“El lápiz
había salido de un árbol.
El folio había salido de un árbol.
El folio había salido de un árbol.
La regla,
el pupitre y la silla
habían salido de un árbol.
habían salido de un árbol.
Todo lo
demás
era de madera.”
era de madera.”
(El lápiz
había salido de un árbol, Iván Rafael)
GATO
TROTERO: Una larga trayectoria profesional la que lleva a sus espaldas, Eugenio
¿O es en su corazón donde se guardan los momentos vividos con la palabra como
timón y bandera?
EUGENIO ASENSIO: Creo
que las alacenas, los baúles o las arcas donde se guardan las palabras se
reparten entre el corazón y las espaldas. Diría que uno lleva a cuestas el
peso, no sé si considerable, de lo que haya podido materializar; de cualquier
modo, siempre es algo tangible y mesurable. En cuanto a lo que se guarda en el
corazón, considero que se trata de lo inabarcable, de lo pendiente, de lo que
no hemos sido capaces de verbalizar o hemos dejado semiolvidado con intención
de encararlo en otros momentos que, tal vez, no lleguen. Cotejando la espalda y
el corazón, en el torrente del segundo queda lo ilusionante, así como una
eterna promesa a nosotros mismos. Otra aproximación al término corazón
(desvinculándolo de evocaciones manidas), ahora uniéndolo a lo ya realizado, lo
vinculan a la pasión que hemos querido imprimir, diría que en el esfuerzo de
cualquier escritor por intentar transmitir lo que sea capaz entre lo deseado y
lo materializado, no puede haber más que corazón en cada palabra, de lo
contrario, difícilmente podríamos hablar de literatura.
Se dio a conocer con un libro de relatos, El sueño de los leones, sin embargo ha
conseguido sus mayores logros con el teatro ¿Fue algo fortuito esa incursión en
el mundo teatral, o siempre supo que encaminaría por ahí sus pasos?
El
sueño de los leones fue mi primera publicación. Se trataba
de un libro de relatos que abarcaban un recorrido emocional de algunos años. El
libro se publicó en la desaparecida editorial Nínfula, una pequeña editorial
con intención de dar salida a algunas de esas voces que no pueden ser
silenciadas por la desidia de las editoriales más conocidas. Eso sí que era una
editorial alternativa. Sobre la incursión en el teatro, estoy convencido de que
estaba predestinado. Desde mis años de estudiante había participado en
diferentes obras teatrales como actor y posteriormente como director. Parecía
que la concatenación de circunstancias me empujaba a la escritura, y así
escribí La danza de la lluvia, que
acabó ganando el Premio Internacional Casa de Teatro en 2001. A partir de ahí
entré a formar parte de la AAT (Asociación de Autores de Teatro), en la que he
podido colaborar con diferentes textos. En 2005 gané el Premio Fatex y después
me volqué en la novela; lo cual no significa que haya abandonado mi interés
hacia el teatro.
En una novela, un autor no tiene límite alguno
para crear y desarrollar una historia –excepto su propia imaginación− uno puede
crear sus personajes con las cualidades físicas que quiera, puede moverlo por
todo el mundo y hacerle volar si quiere, incluso, crear un universo paralelo
solo para él, a golpe de pluma. Sin embargo, en el Teatro hay un límite real
que es el propio escenario ¿No supone esto una dificultad añadida o por el
contrario, es todo un hándicap para un autor?
Este es uno de los
temas más polémicos en teoría literaria. Mi parecer al respecto no es más que
mi parecer, con lo cual aceptaría muchas otras opiniones que diferirían de la
mía. Creo que cada género literario tiene su lenguaje y sus propios recursos
para superar los límites. No me refiero solamente a las resoluciones que aporte
un dramaturgo, también pienso en el director de escena, en la tramoya y otras
técnicas (pantallas, efectos luminosos...), en el caso del teatro. Recordemos
cómo solucionaban los clásicos algunas escenas complejas, por ejemplo una
batalla: alguien oteaba el horizonte y narraba lo que iba sucediendo. Sí que
evidenciamos diferencias entre los géneros, y en todos ellos dificultades para
trasladar las intenciones de un autor, pero es ahí donde la habilidad debe suplir
las dificultades. Dejando la parte más técnica, el teatro te ofrece, si tienes
la posibilidad de estrenar, la misma palpitación del autor puesta en pie en esa
forma de comunión con el público, y eso es algo que en la novela no se puede
alcanzar. Además, si en todo género literario no debería haber ni una palabra
de más ni de menos, es en el teatro donde más chirrían las palabras sobrantes,
donde cada gesto, cada tono, cada movimiento, cada nota musical debe ajustarse
con mayor precisión a la partitura de la palabra y del movimiento. Por otro
lado, la novela, normalmente, frente al teatro aporta mayor complejidad en las
perspectivas para contar una historia, pero sobre todo, aporta un elemento
esencial, que es el que representa el narrador, con todas sus posibilidades,
frente al teatro que, aunque este pudiera aparecer, no tiene la relevancia que
sí tiene en la novela.
