Jon Arretxe, imagen extraída de su muro de Facebook
El Gato Trotero: Cuando Erein nos remitió un ejemplar de su novela, me llamó la atención leer en la sinopsis
de la contraportada que como protagonista apareciese un inmigrante africano que
ejerce de detective en pleno corazón de Bilbao. Esto, de por sí, atrajo mi
interés por leer su trabajo al suponer un soplo de aire fresco, pues nos
movemos en unos tiempos en los que parece que muchos de los libros que existen
en el mercado son el mismo libro. ¿Por qué no abundan más los protagonistas
como su Touré en el panorama literario?
Jon Arretxe: Yo tengo la
misma sensación, pero, en realidad, prefiero que no abunden este tipo de
personajes, porque si no mi querido Touré dejaría de ser original, que es
precisamente lo que yo buscaba al crearlo. Hay demasiadas novelas negras que
siguen los parámetros tradicionales, y a los autores más nos vale espabilar y buscar
algo diferente, que sorprenda al lector y que atraiga su atención.
EGT: El título Sombras
de la nada, describe a la perfección el corazón de su novela. Sus
personajes, la gran mayoría, son personas que están entre nosotros, que viven
cerca de nosotros, toman el mismo autobús para moverse por la ciudad… Y sin
embargo, parecen no existir. O quizá, parece que no se quiere verlos. Tras
muchos años de inmigración, con nuevas generaciones nacidas de padres
inmigrantes pero que ya cuentan con DNI nacional ¿Ha disminuido el rechazo
social?¿Se ha aprendido a convivir de una manera más integradora?
J. A.: Lo del
rechazo social, quitando a una pequeña minoría que desprecia a los extranjeros
por puro racismo o xenofobia, está directamente relacionado con la situación
económica general y personal. Cuando la economía está mal, cuando nos va mal
personalmente, es cuando más nos fijamos en esos extranjeros que supuestamente nos
quitan el trabajo, que se aprovechan de las ayudas sociales etc. De todas
formas, cada vez se ve más integración, más mestizaje, más parejas mixtas, lo
cual me encanta.
EGT: Sin querer
destriparle la novela, me gustaría hacer hincapié en varios aspectos. En primer
lugar es importante remarcar el impecable conocimiento que tiene del barrio de
San Francisco, de sus calles, sus gentes, sus costumbres… Sin olvidar de la
forma de vida de Touré y sus amigos, y sobre cómo viven en esa jungla de
asfalto. ¿Cómo ha conseguido recrearlo: fruto de las conversaciones con amigos
o ha vivido allí para empaparse del ambiente?
J. A.: Llevo varios
años con un piso a mi disposición en San Francisco, gracias a la generosidad de
los buenos amigos que he hecho por allí. Paso largas temporadas en el barrio, he
cogido mucha confianza con la gente de las asociaciones, que son muchos y hacen
una labor admirable. En San Francisco no solo me inspiro y me empapo de su
realidad, sino que también meto muchas horas escribiendo. Lo hago,
precisamente, en el mismo portal en el que se supone que vive el
detective-vidente Touré.
EGT: Por otra
parte, resulta desolador encontrar en su novela unos ertzainas que
representan un poder casi omnipotente, furioso y sometedor, que se mueve con
agilidad en el chantaje y la amenaza para conseguir sus objetivos. Como
ciudadano de a pie, asusta creerse protegido por individuos como ellos. ¿Queda
algún hombre bueno en el cuerpo?
J. A.: En San
Francisco he visto todo tipo de actuaciones policiales: policías nacionales
haciendo una redada de inmigrantes al grito de “¡Viva España!”, municipales o ertzainas
humillándolos en actitud chulesca… De todas formas, la mayoría de
comportamientos que he presenciado han sido correctos, y creo, o quisiera creer,
que la policía, en general, es honesta. Lo que pasa es que dentro de la
ficción, los maderos cabrones y corruptos resultan más atractivos.
EGT: Existen unos
fugaces viajes en su novela que nos trasladan a Gorom-Gorom, en Burkina
Faso, la patria del protagonista. Desde allí comprobamos cómo una mujer, la de
Touré y madre de sus hijos, desciende a los infiernos guiada por un sexto
sentido que no la abandona en ningún momento, como si una fuerza telúrica o un
antiquísimo poder que va más allá del hombre le mostrase los sucesos que
ocurren a miles de kilómetros de su aldea. Conocemos que usted ha visitado
aquel país, y que lo recorrió por su cuenta, sin guías ni paradas en grandes
resorts. ¿Qué vida es más dura, la del inmigrante que viaja a Europa para
darles a sus hijos un futuro mejor, o la de la mujer que le aguarda y que queda
sola al cuidado de su estirpe?
J. A.: Las que peor
lo pasan son las mujeres jóvenes que hacen el viaje hacia Europa, porque tardan
un par de años de media en hacer el recorrido, y sufren todo tipo de vejaciones
y maltratos por el camino. Por otro lado, las mujeres que se quedan en casa lo
pasan peor que sus maridos o hijos que viajan. Su vida en el lugar de origen
está llena de dificultades, siguen realizando todos los trabajos diarios,
cuidando de los niños, de la casa, dependen de que sus maridos les puedan enviar
algo de dinero, temen que estos se olviden definitivamente de ellas, sufren la
incertidumbre por el modo de vida que llevarán sus hijas en Occidente… Me
parece una situación angustiosa. En general, ser mujer en África es una putada.
