Bárbara Fernández
Lo bueno de ser un gato, al menos para nosotros −aunque de seguro más
de un humano estaría de acuerdo conmigo y le gustaría hacer lo mismo−
es que uno puede fisgar a sus anchas, sin tener que dar explicaciones a
nadie ni preocuparse por cuestiones morales sobre el derecho a la
intimidad y el allanamiento de morada; lo primero es sencillo, un gato
no fisgonea porque sí, un gato es curioso por naturaleza y nuestros ojos
son las ventanas por las que los dioses ven el mundo de los mortales y
estos a su vez, nos ven como los emisarios de ese Olimpo lejano y
misterioso. Si nos tienen cerca, se sienten afortunados a la par que
inquietos por saberse elegidos.
Somos gatos, somos astutos y grandes observadores. Somos el hilo que une dos mundos.
En
mi trotar curioso, de tejado en tejado, de alféizar en alféizar, de
mirador en mirador, he llegado hasta una pequeña terraza en el ático de
un viejo y blanco edificio; está rodeada de floreadas macetas y
cizañeros pajarillos amarillos que trinan para ponerme a prueba. Una
mesita de forja blanca con dos sillas que parecen sacadas de otros
tiempos y otros lugares, preside el centro de la terracita. Me acomodo
en el murete cuajado de macetas para disfrutar del sol que abre las
flores y cierra mis ojos, sin perder de vista a los comprometedores
pajarillos que siguen llamando mi atención desde sus jaulas colgadas de
la pared. Briboncillos.
Un ruido de porcelanas tintineantes me
saca de mi agradable sopor. Una mujer de porte elegante y andares
aristocráticos entra en la terraza portando una bandeja con una tetera y
unas tazas tan floreadas como las macetas que me sirven de apoyo y poco
disimulo, pues quien nada malo hace, nada tiene de que ocultarse; es
una mujer bella, madura, con esa belleza y esa madurez serena que da el
ser tan feliz como uno se puede permitir sin ostentar ni plantearse si
lo es o no. Simplemente, se es. Su cabello es del color de una espiga
en el mes de junio, blanquecino y dorado por igual, solo depende del sol
que lo alumbre. Su sonrisa es tan clara en sus labios como en sus ojos.
Detrás de ella, con una caja de pastas, que de seguro alguna caerá en
mis garras, camina otra mujer de cabello rojizo y cara pecosa, tan
sonriente como la primera; cuando la una se ha sentado frente a la otra,
sus sonrisas se han ampliado todavía más, claro está que se sienten tan
a gusto juntas, como me siento yo tumbado bajo el sol. La felicidad y
la calma reina en esta terraza. Miauuuuu, que gustazo.
No dejo de
observarlas mientras sonríen, degustan el humeante y oloroso té de la
tetera de porcelana y me pregunto si serán madre e hija, tal vez
hermanas, amigas sin duda, su charla animada y respetuosa lo dice todo.
Durante un buen rato hablan y ríen y esa familiaridad y sencillez, junto
con el sol que calienta mi blanquinegra piel, me hacen dormitar y
sumirme en ensoñaciones con otros mundos tan lejanos en el
espacio
como cercanos en las palabras que me llegan a través de las dos mujeres
en la terraza. Abro los ojos y me doy cuenta de que ellas también me
observan como el que mira al sol, saben que estoy ahí, pero no tratan de
alcanzarme, se sienten dichosas de saber que estoy, sin más. Al prestar
atención a lo que ambas se dicen me quedo sorprendido con dicha
conversación, se pueden decir tantas cosas y de tantas maneras.
Dice
la pelirroja que es turolense la mujer espiga de junio. Dice ella ser
de todas partes y tener su corazón repartido a partes iguales entre su
Teruel natal y su Salou de adopción. Dice con sus ojos sonrientes que
Zaragoza y Valencia tienen también parte de ese corazón viajero.
Pregunta la pelirroja por la Medalla de Oro al mérito en el trabajo que
le fue concedida. Le resta importancia la mujer espiga de junio. Y a
estas alturas ya no puedo quitarles los ojos de encima y las orejas de
sus palabras.