Dejamos el teatro de momento, pasión que
tenemos en común y de la que no dejaría de hablar durante horas y horas. Tengo
en mis manos Tiza, una novela
difícil de catalogar −cosa que a mí eso me encanta− pues el lector lee la breve
sinopsis que acompaña al libro y piensa ¡Una novela negra!, a algunos puede
echar para atrás, a otros como yo, hacia adelante sin pensarlo. Pero el caso es
que cuando empiezas a leer y vas avanzando en la historia, te das cuenta de que
novela negra, sin más, clásica, ese
concepto que todos tenemos en la cabeza de este tipo de novelas, pues que no se
adapta a Tiza; Tiza es misterio,
cierta intriga, mucha psicología, algo de sexo-romanticismo-relaciones de
pareja-amor y desamor-humor-drama-comedia negra (eso sí) y de seguir así aún
encontraría más matices para ella, pero dígame usted Eugenio ¿Cómo nació Tiza y como la clasificaría usted?
Tiza
nació tras diferentes procesos de reflexión y de asimilación de mi actividad
como profesor de instituto. Antes de haber escrito esta novela, escribí otra
que todavía no se ha publicado. En esa primera novela me planteé si mi
documentación había sido suficiente para levantar más de doscientas páginas y
que la trama se sostuviera. Aun con las dudas que toda actividad genera, creí
que había logrado mi objetivo. A raíz de esa reflexión fui madurando la opción
de escribir una novela sobre lo que no fuera preciso documentarme. Me planteaba
qué había en mi vida que pudiera ser interesante para los demás. Supongo que mi
vida no es ni más ni menos interesante que la de cualquier ciudadano, con lo
cual habría que echar mano de la imaginación sin dejar de asirme a lo que me
permitiese la experiencia. Un día como tantos en los que me encontraba en el
Departamento de Lengua y Literatura Españolas del instituto donde en aquel
momento trabajaba, escuché involuntariamente (o creí escuchar, pues mis dudas
me conducen a no saber si fue un recuerdo o un falso recuerdo que la memoria me
cuela como si hubiese sido cierto) a una compañera que le contaba a otra que
alguien (supuse un profesor) había ido a visitar a alguien (supuse un alumno o
exalumno) a la cárcel. Aunque eso no era suficiente, sí me proporcionaba alas y
me permitía pegar y confundir vivencias y mentiras hasta organizar cierto caos
que ya había empezado a bullir. El resultado es esa novela que ha publicado
Playa de Ákaba.
En cuanto a la
clasificación de la novela nunca me lo cuestioné. La historia fluía libre y
conducía a unos personajes y unas circunstancias hacia el desenlace que me
había propuesto. En el intento por clasificarla, diría que no es una novela
romántica, aunque haya amor y también el sucedáneo del amor. Tampoco es una
novela de humor, aunque por momentos algunas páginas puedan esbozarnos más que
una sonrisa. Si por novela negra entendemos sordidez y muerte, digamos que hay
un asesinato y un avanzar en la historia para conocer al asesino, pero nunca se
recrea la obra en el detritus social, no se esmera en golpear en el estómago
del lector, no obstante, algún golpe sí que recibirá. Mi intención no fue otra
que la de contar una historia que sucedía en un medio que me era conocido, y
por supuesto, desmitificar al profesor entendido como personaje socialmente
positivo y nada más; es decir, pretendía darle relieves al profesor para
desmitificar un papel social unidireccional. No me interesaba el profesor
dotado de varita mágica que fuese capaz de reconducir, indudablemente, a los
alumnos que han errado el camino. Me interesaba crear a un personaje vivo, que
trabajase como trabaja cualquier ciudadano, donde la responsabilidad y la
necesidad fueran por delante de la vocación (siempre en el punto de mira para
algunas profesiones). Quería asociar a la idea del profesor que todos tenemos
el contrapunto de la imperfección socialmente hablando.
