Hay quien piensa con error, y son muchos los errados, que la complejidad de un texto viene dada por la extensión del mismo. Desechan, sin probar siquiera, aquellas obras de escasas páginas y corta duración porque sostienen que, para darle vida a una obra maestra, son necesarios giros y requiebros, idas y venidas, decenas de personajes y un sinfin de venturas y desventuras que alarguen y le den cuerpo temporal al espectáculo.
De osadía y atrevimiento luce gozosa y sin menoscabo de orgullo la ignorancia. Pero llegará un día en que descubrirá que las esencias todas de la naturaleza caben en un pequeño frasco, y que el arte, manifestación esencial y artística de la belleza que en la naturaleza se halla, es capaz de brillar más aún si cabe en los textos reducidos, concentrado en manifestarse en cada frase, en cada gesto, en cada silencio que trona en la escena.
El Festival de Teatro Clásico de Olite alzó por primera vez su telón dando la oportunidad de contemplar sobre las tablas del escenario de La Cava los Entremeses, de Miguel de Cervantes, propuesta servida por José Luis Gómez y la compañia del Teatro de la Abadía.
Agustín de Rojas, dramaturgo español del Siglo de Oro, describió los entremeses del siguiente modo:
Se trataban de unas pequeñas obritas que se introducían en los descansos de las obras principales que se ofrecían en los corrales de comedias a modo de entretenimiento entre acto y acto, otorgándoles un carácter especial trenzado entre la comedia y la crítica.
Don Miguel de Cervantes, el autor más importante de la historia de la literatura universal, siempre sintió una especial vocación por el teatro. Dejó escrito que, siendo un niño, ya se le iban los ojos detrás de los carromatos de los comediantes, y dió rienda a su ilusión creando obras de teatro conforme a la ortodoxia de la época, fundamentalmente la que se regía por los trés cánones de Aristóteles de unidad de tiempo, acción y lugar. El famoso guerrero de Lepanto tuvo un éxito fugaz con sus composiciones, merced a la rompedora aparición de Lope de Vega, el Fénix de los Ingenios, quién revolucionaría el teatro liberándolo del claustro aristotélico en el que se hallaba inmerso y derribando los muros de normas que encorsetaban la creatividad de los autores para ofrecer un sinfín de posibilidades al público. A pesar de ello, Cervantes siguió escribiendo y su mente parió los más altos entremeses de las letras españolas junto a los de Francisco de Quevedo.
Cuatrocientos años después de su publicación original bajo el título de Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca representados, José Luis Gómez se vuelve a poner al frente de un equipo de actores solventes, que dominan la escena y sus personajes como si los llevasen interpretando toda la vida, capaces de hacer fluir unos diálogos cadenciosos al tempo que marca la intención cervantina. Y digo se vuelve a poner al frente porque Gómez también eligió esta misma obra para comenzar la singladura del Teatro de la Abadía de Madrid hace ya casi veinte años tras estrenar con Valle-Inclán. De aquel elenco de hombres y mujeres que eligió, ha recuperado a muchos técnicos y a varios actores principales, como son Elisabet Gelabert, Miguel Cubero, Inma Nieto y José Luis Torrijo.
Tres son los entremeses seleccionados: La cueva de Salamanca, que aborda el asunto de la infidelidad recurriendo a una antigua leyenda; El viejo celoso, que narra las desventuras de una bella joven casada con un decrépito y ruín anciano; y El retablo de las Maravillas, que pone en tela de juicio la pureza de sangre de la sociedad de la época, haciendo creer a todos que aquel que no vea lo que dicen que aparece en una función de teatro que representan unos comediantes, es porque son judíos o árabes, y por lo tanto, impuros. Quién sabe si éste último sirvió al afamado escritor de cuentos Hans Christian Andersen para escribir su relato de El rey desnudo o El traje nuevo del emperador.
Actualizando el modo de ofrecer al espectador iluminación o música, pero siendo fieles al montaje original, tanto que el centro del escenario sigue estando presidido por un robusto árbol como entonces, esta compañía dio inicio al Festival de Teatro Clásico con un trabajo serio y rotundo, mostrando el camino al reconocimiento del público para las próximas funciones que han de venir hasta el próximo uno de agosto.
El listón está alto.
Y entre los pasos de veras
mezclados otros de risa
que, porque iban entre medias
de la farsa, los llamaron
entremeses de comedias
mezclados otros de risa
que, porque iban entre medias
de la farsa, los llamaron
entremeses de comedias
Se trataban de unas pequeñas obritas que se introducían en los descansos de las obras principales que se ofrecían en los corrales de comedias a modo de entretenimiento entre acto y acto, otorgándoles un carácter especial trenzado entre la comedia y la crítica.
