jueves, 3 de abril de 2014

ENTREVISTA CON... BÁRBARA FERNÁNDEZ ESTEBAN

 Bárbara Fernández

Lo bueno de ser un gato, al menos para nosotros −aunque de seguro más de un humano estaría de acuerdo conmigo y le gustaría hacer lo mismo− es que uno puede fisgar a sus anchas, sin tener que dar explicaciones a nadie ni preocuparse por cuestiones morales sobre el derecho a la intimidad y el allanamiento de morada; lo primero es sencillo, un gato no fisgonea porque sí, un gato es curioso por naturaleza y nuestros ojos son las ventanas por las que los dioses ven el mundo de los mortales y estos a su vez, nos ven como los emisarios de ese Olimpo lejano y misterioso. Si nos tienen cerca, se sienten afortunados a la par que inquietos por saberse elegidos.
Somos gatos, somos astutos y grandes observadores. Somos el hilo que une dos mundos.
En mi trotar curioso, de tejado en tejado, de alféizar en alféizar, de mirador en mirador, he llegado hasta una pequeña terraza en el ático de un viejo y blanco edificio; está rodeada de floreadas macetas y cizañeros pajarillos amarillos que trinan para ponerme a prueba. Una mesita de forja blanca con dos sillas que parecen sacadas de otros tiempos y otros lugares, preside el centro de la terracita. Me acomodo en el murete cuajado de macetas para disfrutar del sol que abre las flores y cierra mis ojos, sin perder de vista a los comprometedores pajarillos que siguen llamando mi atención desde sus jaulas colgadas de la pared. Briboncillos.
Un ruido de porcelanas tintineantes me saca de mi agradable sopor. Una mujer de porte elegante y andares aristocráticos entra en la terraza portando una bandeja con una tetera y unas tazas tan floreadas como las macetas que me sirven de apoyo y poco disimulo, pues quien nada malo hace, nada tiene de que ocultarse; es una mujer bella, madura, con esa belleza y esa madurez serena que da el ser tan feliz como uno se puede permitir sin ostentar ni plantearse si lo es o no. Simplemente, se es. Su cabello es del color de una espiga en el mes de junio, blanquecino y dorado por igual, solo depende del sol que lo alumbre. Su sonrisa es tan clara en sus labios como en sus ojos. Detrás de ella, con una caja de pastas, que de seguro alguna caerá en mis garras, camina otra mujer de cabello rojizo y cara pecosa, tan sonriente como la primera; cuando la una se ha sentado frente a la otra, sus sonrisas se han ampliado todavía más, claro está que se sienten tan a gusto juntas, como me siento yo tumbado bajo el sol. La felicidad y la calma reina en esta terraza. Miauuuuu, que gustazo.
No dejo de observarlas mientras sonríen, degustan el humeante y oloroso té de la tetera de porcelana y me pregunto si serán madre e hija, tal vez hermanas, amigas sin duda, su charla animada y respetuosa lo dice todo. Durante un buen rato hablan y ríen y esa familiaridad y sencillez, junto con el sol que calienta mi blanquinegra piel, me hacen dormitar y sumirme en ensoñaciones con otros mundos tan lejanos en el
espacio como cercanos en las palabras que me llegan a través de las dos mujeres en la terraza. Abro los ojos y me doy cuenta de que ellas también me observan como el que mira al sol, saben que estoy ahí, pero no tratan de alcanzarme, se sienten dichosas de saber que estoy, sin más. Al prestar atención a lo que ambas se dicen me quedo sorprendido con dicha conversación, se pueden decir tantas cosas y de tantas maneras.
Dice la pelirroja que es turolense la mujer espiga de junio. Dice ella ser de todas partes y tener su corazón repartido a partes iguales entre su Teruel natal y su Salou de adopción. Dice con sus ojos sonrientes que Zaragoza y Valencia tienen también parte de ese corazón viajero. Pregunta la pelirroja por la Medalla de Oro al mérito en el trabajo que le fue concedida. Le resta importancia la mujer espiga de junio. Y a estas alturas ya no puedo quitarles los ojos de encima y las orejas de sus palabras.


