viernes, 16 de noviembre de 2012

“Curioso cuaderno de viaje de dos simpares viajeros” – 3ª Parada: Alarcón (Cuenca)

Mi compañero de viaje y yo, nos levantamos temprano una mañana de finales de agosto, con la finalidad de seguir ruta y que por una vez, en semanas, pudiéramos esquivar al inclemente sol manchego. El día apuntaba fresco, al menos más fresco que los anteriores, aunque de todas maneras sería poco el tiempo que necesitaríamos para realizar nuestro tercer alto en el camino, pues nos desplazábamos apenas unos quince minutos de casa, en dirección Valencia, mi otro hogar.
Elegimos un pequeño pueblo entre Cañada, mi pueblo, y Motilla del Palancar, Alarcón. Hace mucho tiempo que lo visité por primera y hasta la fecha, única vez, y lo único a destacar que recordaba es su Castillo y unas vistas espectaculares del río Júcar transformado en pantano a su paso por la zona. Si, sería una parada rápida pero de seguro, intensa, pues que yo recuerde no hay mucho más que ver que el Castillo-Parador…pero la insistencia de mi abuelo, casi centenario, no nos dio otra opción ¿Cómo llevarle la contraria si no dejaba de repetirnos día y noche, las maravillas de un pueblo rodeado de torres, murallas, puentes medievales y mil historias y leyendas? Disgustarle no era mi intención, pero me temía que sus casi cien años estaban pasándole factura, el pequeño pueblo que yo recordaba no tenía nada que ver con el que a su vez, recordaba él.

Vista de Alarcón desde el mirador del embalse
Vista de Alarcón desde el mirador del embalse

Pero decidimos ir, sería una bonita manera de pasar una mañana y luego, por supuestísimo, acabar la visita comiendo una buena carne en el Parador. Y por fin, tener toda una tarde para descansar entre tanta ruta y tanto alto en el camino. Era un plan estupendo.

Al girar a la derecha desde la Nacional III, siguiendo el indicador de Alarcón, el Castillo nos recibió imponente desde un alto cerro, como un Señor que recibe a sus invitados a las puertas de casa, seguro, regio, hospitalario y afable. Ya no podíamos apartar nuestros ojos de él, como “Mat Monroes” , atónitos por la enorme belleza y majestuosidad de aquella peculiar pareja de baile. Tan solo por aquella imagen, ya había valido la pena venir.

Castillo y Murallas
Castillo y Murallas
Mi compañero y yo paramos atraídos por un canto de sirena que provenía de lo más hondo de un risco, a pies de una altiva torre albarrana; acercándonos hacia el risco en sí, pudimos ver dos torres albarranas más, tan magníficas y altivas como la primera, pero mucho más inaccesibles, al menos lo serían de seguro hace quinientos años. Imaginaba las torres en todo su esplendor, hace siglos, tantos como historia cabe en ellos; torres albarranas, fuera de la ciudad, torres Atalayas o torres disuasorias, como legionarios en primera línea de batalla dispuestos a parar el avance enemigo, o a morir defendiendo su puesto. Peones de ajedrez con traje de Torreón. Y entonces, de nuevo ese canto envuelto en susurro y viento.

Torre Albarrana
Torre Albarrana

Dirigimos nuestra mirada al fondo y descubrimos la más natural de las bellezas, el agua. El Júcar susurrante y sereno, vestido de Presa y bautizado Hendideros, meandro que rinde pleitesía a la pétrea mole que se yergue firme en el promontorio, la Fortaleza, Alarcón, bautismo moro de herencia Íbero-romana…y como “Odiseos” de meseta hubiéramos pasado años absortos y somnolientos bajo el hechizo de tan ancestral canto.
Pero decidimos que ya había llegado el momento de atravesar las murallas y dejar que nuestros pies pisaran los adoquines del Bastión Conquense por excelencia, ciudad nunca conquistada y Castillo siempre inexpugnable, ante todo, Esplendor de otros tiempos.

