jueves, 27 de febrero de 2014

LECCION DE HISTORIA





Hablar de Alberto San Juan es hablar de un actor hecho a sí mismo, conocedor de triunfos tanto a nivel personal (ahí está, por ejemplo, su Goya al Mejor Actor Protagonista por su interpretación en Bajo las estrellas) como de la compañía de teatro que cofundó, Animalario, ganadora en 2008 de 9 Premios Max de teatro gracias a la recreación de la vida del mítico boxeador español Urtáin.

Nacido en Cuenca, Alberto es un hombre excepcionalmente comprometido con sus ideas y con su visión del mundo que le rodea, lo que le convierte, en primer lugar, en una rara avis por manifestar públicamente y sin temor sus convicciones, aunque en ocasiones (las más) sean políticamente incorrectas. Pero es que, además, esa extraña obsesión que muestra por ser fiel a sus ideales le lleva irremediablemente a que la sociedad, cada vez más polarizada (y más la española, tristemente) lo ensalce en algunos casos casi como al último gran héroe griego que jamás claudica ante la adversidad o, bien al contrario, desprecie tanto sus palabras como sus propuestas profesionales sin ni tan siquiera emplear su tiempo en escucharle o visionar con atención su trabajo para formar su propio juicio. ¿Cuántos proyectos habrá perdido por su manifiesta posición política de izquierdas? ¿Cuántos habrá ganado? Para bien o para mal, en una sociedad en la que la coherencia política puede producir problemas e induce a ponerse de perfil si se es cuestionado, Alberto San Juan se pone de frente, permanece inmóvil y le da el pecho, dispuesto a ser embestido, sin un solo paso atrás, paso salvador, sí, pero para él, paso vergonzante e inasumible.

En Alfaro, ya en el ecuador de la XVI Muestra Nacional de Teatro Cómicos, Alberto San Juan escenificó lo que para algunos es un monólogo político. Sin embargo, es mucho más que eso. Autorretrato de un joven capitalista español es una arriesgada apuesta por la historia de un país, España, que tiene problemas con su pasado. En algunos casos por miedo a echar la vista atrás, por ese sentimiento que emponzoña el alma cuando se hacen las cosas mal a sabiendas: remordimiento;  en otras ocasiones obviamos el pasado porque consideramos que estamos por encima de él, que nada tiene que aportarnos, que únicamente se hace camino mirando al frente, sin plantearnos mirar por el retrovisor para comprobar que no nos hemos torcido; y finalmente, las más, por simple desconocimiento, por déficit de cultura asimilada, tanto por interés propio de conocer como por la ausencia de un auxilio ajeno que nos ayude a comprender quienes fuimos para entender quiénes somos y plantearnos qué queremos ser.

Alberto, tomando como base datos estrictamente objetivos (cita textualmente discursos, leyes, tratados,…) lanza de manera inteligente preguntas al aire (la Jefatura del Estado heredada del dictador; la vacía Ley de Memoria Histórica; la precarización de la cultura; la gran mentira de El País, que presume de lucha por la libertad y los derechos sociales en los inicios de la democracia pero que se vale de leyes inmorales para echar a cientos de periodistas sin contemplaciones; el extraño y exponencial crecimiento de un partido, el PSOE, que en 1977 tenía 10.000 afiliados y que cinco años después consigue más de 10,5 millones de votos…) que respiran los espectadores como si éstos, tras procesarlo en su interior, lo sintetizasen y pudiesen, entonces, ofrecer la respuesta correcta. Una respuesta que rara vez se hace pública pero que, de seguro, extallará en forma de luz higiénica en el interior de muchas personas del público, poniendo en duda lo que hasta entonces eran axiomas inquebrantables. Es entonces cuando se produce el éxito de San Juan, que probablemente no busque tanto con este trabajo el aplauso del público como esos chispazos de luz que provoquen la incertidumbre.

¿Qué sería del aire del teatro sin preguntas? Se preguntaba Alberto…

Sería tanto como la Nada, me permito la licencia de contestarle, porque el día que las preguntas (en el teatro o en la vida, pues lo uno no es más que la extensión, ficcionada o no, de la otra) no sean necesarias, creeremos conocerlo Todo, el pensamiento único habrá cantado victoria y dios ya no será necesario.

Quizá entonces el teatro ganase nuevos efectivos que hasta entonces guerreaban en el bando contrario…



AUTORRETRATO DE UN JOVEN CAPITALISTA ESPAÑOL


Autor, Dirección e Interpretación: ALBERTO SAN JUAN

Compañía: El Terrat

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