miércoles, 22 de julio de 2020

LA ESTRELLA DE SEVILLA - XXI FESTIVAL DE TEATRO DE OLITE

 LA ESTRELLA DE SEVILLA


En estos tiempos de enamoriscamientos entre reyes venidos a menos y doncellas venidas a más, no podíamos encontrarnos con mejor pieza para disfrutar de una noche cálida en la trasera del Castillo de Olite que La Estrella de Sevilla. Y es que la vida va pasando, los siglos transcurriendo, pero el seso se sigue haciendo agua cuando al rey del momento le llega el enamoramiento. Tan igual antes (en el siglo XIII en el que está ambientada la obra) en como ahora, cuando nos encontramos en la segunda parte del partido contra el Coronavirus, los que mandan siguen haciendo de su capa un sayo y de su deseo ley, y no les importa pasar por encima de quien sea para dar satisfacción a sus apetitos carnales. ¿Qué tienen una hoja de servicios inmaculada? ¡Sea pues un borrón que no me importa! ¿Qué podrían pasar a la historia como un rey venerado por su pueblo por su defensa del pueblo al que reinan? ¡Una canita al aire no supone quebranto de la honra!

 

Así, en esta composición teatral atribuída a Lope de Vega (aunque no esté claro si corrieron de su pluma los versos o fueron participados por otros autores), lo cierto es que el Rey Sancho IV se enamora perdidamente de una joven sevillana de nombre Estrella Tavera, y por gozar de su cuerpo teje una amplia red con la que atraparla haciendo uso para ello de todo aquel del que puede obtener ganancia. La bella Estrella, enamorada de un hidalgo llamado Sancho Ortiz de las Roelas, es además hermana del regidor de la ciudad de Sevilla: Busto Tavera, quien a su vez es amigo íntimo del prometido de su hermana. El rey conspira para conseguir su objetivo y va tocando a Sancho, al regidor Busto, a su leal consejero Arias, al servicio de Estrella... y en su ambicioso deseo será capaz de enfrentar a quienes se hayan unidos, de sobornar, de someter al castigo de elegir entre la amistad o la lealtad a la ley, e incluso de  hacer correr la sangre sin reconcomes en el estómago...

Se cree que la idea original de la autoría fue la de relacionar al rey Sancho IV del siglo XIII con el rey Felipe  IV del siglo XVI,  pues la obra se escribió transcurridos dos años después de la visita del último a la capital de Itálica. Y puede que sea así, puesto que la obra realiza una descarnada y feroz crítica del poder de un rey cuando se ejerce desde las más bajas pasiones y sin ningún tipo de control moral que frene la voluptuosidad de los deseos. Por ello, mejor ambientar la acción en otros siglos pasados y correr un tupido velo que pudiese relacionar la trama con la actualidad para no caer en los poderosos brazos de la justicia real... La obra de algún modo, guarda similitudes con la Fuenteovejuna escrita por el Fénix de los Ingenios, pero si en aquella era la figura real la que llegaba para resolver los entuertos y los desmanes cometidos hacia el pueblo, en esta que nos encontramos con que es el propio Rey el generador y alentador de los conflictos y los atropellos que padecen sus súbditos, quedando por lo tanto todos ellos desnudos de protección y relegados al olvido de una justicia que nunca llega, pues el supuesto administrador es al mismo tiempo su verdugo.

El montaje llevado a cabo por Alfonso Zurro (cuyo trabajo ya pudimos saborear por partida doble en el Festival de Teatro de Olite de 2018 con su Hamlet y su Luces de Bohemia) como director del espectáculo es ciertamente un disfrute, pues ha sabido sacarle el jugo suficiente a la obra de un modo tan certero que los noventa minutos que dura la pieza transcurren rápidamente, merced a un ritmo ágil en las secuencias y en los textos que impiden que decaiga el interés. El director salmantino demuestra, una vez más, que se encuenra en plena forma y  que es uno de los grandes valores de la dramaturgia en España. Así mismo, volvemos a rendirnos ante la maestría y el dominio de la escenografía y el vestuario de Curt Allen Wilmer (también participó en el Hamlet y Luces de Bohemia anteriormente mencionados), pues su trabajo en esta ocasión vuelve a brillar a gran altura. Para esta ocasión, reservó unas pértigas de gran tamaño como elementos con los que rellenar el escenario, bosquejar los dinteles de puertas de haciendas y palacios, componer los barrotes de una lúgubre cárcel o transformarse en torturadora herramienta de castigo.

El trabajo de los actores no le va a la zaga de los anteriores, y representan a sus personajes de una manera intensa, ávida, desaforada, dubitativa, frágil, ingenua... según el personaje y el momento escénico. Al hilo de esto, el personaje de Estrella Tavera sorprende por el giro que le otorga el autor en el texto y la gran interpretación de esa evolución interior que desarrolla Rebeca Torres con su personaje, pues de ser un tierna joven enamoradiza, pasará a convertirse, por la fuerza de los acontecimientos, en una mujer decidida. Su interpretación del instante en el que muere un ser querido sobrecoje por el desgarrador grito de rabia impotente que desprende desde sus entrañas sin que suene impostado.No queremos olvidarnos del fabuloso trabajo de maquillaje realizado con los actores, todos ellos de aspecto cerúleo, así como el aspecto de iluminación, perfectamente coordinado y ajustado.

Es, por todo ello, una obra muy interesante, que lleva ya mucho tiempo en cartel pero que sigue en plena actualidad (¿no es acaso esto un clásico, aquello que siendo antiguo en su composición, es actual en cualquier fecha de representación posterior?). La Estrella de Sevilla es de esos montajes de los que sales reflexionando, comentando las coincidencias del texto primigenio con las noticias de cualquier periódico de la semana pasada,... y es entonces cuando muchos descubren uno de tantos valores del Teatro, en este caso la capacidad que tiene para poner frente al espejo nuestros vicios y carencias, en un intento de sacar conclusiones para que, lo sucedido en el pasado, lejos de si es fiel o no a la realidad, no vuelva a suceder. Que lo que entonces tuvo forma, la tuvo por desconocimiento de sus contemporáneos y novedad, pero si vuelve a repetirse hoy, es por desidia nuestra.



REPARTO

Rebeca Torres, Manuel Monteagudo, Moncho Sánchez-Diezma, Pablo Gómez-Pando Antonio Campos, Manuel Rodríguez y Alicia Moruno

EQUIPO ARTÍSTICO

Adaptación y dirección: Alfonso Zurro
Producción: Juan Motilla y Noelia Díez
Diseño vestuario y escenografía: Curt Allen Wilmer (AAPEE)
Diseño de iluminación: Florencio Ortiz (AAI)
Música y espacio sonoro: Jasio Velasco
Diseño gráfico y fotografía: Luis Castilla
Lucha escénica: Juan Motilla
Maquillaje y peluquería: Anabel Beato
Ayudante vestuario y escenografía: Eva Moreno
Ayudante de dirección: Pepa Delgado
Equipo técnico: Tito Tenorio, Valentín Donaire y Enrique Galera
Distribución y comunicación: Noelia Diez
La estrella de Sevilla es una producción de Teatro Clásico de Sevilla
Más informaciónwww.clasicodesevilla.com

Redacción y Fotografía:
Santiago Navascués


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