Los personajes de su novela son bastante
atípicos, no hay ninguno de ellos, o más bien pocos, que cumplan a rajatabla
con el rol que les marca su propio papel en la historia. El profesor, uno de los protagonistas, para empezar ni siquiera
tiene nombre, no le interesa que se conozca de él más que lo justo y necesario
para poder contar su historia desde el momento en que Héctor se cruza de nuevo en su vida; y Héctor, el alumno que ha acabado en la cárcel y necesita contar su
propia historia. Aburrido y descontento el primero con su trabajo y su propia
vida y un joven que encierra oscuras intenciones más allá de los motivos que le
han llevado a estar preso. Dos joyas de la novela negra, para una novela de muchos colores ¿Cómo
nacieron estos personajes, Eugenio, les dio forma poco a poco o ellos tomaron
vida propia en algún momento?
Sí, estoy de acuerdo,
no todos los personajes actúan como se espera que actúen, por lo menos en lo
que respecta a los dos personajes principales. Además de los motivos apuntados
en la respuesta anterior, busco que tanto los personajes, como en sí misma la
historia, no nos suenen, que no la hayamos leído antes, que no se parezca a una
de esas películas televisivas de sábado por la tarde rodadas para consumidores
desmemoriados. A eso me refería cuando hablaba del profesor entendido como
desmitificador respecto a personajes reconocidos. Ello no solo por una
intención narrativa, también por respeto al lector.
Cierto: el profesor no
tiene nombre. En la ficción de que el profesor es quien nos cuenta la historia,
pues está narrada en la primera persona de un personaje interno, continuamente
muestra las pocas expectativas hacia lo que nos cuenta. Se plantea si el
esfuerzo de plasmar esos recuerdos sirve para algo. Es tan poco lo que espera
de esas páginas y de sí mismo como redactor, que se hunde en el anonimato,
creyendo que su nombre no aportará nada a lo que revive el recuerdo. A todo
ello quisiera añadir algo anecdótico: en un primer borrador, aparecía un
epílogo narrado por otro personaje que se lanzaba a hablar del profesor, y ahí
sí que tenía nombre el protagonista, pero eso era al final, cuando el epílogo
resituaba sucesos y personajes y la historia principal ya estaba contada. Antes
de la publicación, mi editora Noemí Trujillo, me sugirió eliminar ese epílogo,
lo cual fue un gran acierto, no solo por lo que aportaba la anonimia hacia ese
personaje que quisiera ser invisible, sino, además, por dejar la historia
truncada justo en ese momento.
Sobre Héctor, no hay
que olvidar que se trata del antagonista. Él es quien le da el pie al
protagonista para que este exponga sus interiores, es decir, para que sea quien
es. Sin ánimo de caer en la pedantería, la tradición literaria nos ha dado
numerosos ejemplos en los que la relación entre dos (o más) personajes consigue
que ambos crezcan. La pareja más entrañable y quizá la más lograda,
posiblemente sea la de Don Quijote y Sancho. Cuando Cervantes crea a Don
Quijote y lo lanza por esos caminos de La Mancha, crea a un loco que agota su
papel en los primeros entuertos; sin embargo, en las siguientes salidas, ya con
Sancho, surge esa relación y lo que da de sí, sobre todo a través de los
diálogos, lo que consigue que ambos se desarrollen y alcancen esas cotas tan
elevadas. En suma, los dos se necesitan y se complementan.