1-) Sus novelas nos han mostrado heroínas poco al uso, mujeres maduras con los sueños e inquietudes de antaño aún latentes, pero que se saben mayores aunque no se sienten viejas. ¿Es la vejez un estado más mental que físico, Bárbara?

En todos mis libros la mujer está en el centro de la vida, es la que cuida del fuego, la que alumbra ilusiones, la protectora de la familia, la que aspirar a amar y ser amada siempre, la que sabe sufrir y gozar con la misma intensidad. Es el reducto de la memoria para vivir el momento. Mis heroínas son arquetipos de la deidad, diosas capaces de encarnar la naturaleza, que es su medio y su paradigma, en un hábitat en torno al que todo se mueve, pero sin aspavientos, sin sobresaltos, sin altares ni loores, como el fluir de un rio caudaloso, a veces sosegado, a veces crecido. Representan el eros frente al tánatos en una lucha continua. La muerte nunca se impondrá mientras vivan, porque la vejez es principio de muerte. Las mujeres, que son siempre las protagonistas de mis obras, son positivas, llevan la esperanza y la risa en su “adn” hasta el último suspiro, y por eso nunca serán viejas. Son maduras porque yo he empezado a escribir cuando ya tenía hechas muchas cosas. Había sido ya hija, esposa, madre, abuela, empresaria, jubilada, yaya canguro y sigo siendo una mujer tremendamente curiosa de todo lo que me rodea. Por eso mis heroínas pueden sacar de su mochila los mismos sueños y las mismas inquietudes que tuvieron cuando el río bajaba brioso. No significa que haya nada autobiográfico si ello es posible evitarlo, salvo mi visión de la cosas. Otra cosa son las dolencias, los estragos, el deterioro que trae el tiempo, pero eso pertenece a la esfera privada, y no consigue de ninguna manera borrar la sonrisa de mis mujeres, sino que, más bien al contrario, las vigoriza
como una muestra de potencia frente al caos y la oscuridad que es el ocaso. Un desafío al ninguneo y al olvido.
2-) Hablaba de sueños e inquietudes, aunque hay quien pensaría que es lo mismo. ¿Con la Llave de los mil sueños, encontró su propia clave para sentirse viva, para hacernos sentir como viven otras mujeres? ¿O fue una auténtica llave que abría un mundo que siempre había estado ahí, pero parecía inaccesible? me refiero al mundo literario, a la letra escrita y publicada, a tal vez ¿Un sueño hecho realidad?

La Llave de los mil sueños, más que una llave física que abre un baúl de donde ir sacando sueños como si fueran disfraces, es una clave, un código que hay que pronunciar con vehemencia para acceder a un mundo distinto y mágico por el que se suspira, a un bosque encantado donde residen los más íntimos secretos, las aspiraciones sublimes y los deseos mejor guardados de mis lectores. Estos al adentrarse en ese planetario de ensueño se transforman, se sienten importantes, señalan con su dedo cada uno de los sueños en los que desean embarcarse. Esto para mí fue un descubrimiento fantástico. Me puse a escribir y descubrí que era capaz de pronunciar esas palabras mágicas, y mostrarlas para compartir toda una galaxia maravillosa que funcionaba al otro lado de nosotros mismos, una cueva repleta de tesoros al alcance de la mano como una aventura en la que adentrarse. Fue un hallazgo maravilloso que daba más sentido a la vida en el sentido que he descrito antes. Que enlazaba con el amanecer de cada día.

3-) Sus novelas, retratan personajes tan accesibles, que a las dos páginas de conocerles, les sentimos personas, dejan de ser de papel para hacerse prácticamente tangibles ¿Es este el secreto de que lectores de edades diversas, se sientan atraídos por dichos personajes? Se necesitan muchas tablas y un gran conocimiento de las personas para crear personajes tan reales ¿Es la vida misma la que le ha dado esta desenvoltura por la psiqué humana, o han sido las propias personas las que se han mostrado ante usted tal cual son?