1-) Sus novelas nos han mostrado
heroínas poco al uso, mujeres maduras con los sueños e inquietudes de
antaño aún latentes, pero que se saben mayores aunque no se sienten
viejas. ¿Es la vejez un estado más mental que físico, Bárbara?
En
todos mis libros la mujer está en el centro de la vida, es la que cuida
del fuego, la que alumbra ilusiones, la protectora de la familia, la
que aspirar a amar y ser amada siempre, la que sabe sufrir y gozar con
la misma intensidad. Es el reducto de la memoria para vivir el momento.
Mis heroínas son arquetipos de la deidad, diosas capaces de encarnar la
naturaleza, que es su medio y su paradigma, en un hábitat en torno al
que todo se mueve, pero sin aspavientos, sin sobresaltos, sin altares ni
loores, como el fluir de un rio caudaloso, a veces sosegado, a veces
crecido. Representan el eros frente al tánatos en una lucha continua. La
muerte nunca se impondrá mientras vivan, porque la vejez es principio
de muerte. Las mujeres, que son siempre las protagonistas de mis obras,
son positivas, llevan la esperanza y la risa en su “adn” hasta el último
suspiro, y por eso nunca serán viejas. Son maduras porque yo he
empezado a escribir cuando ya tenía hechas muchas cosas. Había sido ya
hija, esposa, madre, abuela, empresaria, jubilada, yaya canguro y sigo
siendo una mujer tremendamente curiosa de todo lo que me rodea. Por eso
mis heroínas pueden sacar de su mochila los mismos sueños y las mismas
inquietudes que tuvieron cuando el río bajaba brioso. No significa que
haya nada autobiográfico si ello es posible evitarlo, salvo mi visión de
la cosas. Otra cosa son las dolencias, los estragos, el deterioro que
trae el tiempo, pero eso pertenece a la esfera privada, y no consigue de
ninguna manera borrar la sonrisa de mis mujeres, sino que, más bien al
contrario, las vigoriza
como una muestra de potencia frente al caos y la oscuridad que es el ocaso. Un desafío al ninguneo y al olvido.
2-)
Hablaba de sueños e inquietudes, aunque hay quien pensaría que es lo
mismo. ¿Con la Llave de los mil sueños, encontró su propia clave para
sentirse viva, para hacernos sentir como viven otras mujeres? ¿O fue una
auténtica llave que abría un mundo que siempre había estado ahí, pero
parecía inaccesible? me refiero al mundo literario, a la letra escrita y
publicada, a tal vez ¿Un sueño hecho realidad?
La Llave
de los mil sueños, más que una llave física que abre un baúl de donde ir
sacando sueños como si fueran disfraces, es una clave, un código que
hay que pronunciar con vehemencia para acceder a un mundo distinto y
mágico por el que se suspira, a un bosque encantado donde residen los
más íntimos secretos, las aspiraciones sublimes y los deseos mejor
guardados de mis lectores. Estos al adentrarse en ese planetario de
ensueño se transforman, se sienten importantes, señalan con su dedo cada
uno de los sueños en los que desean embarcarse. Esto para mí fue un
descubrimiento fantástico. Me puse a escribir y descubrí que era capaz
de pronunciar esas palabras mágicas, y mostrarlas para compartir toda
una galaxia maravillosa que funcionaba al otro lado de nosotros mismos,
una cueva repleta de tesoros al alcance de la mano como una aventura en
la que adentrarse. Fue un hallazgo maravilloso que daba más sentido a la
vida en el sentido que he descrito antes. Que enlazaba con el amanecer
de cada día.
3-) Sus novelas, retratan personajes tan
accesibles, que a las dos páginas de conocerles, les sentimos personas,
dejan de ser de papel para hacerse prácticamente tangibles ¿Es este el
secreto de que lectores de edades diversas, se sientan atraídos por
dichos personajes? Se necesitan muchas tablas y un gran conocimiento de
las personas para crear personajes tan reales ¿Es la vida misma la que
le ha dado esta desenvoltura por la psiqué humana, o han sido las
propias personas las que se han mostrado ante usted tal cual son?
Cuando
estudié el bachillerato de mi época tuve una profesora brillante, que
empezó las clases del primer día del curso, antes de decir nada más, ni
siquiera presentarse, con una frase de cinco palabras que quedó grabada a
fuego en mi memoria: “Nemo dat quod not habet”. Esta frase lapidaria, a
lo largo de mi vida, me ha servido de señal indicativa en casi todo lo
que he querido hacer en mi trayectoria vital, como un faro lo es para un
navío que costea en su travesía.
Me enseñó que nadie puede dar
lo que no tiene. Cinco palabras que contenían un principio fundamental
como guía. Primero había que aprender, aprehender, impregnarse, llenar
las alforjas del conocimiento y la sabiduría a través de los sentidos
que son las vías por donde percibimos lo que nos rodea, y, todo ello
manejado con voluntad e inteligencia, amasarlo para hacerlo nuestro.
Solo después seriamos capaces de dar alguna cosa. Siempre trato de
observar, absorber, reflexionar mis circunstancias y traducirlas en el
“yo”, en el sentido más Orteguiano. La vida, las personas se muestran.
Se trata de verlas, escucharlas, olerlas, tocarlas e incluso gustarlas y
así descubrimos su alma.
Recuerdo una frase de Alejando Dumas
que cito de memoria sin la exactitud de le letra impresa: “Crear
personajes que pueden más que las figuras históricas es privilegio de
los novelistas. La razón es que los historiadores evocan a simples
fantasmas, mientras que los novelistas crean a personas de carne y
hueso”. Es por eso que muchos lectores, incluso aquellos dotados de un
alto nivel cultural se vuelven incapaces de distinguir entre ficción y
realidad. A casi todos nos pasa cuando nos emocionamos y lloramos o
reímos o sufrimos o padecemos miedo, o nos hacemos solidarios o enemigos
con personajes que sabemos que no son reales. Sin embargo pertenecen a
nuestro mundo imaginario, tan importante al menos como nuestro mundo
real. Dos mundos que además no están inconexos, sino que nosotros, los
escritores, los hacemos complementarios. ¿No es realmente fantástico?
4-)
En otoño también amanece, encontramos a una mujer fuerte que no está
dispuesta a dejarse sentar en una silla a hacer calceta mientras mira
por la ventana, tan solo porque ya son más de seis décadas las que lleva
sobre las espaldas. ¿Es un mensaje para los lectores o es un reflejo de
sus propias convicciones?
No conozco ningún escritor que, salvo
que escriba un diario, lo haga para si mismo. Todos escribimos con la
intención de que nos lean, es decir, que, lo que estamos haciendo, es
algo parecido a meter un mensaje en una botella y lanzarlo al mar,
incluso aunque este mensaje tenga un solo destinatario. Y por supuesto
el contenido del mensaje refleja la manera con que el narrador contempla
el mundo, en la que unas veces coincidirá con la visión del autor y
otras, quizá, parcialmente, o de forma muy distinta.
Otro aspecto
es cómo el lector interpreta el mensaje, lo que en todo caso resulta un
enigma, ya que también generalmente los escritores decimos cosas de las
que no somos conscientes. A mí me ocurre. Cuantas veces un lector viene
y me dice: “¡Qué razón tiene! A mí me ocurrió exactamente lo mismo”. Es
posible que haya coincidencias en muchas historias del mundo real y del
mundo imaginario, lo cual me lleva al terreno de la ambigüedad. ¿Qué
coincidencias hay entre Agustina, el personaje
narrador de “El
Otoño…”, y Bárbara, su autora? Probablemente, ninguna más allá de la
edad y su estatus de jubilada a la fuerza, pero, al mismo tiempo, si la
pregunta intentara que mi respuesta estableciera un corte limpio entre
las afirmaciones y juicios de valor de una y de otra, qué pertenece a
cada o qué las separa, puedo deducir claramente que no hay una línea
recta y divisoria, sino algo tan retorcido y con tantas curvas como una
carretera secundaria de alta montaña.
5-) Los escritores
somos conscientes de que dejamos parte nuestra en cada una de nuestras
obras, en cada uno de nuestros personajes. Hay algunos con los que nos
identificamos más que con otros, a los que llegamos a querer y sentir
predilección, como si fueran nuestros amigos, nuestros familiares…¿Qué
ha dejado usted en Agustina, y que ha dejado Agustina en usted,
Bárbara?