En la novela hay bastantes personajes
secundarios, pero ninguno de ellos aparece
en la historia porque sí, todos van
encajando en la misma dando forma y sentido a los acontecimientos, como
pequeños ladrillos que van haciendo pilar para edificar la historia completa. A
mí ha habido uno que me ha gustado especialmente, Joaquín Guirao, y no sabría encontrar una única razón para
explicarle el porqué; es un personaje amoral, que no inmoral, pues parece no
regirse por ninguna ética ni convencionalismo social, pero sin hacer daño a
nadie, en todo caso a sí mismo y él es feliz con la vida que lleva, más aún desde
que se siente “cicerone” del profesor, como un padre que pasa sus conocimientos
a su hijo. Y es indudable que conocerle también marca al profesor, cuya vida
hasta esos momentos era aburrida y no tenía mucho sentido su día a día. Háblenos
de este personaje, Eugenio ¿Cómo nace,
lo hizo como guía a lo Virgilio o todo lo contrario, como ese Yo demonio que en
un momento aparece en el hombro izquierdo y que nos incita a pecar? (risas)
Joaquín Guirao es mi
diablillo particular al que le tengo mucho más cariño del que le demuestro en
la novela. Cuando el amor da sus cornadas, entienden los dos personajes (él y
el profesor) que solo queda el camino oscuro y directo, el que proporciona un
falso amor. La situación sentimental de abandono que ambos viven los lleva a
gusanear en el mundo de la prostitución. Tal vez sea uno de esos momentos en
los que el profesor, deja de ser un personaje positivo y se ensucia a la vez
que se humaniza. Guirao es el conocedor de ese mundo y se lo muestra a su
Dante. Pero lejos de limitarnos a una primera valoración, recordemos aquellas
palabras de Guirao en las que se ve vencido por la evidencia y nos muestra su
tremenda soledad. Dice:
«─¿Qué quiere que le
diga, amigo mío? ─continuó Guirao─. A veces pienso que la única aspiración que
nos queda no es otra que la de no darles demasiado asco a las putas.»
Guirao es un personaje
fronterizo. Me he tenido que mesurar mucho para que no se me fuera más allá de
la línea roja, debido a sus inclinaciones. Reconozco que le hubiera concedido
más páginas, pero el miedo a caer en la sobreactuación me aconsejó detenerme
quizá antes de tiempo.
Tiza, etiquetas aparte, es una novela de relaciones o de
interrelaciones, pues nada pasa al azar y nada queda en el olvido, todos
estamos relacionados entre nosotros y nuestras acciones, aunque olvidadas por
nosotros, no lo son para el Destino, si me permite esta acepción. Cada uno de
nosotros en algún momento dado, cruzamos nuestro camino con el de otros y nos
convertimos en parte del mismo, de ese Destino que acabo de mencionar ¿Es
posible, Eugenio, existir sin ser parte de los demás, sin que los actos y
palabras de los demás nos afecten? ¿Sería eso existir o subsistir? Su novela me
traía a la memoria mientras la leía, un fragmento de El Candor del Padre Brown, de Chesterton: Hay en la vida un elemento
de coincidencia mágica, que la gente que calcula prosaicamente, puede perderse
para siempre…
La imagen a la que te
refieres me parece muy relevante. Si dejáramos a modo de estela un hilo que se
anudase a la presilla del pantalón, podríamos reseguir ese entramado en el que
vamos urdiendo nuestras vidas. Precisamos de los demás, lo cual quiere decir
que es imprescindible e inevitable cruzar los caminos. No sé si esos cruces representan
momentos mágicos, pero a veces se identifican con trenes que no se nos pueden
escapar o con trenes que nos arrollan. En Tiza,
como en la vida, las palabras pueden condicionar nuestros actos. No es preciso
grabarlas en el mármol ni crear momentos enfáticos, las palabras, de por sí,
pueden venir afiladas o con carga de profundidad. Tal vez existir y subsistir,
desde un punto de vista existencial, sean sinónimos.
Ya hemos
hablado del Teatro en su vida y obra, y tengo que decirle que yo veo Tiza como una obra muy visual, con
actos claros en su desarrollo, claro que esto es algo muy subjetivo, pero
también hay poesía, y de nuevo en mi mente se unen ambos conceptos, teatro y
poesía, y no puedo evitar ver una obra de teatro frente a mí ¿Hay un poeta
entre el dramaturgo y el escritor de novelas? ¿Es condición sine qua non que
los tres términos vayan unidos o al menos se complementen?
Estoy de acuerdo en lo
de la obra de teatro. Dice mi editora que ella ve una película, a mí me
encantaría. Entiendo que ese parecer se debe, básicamente, a los diálogos.
Supongo que en el fondo (teatro, poesía o novela) existe un parentesco o unos
denominadores comunes, a pesar de las diferencias de lenguajes y de recursos de
cada uno. Yo no me considero poeta. Considero que la poesía y yo de momento nos
miramos, pero ninguno se atreve a romper el hielo. Tal vez el concepto de poeta
deba abrirse y no limitarse a quien escribe versos, si es así, podría decirse
que los tres términos (géneros), como tú preguntas, deben de ir unidos.
