cierre de una gran historia que comprende otras tres libros más, que empezamos aquí a degustar con El asesino de Reinas y continuó con Perversidad y con Un dios ciego (todas ellas publicadas por el sello donostiarra de Erein e incorporadas en Cosecha Roja, la colección de novela negra de esta editorial). En ella aparecen las dos ertzainas Itziar Elcoro y Arantza Rentería, que son las dos caras de una misma moneda profesional, dos estilos distintos pero muy complementarios cuyo trabajo en equipo viene cosechando un importante éxito policial.

Si bien es cierto que es una tetralogía, desde este lugar entendemos que esta novela y la anterior realmente componen una bilogía, es decir, ambas están íntimamente unidas por un cordón umbilical mucho más fuertes que con las dos anteriores, ya que la tercera es una precuela de la cuarta, mientras que las dos primeras complementan a la historia global y aportan ciertos matices iniciales en la evolución de los personajes. Sin embargo, es realmente en las dos últimas donde el autor explota de manera decisiva el potencial emocional de sus protagonistas.

En esta entrega, tras la pérdida de dos compañeros de la Ertzaintza en su última actuación y con Arantza desaparecida a partir de entonces como si la tierra se la hubiese tragado, la ertzaina Itziar Elcoro debe afrontar la investigación de un asesinato ocurrido en el Goierri, una comarca situada en la montaña guipuzcoana en la que sus habitantes son a menudo cerrados y viven en la tranquilidad de sus caseríos. Allí, comienza a recopilar información acerca del asesinado, el líder de lo que parece una secta anarquista vinculada al ideario del 15-M y heredero de un activo miembro de esa rancia sociedad que se hizo rica al amparo del Movimiento Nacional franquista. La joven protagonista descubrirá que en dicha secta el líder se rodeaba de decenas de mujeres del lugar, a quienes obnubilaba con su presencia y su verbo, y de las que obtenía todo cuanto quería. Todo.

Además, da la casualidad que el Goierri es la zona en la que Arantza, su desaparecida compañera, nació y creció, por lo que Itziar, dejándose llevar por su curiosidad, comienza una investigación paralela en busca de información que le proporcione alguna pista acerca del paradero de su amiga. A pesar de que la gente tiende a ser parca en palabras, consigue llegar hasta un párroco retirado, el padre Muniategui, quien, además de narrarle la historia del valle durante las últimas décadas, posee ciertos conocimientos del pasado de su amiga (de su adolescencia, de su niñez), a través de los cuales, descubrirá algunos aspectos desconocidos para ella y que arrojan luz sobre el oscuro comportamiento que Arantza ha venido mostrando desde que se conocieron.

El autor, con un estilo literario cada vez más depurado en la construcción de diálogos y transiciones, elige una fórmula narrativa multipantalla a través de las cuales asistimos a los diferentes puntos de vista y tiempos de los personajes que aparecen en la novela. Son capítulos breves, pero todos ellos van aportando pequeñas dosis de suspense que generan en el lector la avidez por continuar pasando páginas, y esto no siempre es fácil de conseguir. Gracias a ello podemos ver la intensa evolución de los acontecimientos y cómo éstos afectan a los protagonistas de la historia. Y es que en esta ocasión, el escritor guipuzcoano busca y consigue tocar al lector a través de carga emocional que soportan sus personajes, a diferencia de la novela anterior, mucho más descarnada y repleta de truculentos asesinatos.

Otro de los puntos fuertes de la novela es el final de la misma: simplemente magistral. De nuevo, Javier vuelve a ponernos el corazón en un puño en las últimas páginas y nos hace tragar saliva cuando alcanzas el punto que concluye la novela y nos permite respirar con un gesto poliédrico de alivio, sorpresa y liberación. Está tan bien llevado, fluye con tanta facilidad que lo aceptas como los padres aceptan la marcha de un hijo cuando emprende su propia vida fuera de la casa familiar, con un punto de tristeza porque, aún sabiendo que el día tenía que llegar, lo sienten como demasiado prematuro, y otro de esperanza por verlo volar hecho un hombre.

Una tumba sin nombre se erige no sólo como lo que es, una interesantísima novela de suspense y la parte final de una saga en la que atamos cabos y convergen todos los caminos que habíamos andado hasta la fecha, si no que es también la mejor de las novelas escritas por Javier Sagastiberri hasta la fecha, poniendo de manifiesto que su evolución como escritor sigue una progesión firme en ascendente que esperemos que continúe en las próximas incursiones que realice, quién sabe si en el género de la novela negra o fuera de él.

 

EDITORIAL EREIN

ISBN: 978-8491094654

 

 

 Una Reseña de Santiago Navascués

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