España no valora a sus prohombres.
A lo largo de su vasto pasado, España siempre ha destacado como un gran productor de prohombres en los campos de la ciencia, la política, las artes,... Para muchos de ellos, la Historia les ha reservado asientos de primera categoría dada la importancia de su contribución en los distintos ámbitos en los que se movieron. Sin embargo, el siglo XX tiene una rara falla. Durante más de cuarenta años se produjo una fisura, un silencio. Y no fue porque esta tierra fértil dejase de un día para otro de dar fruto, sino porque la cosecha fue arrancada de cuajo en mitad del largo y frío invierno. Un invierno largo y cruento, tanto como una dictadura de Franco. Aquellos frutos fueron arrancados para siempre, privados del alimento de su tierra, arrojados sobre el duro piso, abandonados a su suerte. A unos se les fue la vida quién sabe dónde... (¡Buscadnos! gritan las vidas muertas a los oídos sordos de los hijos de los arrancadores) A otros se los llevó los vientos de una esperanza triste y enraizaron allí donde una clemente lluvia tuvo a bien darles una segunda primavera.
Federico García Lorca, Miguel Hernández, Rafaél Alberti, Luis Buñuel, Antonio Machado, María Zambrano, Remedios Varo, Miguel de Molina... Fueron tantos...
El pasado fin de semana en la Sala Florida de Alfaro (La Rioja) se representó el espectáculo "Miguel de Molina al desnudo", dentro de la XIX Muestra de Teatro Cómicos. Se trata de un montaje tan rotundo, desnudo y libre como lo fue la personalidad del artista interpretado por Ángel Ruiz, que llegó a triunfar en las postrimerías del reinado de Alfonso XIII y durante la Segunda República, y que llegó a llenar todas las salas y teatros del territorio nacional defendiendo, con la copla por bandera y arma arrojadiza a través de su voz, una canción popular, desenfadada en ocasiones, cuyas letras despertaban a una libertad y a unos cambios que comenzaban a materializarse en el país.
El argumento no es otro que el que nos devuelve a Miguel de Molina a la vida para dar su última rueda de prensa a los periodistas (los espectadores que llenaron por dos días consecutivos la sala alfareña) y hacer así un repaso a su vida para aclarar y desmentir bulos y cuentos que de su privacidad se fueron aireando con aviesas intenciones.
A un lado del escenario, César Belda (al piano) se convierte en el contrapunto musical perfecto de un Ángel Ruiz (a quien el gran público reconocerá por su reciente trabajo en TVE en la serie El ministerio del Tiempo) que en ocasiones roza la épica de mimetizarse por completo con tan genial artista, y juntos repasan la infancia de Miguel de Molina en su Málaga natal, el miedo de abandonar a su madre, sus viajes de juventud buscándose un porvenir, sus primeros pasos en el teatro, la oportunidad de tratar a Federico García Lorca o Manuel de Falla, su éxito incontestable....
Pero luego llegó la Guerra, el triunfo del dictador, la censura, los insultos, los vetos, los paseos, las palizas, el ricino, el latrocinio de libertades y dignidades... Miguel de Molina, que lo había sido todo, artista al que todo el pueblo quería, se vio obligado a exiliarse para no morir, si no de palos o balas, sí de hambre y miseria impuesta por un desdén que fiscalizaba con brazo inflexible y ejecutor a todo aquel que no vivía o se mostraba públicamente conforme a los cánones de la nueva España que comenzaba a renacer. Es en esta parte, la más trágica y descarnada, en la que el actor, que viene de contarnos y cantarnos las alegrías más bonitas de su carrera, es capaz de mudar(nos) el gesto y sobrecogernos con una interpretación soberbia, que se hunde como el acero frío adentrándose en unas entrañas tibias, para desgranar el relato del encuentro con los demonios del paseo fascista al terminar una función de teatro en Madrid o el recuerdo de aquel soldado agonizante (esa inolvidable bombilla-corazón que late y se apaga, y que vuelve a a brillar emprendiendo un viaje hacia los cielos ya es Historia en la humilde historia del teatro en Alfaro) al que el artista le llora una canción, que es como un lamento que se pierde en la oscuridad hasta que la vida se le va entre las manos...