Cuando estudié el bachillerato de mi época tuve una profesora brillante, que empezó las clases del primer día del curso, antes de decir nada más, ni siquiera presentarse, con una frase de cinco palabras que quedó grabada a fuego en mi memoria: “Nemo dat quod not habet”. Esta frase lapidaria, a lo largo de mi vida, me ha servido de señal indicativa en casi todo lo que he querido hacer en mi trayectoria vital, como un faro lo es para un navío que costea en su travesía.
Me enseñó que nadie puede dar lo que no tiene. Cinco palabras que contenían un principio fundamental como guía. Primero había que aprender, aprehender, impregnarse, llenar las alforjas del conocimiento y la sabiduría a través de los sentidos que son las vías por donde percibimos lo que nos rodea, y, todo ello manejado con voluntad e inteligencia, amasarlo para hacerlo nuestro. Solo después seriamos capaces de dar alguna cosa. Siempre trato de observar, absorber, reflexionar mis circunstancias y traducirlas en el “yo”, en el sentido más Orteguiano. La vida, las personas se muestran. Se trata de verlas, escucharlas, olerlas, tocarlas e incluso gustarlas y así descubrimos su alma.
Recuerdo una frase de Alejando Dumas que cito de memoria sin la exactitud de le letra impresa: “Crear personajes que pueden más que las figuras históricas es privilegio de los novelistas. La razón es que los historiadores evocan a simples fantasmas, mientras que los novelistas crean a personas de carne y hueso”. Es por eso que muchos lectores, incluso aquellos dotados de un alto nivel cultural se vuelven incapaces de distinguir entre ficción y realidad. A casi todos nos pasa cuando nos emocionamos y lloramos o reímos o sufrimos o padecemos miedo, o nos hacemos solidarios o enemigos con personajes que sabemos que no son reales. Sin embargo pertenecen a nuestro mundo imaginario, tan importante al menos como nuestro mundo real. Dos mundos que además no están inconexos, sino que nosotros, los escritores, los hacemos complementarios. ¿No es realmente fantástico?

4-) En otoño también amanece, encontramos a una mujer fuerte que no está dispuesta a dejarse sentar en una silla a hacer calceta mientras mira por la ventana, tan solo porque ya son más de seis décadas las que lleva sobre las espaldas. ¿Es un mensaje para los lectores o es un reflejo de sus propias convicciones?

No conozco ningún escritor que, salvo que escriba un diario, lo haga para si mismo. Todos escribimos con la intención de que nos lean, es decir, que, lo que estamos haciendo, es algo parecido a meter un mensaje en una botella y lanzarlo al mar, incluso aunque este mensaje tenga un solo destinatario. Y por supuesto el contenido del mensaje refleja la manera con que el narrador contempla el mundo, en la que unas veces coincidirá con la visión del autor y otras, quizá, parcialmente, o de forma muy distinta.
Otro aspecto es cómo el lector interpreta el mensaje, lo que en todo caso resulta un enigma, ya que también generalmente los escritores decimos cosas de las que no somos conscientes. A mí me ocurre. Cuantas veces un lector viene y me dice: “¡Qué razón tiene! A mí me ocurrió exactamente lo mismo”. Es posible que haya coincidencias en muchas historias del mundo real y del mundo imaginario, lo cual me lleva al terreno de la ambigüedad. ¿Qué coincidencias hay entre Agustina, el personaje
narrador de “El Otoño…”, y Bárbara, su autora? Probablemente, ninguna más allá de la edad y su estatus de jubilada a la fuerza, pero, al mismo tiempo, si la pregunta intentara que mi respuesta estableciera un corte limpio entre las afirmaciones y juicios de valor de una y de otra, qué pertenece a cada o qué las separa, puedo deducir claramente que no hay una línea recta y divisoria, sino algo tan retorcido y con tantas curvas como una carretera secundaria de alta montaña.

5-) Los escritores somos conscientes de que dejamos parte nuestra en cada una de nuestras obras, en cada uno de nuestros personajes. Hay algunos con los que nos identificamos más que con otros, a los que llegamos a querer y sentir predilección, como si fueran nuestros amigos, nuestros familiares…¿Qué ha dejado usted en Agustina, y que ha dejado Agustina en usted, Bárbara?

