MORTAJA DE BARRO, de Carlos Ollo Razquin

En cuanto me enteré que la nueva novela de Carlos Ollo iba a transcurrir en el entorno de Eugi, ardía en deseos de poder leerla. Y es que en aquel lugar, un pequeño y joven pueblo bañado por las aguas del embalse que abastece de agua a Pamplona y las localidades de su cuenca, está inspirado un humilde relato que escribí hace tiempo cuando lo visité hace años para descubrir las ruinas de la Real Fábrica de Armas de Quinto Real que se encuentran unos pocos kilómetros al norte, siguiendo el curso inverso del río Arga (podéis leerlo, aquí). Bajo las aguas de aquel embalse, además, descansa el pueblo viejo de Eugi, algunos caseríos que tuvieron la desgracia de estar construídos bajo el nivel del agua que el progreso imaginó que debía alcanzar para colmar la sed de los ciudadanos de la capital. Al parecer, aquello de las clases sociales y la primacía de unas sobre las otras, la discriminación favorable hacia la ciudad urbanizada e industrial frente a lo rural, es una guerra que el campo comenzó a perder hace ya muchos años, y lo que hoy llamamos la España Vaciada, no es si no la consecuencia de décadas y décadas de de silenes ataques que nunca obtuvieron respuesta.
Mortaja de barro es el título que el autor pamplonés decidió otorgarle a su tercera novela editada bajo el sello de la editorial Erein, todas ellas protagonizadas por el inspector de policía Fausto Villatuerta y su hija Nerea, oficial del cuerpo (anteriormente, vieron la luz ¿Quién con fuego? y A la luz del vino). Es un título que introduce rápidamente en la novela al lector, pues así, amortajado en barro, y mientras se están practicando las labores de limpieza del embalse de Eugi, emerge de las aguas el cadáver momificado de una joven para romper las tranquilas vidas de los pocos habitantes que viven en el lugar. Cuando los agentes llegan hasta allí y comienzan a investigar para tratar de esclarecer los hechos, pronto descubren que se trata del cuerpo de una joven que desapareció en 1971, en plena construcción de la obra hidráulica. Al poco de hallarse la momia, es asesinado en las proximidades de la Fábrica de Armas de Quinto Real el cadáver de un hombre maduro, soltero y con pocos amigos, que ha sido encontrado con dos tiros de escopeta de caza disparados contra su pecho. Es entonces, y a pesar de que los posibles delitos han prescrito, cuando el inspector Villatuerta, su hija y varios de sus mejores hombres comenzarán una doble investigación, la que trate de encontrar al asesino de la escopeta, y la que permita esclarecer la muerte de una joven hace ya más de cuarenta años, aunque sólo sea porque su familia, que aún vive en el pueblo, pueda conocer la verdad de lo ocurrido. Sin embargo, el hecho de escarbar en el pasado de un pequeño pueblo en el que todos se conocen, revelará muchas rencillas calladas y desatará unas consecuencias para sus habitantes que no hubiesen imaginado jamás.
La novela discurre en dos espacios temporales: la actualidad, en la que asistiremos a las investigaciones desarrolladas por los protagonistas en el pueblo, buscando información entre los vecinos y los hermanos de Magdalena Seminario, la mujer amortajada en barro, mientras tratan de librar el acoso de la prensa amarillista, siempre necesitada de carnaza para que siga oliendo a tinta fresca; y los años de construcción del embalse, en los que el autor nos muestra la forma de vida rural, el trabajo en el campo, la bonanza que estaba llamando a las casas de varios vecinos con la llegada de los trabajadores, la desconfianza con la que muchos veían el futuro cuando estos últimos se marchasen, la desaparición de los cultivos y los terrenos de pastos bajo las aguas, y con ellos el fin de un modo de vida en el valle... Es en esta segunda trama en la que el lector va encontrando respuestas a muchas de las preguntas que les surgen a los protagonistas en la primera, pues una vez más asistiremos al eterno dilema de saber que hoy somos como somos, porque un día fuimos como nos hicieron/hicimos...
Al mismo tiempo, Carlos Ollo nos muestra la forma de vida en territorio fronterizo, donde el estraperlo se erigía como una forma de vida de valientes para ganarse un buen jornal a costa de tu libertad o de tu propia vida. Y, cómo no, el escritor se recrea (como en las novelas anteriores) tratando de bucear en las relaciones sociales y familiares en una época de palo y tentetieso, dominada por la férrea disciplina católica que alcanzaba a todos los hogares para instaurar una dictadura que sofocase con mano dura cualquier conato de libertad fuera del mandato moral de la tradición cristiana.
Tampoco se olvida de la evolución de las vidas de sus personajes principales (estas tramas que transitan salpicadas a lo largo de la novela, es lo único que las une con las anteriores y permiten componer al lector de todas ellas un puzzle vital más amplio y detallado): Fausto Villatuerta, cuya jubilación va quedando poco a poco más cerca; su hija Nerea, que aspira a convertirse en subinspectora y materializar su sueño de niña de emular al padre; o Javier Erro, subinspector de policía, compañero de Nerea y con quien esta tuvo una relación sentimental hace tiempo. En esta ocasión, se centra en la relación del inspector Villatuerta con las mujeres de su vida, y en especial con su madre, aquejada de un principio de lo que parece ser una suerte de Alzheimer, y que le hace cuestionarse a Fausto el modo en el que la atiende, su relación personal con ella, la falta de comunicación que existe entre una madre y un hijo...
A decir verdad, Carlos Ollo ha construido una novela muy interesante, bien escrita, con un ritmo constante mezcla de buenos diálogos y descripciones medidas, que conduce al lector hacia las últimas páginas con una pasmosa facilidad, sin que en ningún momento se haga pesada. Nada le sobra a esta novela, se lee fácilmente y deja un buen sabor de boca cuando alcanzas su final. El escritor pamplonés no recurre a trucos de artificio ni a giros increíbles de las tramas: se limita a narrar con fluidez y acierto, al estilo clásico de las novelas de suspense, para lanzar a sus lectores una historia que, no nos cabe duda, tendrá muy buena acogida entre sus lectores fieles, y que además le permitirá ser descubierto por otros muchos que buscan una muy buena novela de investigación, cuidada en la forma y en el fondo. Mortaja de barro lo es, nada más ni nada menos.
Una reseña de Santiago Navascués
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS