Francisco Muro Bueno, autor de La Compañía de la Muerte (Fuente de la imagen, aquí)
La Compañía de la Muerte es
una novela de aventuras ambientada a comienzos del siglo XIX en Andalucía, y en
cuyo discurrir se sucede el levantamiento español contra las tropas imperiales
de Napoleón, que por aquel entonces, y sin rubor alguno, ocupó el territorio
español gracias a la incompetencia del Rey y sus hombres de gobernanza. Un rey,
Fernando VII, que era adorado por el pueblo... Usted ha tenido que imbuirse en
la época y estudiar detenidamente a la sociedad de entonces, sobre todo al
pueblo llano ¿Cómo explica ese deseo que sentía el pueblo español, el que
pasaba hambre y miseria, hacia un rey tan nefasto?
Creo que es el miedo ante el
cambio que hemos tenido los españoles a lo largo de nuestra historia. El pueblo
llano en realidad no lo deseaba a él sino que odiaban la intromisión tan
descarada de la Francia revolucionaria en los asuntos internos de los
españoles, una Francia con ideas innovadoras e ilustradas. Godoy, a favor de
esas ideas afrancesadas, había manejado a su antojo a Fernando VII, pero el
miedo de los españoles ante ese cambio hizo que escogiesen a ese rey como
estandarte de esperanza para conservar sus ideales, aunque conllevase a pasar
hambre y miserias.
Pero este caso no es un hecho
aislado, esta actitud contraria a cualquier tipo de cambio se puede ver hoy en
día en las encuestas del CIS, donde después de todo lo que ha ocurrido y ocurre
en nuestro país: crisis económica, desahucios, recortes en sanidad y educación,
corrupción política… se sigue votando a los mismos partidos que lo han llevado
a cabo o han hecho la vista gorda. Se tiene la misma mentalidad que hace
doscientos siete años.
En su novela, que por supuesto no vamos a destripar para que nuestros
lectores tengan la oportunidad de descubrirla por ellos mismos, Miguel, un
maestro de escuela de un pequeño pueblo, acaba liderando una compañía de hombres muy diversos, tanto
en su forma de ser como en su origen, en el que se respira una camaradería
especial muy curiosa. Tanto es así que el protagonista dirige a su equipo pero
siempre les recuerda que lo hace desde la democracia
del grupo. ¿En aquella época existía esa conciencia de democracia o es un
recurso de usted como escritor para facilitarle al lector la identificación con
sus personajes?
Quien facilita esa democracia es
el protagonista, Miguel el Maestro.
Se crio escuchando conversaciones de su padre con otros intelectuales en
cafeterías y tabernas granadinas sobre los grandes filósofos griegos, sobre la
democracia. Después de terminar sus estudios y haber visitado multitud de
países, escogió unos valores como la igualdad y la libertad que quiso
transmitir primero a sus alumnos y alumnas del pueblo donde era maestro y
después a los miembros de la Compañía. Además como capitán, un tanto inexperto,
necesitaba la opinión de los veteranos para escoger siempre la mejor opción en
sus arriesgadas y, algunas veces, descabelladas misiones.
Una de las cosas que más nos ha llamado la atención es la manera en la
que usted narra los acontecimientos de un pueblo andaluz en el que ocurren
cosas cotidianas y en el que, por imposición de la llamada de la patria, el
rumbo definido hasta entonces cambia para todos sus habitantes, al igual que
para el resto de habitantes del resto de pueblos y ciudades que luego harían lo
propio. Sin tiempo para darse cuenta, decenas de hombres, sin preparación ni
aptitudes para la guerra, deben alistarse en el ejército para combatir al
gabacho invasor. Atrás quedarán familias, mujeres, hijos o nietos, y ni
siquiera una explicación que venga del mismo cielo llenará el vacío de la
partida de tantos y tantos nuevos soldados… ¿Dónde es más dura la batalla, en
el frente o en la retaguardia?
En ambas partes por igual. En el
frente tuvo que ser terrorífica porque eran campesinos, orfebres, tenderos,
pastores o maestros, como nuestro protagonista, sin ninguna preparación
militar, desprovistos de buen armamento, caminando centenares de kilómetros sin
un calzado adecuado, para luego estar en primera línea de combate frente al
mejor ejército de Europa, debían sentirse como ganado que va al matadero. Si a
todo esto se le añade el haber dejado atrás a sus familias, su hogar, en
definitiva: su vida, tuvo que ser muy duro.
Por otra parte los que se
quedaron atrás debieron pasarlo realmente mal viendo cómo se llevaban a sus
hijos, maridos y nietos a una guerra que ellos no habían provocado. Y no se
puede pasar por alto el acoso al que fueron sometidos todos los que se quedaron
en la retaguardia, tanto por parte de los franceses como por parte de los
propios aliados de España, ya que los ingleses abusaron vilmente de muchas
aldeas y pueblos donde los hombres habían marchado al frente.
Algunos historiadores indican que la Guerra de Independencia había que
ganarla para librarse del francés y ser una nación gobernada por sí misma, pero
también inciden que aquella victoria, necesaria, deseada y justa, nos devolvió
al atraso en el que nos encontrábamos respecto de otras naciones europeas,
despegándonos así de la vertiginosa evolución que se iniciaría años después con
los avances científicos, sociales y técnicos que iluminaron Europa. ¿Debimos
haber perdido la guerra si con ello hubiésemos avanzado junto al resto de
naciones importantes del Viejo Continente?
Lo que nunca debió ocurrir fue
que se hubiese dado lugar a una guerra. La nobleza y los potentados deberían
haber tomado esas ideas ilustradas y hacerlas suyas para poder avanzar al ritmo
de los demás países importantes de Europa. Pero eso era impensable, ¿cómo
dominar al pueblo llano otorgándole educación y libertad?
Creo que no debimos haber perdido
la guerra porque nadie debe imponer sus ideas a la fuerza, con violencia. Fue
de las pocas guerras en las que ha intervenido España donde todos sus
habitantes remaron en la misma dirección, consiguiendo echar al vecino invasor.
Una vez desterrados los franceses, el pueblo llano debería haber hecho lo
propio con su “rey deseado” (que vivió el conflicto recluido en un castillo
viviendo a cuerpo de rey, nunca mejor dicho) y haber cogido prestadas las ideas
ilustradas de la Francia revolucionaria para ser una potencia puntera en
Europa, no que nos quedamos descolgados con respecto al resto. El deseo de los gobernantes se les sirvió en
bandeja, un país de analfabetos y burros de carga, donde ellos podrían
disfrutar de los placeres de la vida.
En su novela, como ya hemos comentado, el ejército español constituye
un grupo de personas que se encargan de realizar misiones diseñadas por los
mandos superiores con el fin de tomar ventaja en la campaña militar.
¿Existieron realmente este tipo de
cuerpos especiales?
Quizás una Compañía tan idealista
y novelera no, pero sí que hubo pequeños grupos dedicados al espionaje y a la
captura de afrancesados.
Los franceses organizaron una
gran red de espionaje a través de los colaboracionistas o afrancesados, la
mayoría pagados aunque también hubo simpatizantes de la causa josefina. La
mayoría de ellos fueron intelectuales que publicaban, a menudo, en la prensa
oficial o local.
Al detectarse esa red de
espionaje francesa tuvo que formarse la red anti-espionaje, donde se debía
investigar a todos los afrancesados y capturar a los espías a la patria. Además
de interceptar todas las cartas del enemigo, donde la mayoría eran falsas cuyo
objetivo era la contrainformación.
A pesar de ser ésta su primera novela, posee usted dos títulos más
publicados: La venganza de la Compañía,
que constituye la primera parte de por la que hoy le preguntamos, y Nunca caminarás solo, una novela ajena
al género histórico que narra las vicisitudes de un padre al que le roban a su
hijo. Dada su experiencia¿Resulta hoy en día muy complicado publicar una
novela? ¿Las editoriales buscan hoy de manera más exhaustiva aquellos
manuscritos que crean realmente ser publicados o, por el contrario, cree que
las nuevas formas de edición, como la autoedición -el autor hace todo el
trabajo de edición y promoción a cambio de quedarse con todos los beneficios
obtenidos, si los hay- o la coedición -el autor corre con al menos el 50% de
los gastos de edición y consigue unos carriles de promoción que por sí solo no
alcanzaría- son el futuro del sector?
Desde la poca experiencia que
tengo de este mundo voy a dar mi opinión desgranando las formas de publicar una
novela hoy en día.
Publicar una novela en una gran
editorial es muy difícil sino tienes un nombre o un buen contacto. Son grandes
empresas donde lo que importa es el beneficio, es su trabajo. Publican a autores consagrados, tengan un
buen libro o no, o publican a famosos porque saben que es lo que vende. Por lo
tanto no creo que pasen grandes filtros, por lo menos a los famosos (viendo lo
que publican). Pero no se dan cuentan estas grandes editoriales que no
benefician en nada a sus grandes escritores, que los hay y muchos, colocándolos
junto con los casposos.
Publicar en una editorial
tradicional, media o pequeña, es más difícil de lo que en un principio parece,
todo depende de la editorial. La mayoría escoge minuciosamente lo que van a
publicar, así que pasan exhaustivos filtros para quedarse con lo que mejor se
adapte a su sello. Yo he tenido la suerte de publicar con dos editoriales
distintas y de esa forma tener una visión más amplia de este tipo de medianas o
pequeñas editoriales independientes. Unas se involucran en el proyecto común,
porque eso es de lo que se trata, que sea parte de los dos interesados, hacen
publicidad dentro de sus posibilidades, te ayudan en todo lo que pueden, no te
obligan a vender nada en las presentaciones. Y hay otras que te publican y si
vendes treinta ejemplares en la primera presentación, pagan la edición y “si te
vi no me acuerdo”. Así que toda la promoción la debe hacer el autor, lo que me
lleva a la tercera opción de publicar una novela: la autoedición. Quizás la más
rentable de todas, porque en definitiva vas a trabajar en la promoción y
difusión de tu obra lo mismo que si la edita una editorial mediana, pero no
recibes solo el 10% sino todo el beneficio de tu obra. Hoy en día con internet
no hay problema para publicar una novela, hay muchas plataformas de autoedición
donde de forma sencilla, en pocos pasos, editas tu obra, además de forma
gratuita, aunque a quienes opten por esta forma les daría un consejo, invertid
en vuestra obra en una buena corrección tanto ortográfica como de estilo,
realizada por especialistas.
La última opción la descarto
directamente porque no creo que un autor deba pagar el 50% de los gastos de
edición de su obra, ni el 5%, cuando existe la posibilidad de autopublicarse,
estas editoriales que piden dinero al autor son un timo. Si una editorial piensa
que tu obra puede venderse, son ellos los que deben invertir su dinero, el
autor ya ha puesto el talento, el tiempo y el duro trabajo de construir una
novela.
El otro día, en una biblioteca, pude escuchar una conversación entre
dos apasionadas lectoras de género romántico en la que una, le decía a la otra
lo siguiente: Hoy en día, cualquiera que
tenga el dinero para pagarse una edición de un libro, ya cree que es escritor. A
lo que la otra respondía, asintiendo: Y
lo que es peor, tratan de convencer al mundo de que lo son, y no tienen en
cuenta que esos libros no han pasado un riguroso corte de calidad, ya que el
sonido de su dinero pone en funcionamiento los rodillos de la editorial… ¿Quién
tiene la culpa de que el oficio de escritor sea visto por parte de los lectores
como algo con, cada vez, menos importancia?
