Caramelo de Sandra Cisneros

 

Son mis viejas raíces empolvadas

la extraña clave de mi cautiverio;

atada estoy al polvo y su misterio,

llevo ajenas esencias ignoradas.

En mis poros están ya señaladas

las cicatrices de un eterno imperio;

el polvo en mí ha marcado su cautiverio,

soy víctima de culpas olvidadas.

En polvorienta forma me presiento

y a las nuevas raíces sobresalto

he de legar, con mi angustioso aliento.

Más conquistando el aire por asalto,

nada tengo que ver con lo que siento,

soy cómplice infeliz de algo más alto.

(Pita Amor. Viejas raíces empolvadas)

La novela comienza con el viaje de la familia Reyes, un linaje de afamados reboceros que emigró al Nuevo Mundo. Ahora, cada verano viajan en un coche rebosante de niños desde Chicago hasta la ciudad de México. En ese lugar, Lala escucha las leyendas de su familia que se han transmitido de generación en generación. Se nos relata, por tanto, la descendencia de esta familia y sus cambios culturales, desde París, al loco Chicago de los años veinte,hasta las vivencias de Lala en San Antonio, Texas. Cisneros nos impregna de la nostalgia de la migración, la divergencia entre mencionadas culturas creando una trama deslumbrante, llena de pasión, tristeza y vida.

Mi opinión 

   Lo nuestro fue amor a primera vista, al menos por mi parte. Nada más verle, me miró a los ojos, fijamente, susurró mi nombre y desde ese momento supe que estaba irremediablemente perdida, me había enamorado como una tonta.  Si, estoy hablando de este libro. De esto hace ya quince años, puede que dieciséis, y es que cuando una queda arrebatada el tiempo pasa incierto.  Lo leí a salto de mata, a pequeños intervalos entre descanso y descanso del trabajo, pocos dicho sea de paso y siempre he tenido la amarga sensación que no le presté la atención que mi rectangular amante merecía, y tratándose de un caramelo el sabor de boca debía ser deliciosamente dulce. 

   Así que hice malabares con la torre de libros que esperan ser leídos y saltándome la lista a la torera busqué en la estantería a mi caramelito y me lo llevé a la cama, así, sin más, sin rodeos, sin preliminares, él y yo solos todo un fin de semana entre sábanas, y es que a pesar de ser de las que piensan que segundas partes nunca fueron buenas, una segunda oportunidad a un gran amor puede salir bien. Puede.

    La historia comienza en carretera, en la ruta 66 nada más y nada menos, son tres los coches que se encaminan desde Chicago hasta la madre Ciudad de México: el del tío Chato, el de Baby y el del papá de Celaya, Lala para todos, un largo y polvoriento viaje hasta la casa de los abuelos, un viaje físico y aunque Lala aún no lo sabe, será el comienzo de un viaje emocional hacia sí misma. Lala parece una lectora de su propio libro, sin ser consciente que esta vida es la suya y de nadie más, aunque otros personajes intervengan en ella; una muchacha chicana en norteamérica, como un alma extraviada en tierra de nadie, ni allí ni acá, con profundas raíces pero con ramas al viento, incapaces de agarrar el aire que las mece. Cuando leía estas primera páginas no podía dejar de pensar en la Vaquilla de Berlanga, en la escena final, cuando la vaquilla yace en tierra de nadie, entre ambos frentes, sin que nadie la reclame; esa es la sensación que me recorrió la espalda, la de vagar sin rumbo, la de un apátrida sin lugar en el mundo, forastera allá donde va. A los hijos de los manchegos que nacíamos en Valencia, nos llamaban churros, cuando íbamos al pueblo nos decían los forasteros, no éramos ni una cosa ni otra, ni valencianos, ni manchegos; tal vez por eso y salvando las distancias, este libro fue entonces y lo ha sido ahora, una de las lecturas más empáticas y sentimentales de mi vida hasta ahora.

   La fuerza autobiográfica de esta obra está presente en todo el libro, su autora deja su impronta y su carácter en cada linea que plasma, Lala, narradora absoluta de la novela es la voz, los ojos y los recuerdos de Sandra Cisneros que vuelca en esta historia desde su alma hasta sus entrañas, y eso se nota en la narración, fluida y sencilla pero emotiva, cada palabra está moldeada a golpe de cariño, de añoranza, de dolor, de dudas, de preguntas sin responder y es que si hay algo presente en la novela es la duda constante y los interrogantes que pululan por la mente de Celaya. Una es lo que fueron las mujeres que te precedieron, y ahí pienso igual que autora y protagonista, soy todas las mujeres que fueron antes, y Lala lo es; conocemos su historia conociendo las de las mujeres de su familia, los cuentos de su abuela, de sus tías, de su madre, puro cuento que al fin y al cabo, es la pura vida. 

   Cuando nos adentramos en la segunda parte de la novela  es cuando, a mi entender, entramos en la mejor parte, ya conocéis todos de mi gusto por los líos familiares, los secretos, los chismes ¡qué sería de mi vida sin esos trapitos a medio lavar de mi familia! Lala sigue contándonos la vida de sus antecesoras, pero ya no está sola en la narración, ahora es a dos voces, la suya y la de la abuela, entre lineas, disconforme con la única versión de su vida que da Celaya quiere asegurarse que sus palabras sean puestas en la de su nieta y no solo fruto de sus recuerdos o su presunción. Comienza aquí un diálogo entre ambas mujeres que pugnan por exponer su visión propia, tan "moderna" la de la abuela, tan "beata" la de Lala; la intención castradora de la joven hacia su abuela para evitar que cuente su historia no logra que Soledad, como el aroma del caramelo, llegue a todas partes y atraviese puertas, ventanas y muros, y es que Soledad no es solo Soledad, es todas las mujeres que fueron antes que ellas ¡Y tienen todas tanto que contar! madres, esposas, hijas, primas de hombres, sin los cuales, ellas no eran nada, ni siquiera nadie ¿Cómo otra mujer puede acallar estas voces? Lala un día, será también estas mujeres, y su historia, será la de ellas. Aunque aún no es consciente. El siglo XX contado por las vivencias de cada una de ellas, duros relatos en duros años. 

CONCLUSIÓN: Caramelo es una novela de color añejo, de color sepia de viejas fotografías, del color de la piel de mujeres de campo, chicanas, del color de los recuerdos y los orígenes, de efluvios de dulzura empalagosa entre rancios convencionalismos, del aroma de las golosinas de la niñez y el bálsamo contra la tos de la vejez. Caramelo es la conciencia y la consciencia de ser las Mujeres que nos han hecho la Mujer que somos. 

   ...Y doy fe que hay segundas veces, que superan a la primera...

CARAMELO

Sandra Cisneros

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