Esta cuestión es ciertamente compleja porque
afecta a la compresión del proceso creativo, y éste es siempre
impredecible. No cabe duda que en cada frase, en cada exposición y en
cada personaje hay retazos de algo que nos pertenece, de la misma manera
que el escultor, el pintor, el músico deja su impronta en su obra. Pero
si alguien está más expuesto que nadie a la impredecibilidad es el
escritor.
Los personajes con capaces de llevarnos y traernos por
donde ellos quieren. Adquieren vida propia. Muchas veces se rebelan, se
convierten en dominantes del propio autor, que se ve incapaz de
sujetarlos, o también pueden ser en otros momentos dóciles marionetas
que obedecen sin ningún tipo de objeción. En este proceso creativo
impredecible se establece una relación entre el autor y sus personajes.
El autor suele ser en todo caso mucho más generoso que sus pupilos, que
siempre acaban robándole sentimientos a cambio de satisfacción. Por eso
se les ama, se les odia o nos dejan indiferentes, y ello puede afectar
también al contenido de la obra. Lo que resulta cierto es que, concluir
la obra, agota. El libro y sus personajes han terminado exprimiendo al
escritor hasta dejarle exhausto y no es sorprendente que se dé una
ruptura necesaria para que el libro vuele por sí mismo, para que tenga
vida propia, como Agustina. Mi vida es otra dimensión y tiene su parcela
insondable más allá de todo lo escrito. Cierto que tengo que agradecer
muchas cosas a Agustina, como ella a mí. Pero ambas tenemos muy claro
que somos muy distintas, únicas e irrepetibles. Las dos nos despedimos
deseándonos mutuamente larga vida, aunque de cuando en cuando nos
llamamos como dos buenas amigas que se hacen confidencias con la
confianza de que no las haremos públicas.
6-) ¿Qué la diferencia o que la une con otras de sus “mujeres”?
Si
Agustina escuchara esta pregunta, seguro que enarcaba una ceja, me
miraba de soslayo y sacaba a flote una sonrisa irónica esperando mi
respuesta. Como es algo que las dos hemos hablado largo y tendido, no me
importa decírtelo en voz alta. Agustina tiene todo lo que tienen “mis
mujeres”. Goza de ese carácter protector, de una autoestima a prueba de
toda catástrofe, exhibe su carácter de diosa, pero es muy humana
también, como todas ellas. Puede ser dura como el granito pero tan
sensible y delicada como un pétalo de violeta. Es fuerte como un macizo y
frágil como las alas de una mariposa. Persigue el amor como una
quimera, consciente de que amar se conjuga de la misma manera que gozar y
sufrir.
Pero de manera especial, su característica es su
sentido del humor por encima de todo como algo innato, su ironía como
salvaguarda, y su sarcasmo, si hace falta, como supervivencia. La vida
es muy sería, pero se vive mejor con una sonrisa en los labios a punto
de estallar como una carcajada. Bárbara es solo un boceto. Pinceladas
que comparten emociones, el sentido del humor y claro oscuros de mala
leche. Todas mis mujeres tienen algo de eso.
7-) ¿Es más
fácil escribir sobre mujeres, o por el contrario es todo un reto
desprenderse de cierta objetividad al escribir sobre ellas, siendo
mujer?
Si algo no me planteo a la hora de emborronar una
pantalla en blanco es la objetividad y menos al escribir sobre mujeres.
Mi escritura es rápida, sin limitaciones. Me la dicta el corazón y me
dejo llevar. Lo único que necesito es una visión real o virtual, un
recuerdo, un nombre, una anécdota, una experiencia, a veces una frase o
una palabra que funciona como una chispa para provocar el incendio y
pone en marcha los dedos sobre el teclado y los ojos sorprendidos
clavados en la pantalla. Acabada esta parte del proceso, lo dejo para
retomarlo más tarde, cuando la tinta ya ha secado, y las ideas aparecen
como las imágenes en el negativo de un film. Me resulta más fácil
escribir sobre mujeres. Quizás, porque aprendí a juntar letras en la
arena y mis primeros relatos eran espontáneos, ingenuos, casi como
esbozos que podían ser una receta, un recuerdo, una fotografía. Descubrí
que lo que tenía que decir era sobre el lado femenino, mi corazón
abundaba en ese aspecto.