Como profesor, Eugenio ¿Cómo ve a la juventud
en estos momentos? ¿Hay en verdad una generación perdida o tan solo está aturdida?
¿Hay esperanza en las nuevas generaciones?
Ella es la única
esperanza. No podemos generalizar en este tema, como casi en ninguno. He tenido
alumnos que me han enseñado muchísimo. Sé que decir eso es un tópico, pero no
deja de ser cierto. Se dice también, y lo corroboro, que tenemos la juventud
mejor formada que ha habido nunca. Cada época tiene unas tendencias y unos
intereses, y no podemos imponer los intereses de hace veinte años a los del
presente. Sí que existen unos pilares comunes en diferentes períodos (o en
todos los períodos), pero la juventud de todas la épocas ha tratado de
dinamitarlos, porque es intrínseco al proceder del joven. Entre ninis y desencantados (todos ellos nos
llevarían a muchas opiniones), emerge un grupo con muchísimo potencial,
esperemos que la sociedad esté a su altura.
Y para acabar, que una disfruta tanto que no
ve pasar el tiempo en el reloj ¿Qué me diría si yo le digo a usted Czeslaw
Milosz?
Diría que se trata de
un gran poeta, así como un profesor, que recibió el premio Nobel de Literatura
en 1980. Aunque nunca lo conocí, tuve la gran suerte de que coincidiera un
texto mío con uno suyo, junto a textos de otros autores como Antonio Tabucchi.
Para situarnos debo remontarme a algunos años atrás. Donde primero empecé a dar
clases fue en la Facultà degli studi di Genova. Yo era lector de español. Esa
estancia en Génova propició que cuando la ciudad de la Liguria fue, junto con
Lille, capital de la cultura europea, en 2004, desde la universidad me
propusieran una colaboración en el volumen que se tituló, Genova per noi. Testimonianze di scrittori contemporanei, donde
cada colaborador aportaba su propuesta para mostrar su impresión, idea o
recuerdo de su paso por la maravillosa Génova.
Ha sido
un placer, Eugenio, leerle y saber algo más de usted. Una delicia “trotar” con
usted desde este curioso y singular Gato. Le deseo lo mejor y por supuesto,
¡Mucha mierda!
Gracias
"...La
adolescencia al fondo del patio
La juventud debajo de la mesa
La madurez que no se conoció
La vejez
con sus alas de insecto."
La juventud debajo de la mesa
La madurez que no se conoció
La vejez
con sus alas de insecto."
(Los Profesores,
Nicanor Parra)
Una
entrevista de Yolanda T. Villar
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
Que bonita entrevista, si tuviera un libro publicado querría que me entrevistaran así, es preciosa. Eugenio es un gran escritor y sus premios así lo corroboran, espero verle pronto con una nueva novela y cosechando éxitos. Se lo merece. Gato, me has encantado, hasta pronto.
ResponderEliminarMary
Es fácil entrevistar a un buen escritor, las palabras fluyen y la conversación se convierte en una charla entre amigos.
EliminarY nunca digo que no a una buena entrevista así que Mary...anímate.
Espero que nunca abandone Antonio Asensio el amor hacia el teatro; la pasión que despierta la lectura/representación de tan bello género no puede compararse con demasiadas cosas.
ResponderEliminarComparto la admiración por Tabucchi.
Enhorabuena al escritor por los éxitos conseguidos, todavía no he tenido el placer de leer sus escritos pero espero remediarlo en breve.
Una excelente entrevista, Yolanda T. Villar, El Gato Trotero es muy afortunado.
Para nosotros ha sido todo un descubrimiento y nos preguntamos ¿Cómo no lo habíamos leído hasta ahora? la verdad es que ha sido todo un placer y ya tenemos ganas de seguir adentrándonos en su obra.
EliminarTe encantará Aurea, no me cabe la menor duda.
Un abrazo fuerte
bonita entrevista, me ha encantado!!
ResponderEliminarGracias Karo! La verdad es que para mi fue todo un descubrimiento, tanto por la novela como por el autor que resultó ser una persona accesible y sencilla como pocas.
EliminarNos encanta conoceros a los escritores más de cerca...
Sabes que este Trotero te adora, Karo.
Un abrazo