Esta cuestión es ciertamente compleja porque afecta a la compresión del proceso creativo, y éste es siempre impredecible. No cabe duda que en cada frase, en cada exposición y en cada personaje hay retazos de algo que nos pertenece, de la misma manera que el escultor, el pintor, el músico deja su impronta en su obra. Pero si alguien está más expuesto que nadie a la impredecibilidad es el escritor.
Los personajes con capaces de llevarnos y traernos por donde ellos quieren. Adquieren vida propia. Muchas veces se rebelan, se convierten en dominantes del propio autor, que se ve incapaz de sujetarlos, o también pueden ser en otros momentos dóciles marionetas que obedecen sin ningún tipo de objeción. En este proceso creativo impredecible se establece una relación entre el autor y sus personajes. El autor suele ser en todo caso mucho más generoso que sus pupilos, que siempre acaban robándole sentimientos a cambio de satisfacción. Por eso se les ama, se les odia o nos dejan indiferentes, y ello puede afectar también al contenido de la obra. Lo que resulta cierto es que, concluir la obra, agota. El libro y sus personajes han terminado exprimiendo al escritor hasta dejarle exhausto y no es sorprendente que se dé una ruptura necesaria para que el libro vuele por sí mismo, para que tenga vida propia, como Agustina. Mi vida es otra dimensión y tiene su parcela insondable más allá de todo lo escrito. Cierto que tengo que agradecer muchas cosas a Agustina, como ella a mí. Pero ambas tenemos muy claro que somos muy distintas, únicas e irrepetibles. Las dos nos despedimos deseándonos mutuamente larga vida, aunque de cuando en cuando nos llamamos como dos buenas amigas que se hacen confidencias con la confianza de que no las haremos públicas.

6-) ¿Qué la diferencia o que la une con otras de sus “mujeres”? 

Si Agustina escuchara esta pregunta, seguro que enarcaba una ceja, me miraba de soslayo y sacaba a flote una sonrisa irónica esperando mi respuesta. Como es algo que las dos hemos hablado largo y tendido, no me importa decírtelo en voz alta. Agustina tiene todo lo que tienen “mis mujeres”. Goza de ese carácter protector, de una autoestima a prueba de toda catástrofe, exhibe su carácter de diosa, pero es muy humana también, como todas ellas. Puede ser dura como el granito pero tan sensible y delicada como un pétalo de violeta. Es fuerte como un macizo y frágil como las alas de una mariposa. Persigue el amor como una quimera, consciente de que amar se conjuga de la misma manera que gozar y sufrir.
Pero de manera especial, su característica es su sentido del humor por encima de todo como algo innato, su ironía como salvaguarda, y su sarcasmo, si hace falta, como supervivencia. La vida es muy sería, pero se vive mejor con una sonrisa en los labios a punto de estallar como una carcajada. Bárbara es solo un boceto. Pinceladas que comparten emociones, el sentido del humor y claro oscuros de mala leche. Todas mis mujeres tienen algo de eso.

7-) ¿Es más fácil escribir sobre mujeres, o por el contrario es todo un reto desprenderse de cierta objetividad al escribir sobre ellas, siendo mujer?

Si algo no me planteo a la hora de emborronar una pantalla en blanco es la objetividad y menos al escribir sobre mujeres. Mi escritura es rápida, sin limitaciones. Me la dicta el corazón y me dejo llevar. Lo único que necesito es una visión real o virtual, un recuerdo, un nombre, una anécdota, una experiencia, a veces una frase o una palabra que funciona como una chispa para provocar el incendio y pone en marcha los dedos sobre el teclado y los ojos sorprendidos clavados en la pantalla. Acabada esta parte del proceso, lo dejo para retomarlo más tarde, cuando la tinta ya ha secado, y las ideas aparecen como las imágenes en el negativo de un film. Me resulta más fácil escribir sobre mujeres. Quizás, porque aprendí a juntar letras en la arena y mis primeros relatos eran espontáneos, ingenuos, casi como esbozos que podían ser una receta, un recuerdo, una fotografía. Descubrí que lo que tenía que decir era sobre el lado femenino, mi corazón abundaba en ese aspecto.
Pero no he querido encasillarme en relatos sobre mujeres. “Un blues para memoria”, que ganó en Valladolid el primer premio del Certamen literario “Las fuentes de la edad 2013”, es un relato cuyo narrador y protagonista es un hombre de mediana edad. Escribir desde el punto de vista del hombre es una sensación distinta, es ampliar la panorámica, meterse en el cerebro de un hombre, adivinar sus intenciones, calibrar sus deseos, delatar sus fantasmas y sus miedos, desvelar sus sentimientos. Es otra cara de la misma moneda y resulta muy gratificante.