Pero no he querido encasillarme en
relatos sobre mujeres. “Un blues para memoria”, que ganó en Valladolid
el primer premio del Certamen literario “Las fuentes de la edad 2013”,
es un relato cuyo narrador y protagonista es un hombre de mediana edad.
Escribir desde el punto de vista del hombre es una sensación distinta,
es ampliar la panorámica, meterse en el cerebro de un hombre, adivinar
sus intenciones, calibrar sus deseos, delatar sus fantasmas y sus
miedos, desvelar sus sentimientos. Es otra cara de la misma moneda y
resulta muy gratificante.
8-) ¿Cómo o qué suele inspirarla, Bárbara, a la hora de elegir una protagonista y una historia que contar?
Una
novela o una colección de relatos normalmente eligen como escenario un
pequeño rincón de lo cotidiano, aunque siempre de manera incompleta. Se
trata de desvelar algún recodo de la realidad con las gafas para
corregir la presbicia. Poner la lupa de la imaginación sobre un hecho,
un viaje, un rostro, una maleta, un paisaje, una pinza, un delantal, una
caricia, para acrecer su visión. Algo que está ahí, que nos rodea, que
nos toca y en definitiva está llamando a nuestra puerta para que lo
veamos. Acercar la realidad al microscopio, observar, investigar y
entonces salta la sorpresa, se descubre un universo extraordinario que
fascina.
9-) ¿Qué hay de nuevo en el horizonte de una
inquieta escritora? Algo me dice que por esa cabeza ya bullen historias
esperando ser plasmadas…
En estos momentos tengo
terminada una novela sobre una mujer nueva, camaleónica, visceral. No es
una novela negra, pero si una pesquisa sobre el submundo de las sectas.
Es una historia ágil, fresca, como la propia protagonista, que se
adentra en un mundo narrativo concreto en el que los espacios adquieren
un papel determinante. De momento está velada, a la espera de una última
revisión, para después optar por aquello que más nos convenga, tanto a
la protagonista como a la autora. No tenemos ninguna prisa.
En la
actualidad estoy trabajando en una colección de relatos. También, en
fase de preparación y acumulación de documentos, hay en marcha una
novela corta. No puedo decir mucho más, no sea que invoque la mala
suerte.
10-) ¿Cuál fue la llave para hacer realidad sus sueños?
Un
libro y la paciencia. Los sueños están relacionados con la felicidad, y
no hay felicidad sin la paciencia necesaria para crear lazos, para
amar, para que fluyan los afectos, para domesticar en definitiva. Solo
queremos aquellos que hemos hecho nuestro, aquello a lo que le hemos
dedicado tiempo. Cualquier lector avispado ya ha adivinado que estoy
hablando de un libro, de “El pequeño príncipe” de Saint-Exupery.
Me
enseñó que hay un secreto para que los sueños funcionen y es que “lo
esencial es invisible a los ojos”. Descubrir esta verdad supone mucha
paciencia, suprimir la arrogancia, cargarnos de humildad y aprender a
mirar desde el corazón con los ojos cerrados a nuestras propias
miserias.
11-) Hablemos de los nombres. Estos son
importantes para usted y para su obra, es cómo si este, el nombre, fuera
el que diera personalidad al personaje, cómo si dependiendo de llamarse
de una manera o de otra, sus personajes harán tal o cual cosa. ¿Por
qué digo tu nombre, te llevo conmigo?
Los nombres son
importantes. Son como etiquetas con código de barras que condicionan y
de alguna manera tienen relación con el destino. Trazan rayas, señales,
que guían al personaje, aunque es más bien cierto que son los personajes
quienes los cargan de sentido. Se produce como una “ósmosis” entre
ambos. Los nombres responden a personas reales que de alguna manera han
pasado muy cerca, rozándome la piel, y han dejado huella. Lo que yo he
intentado hacer, al decir sus nombres para llevarlos conmigo, ha sido
pagar una deuda, porque esa impronta que me ha marcado tenía un precio.
Es justo que haya un trueque entre lo que se recibe y lo que se entrega a
cambio. Tengo la completa seguridad que todas ellas han sido muy
generosas conmigo. Yo solo he hecho que subrayar sus nombres y dejar
patente que el código de barras no era incierto.
