Mikel Alvira. Fuente: mikelalvira.com
GATO TROTERO:En su novela, La novela de Rebeca, encontramos al protagonista, un escritor
maniático que atraviesa por un momento vital decadente quizá llevado por sí
mismo, quizá por las circunstancias, y obsesionado por el orden, su vida
privada, sus rutinas... Simón Lugar,
que así se llama su personaje, me ha recordado a Melvin Udall, el obsesivo escritor que era incapaz de pisar las
líneas de las baldosas al caminar, y que le valió su tercer Oscar a Jack Nicholson. Luego dicen que los escritores cargan con el
sanbenito de ser gente rara… pero no me negará que los propios escritores
alimentan al monstruo.
MIKEL ALVIRA: Jack Nicholson está espectacular en
esa cinta. Sin duda, se mereció el Óscar. No así mi Simón Lugar, un hombre
vencido por su propio destino.
No, no creo que los escritores
alimenten el monstruo. Al menos no era mi intención alimentarlo. Simón Lugar
nace de la necesidad de explorar en algunas emociones humanas (como la soledad,
el miedo o el vacío creativo) y para ello necesitaba un personaje así.
He de defenderme, ja,ja,ja. ¿Los
escritores somos gente rara? Los escritores somos personas como el resto, solo
que nuestra creatividad nos conduce a tejer historias. Dudo que existan
patrones para este colectivo, como dudo que existan patrones para otros
colectivos. Huyo de las etiquetas.
El lector podrá encontrar en su
última propuesta asesinatos, violencia, bullying… Definitivamente, la sombra
del lado oscuro del ser humano es muy alargada… Existen dos personajes, Luz y Rebeca, que mantienen un vínculo especial con Simón Lugar. Ellas,
de algún modo, marcan al escritor y le hacen incluso mejor persona. ¿Qué le
hizo darles un hogar al otro lado del Atlántico? ¿Le ocurre a usted, como a su
protagonista, que no puede permanecer impermeable a lo que sucede a su alrededor,
a las personas que conoce, a los sitios que visita?
La creatividad no está reñida con
la parcialidad. Hay que tomar partido y, en este caso, mis letras toman partido
por la denuncia de las situaciones de violencia. Es el hilo conductor de la
novela. No puedo permanecer ajeno.
Argentina subyuga, de ahí que fuera
el escenario perfecto para situar el ecosistema de estos dos personajes. El
océano es una metáfora perfecta de aquello que separa y une.
Después de leer su novela, la mayor
parte de sus lectores quedarán con la idea de que, por el precio de una, han
leído dos novelas: la que narra los sucesos que le suceden a Simón mientras le da forma a su última
novela con un retroceso en el tiempo de varios meses, y la que narra el
desarrollo de los acontecimientos en la propia novela que Simón está
escribiendo.Sin embargo, podría hablarse de una novela con tres novelas: las
dos anteriores, y una tercera, que vendría a ser la experiencia del escritor en
tanto que escritor. Es más, para mí, sólo existe ésta última: La novela de Rebeca es una novela que
recoge el propio proceso creador de un trabajo literario, desde que aparece la
idea base hasta que se van incorporando las distintas piezas del puzzle que
darán lugar a un todo perfectamente engranado. En mi opinión, y no es por
restarle importancia a lo demás, creo que las dos primeras novelas referidas
sirven únicamente como telón de fondo, que incluso podrían haber sido cambiadas
por otras completamente distintas, incluso alterando el género en el que quedan
encuadradas, sin modificar lo más mínimo la intención del autor respecto a lo
que quiere trasladar al lector. ¿Cuál es su impresión al respecto?
Absolutamente de acuerdo. Es una
novela sobre la construcción de una novela. En efecto, Simón podía estar escribiendo
otra. O no. Puede que escriba lo que escribe porque se encuentra como se
encuentra. ¿O será que se encuentra así porque se ve sumido en la historia que
está tejiendo?
Es una reflexión sobre la
implicación emocional (y hasta física) del creador frente a la creación. La
creatura, en este caso, es secundaria.
Por eso me extraña que me hayan
encasillado en el género negro. Género negro es el que se escribe en la novela,
no el que escribo yo. Quizás todo eso es lo que hace que resulte una novela
atractiva, trepidante, adictiva. Para mí ha sido vertiginoso escribirla.
Sea como fuere, lo que es
irrefutable es que su novela tiene una cualidad muy apreciada por los amantes
de la lectura, que es la originalidad. No sé si es consciente de la importancia
que tiene esto hoy en día, en un mercado saturado de una infinitud de novelas
tratando de emular los éxitos de Amaia Salazar (El guardián invisible, de
Dolores Redondo) o de Anastasia Steele (50 sombras de Grey, de E.L. James), por
poner dos ejemplos.
Antes decía que escribía como
sabía. Ahora digo que escribo como soy. Si es original o no, no responde a una
estrategia comercial sino a lo que me brota. ¿Dónde surge la idea, la
inspiración, incluso la estructura de una novela? No lo sé. Desde luego que
Mikel Alvira no pretende sentar cátedra ni lograr lo más original del mundo
porque creo que está todo prácticamente explorado.
Es una novela original, sí, pero no
porque con ello resultara más comercial sino porque así quiso mi proceso que
fuera.
Otra de los puntos destacables de
la novela, además de la obvia desestructuración de las dos tramas principales
de la novela (se van solapando pedazos de la una y la otra, incluso sin
mantener un hilo contínuo en el tiempo) es el ofrecer al lector el método de
trabajo. Simón Lugar no escribe la
novela de un tirón, ni siquiera lo que escribe mantiene una continuidad
argumental. Además, lo que le sucede personalmente tiene, en ocasiones,
repercusión directa o indirecta en los textos que escribe, de ahí que el estado
de ánimo del autor puede desembocar, por poner un ejemplo, en un asesinato frío
y controlado, o en uno violento y extremo. ¿Atiende esto a la eterna cuestión
sobre si es cierto que siempre hay algo del escritor en los personajes de sus
novelas?
No concibo otra forma de escribir
que no sea implicándome. El proceso de escribir me conduce a vaciarme, a
entregarme, a reflexionar una y otra vez, a no conformarme, a releer y corregir
y reescribir… Escribir es poner toda la carne en el asador. La pasión con
límites deja de ser pasión. Es lógico, entonces, que todos los personajes
tengan algo de mí. Pero no más Simón por el hecho de ser escritor que Rebeca o
Eme o Lucía… Cada personaje ha de ser veraz (que no real; no es real;
recordemos que esto es ficción), y la veracidad se logra aprehendiendo del
entorno, de las vivencias, de las experiencias personales.
El personaje de la agente literaria
de Simón, Úrsula, es muy interesante.
Es el Pepito Grillo del negocio que
le habla al oído al protagonista. Acostumbra a ser dulce, a cuidar de Simón, se preocupa por él, por su estado
de ánimo… pero también tiene un lado menos agradable, que sale a la luz cuando
se acuerda de los puntos firmados en el contrato. ¿Se siente el escritor como
un mero transmisor o conseguidor del producto con el que
comercia el sector?
Escribí esta novela antes de
conocer a mi agente, Antonia Kerrigan. Ni ella ni su equipo me han tratado
nunca con esa versión menos desagradable que sí padece Simón. El personaje de
Úrsula era necesario así para mostrar el contrapunto a la pasión, a la
gratuidad, a la entrega de Lugar. Es un contrapeso. Pero en la vida real no he
experimentado nunca esa presión ni esa frustración. Soy un afortunado.
La figura del agente literario es
para muchos, una desconocida. Sin embargo, hoy en día su capacidad para
conectar a escritores con editoriales es cada vez mayor. ¿Cree que todavía hoy
se puede publicar con una gran editorial sin la mediación de los agentes? ¿Cuál
es su experiencia personal?
Mi experiencia personal es que las
cosas me han sucedido de forma natural, sin estridencias, sin exageraciones.
Considero importante la figura del agente literario. En mi caso, Antonia
Kerrigan. Ella conoce cómo está el sector (no en vano es agente de Víctor del
Árbol, Elvira Lindo, Zafón…) y eso me hace sentirme afortunado y respaldado.