Inalcanzables
Inalcanzables

Nada más llegar a la plaza del pueblo, nos sorprendió la tranquilidad y la paz que se respiraba en ella, como si el tiempo se hubiera detenido o la vida en ese instante fuera tan solo un fotograma pasando a cámara lenta. El aire traía voces lejanas, y mi compañero y yo no sabíamos si eran lejanas en el espacio, o tal vez en el tiempo. Un vendedor de fruta a la sombra de un gigantesco árbol, dos mujeres paseando del brazo con sus cestas de la compra apoyadas en el regazo, tres perros de caza dormitando a las puertas de una casa de piedra, un abuelo con las manos en la pleita y un cigarro pegado a los labios, dos niños corriendo uno tras otra alrededor de la fuente, unas jóvenes tomando un café en la pequeña terraza de un bar…era inevitable que nos preguntásemos mi compañero y yo dónde estaba el pintor de tan excelso a la par que costumbrista cuadro.

Torre del Homenaje del Castillo-Parador
Torre del Homenaje del Castillo-Parador

Caminando mi compañero con su cámara al cuello y el trípode al hombro, y yo con mi pequeña libreta de cuadros sin margen en las hojas en mi mano izquierda, mirábamos a nuestro alrededor descubriendo en cada posar de ojos, una historia que contar. Iba a ser una mañana más larga de lo que habíamos podido imaginar, estábamos andando entre la Historia en mayúsculas. Fue admirando la tosca fachada de la Iglesia de San Juan Bautista, cuando vimos a un anciano de abundante pelo blanco y lentes de bibliotecario, mirándonos fija y sonrientemente; el anciano era de hombros cargados y andares firmes y seguros, todo el peso que parecía cargar en sus costillas, se convertía en aire al mirarle a los ojos, como si su etérea alma moviera su cuerpo. No pude evitar sonreírle y acercarme a él.

Trasera de La Trinidad
Trasera de La Trinidad

Dijo estar encantado de que su pueblo nos hubiera sorprendido, pero que eso no era nada más que el principio, que nos quedaba mucho por ver y que estaba seguro que nos quedaríamos ojipláticos y boquiabiertos según avanzara el día. Reconozco que aquel anciano hizo que nos picara la curiosidad y nos entraran unas tremendas ganas de querer ver más. Rió, sabía que esa sería nuestra respuesta, no sé cómo, pero lo sabía.
Ante su ofrecimiento de enseñarnos el pueblo, no pudimos por menos que aceptar encantados, ese honorable caballero parecía saberlo todo acerca de Alarcón y sus Tesoros y algo nos decía, que semejante guía no era habitual. Así que le seguimos expectantes por ver qué descubriríamos de su mano y bajo su mirada, cálida y suave la primera, serena y soñadora la segunda.
Aunque se presentó como Luis a secas, su porte y su serenidad nos llevó a llamarle Don Luis desde el primer momento, no era cuestión de edad o educación, no solamente, era algo que iba más allá del protocolo o las buenas costumbres. Era como si estuviéramos delante del mismísimo Templo de Salomón con toda su sabiduría, su historia y su leyenda albergadas dentro; es más, voy más allá, no era un Templo, era el mismísimo Salomón. Eso era lo que sentí cuando estreché la mano de aquel sereno anciano, que estaba ante alguien muy sabio y justo, alguien muy grande.
Don Luis nos condujo por una amplia calle adoquinada, sin duda alguna antaño fue una calle de gente rica y adinerada, no había nada más que ver los vestigios de lo que un día fueron impresionantes casas señoriales, en las cuales aún se veían escudos de sus antiguos moradores en las fachadas. Nos dirigíamos al Castillo-Parador, pensábamos que sería lo último que Don Luis nos mostrara, algo así como dejar para el final lo mejor, ponerle la guinda al pastel, pero no fue así; bajo una amable sonrisa nos dijo que ya nos lo había advertido, que nos dejaría ojipláticos y boquiabiertos cuando nos marcháramos a casa, y que no toda la belleza se esconde tras un gran tarro, aunque fuera un impresionante tarro de piedra intemporal. Le miré algo incrédula, pero le seguí sin hacer demasiadas preguntas, al menos de momento.

Patio de Armas del Castillo-Parador
Patio de Armas del Castillo-Parador
Entrar al castillo, por la puerta principal, bajo la atenta mirada del escudo del Marqués de Villena, fue como sentirse caballero medieval, lanza en ristre y cota de malla en pecho. Lo que antes fue un patio de armas, es ahora un precioso patio rodeado de enormes cristaleras y flanqueado por dos pasillos engalanados por preciosas balustradas de madera. Situarse en el centro del patio y girar mirando el cielo, acercaba la torre del homenaje a nuestros ojos…y me costó volver a situarme en la tierra de nuevo, cuando Don Luis ya estaba arriba del Castillo, en el Paseo de Ronda.
Desde el torreón, nubes y aves crean un horizonte a 30 metros sobre el suelo; ahora, los Señores de la Torre del Homenaje son las palomas ¡Ya no vuelan los halcones reales!

