"Profesor viejo, hundido en el clamor
y una vida ya entregada por vocación;
llagas del verbo entregado y un dolor,
algún recuerdo de lo que fue la misión..
El profesor de setenta aquel gigante,
pausado es su caminar, herida su piel,
clamor y quejido del instante
el cuerpo ya cansado no le es fiel.
Antes que te vayas, profesor forjador,
y el yunque hayas dejado con dolor,
y te conviertas en paria del olvido,
recuerda los destellos del aula y su clamor,
antes que la fría loza te llame, lugar temido.
Sólo el alumno deja en ti triste dolor
cuando te alejas del aula entristecido.
Profesor viejo, hoy te plasmo aunque te hiera
el recuerdo de alegrías que se fueron,
deseo plasmar el sentir a mi manera
para expresar tus verbos que en mi florecieron."
(Al viejo profesor de Echevarría Aros)
Doña Esperanza era mi profesora de Lengua en el colegio, era una profesora a la antigua usanza, de aquellas con zapatos de tacón bajo y falda estrecha por debajo de las rodillas; doña Esperanza siempre llevaba exquisitas blusas de encaje y una chaqueta cubriéndole los hombros, la portaba majestuosamente como si fuera una capa de armiño, e hiciera lo que hiciera, esta nunca resbalaba de sus hombros, incluso cuando se acercaba a darnos algún que otro pescozón en la nuca. La cadena de sus gafas siempre hacía juego con la cadena de su bolso, era cosa asombrosa esta pues nos preguntábamos donde compraría ambos para que siempre fueran exactos (vale, me lo preguntaba yo, el resto de mis compañeros ni había reparado en ello el día que lo dije en voz alta mientras doña Esperanza se ausentó de clase en una ocasión). Era seria, formal y siempre hablaba de una manera pausada y sin levantar la voz, era delicada hasta en su forma de andar o de escribir en la pizarra.
Pero doña Esperanza tenía una debilidad: el Teatro. Raro era el mes en que no organizaba una representación en la misma clase: ¡La semana que viene toca entremés, y quiero veros mejor que nunca! ¿Algún voluntario?
Todos se quejaban: que si era un rollo, que si no tenían tiempo de ensayar, que si sus padres les reñían por estar siempre ensayando en lugar de estudiar...yo, por supuesto, iba con la mayoría, me quejaba como el que más, pero lo hacía por lo "bajini", pues todos sabían que me encantaban esas representaciones.
-¿De qué te quejas, Villar? si estás deseando que te elija -decían mis compañeros que bien me conocían.
Y era cierto. Me encantaban aquellas pequeñas representaciones, incluso participar activamente en la creación de los diálogos, quería serlo todo: actriz, guionista, directora, tramoyista, encargada de vestuario...por eso no tardó mucho doña Esperanza en nombrarme su ayudante, y con el tiempo, yo misma escribía las obras que luego mis compañeros y yo representábamos.
Es uno de mis mejores recuerdos del colegio, y no cambiaría por nada lo vivido aquellos años. Aún hoy en día, años después de haber fallecido mi admirada profesora, la sigo recordando con cariño y respeto, pues no me acuerdo de las malas notas, ni de los castigos, ni de su mirada severa por encima de sus gafas, lo que ha quedado grabado en mi corazón son aquellos entremeses teatrales que doña Esperanza con tanto afán y dedicación nos enseñó.
Muchos han sido los profesores que pasaron después por mi vida, y de unos cuantos guardo un recuerdo tan bonito y sincero como aquel que dejó en mí aquella profesora de Valladolid; creo que sin ella y sin Don Francisco Almela, hoy no tendría esta pasión por las letras y las tablas.
Gracias, Maestros.
LA OBRA.
Seis personajes y un destino: alcanzar sus sueños subidos en la ilusión sin que el tiempo ni los Tiempos caduquen ese afán.
Seis personajes y un escenario: cuando los años y las canas hacen maestros a aquellos que las circunstancias y la misma vida no les permitió ser alumnos; cuando un maestro tiene tanto o más que aprender de aquellos a los que enseña. Cuando la enseñanza es mucho más que aprender unos conocimientos, es aprender a ser enseñado por los que te rodean.
LA OPINIÓN DEL GATO.