Ignoro cómo funcionan otros
caminos, si es posible acceder a editoriales grandes sin agente, qué es una
editorial grande o si todos los agentes trabajan como la mía. Solo sé que estoy
a gusto, que desarrollo mi creatividad seguro y apoyado y que en esto, como en
todo, las cosas fluirán e irán hacia donde tengan que ir.
En su novela, el protagonista lleva
años queriendo escribir una novela a su manera, de su gusto… pero hasta entonces
no lo había conseguido porque el éxito editorial que había cosechado con las
anteriores le hacía ser prisionero de sí mismo ¿Hasta qué punto puede influir
la presión del negocio en la obra de un escritor?
En mi caso, tengo la suerte de ser
muy libre. No tengo hipotecas con la Agencia ni con ninguna editorial. Escribo
y tengo la suerte de que publico lo que escribo. Supongo que quienes militan
tal o cual etiqueta o quienes se ven dirigidos hacia tetralogías o series
habrán de tener presente esa cuestión, pero yo campo a mis anchas. El negocio
importa, las ventas importan y el eco de un título importa, pero importar no
debería significar condicionar la creatividad.
Existen autores que están encasillados en tal o cual género, en el
que han conseguido destacar enormemente. Los hay de novela histórica, de novela
negra, romántica,... Algunos porque se sienten a gusto y confiesan que no leen
otros géneros que el que cultivan, otros quizá encuentren la motivación en la
perpetuación de su éxito… Si Mikel Alvira tuviese que elegir entre el éxito
encasillado o la libertad creativa y los riesgos que conlleva ejercerla ¿Con
qué se quedaría?
Sin duda, la libertad. Soy
escritor. No soy escritor de tal o cual género. Basta ver mi trayectoria para
comprobar que cada una de mis novelas responde a presupuestos diferentes. A mí
lo que me interesa es explorar, hacerme preguntas y responderlas en mis
historias.
No sé qué será lo próximo que
publique; solo sé lo que tengo ahora entre manos. La creatividad sin libertad
es mero oficio. Y no digo con esto que quienes estén a gusto en un estilo sean
menos creativos o menos auténticos, eh? Respeto mucho a los autores que han
sabido permanecer en un género; no es sencillo en estos tiempos.
Después de leer la novela, a uno le
queda la pregunta de saber si un escritor, para conseguir una novela redonda,
necesita de la participación de las famosas musas
que, dicen, se les aparece, o si, por el contrario, son necesarias personas
como la misteriosa y atractiva Eme,
esa joven que conoce Simón Lugar un
día sin pretenderlo y que le ayuda de manera concienzuda a limar y mejorar la
novela que tiene entre manos.
Escribir es un trabajo solitario
pero un proceso en equipo. Escribo solo, entendiendo escribir el acto de
teclear. Pero escribir es mucho más que teclear; es explorar, buscar,
documentarse, corregir, escuchar, leer y releer, viajar, aprender, fijarse… Y
en todo eso, el trabajo en equipo es imprescindible. Mi equipo es fabuloso.
Junto a Antonia Kerrigan y Claudia Calva están mi “lector cero” y las personas
con las que dialogo mientras el proceso. Podría decir que, en mi caso, las
musas tienen nombre y apellidos. Es maravillosa la sensación de que la
creatividad sirva para tender puentes.
Es todo, sólo nos resta felicitarle
por su gran trabajo con La novela de
Rebeca, ya que se trata de una de las grandes sorpresas del año. Confiamos
en que la buena acogida que ha tenido se mantenga en sus próximos proyectos, y
que éstos podamos volver a leerlos aquí, donde siempre tendrá un espacio
reservado.
Excelente entrevista Yolanda.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias guapa!!!
EliminarTe recomiendo la lectura de la novela, te va a encantar.
Un beso
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarUna entrevista muy profesional. Pocos autores "consagrados" consiguen tan buenas entrevistas como esta, sin duda alguna el Gato Trotero sabe lo que hace.
ResponderEliminarzorionak
Sin duda alguna gran mérito es del autor, cuando una novela es buena y su autor se abre al público, el trabajo casi está hecho.
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