Salón de Banquetes del Castillo-Parador
Salón de Banquetes del Castillo-Parador
La Torre del Cañavate, baluarte defensivo y unión de caminos nos observaba desde lo alto del espolón, como un gavilán observa el vuelo de un águila, altivo y envidioso; la Torre de los Alarconcillos, mirador y observatorio de Don Juan Manuel nos guiñaba el ojo coqueta bajo la luz amarilla del mediodía ¡Y la imponente Torre del Campo seguía siendo esbelta, alta y delgada, a pesar de mirarla desde lo alto de la almena del castillo!
Nos contaba Don Luis la historia como si la Historia aún perdurara; era fácil imaginarnos mi compañero y yo aquellas torres en pleno esplendor, las murallas fuertes y austeras enseñar los dientes afilados a los posibles intrusos. Almenas coronadas por firmes vigías, ya fuera caluroso verano o gélido invierno manchego, soldados y caballeros en el patio, Señor en la Torre y vasallos extramuros. Fue casi como un sueño.
Notaba nuestra emoción el noble Salomón, y con la satisfacción de estar realizando bien su trabajo, nos despedimos de los responsables del Parador, gente de paz y buen corazón que nos abrió las puertas del mismo, corazón y Parador, sin reticencia alguna, aunque al preguntarles por nuestro honorable guía, al que habíamos perdido de vista, nos contestaron extrañados que no habían visto a nadie más acompañarnos…este debió marcharse ya. Encontramos fuera a nuestro improvisado guía y nos condujo hasta la Iglesia de Santa Trinidad, solo tres calles más abajo.

Claroscuros en La Trinidad
Claroscuros en La Trinidad

Su fachada impone por su austera belleza, soberbia y vertical como si rascar el cielo quisiera. Enamora su portada plateresca con sombrero gótico, bella “top model” a la que arriesgar y aunar tendencias le sienta la mar de bien; ese sombrero con forma de Pantocrátor y cuatro picos, tantos como evangelistas , cubre nuestras cabezas al entrar sin que resulte ofensivo para el sacro recinto, y parece querer bendecir nuestro paso. Cuando cruzamos la puerta nos recibe una polvorienta oscuridad, creo que de ella pretendía protegernos el Pantocrátor; poco a poco los ojos se iban acostumbrado a esa tenue luz que se filtraba por las ventanas del templo, y nos sobrecogió encontrarnos con los restos de un naufragio, Titánic románico de sillares de piedra. Magnífico esqueleto de un glorioso pasado.

Pórtico de La Trinidad
Pórtico de La Trinidad

Don Luis miró al horizonte, pensativo y añorante, nos hablaba de ese glorioso pasado de Alarcón como si hubiera sido ayer mismo; gloria y esplendor que prácticamente cayó en el olvido tras el enfrentamiento entre Isabelinos y Beltranejos, y es que no siempre se apuesta por el caballo ganador. Pero Don Luis se repuso rápidamente y volvió a infundirnos esa emoción y esa entrega que emanaba de cada poro de su piel cada vez, que nos hablaba de su pueblo. Nos extrañó sobremanera que tan insigne personaje, Don Luis − o eso nos pareció a nosotros− pasara desapercibido por sus convecinos, los cuales parecían no reparar en él, ni dirigirle siquiera una mirada de soslayo. Esto nos extrañó sobremanera de las gentes de Alarcón, las cuales se mostraban amables y dispuestas con nosotros dos ¿Acaso no era Don Luis santo de devoción de sus vecinos? resultaba extraño como menos.
Pero nuestra ruta siguió tras una parada para comer, pues sin darnos cuenta ya habíamos sobrepasado el mediodía hacía bastante rato ¿No se supone que se trataba de una visita rápida la de hoy? ¡Cuántas sorpresas y cuántos tesoros nos esperaban silenciosos en Alarcón! Desde el restaurante, cuya maravillosa terraza nos permitió disfrutar no solo de una comida estupenda sino de unas vistas espectaculares: La Iglesia de Santo Domingo de Silos. Iglesia ayer, Auditorio hoy, Bien de Interés Cultura siempre. Puesto que nuestro guía no quiso probar bocado, nos iba explicando sin prisa pero sin pausa, las bonanzas y bondades de tan peculiar lugar.
Y es que tal vez esa sea la palabra que defina Santo Domingo de Silos, Peculiar.
La que fuera la más humilde de las parroquias del pueblo, era ahora un maravilloso auditorio en el cual, lo que primero llamaba la atención, era la alianza entre románico y modernidad, representada en la cúpula rectangular de hierro y cristal. Una alianza perfecta y armoniosa que no dejaba de sorprendernos gratamente. Si, Don Luis tenía razón, a cada paso que dábamos, más nos asombrábamos y más nos enamoraba la villa.
El día se nos escapaba de las manos, y mi compañero y yo empezábamos a temer que este sería demasiado corto para mostrarnos lo que Alarcón nos tenía reservado ¿Pero cuántos tesoros arquitectónicos puede guardar un pequeño pueblo dentro suyo? ¿Cuántas leyendas e historias? Mi abuelo sabía lo que hacía al enviarnos aquí, hubiera sido imperdonable habérnoslo perdido ¿Cuánto quedaba aún por ver?...
Y algo dentro nuestro, nos decía que lo más sorprendente estaba por venir.

