Algo tiene esta obra de teatro de Lorca, que consigue el parabién del público sea cual sea el modo de su representación, ya sea una representación fidedigna, una adaptación o una versión libre... El caso es que esta historia dramática de mujeres de una España antigua enfrentada a otra España anhelosa de libertad, ha quedado ya como un clásico del teatro español merced a un texto potente, intenso y trágico, como todas las obras de Federico. En esta ocasión, Fermín Cariñena adapta y dirige un montaje que busca pontenciar la sensación claustrofóbica de la Casa de Bernarda, convirtiéndola en Cuartel militar ¿hay algo más rígido?
El más universal de los poetas del siglo XX, asesinado en Granada por los sublevados durante la Guerra Civil Española, imaginó una historia de enfrentamientos a diferentes niveles: hombre y mujer, jóvenes y ancianos, lo viejo y lo nuevo, ricos y pobres... Poco antes de que acabaran con su vida, alumbró esta trágica historia en la que Bernarda Alba, que acaba de quedar viuda tras la muerte de su esposo, decide incorporar el luto a la vida cotidiana, como debía ser, y no sólo lo hace sobre sí misma, sino que decide hacerlo además sobre las vidas de sus cinco hijas, aplicándoles también la prohibición de verse con hombres sin su consentimiento. La intención no es otra que la de cumplir la tradición y hacer lo que se espera de ella en una situación similar. Nada en esa casa, su casa, escapa a su control, y sus hijas acatarán, marciales, su voluntad sin rechistar. El honor de la familia, de puertas para afuera, debe lucir siempre incorrupto.
Todo cambiará cuando El Romano, el joven más guapo del lugar, decida llamar a las puertas de la casa para entablar noviazgo con Angustias, la mayor de las hijas de Bernarda Alba y poseedora de una buena dote. Un día, una de las hermanas descubre a Adela, la menor de las hermanas, viéndose con El Romano. Lo que es un secreto poco a poco va calando en la casa, pues esa situación perturba las órdenes de la matriarca y enfrentará a las hijas. A pesar de los avisos de la sirvienta de la casa hacia la señora Bernarda acerca de los encuentros furtivos entre los jóvenes a sus espaldas, ésta no la cree porque es una sirvienta y, como tal, en su condición está la mentira y los cuentos. Cuando los acontecimientos se van sucediendo y el secreto deja de serlo, Bernarda Alba decide tomar cartas en el asunto, empuñar un arma y dispararla para acabar con la afrenta que asola su casa de una vez por todas...
Todo en esta casa de factura navarra tiene un aroma cuartelario, desde el vestuario de las protagonistas, hijas y madre, hasta las rejas y la alambrada de la puerta de acceso al patio principal de la vivienda, la fusta que representa la represión y el castigo. Los aspectos técnicos son impecables, como también lo son las actuaciones de todo el reparto, totalmente integrado por mujeres. Evidentemente, el peso recae sobre Bernarda Alba, interpretada por Marta Juániz (a quien ya pudimos ver anteriormente en Olite con Las alegres casadas), a quien dota de una expresión lúgubre, iracunda, insensible, ajena a los sentimientos que alteran a sus jóvenes hijas. Pero también destacan en su papel Montse Zabalza como la sufrida Angustias, Asun Abad por su increíble María Josefa, Leire Lareki dando vida a la soñadora Adela, María Álvarez como la fiel sirvienta Poncia, o Laura Villanueva y Eva Azpilicueta (a quienes ya vimos en Olite como fantásticas protagonistas de aquella inolvidable La casa más pequeña).
Resulta curioso que los hombre vivan libres al otro lado de la puerta enrejada, y que las mujeres vivan recluídas en su casa por imposición... de una mujer. Es aquí donde el director trata de centrar la atención del espectador, porque de alguna manera, a pesar de que siempre habrá mujeres que se rebelen contra el orden establecido por una sociedad hasta entonces patriarcal en la que el hombre tiene unos derechos adquiridos en tanto que hombre, y la mujer debe asumir su inferioridad en tanto que mujer, cuando decidan vivir a su libre albedrío sin dar explicaciones, en ocasiones es otra mujer la que busca coaccionar, cuando no cortar ese vuelo. Es algo que Lorca, de manera acertada, y quizá como un visionario, remarcó en el texto, pues si bien la lucha contra el machismo opresor rezuma en cada línea del texto, no es menos cierto que reducir la defensa del feminismo a una lucha masculino-femenino resulta tan simple como estéril. ¡Qué bueno tener la oportunidad de leer a Federico y la profundidad de sus textos en estos tiempos de tweets simplones y mensajes en stories con veinticuatro horas de caducidad!
El público agradeció el trabajo de todo el equipo, y premió su esfuerzo con una ovación cerrada y puesto en pie. No se trataba de una recompensa para premiar a la gente de la tierra, sino por encomiar el buen hacer y la profesionalidad que abanderaron todos ellos.
REPARTO
Marta Juániz, María Álvarez, Leire Arraiza, Montse Zabalza, Iratxe García, Laura Villanueva, Eva Azpilicueta, Leire Lareki, Asun Abad y Jaione Urtasun.
EQUIPO ARTÍSTICO Y TÉCNICO
Dirección: Fermín Cariñena
Autoría: Federico García Lorca
Adaptación: Fermín Cariñena
Escenografía: Eskuartean
Vestuario: Aiora Ganuza
Música: Eskuartean
Iluminación: Fran Marcen
Sonido: Fran Marcen
Más información: www.cardofilms.com
Redacción y fotografía: Santiago Navascués
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
Que belleza, que placer !!! Es un clásico imperdible, muchas gracias por compartirlo de forma tan calida, generosa y completa.
ResponderEliminarAbrazosbuhos 😊