8-) ¿Cómo o qué suele inspirarla, Bárbara, a la hora de elegir una protagonista y una historia que contar?

Una novela o una colección de relatos normalmente eligen como escenario un pequeño rincón de lo cotidiano, aunque siempre de manera incompleta. Se trata de desvelar algún recodo de la realidad con las gafas para corregir la presbicia. Poner la lupa de la imaginación sobre un hecho, un viaje, un rostro, una maleta, un paisaje, una pinza, un delantal, una caricia, para acrecer su visión. Algo que está ahí, que nos rodea, que nos toca y en definitiva está llamando a nuestra puerta para que lo veamos. Acercar la realidad al microscopio, observar, investigar y entonces salta la sorpresa, se descubre un universo extraordinario que fascina.

9-) ¿Qué hay de nuevo en el horizonte de una inquieta escritora? Algo me dice que por esa cabeza ya bullen historias esperando ser plasmadas…

En estos momentos tengo terminada una novela sobre una mujer nueva, camaleónica, visceral. No es una novela negra, pero si una pesquisa sobre el submundo de las sectas. Es una historia ágil, fresca, como la propia protagonista, que se adentra en un mundo narrativo concreto en el que los espacios adquieren un papel determinante. De momento está velada, a la espera de una última revisión, para después optar por aquello que más nos convenga, tanto a la protagonista como a la autora. No tenemos ninguna prisa.
En la actualidad estoy trabajando en una colección de relatos. También, en fase de preparación y acumulación de documentos, hay en marcha una novela corta. No puedo decir mucho más, no sea que invoque la mala suerte.

10-) ¿Cuál fue la llave para hacer realidad sus sueños?

Un libro y la paciencia. Los sueños están relacionados con la felicidad, y no hay felicidad sin la paciencia necesaria para crear lazos, para amar, para que fluyan los afectos, para domesticar en definitiva. Solo queremos aquellos que hemos hecho nuestro, aquello a lo que le hemos dedicado tiempo. Cualquier lector avispado ya ha adivinado que estoy hablando de un libro, de “El pequeño príncipe” de Saint-Exupery.
Me enseñó que hay un secreto para que los sueños funcionen y es que “lo esencial es invisible a los ojos”. Descubrir esta verdad supone mucha paciencia, suprimir la arrogancia, cargarnos de humildad y aprender a mirar desde el corazón con los ojos cerrados a nuestras propias miserias.

11-) Hablemos de los nombres. Estos son importantes para usted y para su obra, es cómo si este, el nombre, fuera el que diera personalidad al personaje, cómo si dependiendo de llamarse de una manera o de otra, sus personajes harán tal o cual cosa. ¿Por qué digo tu nombre, te llevo conmigo?

Los nombres son importantes. Son como etiquetas con código de barras que condicionan y de alguna manera tienen relación con el destino. Trazan rayas, señales, que guían al personaje, aunque es más bien cierto que son los personajes quienes los cargan de sentido. Se produce como una “ósmosis” entre ambos. Los nombres responden a personas reales que de alguna manera han pasado muy cerca, rozándome la piel, y han dejado huella. Lo que yo he intentado hacer, al decir sus nombres para llevarlos conmigo, ha sido pagar una deuda, porque esa impronta que me ha marcado tenía un precio. Es justo que haya un trueque entre lo que se recibe y lo que se entrega a cambio. Tengo la completa seguridad que todas ellas han sido muy generosas conmigo. Yo solo he hecho que subrayar sus nombres y dejar patente que el código de barras no era incierto.

