EL GRAN CIRCO RIMBÉ de Alberto Clemares.

Yo soy la muchacha del circo,
por una moneda yo doy
un poco de humilde belleza,
un poco de tibia emoción.
Yo soy la muchacha del circo,
por esos caminos yo voy
ceñida en mi malla de seda
repartiendo a todos
flores de ilusión...

...Ahí va la muchacha del circo,

no encuentra consuelo ni amor,

regala a los otros la dicha

y sufre miseria y dolor.

Por fin una noche la mano,

cansada, el trapecio aflojó

y... ¡pobre muchacha del circo!

buscando un aplauso,

la muerte encontró.

(La muchacha del circo, tango de Carlos Gardel)

El día que Felipe Tristán llegó a la casa de la señora Manor, lo último que esperaba encontrarse era aquella suerte de edificio en medio de la nada. Héroes de lo absurdo, estrambóticos personajes que trascienden ajenos al mundo, de espaldas a la realidad, pero… ¿qué es real y qué es aparente? Felipe, en una búsqueda inconsciente, irá tratando de descubrir el porqué de un edificio en aquel lugar, el porqué de aquellos utopistas bajo las faldas de una septuagenaria que juega con muñecas y conjuga su vida en pasado…, el porqué de esa furgoneta desvencijada donde pone El Gran Circo Rimbé… Un inventor atildado que no acierta a dar con la tecla, un poeta caribeño de tres piernas preparando su gran obra, una especie de exprofesor bipolar que vive anclado a la azotea y observa el mundo desde ahí… El día que Felipe llegó a la casa, no esperaba nada de eso.

Hay libros que te conquistan desde el principio, no sabes muy buen cual es la razón pero te atrapan antes incluso de comenzar a leer, en esta ocasión no hubo una portada deslumbrante que despertara mi lado frívolo, más bien la portada era normalita, algo desangelada incluso, así que no fue esa la razón principal, pero si que había algo en esa casa agrietada y el título que llamó mi atención o más bien despertó mi curiosidad ¿qué tiene que ver una vieja casa con un circo? Otra de las razones que no pudieron atraparme fue justamente eso, el circo, pues no ha sido nunca un espectáculo de mi devoción, salvo Le Cirque du Soleil que ya solo por no utilizar animales merece mi respeto y atención, pero sigue sin ser una poderosa razón para atraerme hacia la lectura de este libro. Pero lo elegí sin dudar, no hubo otro entre varias decenas de novedades que me atrajera tanto como este. 

Sería esa sinopsis extraña en el que nos hablaba de seres tan extraños como ella en si misma, tanto como esa portada y ese título, pero tal suma de extrañezas me llevó a adentrarme en aquella vieja casa agrietada y desconchada que sin duda había conocido tiempos mejores que todavía podría conocerlos peores incluso. 