Pero Miguel de Molina, exiliado y pobre, después de muchos vaivenes, consigue nuevamente brillar en Argentina bajo la protección de Eva Perón, quién, dicen algunos, acostumbraba a proteger el talento venido desde España, más aún si era un talento repudiado por un dictador y su consorte alejados de todo lo que no fuese una sumisión al credo católico y el orden de clases.
Con una iluminación perfecta (¡ponme aquí un rosa y un ámbar, como en los teatro de mi época! pide el artista) y una dirección que sabe sacarle el máximo partido a un actor/cantante con una capacidad interpretativa brutal que nada tiene que envidiar a los más grandes de las tablas, y a un pianista íntimo y pulcro que acaricia el teclado con una personalidad tan frágil como alegre, no se le puede rendir ni mejor, ni más humilde, ni más completo homenaje a la copla y a la figura y al bagaje de un artista que triunfó siendo él mismo descaradamente, que es cómo más molestan los triunfos a quienes no los soportan en esta España caínita. Fue artista, rojo y maricón (¡qué no mariquita: maricón, porque suena más a bóveda! frivoliza en un instante de la obra) como Lorca, y como al poeta, hacer uso de su Libertad, a todos los niveles en los que podía ejercerla, le condenó al olvido por la tierra que más amaba. A Lorca lo mataron y lo enterraron como a un perro. A Miguel de Molina lo apalearon y quizá, creyéndolo muerto, no procuraron asegurarle esa fosa necesaria y escapó a su destino... Quizá las prisas... Se les acumulaba el trabajo...
COMPAÑÍA
REPARTO
Miguel de Molina: Ángel Ruiz
Pianista: Césal Belda
Miguel de Molina: Ángel Ruiz
Pianista: Césal Belda
EQUIPO ARTÍSTICO/ TÉCNICO
Escenografía: Lúa Testa
Vestuario: Guadalupe Valero
Diseño de iluminación: Juanjo Llorens
Diseño gráfico y fotografía: Javier Naval
Coreografía: Mona Martínez
Ayudante de dirección y producción: Rocío Vidal
Producción Ejecutiva: Elisa Fernández/Jair Souza-Ferreira
Dirección Técnica: Alfonso Ramos
Dirección de Producción: Miguel Cuerdo
Diseño de Cartel y Fotografía: Javier Naval
Escenografía: Lúa Testa
Vestuario: Guadalupe Valero
Diseño de iluminación: Juanjo Llorens
Diseño gráfico y fotografía: Javier Naval
Coreografía: Mona Martínez
Ayudante de dirección y producción: Rocío Vidal
Producción Ejecutiva: Elisa Fernández/Jair Souza-Ferreira
Dirección Técnica: Alfonso Ramos
Dirección de Producción: Miguel Cuerdo
Diseño de Cartel y Fotografía: Javier Naval
Redacción:
Santiago Navascués
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
Santiago Navascués
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
Hola^^ pues me gusta mucho el teatro :) Esta obra tiene buena pintada me hubiese gustado verla :)
ResponderEliminarUn beso!
Por eso no te preocupes, están de gira y seguro que tienes oportunidad de verles.
EliminarUn besito.
Con lo que me gusta a mí el teatro y la de tiempo que hace que no puedo ir. Gracias por la crónica
ResponderEliminarBesos
Lamentablemente creo que todos tenemos ese problema, por unas circunstancias o por otras...Qué pena.
EliminarAiiinnnssss, de nuevo me poneis los dientes largos porque apenas tengo oportunidad de ir auna buena obra teatral. Gracias por esta crónica tan completa. Besos
ResponderEliminarNo podemos permitir eso!!! Compañías de Teatro, no se dejen una ciudad española sin teatro!!
EliminarUn beso!
Hace siglos que no voy al teatro... ya ni me acuerdo, jajaja. Gracias por tu crónica :)
ResponderEliminarBesos!
Oh, después de leer tu reseña me han entrado muchas ganas de presenciarlo. Además, parece que ha sido una obra muy al desnudo, como reza su nombre. Es importante que cuiden otros aspectos como la iluminación o vestuario, y creo que has quedado muy conforme con todo. No creo que venga a mi ciudad, pero me alegro de haber captado un trocito de esta obra a través de tus ojos.
ResponderEliminarAbrazos :)