12-) Volviendo a los sueños y a la llave que los abre ¿Cómo ve usted el panorama literario actual? ¿Es más difícil escribir un buen libro o lograr que este se publique? ¿Cuál sería la clave?

Permítaseme aclarar antes de contestar esta pregunta que en ningún caso aspiro a nota. El panorama literario actual es algo que no me concierne para nada desde dentro, porque yo, Bárbara Fernández, estoy fuera del mismo. No obstante todo lo que he escrito, no me tengo por escritora, sino más bien como una modesta escribiente “juntaletras”. En consecuencia estoy al margen de tendencias, de escuelas, de literaturas desestructuradas o de si hay que volver al pasado en busca de nuestros escritores más afamados del XIX y del XX. Bárbara Fernández escribe porque le apasiona, porque se divierte y porque, como diría José Luis Sampedro, a estas alturas de su vida, cuando escribe, revive, o sea vive dos veces. Cumplidos los cincuenta hace más de diez años, habiendo plantado varios árboles, habiendo tenido dos hijas maravillosas, para cumplir con el famoso dicho, le faltaba escribir un libro. Pero como es excesiva en casi todo lo que se propone, no le bastó escribir uno y publicarlo, sino cuatro de momento en menos de tres años.
Pero, desde fuera, contemplando el panorama literario actual como lectora, pienso que se escribe imitando demasiado la manera de los anglosajones. Que las traducciones están influyendo en contra de nuestra lengua, tan hermosa o más que ninguna otra, y que se está perdiendo mucho léxico que hasta principios del siglo XX nos enriquecía. No es extraño comprobar que sean los escritores de América latina los que están manteniendo más viva nuestra lengua y que muestren un léxico mejor conservado.
En cuanto a saber si es más difícil escribir un buen libro que publicarlo, podría decir que es más fácil encontrar la piedra filosofal que contestar certeramente sobre esta cuestión. Libros muy buenos sin publicar hay en muchos cajones de muchos escritorios. Más que libros malos publicados, siendo estos muchos. Escribir bien y publicar no está necesariamente relacionado.
Es algo que depende de muchos factores, siendo uno de los más incidentes la crisis económica que padecemos. Las editoriales grandes no apuestan por los escritores noveles, y las pequeñas, salvo alguna con ideas muy claras, casi nunca liquidan dejando muy indefenso al escritor frente al distribuidor, al editor y al librero.
Para mí la publicación no es una cuestión prioritaria. Pero se trata de una visión muy personal por la sencilla razón de que escribir no es mi oficio. Nunca publicaré para ganarme la vida con ello. Soy una diletante y me resulta suficiente que me lean mis amigos. Si me lee alguien más, es a mayor abundamiento, y cierto que ello me place, me divierte, pero si no, no me quitará el sueño.

13-) Dentro de esa dificultad ¿Es más complicado para una mujer abrirse camino en este mundo, que para un hombre? ¿Y la edad, cuesta más a una que a otra? ¿Es suerte, trabajo, empeño?

Siempre es más complicado para una mujer destacar en un mundo casi siempre machista. No voy a entrar en ese tema, pero es verdad que la mujer se está imponiendo poco a poco en mas esferas de la vida, y también ¿cómo no?, lo hará en el terreno literario. ¿O es casualidad o intención espuria de las editoriales premiar y publicar libros escritos por mujeres jóvenes además en los últimos años? Solo hace falta echar un vistazo a los últimos premios Nadal.
En cuanto a la edad. Todo es cuestión de horas para dedicarse a ello. Mucho trabajo y un poco de talento. Esa es la fórmula.

14-) Para acabar, Bárbara, aunque yo me quedaría charrando horas y horas con usted ¿Cómo se definiría si tuviera que resumir en un par de palabras, su trayectoria? ¿Escritora ante todo, cuentista, vividora, observadora, trotera y viajera? ¿Se puede definir el talento y la inquietud?