Don Miguel de Cervantes, el autor más importante de la historia de la literatura universal, siempre sintió una especial vocación por el teatro. Dejó escrito que, siendo un niño, ya se le iban los ojos detrás de los carromatos de los comediantes, y dió rienda a su ilusión creando obras de teatro conforme a la ortodoxia de la época, fundamentalmente la que se regía por los trés cánones de Aristóteles de unidad de tiempo, acción y lugar. El famoso guerrero de Lepanto tuvo un éxito fugaz con sus composiciones, merced a la rompedora aparición de Lope de Vega, el Fénix de los Ingenios, quién revolucionaría el teatro liberándolo del claustro aristotélico en el que se hallaba inmerso y derribando los muros de normas que encorsetaban la creatividad de los autores para ofrecer un sinfín de posibilidades al público. A pesar de ello, Cervantes siguió escribiendo y su mente parió los más altos entremeses de las letras españolas junto a los de Francisco de Quevedo.
Cuatrocientos años después de su publicación original bajo el título de Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca representados, José Luis Gómez se vuelve a poner al frente de un equipo de actores solventes, que dominan la escena y sus personajes como si los llevasen interpretando toda la vida, capaces de hacer fluir unos diálogos cadenciosos al tempo que marca la intención cervantina. Y digo se vuelve a poner al frente porque Gómez también eligió esta misma obra para comenzar la singladura del Teatro de la Abadía de Madrid hace ya casi veinte años tras estrenar con Valle-Inclán. De aquel elenco de hombres y mujeres que eligió, ha recuperado a muchos técnicos y a varios actores principales, como son Elisabet Gelabert, Miguel Cubero, Inma Nieto y José Luis Torrijo.
Tres son los entremeses seleccionados: La cueva de Salamanca, que aborda el asunto de la infidelidad recurriendo a una antigua leyenda; El viejo celoso, que narra las desventuras de una bella joven casada con un decrépito y ruín anciano; y El retablo de las Maravillas, que pone en tela de juicio la pureza de sangre de la sociedad de la época, haciendo creer a todos que aquel que no vea lo que dicen que aparece en una función de teatro que representan unos comediantes, es porque son judíos o árabes, y por lo tanto, impuros. Quién sabe si éste último sirvió al afamado escritor de cuentos Hans Christian Andersen para escribir su relato de El rey desnudo o El traje nuevo del emperador.
Actualizando el modo de ofrecer al espectador iluminación o música, pero siendo fieles al montaje original, tanto que el centro del escenario sigue estando presidido por un robusto árbol como entonces, esta compañía dio inicio al Festival de Teatro Clásico con un trabajo serio y rotundo, mostrando el camino al reconocimiento del público para las próximas funciones que han de venir hasta el próximo uno de agosto.
El listón está alto.
COMPAÑÍA
Teatro de la Abadía
REPARTO
Julio Cortázar, Miguel Cubero, Palmira Ferrer, Javier Lara, Luis Moreno, Inma Nieto, José Luis Torrijo, Elisabet Gelabert, Eduardo Aguirre, Diana Bernedo
EQUIPO ARTÍSTICO
Dirección: José Luis Gómez
Música: Luis Delgado
Escenografía: a partir del diseño original de José Hernández
Vestuario: María Luisa Engel
Iluminación: Juan Gómez Cornejo (AAI)
Ayudante de dirección: Carlota Ferrer
Arreglos de coplas y refranes: Jesús Domínguez
Realización de vestuario: Sastrería Cornejo
Realización de escenografía: Utilería-Atrezzo SL y equipo de La Abadía.
Fotografía: Ros Ribas
Agradecimientos: Agustín García Calvo, Vicente Fuentes, María del Mar Navarro y Rosario Ruiz Rodgers
teatroabadia.com
Redacción y Fotografía:
Santiago Navascués
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
Santiago Navascués
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
Una muy buena entrada. Es un lujo contar año tras año con tan buenas obras teatrales y por supuesto, un público tan fiel y exigente como el de esta página.
ResponderEliminarEnhorabuena Santiago.
Gracias. Sería absurdo tener tan cerca un Festital de Teatro de esta categoría y no sentirse atraído por él, sobre todo cuando las obras y los grupos teatrales son de lujo.
EliminarSaludos