Todos me conocéis ya a estas alturas, soy teatrera y farandulera a más no poder. Pero en esta ocasión, ha sido mucho más que leer una pieza teatral, que visualizarla ante mis ojos, que imaginarme a mí misma representándola, en esta ocasión, la he sentido tan dentro que he escuchado perfectamente las voces de los protagonistas; y la he sentido porque ha sido como volver a aquellos años de colegio en los que todo era posible, hasta representar una obra de teatro en pleno aula creando un escenario con tan solo retirar las mesas y colocar una sábana sobre la pizarra.
Clases Magistrales de Aurea-Vicenta González es una pieza teatral corta, un entremés al más puro estilo Cervantino, corto pero intenso, en el que los líos, si bien no son una maraña de sentimientos y confusiones como en los del inimitable Cervantes, si forman parte de la trama de la pieza, de tal manera que la sonrisa está asegurada. No es solo una lectura o una representación para divertirse y pasar un buen rato sin pensar en nada mas, la obra de Aurea-Vicenta nos da sin que lo advirtamos siquiera, una gran lección.
Hay algo que si que no pasa inadvertido al lector -que como en mi caso conoce la obra de la autora, sigue y disfruta de sus libros- y es que es innegable que Aurea-Vicenta ha creado un estilo propio e inconfundible. Yo lo llamo el "estilo austero" de la escritora, y es que su forma de escribir y narrar es tan hermoso como delicado, como lo contaría una maestra de escuela a sus alumnos, pausadamente pero haciendo hincapié en la forma, pues no es lo que se cuenta, si no como se cuenta; leer a esta maestra no solo es una delicia, si no también una "Clase magistral" ya sea narrativa, relatos, teatro, si lees a Aurea aprendes y disfrutas a partes iguales.
Porque hay momentos y lecturas que se adhieren a la piel. Gracias maestra Aurea-Vicenta por esta gotita de bienestar.
CLASES MAGISTRALES
Aurea-Vicenta González
I.S.B.N.: 978-84-15799-71-9
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Una Reseña de Yolanda T. Villar
©TODOS LOS DERECHOS
RESERVADOS
¿Cómo no leer un libro si lo recomiendas así? me encanta esa intensidad tuya para contar las cosas, no se puede negar que eres visceral y sincera.
ResponderEliminarVoy a descargarlo ahora mismo, otro más que sumar a la lista, jeje.
Besis
Es que nuestra Yolanda es como una rutilante estrella que transmite su energía y nos regala su luz ^_^ Gracias, Sabrina.
EliminarSi lo tuyo es internet, en Amazon está disponible el teatrito.
Un abrazo.
Sabrina, para bien o para mal, este Gato dice lo que piensa, y sobre todo, lo que siente.
EliminarSi quieres una lectura amena y reconfortante, no lo dudes, Aurea es nuestra chica.
Mil besos!!!
Sabrina, para bien o para mal, este Gato dice lo que piensa, y sobre todo, lo que siente.
EliminarSi quieres una lectura amena y reconfortante, no lo dudes, Aurea es nuestra chica.
Mil besos!!!
Siempre admirada, Yolanda, así me dejas cada vez que leo alguno de tus escritos, un comentario o cualquier otro asunto del que tu ágil e incisiva mente se ocupe y trates, tal es la elocuencia a la que nos tienes acostumbrados -sembraron bien y en terreno propicio y fértil doña Esperanza y don Francisco- pero, claro, cuando uno se encuentra afectado por algo así, como lo que obsequias hoy en El Gato Trotero, agradecer tus palabras sobre el teatrito "Clases magistrales" me parece poco expresivo y muy frío y pienso que hay otra forma de reconocimiento, verídico e indiscutible, y aquí está: EMOCIÓN SIN LÍMITES.
ResponderEliminarMe alegra muchísimo que te haya gustado, querida Yolanda. Ver el trabajo literario a través de tu sensibilidad y percepción es un regalo y una bendición para cualquier autor, y tu intensidad, tal como te escribe Sabrina en su comentario, arrolladora y positiva, deja una gran estela de esperanza en este proceloso mar que es la literatura demasiadas veces colmado de caprichosas tormentas y dolorosos sinsabores.
Mi querida Aurea, mi pasión por el Teatro es harto conocido y no me canso ni avergüenzo de proclamarlo a los cuatro vientos; se echa mucho de menos Teatro escrito, mucho, y en parte es porque no es fácil escribirlo y saber transmitirlo sin necesidad de ser escenificado, y cuando me encuentro con piezas tan bonitas, ya sean largas, cortas, clásicas, vanguardistas y que me llegan por innumerables motivos, no puedo por más que dar las gracias y disfrutar de ello.
EliminarEs un placer siempre leerte, leer buenas obras, buenas novelas.
mil besos.