Una palabra sola sería suficiente: afortunada. Soy una mujer a la que no le ha importado quedarse sola en medio de la plaza después de decir a los subalternos, dejadme sola, como un torero aferrado a su capote. Sin embargo, siempre he visto por el rabillo del ojo, que no me han hecho mucho caso, que eso no era cierto, que me he sentido siempre muy bien acompañada y que cuando ha hecho falta, cuando las cosas han venido mal dadas, derrotando por izquierda o derecha, alguien, mis padres, mi marido, mis hijas, mis nietos, mis yernos, los que me quieren, mis amigos, mi gente, han estado al quite. Me he sentido y me siento acompañada. Eso es algo que la suerte reparte de forma caprichosa.
Escribo porque he sido y soy observadora, tengo cosas que contar. Escribo porque revivo en un mundo plagado de sueños y navego en el mar de la memoria y los recuerdos.
Inquietud es querer poner todos los sentidos en marcha, querer contar, querer escribir, buscar tiempo y dedicarse a ello. Talento es saber contar bien todas esas cosas. No siempre sé hacerlo. No es sencillo. Las musas son crueles a veces. Pero yo sigo, y camino cada día hasta el centro de la plaza y digo de manera inconsciente, como el torero aferrado a su capote: “Dejadme sola”. A las musas no les queda más remedio que sonreír mientras observan que mi gente me arropa. Por ello soy afortunada. “Va por ellos”.

Bárbara, la espiga de junio, recoge la porcelana y sale de la terraza. La pelirroja la sigue con las galletas sobrantes, ni tiempo me ha dado a coger unas cuantas. Habrá sido el sol. Tal vez el trinar de los pájaros. Seguro que su conversación ha tenido gran parte de culpa, pero me he sentido más cerca de los dioses que nunca, mis ventanas se han abierto y han dejado entrar un soplo de aire fresco con olor a Mediterráneo. Me voy con mi trote sigiloso a otros tejados, no quiero romper la magia de las palabras flotando en el aire y las sonrisas saltando de pupila a pupila. Me despido de los pájaros cantores. Les digo hasta luego a las amigas, las hermanas, la madre e hija. Son todo eso y más. Son dos Mujeres uniendo sus sueños con el hilo de las palabras.



Una entrevista de Yolanda T. Villar

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6 comentarios:

  1. Me encanta leer a este gato siempre trae unos temas muy interesantes.
    La entrevista a Bárbara se merece un 12 o más, pero a ambas.
    Bárbara se muestra tal cual es y las personas que las conocemos lo confirmamos al leeros.
    Sólo me queda felicitar a este curioso gato

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    1. Y a este Gato le encanta tener en su tejado a buenos amigos disfrutando con él de tan buenas lecturas.
      Bárbara es una gran escritora, pero aún es mejor persona.
      Leer buena literatura siempre es un placer.

      Gracias Luisa por tus palabras y tu compañía.

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  2. Te has superado, si eso es posible, con esta magnifica entrevista a una escritora estupenda... Sólo los grandes se muestran tan cercanos, y sólo los mejores saben retratarlos de esta manera.
    Felicidades Bárbara por el libro... Gracias Yolanda por acercarmela de esa manera tan tuya...


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    1. Muchas gracias Anna!
      La verdad es que poder hacer las dos cosas que más le gustan a una, es todo un lujo, y escribir y leer son el mío. Ya sabes como es este Gato, cuentista como nadie...
      Bárbara nos lo pone fácil.

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  3. Luisa, Yolanda es toda una profesional. Es capaz de hacer maravillas y sacarnos las palabras y las ideas con una facilidad asombrosa.
    Yo tambien le doy un 12 o un 14, porque tela la gatica como sabe entrevistar!!!
    Anna, gracias. Muchas gracias. espero que si lees algo mio me saques todas las faltas que sean posibles y me las digas. Es la mejor forma de aprender. Un abrazo.

    Y a ti Yolanda, que puedo decirte a ti. Pues que me encanta eso de la Espiga de junio. jajajaja
    Tambien que sigas trabajando así , eres genial. Felicidades!!! y gracias, muchas gracias preciosa.

    Hasta pronto. Besicos

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    1. Lo más bonito de este trabajo, cuando una se pone al otro lado y deja de ser escritora para ser ferviente lectora, es que se descubren grandes historias y mejores amigos...

      Un abrazo, Espiga de Junio, Y gracias a tí, siempre.

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