Creo que la culpa la tiene la
sociedad en la que vivimos, donde se le da más importancia al famoseo casposo
que venden muchos canales de televisión, que por desgracia es el medio de
entretenimiento más utilizado, que a una buena novela o una buena película. La
gente compra libros escritos (o no) por este tipo de famosos, en las que las
editoriales al escuchar el dinero, como dice una de las lectoras, ponen en
funcionamiento sus rodillos. Aunque no se le puede echar la culpa a las grandes
editoriales porque como dije anteriormente son solo grandes empresas, han
perdido toda objetividad a la hora de difundir cultura, el capitalismo las ha
devorado de tal forma que lo único que importa es el dinero.
También creo que cada vez tiene
menos importancia porque las plataformas de autoedición son un arma de doble
filo, donde cualquiera que haya escrito una novela puede publicar, con la
consiguiente encrucijada en la que puedes encontrar un gran escritor o un
pésimo escritor.
No es éste un asunto menor, ya que, a nuestro modo de ver, que los
lectores no valoren el trabajo del escritor es la entrada directa a la autovía
de la piratería. Como profesor que es ¿cree que la solución pasa
inequívocamente por una intensa labor educativa para atajarla desde la niñez de
los lectores?
Sería la solución ideal. Es un
trabajo muy complicado donde no solo la escuela debe poner de su parte, la
familia es el gran eje de esa intensa labor educativa. Los niños y niñas copian
lo que ven en casa, si los padres no leen o no cogen un libro nunca, no se
puede esperar que su hijo coja uno por voluntad propia.
La escuela debe hacer
autocrítica, hay algo que no funciona para que cada vez los niños lean menos o
lean por obligación y no por gusto. Creo que obligarles a leer veinte minutos
al día no es el camino correcto (hablo de lo que conozco, sin generalizar).
Deberían buscar alternativas para despertar la llama del amor por los libros,
con cosas tan sencillas como cuentacuentos, llevar a autores a las escuelas
para que cuenten sus experiencias, lecturas conjuntas de clásicos, más visitas
a las bibliotecas, etc. Las consejerías de educación deberían preocuparse más
por las bibliotecas escolares, que están vacías, y si llegan con el cuento de
los recortes, deben ser las propias escuelas quienes inviertan o pidan a los
padres de los alumnos, libros para llenar sus estanterías.
Si entre todos fomentamos la
lectura en nuestros pequeños seguro que valoraran el trabajo que hace un
escritor.
Volviendo a su novela, no queríamos despedirnos sin saber si usted, que
demuestra en su novela un profundo conocimiento de todos los pueblos y ciudades
que aparecen en ella, ha recorrido todas esas calles, sendas y caminos que
recorre La Compañía de la Muerte.
¿Debe el escritor empaparse previamente de los ambientes en los que se moverán
luego los protagonistas?
Desde luego que sí. Los paisajes que recorren los
protagonistas de la novela debe haberlos recorrido el autor antes,
visualizándolos previamente para ser un espectador más de los ambientes donde
se desarrolla la trama. Todas las escenas de cada uno de los pueblos han sido
investigadas detalladamente, muchos de ellos los he recorrido en persona pero
otros fueron un trabajo arduo de indagación y exploración, un viaje virtual que
gracias a internet se hace mucho más sencillo.
Esto es todo. Ha sido un placer conocer sus impresiones acerca de las
preguntas que se hacen nuestros lectores. Le deseamos un futuro cargado de
fortuna que le proporcione nuevas ideas que plasmar sobre un papel. Ah, y que
nosotros tengamos la oportunidad de leerlas. Será un placer hacerlo desde esta,
desde ya, su nueva casa.
El placer ha sido todo mío.
Muchas gracias al Gato Trotero por difundir la literatura y hacer que los
libros no se queden en el olvido.
Una entrevista de Santiago Navascués
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