Pórtico de la Iglesia de Santa María
Pórtico de la Iglesia de Santa María

Continuaba Don Luis hablándonos del antiguo esplendor de Alarcón y el actual encanto impreso en cada uno de sus rincones, y ponía empeño el buen hombre de que las cosas no se autoproclaman de interés turístico, ni patrimonio de la humanidad, ni bien inmaterial, no. Esto hay que ganárselo, demostrarle al mundo las riquezas de patrimonio que cada pueblo,
villa, ciudad, rincón de España posee; y sólo se consigue con tesón, tenacidad y mucha fe en lo que un pueblo tiene y de donde procede, dar a conocer al mundo de dónde venimos y hasta donde queremos llegar y ser recordados, depende del empeño y la lucha individual primero, colectiva, grupal después, aunque haya que dejarse la piel en ello, si un hombre cree en su legado, este se convierte en Legado Universal. Y con esta apología nuestro guía nos introdujo casi sin darnos cuenta, atrapados y atraídos por sus palabras, hasta la mismísima portada plateresca de la Iglesia de Santa María.
A Don Luis se le iluminaba la cara al hablarnos de ella, sin duda alguna, algo muy especial le unía a ella, un vínculo que superaba la pasión y el amor por un edificio, era algo más profundo, más incorpóreo, más del alma. Y nos sentimos prisioneros de la belleza de dicha portada, enmarcado por un arco triunfal que parece descansar sobre dos maravillosas columnas; me dio pena ver que algunas hornacinas estaban vacías, pero esta vez, no era cuestión de gamberrismo o hurto según nos explicó nuestro guía, es que nunca fueron talladas.

Nave central de Santa María
Nave central de Santa María


Al traspasar el arco, obra de Jamete, un Calatrava para unos, un Foster para otros, del siglo XVI, nos quedamos al fin ojipláticos y boquiabiertos como aventuró Don Luis al conocernos; nos hallábamos en una magnífica nave de imponentes columnas sin fin y bóvedas góticas que la hacían aún más infinita, cruz latina en la base, viacrucis de cerámica en las paredes, cuatro cruces de sacralización de Malta y una pequeña cruz sobre el sagrario del altar mayor. Esta vez, el Crucificado, siempre omnisciente, estaba en los corazones. Espléndido el coro, a pesar de no contar ya con la trompetería, impresionantes las bóvedas, las capillas, la pila bautismal, una vez más obra del gran Jamete, soberbia la construcción entera, pero…todo se quedaba pequeño al lado del Retablo Mayor.

Nave central de Santa María
Retablo de Santa María

Esta era grandioso y a pesar del expolio y destrucción de muchas de sus figuras durante la Guerra Civil, lucía magnífico y bellísimo. Miré la cara de felicidad y orgullo de Don Luis e inmediatamente me contagié de su entusiasmo; estaba ante una obra de arte sin parangón alguno. No dejaba de ser dentro de su grandiosidad y hermosura, un retablo extraño, curioso, sorprendente ¿Qué representaban en realidad las escenas de la vida de la Virgen? si una se daba cuenta podría ver que no eran escenas normales y corrientes, que no todo era lo que parecía a simple vista. Un “Pasolini” barroco nos dejó para la posteridad la vida de la Virgen contada fotograma a fotograma: el Parto de Santa Ana, la Circuncisión de Cristo ¿Quién había visto antes semejante obra en un Retablo Mayor? un transgresor, un adelantado, un visionario. Don Luis se sentía totalmente orgulloso al pronunciar estas palabras. No me extraña, era sin duda el retablo más hermoso que había visto nunca.