EGT: Por otro
lado, aparece un personaje enigmático, una mujer que trata de saldar su deuda
con las mafias africanas que la trajeron a Europa prostituyéndose, y que acude
hasta Touré, a quién muchos en el barrio tienen por vidente, atormentada
por el recuerdo de un niño que tuvo y que las circunstancias de la vida
hicieron que ya no esté a su lado. ¿Cuánto sufrimiento callan los papeles que
nunca llegan? ¿Alzarían su voz si fuesen legales? ¿Serviría de algo?
J. A.: Estos
inmigrantes ilegales tienen una capacidad de sufrimiento infinita, la ruta
hacia el supuesto paraíso es una tortura y, si logran llegar, aquí están en una
situación de indefensión total. Cuando algunos, por fin, consiguen los papeles
y/o saldan su deuda, lo que quieren es normalizar su vida, traer a sus familias
para vivir juntos, o buscar pareja y olvidarse del pasado. Por suerte, hay
muchas asociaciones que dan voz a los sin papeles que en solitario difícilmente
abrirán la boca aunque sean timados, violados o maltratados. Lo que pasa es que
los miembros de estas asociaciones no están demasiado bien vistos por la
sociedad, se les acusa de aprovecharse de subvenciones, de vivir del cuento,
cuando en realidad la mayoría de ellos dedican su tiempo a los más necesitados
por pura convicción.
EGT: Los
protagonistas de su novela son, sobre todo, supervivientes, una suerte de
náufragos en una isla hiperpoblada. Llegado el momento, y dadas sus
condiciones, la vida les enseña que el único modo de llegar al siguiente día es
a través de la picaresca. Para alguno
incluso su futuro más lejano es mañana mismo. La juventud de San Francisco
esnifa pegamento, flirtea peligrosamente con las drogas, se inician en la
prostitución, prueban suerte con los pequeños hurtos… ¿Qué futuro le espera al
barrio, a cualquier barrio o ciudad que no le da futuro a su futuro?
J. A.: Se ha
trasladado aquí el esquema africano: el futuro no existe, bastante tienes con
sobrevivir día a día. En general, me parece una buena filosofía pensar más en
el presente y menos en el futuro. En cuanto al futuro del barrio, San Francisco
tiene la suerte de contar con una Coordinadora de Grupos, en la cual están
presentes casi todas las asociaciones que están peleando día a día por mejorar
la situación del barrio. Tienen mil ideas y proyectos, pero sus opiniones no
suelen coincidir con las de las instituciones, que se resisten a ceder
protagonismo. De la tenacidad de la Coordinadora dependerá que San Francisco tenga un
futuro mejor o peor.
EGT: Hay un
personaje en la novela tremendamente poético respecto de la novela, sobre todo
si perdemos de vista la idea de belleza como algo inherente a la poesía. Ibrahima
es un inmigrante del barrio que sobrevive de la caridad de sus compatriotas,
que es lo mismo que vivir de los restos de los que nada tienen; es una suerte
de ángel moreno de la ingenuidad tocado
por el pícaro dedo del Lazarillo de Tormes y de la necesidad; un pobre diablo
que, arrastrado por la picazón de su menudo
estómago, es arrojado sin piedad como un desarrapado pelele al averno.
¿Quién lloraría a Ibrahima?
J. A.: Mucha gente,
todos sus compatriotas y amigos, porque entre ellos existe la solidaridad, y
porque Ibrahima es un personaje entrañable, o mejor dicho, una persona
entrañable, a la que solo le he cambiado el nombre para convertirla en
personaje de la novela.
EGT: Su novela es
negra, dura, cruel incluso. Sin embargo, existe un punto de fuga que transmite
algo de esperanza, y es la unidad que muestran las personas que viven en el
barrio y que resulta decisiva en el desenlace de la historia. Tenemos mucho que
aprender de ellos en este sentido.
J. A.: La
solidaridad es una de las características que más admiro en los necesitados,
sobre todo en los africanos, igual que la hospitalidad, el respeto a los
mayores… De todas formas, tampoco hay
que idealizar demasiado, porque nadie es perfecto y hay otras características
típicas africanas que no merecen muchos halagos.
EGT: Si nos
adentramos en su obra, podemos encontrar novelas de muy diversa índole, pero
llama la atención que tiene algunos títulos que contienen relatos de viajes que
usted mismo ha realizado. ¿Jon Arretxe escribiría sobre lo que escribe si no
hubiese salido a recorrer el mundo? ¿Hasta qué punto conocer otros lugares
marcan la personalidad de un escritor como usted?
J. A.: El viajar
desde muy joven, en solitario y sin prisas para volver, me ha espabilado mucho,
me ha marcado como persona y como autor. Si no hubiese viajado durante tantos
años, ahora no sería escritor, seguro. De hecho, mis primeras obras son de
literatura de viaje. Cuando me pareció que tenía cosas que contar, y, sobre
todo, cuando sentí el feed-back de la gente a la que le interesaban mis
historias, es cuando me animé a seguir escribiendo.
EGT: Para
finalizar, y teniendo en cuenta el vínculo que existe en este lugar con los
viajes, queríamos proponerle que recomiende a nuestros lectores esa ciudad,
pueblo, edificio y enclave natural que son imprescindibles para usted, y cuáles
son los motivos por los que elige cada uno de ellos y no otros.
J. A.: Los tres
puntos clave en mis viajes y que más han marcado mi vida han sido el África
Negra, por el carácter de sus gentes, el norte de la India, por su
espiritualidad, y la Amazonia,
por su autenticidad. De todas formas, cada persona es diferente y a cada una le
recomendaría un lugar diferente, según sus inquietudes y su manera de ser.
Una Entrevista de Santiago Navascués
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Una entrevista cojonuda.
ResponderEliminarZorionak
El autor nos lo ha puesto fácil. Además de un gran escritor ha demostrado ser mejor persona.
EliminarUn saludo