12-)
Volviendo a los sueños y a la llave que los abre ¿Cómo ve usted el
panorama literario actual? ¿Es más difícil escribir un buen libro o
lograr que este se publique? ¿Cuál sería la clave?
Permítaseme
aclarar antes de contestar esta pregunta que en ningún caso aspiro a
nota. El panorama literario actual es algo que no me concierne para nada
desde dentro, porque yo, Bárbara Fernández, estoy fuera del mismo. No
obstante todo lo que he escrito, no me tengo por escritora, sino más
bien como una modesta escribiente “juntaletras”. En consecuencia estoy
al margen de tendencias, de escuelas, de literaturas desestructuradas o
de si hay que volver al pasado en busca de nuestros escritores más
afamados del XIX y del XX. Bárbara Fernández escribe porque le apasiona,
porque se divierte y porque, como diría José Luis Sampedro, a estas
alturas de su vida, cuando escribe, revive, o sea vive dos veces.
Cumplidos los cincuenta hace más de diez años, habiendo plantado varios
árboles, habiendo tenido dos hijas maravillosas, para cumplir con
el famoso dicho, le faltaba escribir un libro. Pero como es excesiva en
casi todo lo que se propone, no le bastó escribir uno y publicarlo,
sino cuatro de momento en menos de tres años.
Pero, desde fuera,
contemplando el panorama literario actual como lectora, pienso que se
escribe imitando demasiado la manera de los anglosajones. Que las
traducciones están influyendo en contra de nuestra lengua, tan hermosa o
más que ninguna otra, y que se está perdiendo mucho léxico que hasta
principios del siglo XX nos enriquecía. No es extraño comprobar que sean
los escritores de América latina los que están manteniendo más viva
nuestra lengua y que muestren un léxico mejor conservado.
En
cuanto a saber si es más difícil escribir un buen libro que publicarlo,
podría decir que es más fácil encontrar la piedra filosofal que
contestar certeramente sobre esta cuestión. Libros muy buenos sin
publicar hay en muchos cajones de muchos escritorios. Más que libros
malos publicados, siendo estos muchos. Escribir bien y publicar no está
necesariamente relacionado.
Es algo que depende de muchos
factores, siendo uno de los más incidentes la crisis económica que
padecemos. Las editoriales grandes no apuestan por los escritores
noveles, y las pequeñas, salvo alguna con ideas muy claras, casi nunca
liquidan dejando muy indefenso al escritor frente al distribuidor, al
editor y al librero.
Para mí la publicación no es una cuestión
prioritaria. Pero se trata de una visión muy personal por la sencilla
razón de que escribir no es mi oficio. Nunca publicaré para ganarme la
vida con ello. Soy una diletante y me resulta suficiente que me lean mis
amigos. Si me lee alguien más, es a mayor abundamiento, y cierto que
ello me place, me divierte, pero si no, no me quitará el sueño.
13-)
Dentro de esa dificultad ¿Es más complicado para una mujer abrirse
camino en este mundo, que para un hombre? ¿Y la edad, cuesta más a una
que a otra? ¿Es suerte, trabajo, empeño?
Siempre es más
complicado para una mujer destacar en un mundo casi siempre machista. No
voy a entrar en ese tema, pero es verdad que la mujer se está
imponiendo poco a poco en mas esferas de la vida, y también ¿cómo no?,
lo hará en el terreno literario. ¿O es casualidad o intención espuria de
las editoriales premiar y publicar libros escritos por mujeres jóvenes
además en los últimos años? Solo hace falta echar un vistazo a los
últimos premios Nadal.
En cuanto a la edad. Todo es cuestión de horas para dedicarse a ello. Mucho trabajo y un poco de talento. Esa es la fórmula.
14-)
Para acabar, Bárbara, aunque yo me quedaría charrando horas y horas con
usted ¿Cómo se definiría si tuviera que resumir en un par de palabras,
su trayectoria? ¿Escritora ante todo, cuentista, vividora, observadora,
trotera y viajera? ¿Se puede definir el talento y la inquietud?