Nave central de Santa María
Pila bautismal de Santa María. Jamete

Quisimos mi compañero y yo conocer al párroco de tan ilustre iglesia, saber que se siente al estar al frente de tan impresionante obra, debía ser maravilloso; pero nuestro guía no pudo ayudarnos, el párroco llevaba tan solo dos meses al frente de la parroquia y él no le conocía todavía. Qué lástima.
Nos despedíamos de nuestro guía al llegar a la Plaza Mayor, agradecidos y honrados por su compañía, había sido un día intenso y agitado, la noche cayó sobre Alarcón y el cansancio sobre nuestros pies. El pueblo en realidad albergaba mucho más de lo que jamás hubiéramos imaginado, había sido una experiencia única. Y le dimos las gracias por dejarnos sin palabras y con la boca abierta de veras.
Y Don Luis rió a carcajadas ¿Marcharnos? si aún no habíamos visto lo mejor –nos dijo−ahora sí que no quería perderse por nada del mundo nuestra expresión al ver lo que estábamos a punto de ver…y entramos en la Iglesia de San Juan Bautista, en plena Plaza Mayor.
Reinaba la más absoluta oscuridad en el recinto, no se veía absolutamente nada; fuimos incapaces de vislumbrar siquiera un pequeño reflejo, nada. Pero mientras Don Luis se dirigía a encender las luces, un olor suave pero penetrante nos rodeó; era un olor conocido, algo pastoso, si respirábamos profundamente inundaba nuestros pulmones y casi estuvo a punto de hacerme toser ¡Era pintura! y en ese momento, situados en el centro de la nave, se hizo la luz…

Pinturas Murales
Pinturas Murales

¡Un dragón rojo me miraba desde lo alto! ¡Y un león! ¿No era esto otro un perro, un lobo tal vez? ¿Un zorro? mirara hacia adonde mirara, desde el centro de la iglesia, me rodeaban, envolvían, abrazaban, cientos de figuras de mil colores ¡Animales, estrellas, lunas, soles! ¡Las constelaciones en su totalidad! paredes y bóvedas eran el lienzo. La Pintura Mural más sorprendente, grandiosa y alucinante que jamás, jamás, había visto. Miré a mi compañero y le encontré al igual que yo, absorto y ahora sí, ojipláticos. Era lo más bello que jamás habíamos visto, incomparable. Me faltaba la respiración, no estaba acostumbrada a encontrarme rodeada de obras de arte, a estar en el centro de la más absoluta y grandiosa pintura que en mi vida había visto.
Jesús Mateo, un veinteañero que tuvo un sueño y creyó en él, y creyeron en él, y su Utopía se convirtió en materia. Soberbio.

Pinturas Murales
Pinturas Murales

Un solo hombre desdibujado en todo el mural, el comienzo del día donde reposa su cabeza y sus blancas manos, el Génesis de la humanidad; y al llegar la noche, sus pies descansando, como si del descanso del guerrero se tratara tras un largo y duro día, tras toda una vida, al final, un suspiro nada más. El Hombre como retrato de Dorian Grey.
Había que creer en lo que uno posee, creer y luchar por ello –nos repitió Don Luis−y apoyar el sueño de otros hace que los tuyos se cumplan igualmente.