Mi atracción desde niña por los libros que me presentaran personajes insólitos e historias descabelladas e incluso absurdas me han atraído poderosamente, son como un imán para mi las novelas con seres disparatados, que acompañados por una especie de guía o compañero de camino vivían inauditas aventuras o realizaban insensatos viajes para llegar a un final catártico o purificador: La divina comedia (mi libro favorito de todos los tiempos, a pesar de haberlo leído por primera vez a la inusual edad de 12 años) Alicia en el País de las Maravillas, El Quijote, El Señor de los anillos (en especial el guía Tom Bombadil cuya ausencia en la  película  nunca le perdonaré a Peter Jackson) El viento en los sauces, La Odisea, El Ulises de Joyce, Los músicos de Bremen, Los mundos de Coraline, El viaje de Chihiro...y seguiría un buen rato más así, pero no es necesario, creo que ya sabéis por donde voy y lo que quiero decir; necesito lecturas que me remuevan, que me pellizquen, abofeteen incluso, que despierten en mi no solo curiosidad si no que me hagan preguntarme mil cosas y no comprenda nada hasta que haya realizado el viaje iniciático que las responderá,  paso a paso, en su debido momento. Y eso ha sido para mi este libro, una viaje en toda regla, un caminar lento, pausado, desconcertante a veces y sorprenderte siempre, un libro con el que por cada pregunta respondida surgían dos nuevas preguntas y dudas. No nos encontramos con un circo cuando empezamos a leer, en absoluto, nos encontramos y acompañamos a un tipo demasiado pendiente de mirarse el ombligo y "verlas pasar" sin hacer mucho o nada por conseguir lo que quiere, un tipo al que una ruptura amorosa lo deja emocionalmente catatónico, ve a su amor marchar y no hace nada por detenerla excepto lamentarse. Espera un "milagro", sin más. Entonces comenzamos un viaje juntos, Felipe Tristán y nosotros nos subimos a un taxi, a un sidecar, nos dejamos las suelas de los zapatos andando y desembarcamos en un paraje inhóspito en apariencia  y nos cobijamos en una casa destartalada habitada por chalados, personajes de opereta,  bufonescos inclusive, tipos que no tienen ningún interés en escucharnos pero que tienen mucho que contarnos aunque lo hacen tan poco a poco y tan pausadamente que da la impresión que ni siquiera les interesa nuestra presencia, que hablan para si mismos o para quien les quiera escuchar sin interrumpirles. Sigue sin aparecer un circo por ninguna parte a excepción de unas viejas fotos y una furgoneta arcaica y herrumbrosa, que a mi particularmente, desde el principio me llamó tan poderosamente la atención que si hubiera sido niña y me hubiera encontrado con ella hubiera entrado con más curiosidad e imaginación por bandera que miedo;  la casa en la que Felipe busca respuestas y nadie parece dispuesto a dárselas se convierte casi en un escenario único, un laberinto a veces, una cárcel otras, una ventana sin paredes otras ¿puedo esto ser? ¿puede sujetarse una ventana a la nada? intentaré explicarme mejor: la sensación que me embarga desde casi la mitad de la narración es la de encontrarme ante un gran hermano, ojos mirando  como lo haría una ventana, desde dentro hacia afuera y desde fuera hacia adentro, de ahí la sensación de que en ocasiones no hay paredes, es como si en todo momento todos supieran qué haces y qué piensas, pero cuando tú te asomas a ella solo ves reflejos.  La historia es asombrosa, tanto que es difícil de preveer lo que la siguiente página traerá, nunca sabes como reaccionarán los personajes, cada lección en apariencia aprendida por Felipe deja otras tantas a la espera de ser respondidas, cosa que parece que nunca llega, la ansiada respuesta definitiva a la gran duda ¿Quienes son esas personas, qué hacen ahí, existió un Circo Rimbé? ¿Y qué pinto yo, Felipe (Ya os he dicho que la simbiosis con el protagonista es brutal), en este circense escenario de seres absurdos y lunáticos? Y entonces sucede. Entonces se hace la luz, se encienden los focos y comienza la función: el camino ha llegado a su fin pero al destino llegamos hace mucho, solo que miramos sin ver a nuestro alrededor, por eso no nos dimos cuenta. 

CONCLUSIÓN: Un viaje que nos llevará tan lejos como nosotros estemos dispuestos a dejarnos llevar sin ponernos freno ni límites, un viaje que tuvo principio y que no debería tener fin; personajes estrambóticos que no lo son tanto cuando los vemos tal cual son, sin máscaras ni antifaces, ni los suyos, ni los nuestros. Una lectura embriagadora, desconcertante, emocionante, emotiva, sorprendente y aleccionadora. Un lujo semántico y léxico de principio a fin y una narración excelsa cuajada de guiños filosóficos que nos harán sentir pequeñitos, como habitantes en una casa de muñecas. Una 13 Rue del Percebe de arquetipos más que de estereotipos, una Torre de Babel de personajes simpares en apariencia, pero de una semejanza interior abrumadora. Una delicia absoluta. 

EL GRAN CIRCO RIMBÉ

Alberto Clemares.

Editorial Círculo Rojo

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