Una
palabra sola sería suficiente: afortunada. Soy una mujer a la que no le
ha importado quedarse sola en medio de la plaza después de decir a los
subalternos, dejadme sola, como un torero aferrado a su capote. Sin
embargo, siempre he visto por el rabillo del ojo, que no me han hecho
mucho caso, que eso no era cierto, que me he sentido siempre muy bien
acompañada y que cuando ha hecho falta, cuando las cosas han venido mal
dadas, derrotando por izquierda o derecha, alguien, mis padres, mi
marido, mis hijas, mis nietos, mis yernos, los que me quieren, mis
amigos, mi gente, han estado al quite. Me he sentido y me siento
acompañada. Eso es algo que la suerte reparte de forma caprichosa.
Escribo
porque he sido y soy observadora, tengo cosas que contar. Escribo
porque revivo en un mundo plagado de sueños y navego en el mar de la
memoria y los recuerdos.
Inquietud es querer poner todos los
sentidos en marcha, querer contar, querer escribir, buscar tiempo y
dedicarse a ello. Talento es saber contar bien todas esas cosas. No
siempre sé hacerlo. No es sencillo. Las musas son crueles a veces. Pero
yo sigo, y camino cada día hasta el centro de la plaza y digo de manera
inconsciente, como el torero aferrado a su capote: “Dejadme sola”. A las
musas no les queda más remedio que sonreír mientras observan que mi
gente me arropa. Por ello soy afortunada. “Va por ellos”.
Bárbara,
la espiga de junio, recoge la porcelana y sale de la terraza. La
pelirroja la sigue con las galletas sobrantes, ni tiempo me ha dado a
coger unas cuantas. Habrá sido el sol. Tal vez el trinar de los pájaros.
Seguro que su conversación ha tenido gran parte de culpa, pero me he
sentido más cerca de los dioses que nunca, mis ventanas se han abierto y
han dejado entrar un soplo de aire fresco con olor a Mediterráneo. Me
voy con mi trote sigiloso a otros tejados, no quiero romper la magia de
las palabras flotando en el aire y las sonrisas saltando de pupila a
pupila. Me despido de los pájaros cantores. Les digo hasta luego a
las amigas, las hermanas, la madre e hija. Son todo eso y más. Son dos
Mujeres uniendo sus sueños con el hilo de las palabras.
Una entrevista de Yolanda T. Villar
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
Me encanta leer a este gato siempre trae unos temas muy interesantes.
ResponderEliminarLa entrevista a Bárbara se merece un 12 o más, pero a ambas.
Bárbara se muestra tal cual es y las personas que las conocemos lo confirmamos al leeros.
Sólo me queda felicitar a este curioso gato
Y a este Gato le encanta tener en su tejado a buenos amigos disfrutando con él de tan buenas lecturas.
EliminarBárbara es una gran escritora, pero aún es mejor persona.
Leer buena literatura siempre es un placer.
Gracias Luisa por tus palabras y tu compañía.
Te has superado, si eso es posible, con esta magnifica entrevista a una escritora estupenda... Sólo los grandes se muestran tan cercanos, y sólo los mejores saben retratarlos de esta manera.
ResponderEliminarFelicidades Bárbara por el libro... Gracias Yolanda por acercarmela de esa manera tan tuya...
Muchas gracias Anna!
EliminarLa verdad es que poder hacer las dos cosas que más le gustan a una, es todo un lujo, y escribir y leer son el mío. Ya sabes como es este Gato, cuentista como nadie...
Bárbara nos lo pone fácil.
Luisa, Yolanda es toda una profesional. Es capaz de hacer maravillas y sacarnos las palabras y las ideas con una facilidad asombrosa.
ResponderEliminarYo tambien le doy un 12 o un 14, porque tela la gatica como sabe entrevistar!!!
Anna, gracias. Muchas gracias. espero que si lees algo mio me saques todas las faltas que sean posibles y me las digas. Es la mejor forma de aprender. Un abrazo.
Y a ti Yolanda, que puedo decirte a ti. Pues que me encanta eso de la Espiga de junio. jajajaja
Tambien que sigas trabajando así , eres genial. Felicidades!!! y gracias, muchas gracias preciosa.
Hasta pronto. Besicos
Lo más bonito de este trabajo, cuando una se pone al otro lado y deja de ser escritora para ser ferviente lectora, es que se descubren grandes historias y mejores amigos...
EliminarUn abrazo, Espiga de Junio, Y gracias a tí, siempre.