Pinturas Murales
Pinturas Murales

Como un sueño, fue como un sueño. Salimos de la iglesia totalmente anonadados y absortos, llenos de felicidad y sorprendidos, si, sorprendidos de la belleza y grandiosidad que guardan los muros toscos y bellos de una antigua iglesia, como” matrioskas” del arte. Don Luis lo consiguió, siempre lo supo, antes de marcharnos nos vería con esa expresión en el rostro.
Y se despidió de nosotros tal y como se presentó. Marchó con una sonrisa discreta, una mirada lejana y el peso de sus hombros flotando en el aire.
De regreso a casa, en el coche, el silencio nos invadía, ambos, mi compañero y yo repasábamos mentalmente todo lo acaecido esa jornada. Intensa, muy intensa. Tras unos minutos de silencio, miré el folleto sobre la ciudad que nos dieron al llegar al Castillo y el cual no habíamos mirado en todo el día, teníamos tan buen guía que no fue necesario, pero entonces me quedé muda y boquiabierta miré a mi compañero señalándole lo que había visto en el interior del folleto. Y enmudeció el también.
Llegamos a casa sin abrir la boca en todo el camino, casi no se nos oía ni respirar. Don Luis lo había conseguido plenamente. Nos dejó absortos y sin habla incluso fuera de Alarcón. Y mi corazón latía con fuerza. Aun hoy lo hace al recordar aquel día. Y mis labios sonríen.
Gracias Don Luis.

Bajo la fotografía de nuestro guía, el folleto rezaba lo siguiente:
“Don Luis Martínez Lorente, el que fuera párroco de Alarcón durante 50 años, falleció el pasado mes tras toda una vida dedicada a la iglesia y a los vecinos de Alarcón. Fue visitador infatigable de despachos siempre en nombre de la cultura y el desarrollo artístico de la villa conquense que le acogió como un hijo más, allá por el año 61. Párroco de Santa María, fue Adalid y Embajador de la ciudad por doquiera iba. Sin su apoyo y tesón, Alarcón nunca hubiera recobrado la gloria y el patrimonio que un día, siglos atrás, tuvo.
Hasta siempre Don Luis, el arte, la historia y las gentes de Alarcón, le dan las gracias. Descanse en Paz. “

©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS



Fotografías: Santiago Navascués Ladrón.

Texto: Yolanda T. Villar

9 comentarios:

  1. Un relato precioso sobre vuestra visita a Alarcón. Nos va a servir de gran ayuda. Gracias.
    Te invito a visitar mi blog de cuentos infantiles, que por supuesto, no tiene nada que ver con el tuyo.http://www.laabuelaatomicablogspot.com

    Te haré un comentario nuevo cuando vuelva de visitar esta ciudad en el mes de octubre.

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  2. ¡Hola Conchita!
    La verdad es que es un pueblo precioso, yo, como conquense que soy amo mi tierra por encima de todo y tal vez muchas veces no sea demasiado objetiva hablando de ella, pero en este caso, estoy segura de que estarás de acuerdo conmigo, con nosotros.

    Disfruta de tu visita y no dudes en contarnos que tal la experiencia.
    Un abrazo

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    1. ¡Hola Vaga Mundos! Me sorprendió mucho encontrar una explicación tan pormenorizada de una ciudad que visitaré dentro de unos días. Creo que podrías escribir una estupenda guia de viajes. Antes de ir a visitas Alarcón, que todavía me quedan algunos días,volveré a entrar para leer bien todas tus explicaciones.
      Un abrazo.

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    2. Muchas gracias! Soy de un pueblo cercano y llevo toda la vida visitando los alrededores y Alarcón no iba a ser menos, pueblo muy unido a mi familia, así que tengo que reconocer que no soy muy objetiva...aunque ya me lo dirás tú cuando lo visites, aunque no debes olvidar llevar una buena chaqueta en esta época.

      Un abrazo y disfruta.
      Yolanda.

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  3. La verdad es que tu relato da ganas de visitar esta zona, donde veo que el Castillo aún se merece su nombre (no como cuando te dicen: ve al castillo X y cuando llegas allí sólo puedes ver ruinas de lo que fue, a lo mejor en su día, un castillo efectivamente)

    Estoy con Conchita en cuanto a guía de viaje ;)

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    1. Te encantará Karo! Cuenca es una gran desconocida y sin embargo es bellísima!

      Anímate y yo misma te haré de guía

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    2. Te encantará Karo! Cuenca es una gran desconocida y sin embargo es bellísima!

      Anímate y yo misma te haré de guía

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  4. Hola . Soy Jesús Mateo. Me gustaría saber quienes sois para poder contactar con vosotros y mandatos un merecido regalo. Muy emocionante el texto. Gracias.

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    1. ¡Hola Jesús! Desde el Gato Trotero nos sentimos honrados con tus palabras; para nosotros fue una experiencia sin igual poder ver tu obra en tan magnífico entorno, algo mágico sin duda.
      Nos hemos puesto en contacto contigo a través de facebook.

      Un abrazo fuerte y gracias a ti.

      Santiago y Yolanda

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